martes, 16 de noviembre de 2010

SUCESIÓN FAMILIAR

PorRafael LORET DE MOLAmartes, 16 de noviembre de 2010
1
Share
Se publicó en: Edición impresa *Sucesión familiar
*La toma del poder

*Me llaman “Chapo”



Las reglas no escritas para el ejercicio de la Presidencia basaban la cronología de los sexenios en una segmentación matemática: los dos primeros años servían para la consolidación del mandato, los dos siguientes eran los adecuados para el uso del poder a fondo y los dos últimos, en la declinación inevitable, favorecían los términos de la inevitable transición.

Sólo por excepción variaba la perspectiva anotada. Por ejemplo, el cuestionado Carlos Salinas debió exhibir quien mandaba, en razón de su propia supervivencia, apenas unos meses después de su asunción presidencial cuando ordenó desmantelar el cacicazgo petrolero, confinando a Joaquín Hernández Galicia; y en el otro extremo, Vicente Fox, arropado por un excepcional aval popular tras la caída del muro priísta, no aprovechó el empuje inicial y terminó por ejercer la Presidencia, en serio, hacia el final, esto es cuando percibió que la izquierda podría arrebatarle cada una de las supuestas “conquistas” de la derecha.

En tesitura semejante se sitúa Felipe Calderón. A cuatro años de su arribo a la Primera Magistratura, a trompicones y en medio de un corral de comedias –literalmente, con las curules de San Lázaro convertidas en parapetos-, se observa en él la ansiedad por intentar asumir, de verdad, sus responsabilidades, esto es con toda la fuerza la parafernalia presidencial, adormecida desde el arranque de su gestión por efecto de su propia vulnerabilidad política, moral y personal. Inseguro, en los primeros meses de su administración, con medio México llamándole usurpador, optó por privilegiar la agenda militar para blindarse detrás de ella y enfrentar así la emergencia nacional, en buena parte heredada por la negligencia del régimen predecesor si bien desbordada ante los evidentes vacíos de un gobierno en jaque.

En términos más coloquiales se asume que, por fin y contra la marea de la historia, Calderón ha decidido colocarse la banda tricolor y proceder como mandatario a plenitud. Lo hace cuando el derrotero le obliga a asumir el liderazgo de su partido, el desvencijado PAN cuya cúpula se le resiste pese a todo, para dirigir y, en todo caso, resolver, la puja ya iniciada por la Presidencia. Aun cuando no ha dejado moverse a sus anchas a los posibles postulantes integrados a su gabinete, es evidente que los protege convencido de que, a la vieja usanza, será él quien defina la candidatura panista... y acaso igualmente el derrotero electoral.

Tal actitud renueva su propio ánimo. Hasta hace unos meses, maltrecho y temeroso, Calderón parecía víctima del síndrome “Zedillo” por el cual se favorece la alternancia como única opción para cubrirse las propias espaldas, de acuerdo a la doctrina zigzagueante del ex mandatario simulador. Esto es: era notoria su inclinación por Enrique Peña Nieto aun cuando alentara a los correligionarios de su partido a encontrar y reafirmar un liderazgo con vista hacia el futuro, si bien maniatando a los aspirantes de mayor peso, Ernesto Cordero y Alonso Lujambio sobre todo.

Las condiciones cambiaron en cuanto sopesó los riesgos de los desencuentros frecuentes con un PRI que adelantó demasiado sus gritos de victoria y tropezó, en 2010, con las piedras de la soberbia exaltada por los cacicazgos regionales. Al no ser invulnerable, el otrora partido invencible pareció concentrar una especie de urticaria que conminó a los resentidos, por distintas causas, a convertirse en aliancistas convenencieros con posibilidades de crecer sin tener que pagar facturas a las dirigencias priístas. El intercambio de chantajes, además, alertó sobre la dualidad de los personajes, específicamente la del mexiquense Peña, y puso a Calderón en la baza de la reflexión inevitable.

Por ello ahora, el mandatario en funciones está en la creencia de que su única posibilidad de salvamento está en un correligionario, llevado de la mano por él, capaz de controlar, y suavizar en su caso, a los intrigantes de su propio partido dispuestos a hacer causa común contra él, desde el ex presidente Fox hasta Manuel Espino Barrientos, ex presidente nacional panista, pasando por el secuestrado Diego Fernández de Cevallos.

Además, se sabe dueño de las circunstancias y comienza a tomarle gusto al poder. Así lo refleja en su semblante, muy distinto al del dolido funcionario acorralado tras la muerte de Juan Camilo Mouriño, con todo y que la emergencia no ha cesado ni mucho menos. No muestra, siquiera, pesadumbre alguna por el caso Fernández de Cevallos y las ejecuciones cotidianas por todo el país; más bien festina que siguen sumándose cadáveres de “narcos” célebres, Arturo Beltrán Leyva, Ignacio Coronel Villarreal y Ezequiel Cárdenas Guillén, “Tony Tormenta”, además de aprehensiones significativas –la de la “Barbie” y la del “socio” de Joaquín “El Chapo” Guzmán, conocido como “La Puerca”-.

Cualquiera cree, con tales argumentos, que comienza a revertirse la guerra contra el narco y Calderón es de quienes quieren pensarlo así... aun cuando sólo se observen unos cuantos árboles dentro de un bosque incendiado.

Lo dicho: tardíamente, sin duda, Calderón se encontró en el guardarropa con la banda tricolor.


Debate


El riesgo de ejercer el poder a plenitud es perder la perspectiva, o el piso, considerándose inmune. Más si ello ocurre en la fase final de un periodo improrrogable, que limita per se los rasgos más acendrados del autoritarismo. En México, bien sabemos, las bifurcaciones del presidencialismo han sido variopintas y han cubierto todos los posibles escenarios.

Durante la administración anterior, los Fox, confiando en que poseían capital político suficiente para seguir en el disfrute del poder con el menor agobio posible, comenzaron a construir la posibilidad de un relevo matriarcal al estilo, muy avezado, de Argentina. El deslumbramiento de “Santa Evita” –remito a los lectores a la magnífica novela de Tomás Eloy Martínez-, la experiencia de Isabelita y las ambiciones de Cristinita, anidaron en el espíritu de la inquieta zamorana, Martita, quien logró matrimoniarse pese a la resistencia religiosa del consorte. En el fondo, es posible que Vicente sólo se percatara de la escalada de su mujer cuando la crítica –recuérdese “Marta”, Océano, 2003-, le puso en predicamento. Y fue entonces cuando decidió controlar a su mujer, machista al fin aunque de escaso carácter, y las expectativas se diluyeron... para bien de todos.

El antecedente explica, per se, la extraordinaria cobertura que ahora se dispensa, también tras cuatro años deambulando entre Los Pinos y su residencia particular, a la señora Margarita Zavala Gómez del Campo, “primera dama” y ex legisladora, cuyas actividades sociales y políticas han sufrido un incremento inusual. Así, quien fue señalada como el mayor capital político de Calderón, precisamente por su discreción –este columnista así lo puntualizó-, contrastante con la hiperdinámica Martita de la última película de horror en la cartelera presidencial, ha comenzado su propia, exultante, escalada hacia el otro lado del lecho en la residencia oficial.

Ya hemos hablado de que en febrero de 2009 se le preparó un escenario para mostrarse de cara a un auditorio ruidoso y en apariencia incontrolable, el de la Plaza México; fue entonces igualmente cuando algunos precipitados cayeron en el garlito de elogiar con desmesura a la dama e incluso la presentaron como una opción a futuro sin que el señalamiento prosperara.

Lo que acaso sí ocurrió entonces fue un sacudimiento en el interior de la poderosa señora, bajo la idea de merecer no sólo un mejor trato sino un horizonte más abierto. Y así hasta colocarse, según encuestas recientes, en el segundo sitio entre los políticos mejor posicionados del país. Una carta marcada.

Hoy, la prudente Margarita no cesa de discursar, ni de proponer ni de mostrarse con el rostro relajado, amable, de quien se siente receptora de las candilejas.


El Reto


Hace unos días, en un evento con una asociación de “drogadictos anónimos”, Margarita Zavala –así se le nombra, sin requerir del apellido del consorte, con el mismo estilo de los Kirchner-, produjo un estentóreo reproche contra los mexicanos:

--“El esfuerzo del presidente Felipe Calderón por combatir el crimen organizado sirve de poco si la sociedad no actúa...”

En pocas y resumidas cuentas, el héroe es su marido y los villanos los demás. ¡Ah, el virus maligno del presidencialismo ha vuelto a hacer de las suyas! Porque no hay duda de que esta postura tiende a halagar a su pareja, tras algunos desencuentros, en plena reconstrucción no sólo del matrimonio sino, sobre todo, de la ruta hacia el futuro... con la transición del 2012 incluida. Porque, sin duda, será el “nuevo” Felipe, ya con banda sobre el pecho, quien resuelva el devenir contra cuantos apostaron a la contra.

De hecho, así han actuado siempre los Calderón. A contracorriente, digo. Con este vaivén, Felipe enfrentó al presidente Fox, ganó la candidatura del PAN, logró que confiaran en él los poderes fácticos y se situó en el Palacio Nacional. No es poca cosa.

Sólo falta registrar, claro, las reacciones al interior del PAN, en donde son más quienes se resisten, y entre la sociedad, culpable, por lo visto, por no exaltar al “presidente Calderón” como el icono mayor... de Margarita.


La Anécdota


Ocurrió en Coahuila en donde José Luis Flores, conocido político y ex dirigente local del PRI, es conocido con el sobrenombre de “El Chapo” desde su juventud. Una tarde cualquiera sonó el teléfono en su residencia y su esposa contestó:

--Señora, dígale a su marido que se ponga. Tenemos un mensaje para él de vida o muerte –sonó la voz del extorsionador-.

La dama, un tanto agitada, llamó a gritos a su consorte:

--¡Chapo, Chapo... ahí te llaman!

Al oír el sobrenombre, el sujeto del tono amenazador, cambió totalmente a través de la línea:

--Por favor, señora, no le diga nada. ¡Qué pena! Es un error. No queremos molestar al señor ni mucho menos. Perdone la molestia. Adiós.

Y colgó. Todavía preguntan algunos despistados por qué “El Chapo” Guzmán aparece como uno de los dos mexicanos más poderosos. El otro, claro, es Carlos Slim. Calderón ni figura aunque ostente, al fin, la banda. Veremos.

E-mail: rafloret@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario