miércoles, 20 de octubre de 2010

PARTIDOS EN CRISIS

desafío
editorial PorRedacción / EL MEXICANOmiércoles, 20 de octubre de 2010
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Se publicó en: Edición impresa Entre forcejeos por cuanto aplicar o no las alianzas turbias –tales son las que se dan ocultando verdaderas intenciones y sin el menor apego a ideologías y coherencia histórica-, con eclosión de grupos que en algunos casos alcanzan la clasificación de radicales, los partidos políticos parecen haberse convertido en ojos de distintos huracanes con una cauda interminable de damnificados con pérdidas totales de autoridad moral. Vindicarlos será, sin duda, una de las tareas más complejas de las campañas por venir dentro de una “modernidad” que ha aportado, hasta el momento, más rebatiñas que sustentos.
De que los partidos están en crisis da cuenta el diferendo cotidiano hacia el interior de cada uno de los más representativos, digamos aquellos con posibilidades reales de alcanzar la victoria nacional en 2010, en plena eclosión de los poderes fácticos, incluido el crimen organizado con capacidad excepcional de maniobra. Las presiones son tremendas y en algunas regiones del país, digamos Sinaloa, se admite que para alcanzar derroteros políticos es menester antes pasar por los refugios de los narcos.

Quizá por ello, el gobernador electo de los sinaloenses, Mario López Valdés, proclamó su propia vulnerabilidad, y las de algunos de sus colegas, como señal de no haber negociado. El malogrado aspirante priísta al gobierno de Tamaulipas, el doctor Rodolfo Torre Cantú, no tuvo ocasión de expresarlo así y su memoria está reducida a los valores entendidos: ni siquiera las diligencias judiciales, para resolver la autoría del crimen, mantienen celeridad y rumbo definido; y hay versiones que insisten en la negligencia pactada para “enfriar la plaza” con grandes dosis de amnesia colectiva. ¿Contestará a este planteamiento el sucedáneo, Don Egidio, hermano de la víctima además?

La crisis mayor, sin embargo, no se encuentra en los institutos postulantes de candidatos y cuyas dirigencias parecen ancladas en discursos reiterativos y hasta con acentos facciosos, sino en la ausencia evidente de liderazgos con capacidad para aglutinar, no sólo operativa, a un conglomerado confundido y hastiado por la recurrencia de los vicios, el reacomodo de los grupos dominantes –los antiguos cómplices del priísmo hegemónico figuran ahora como los mayores aliados de Calderón en la promoción del continuismo-, y la persistencia de los vicios antiguos –los mayores son la alquimia comicial y la manipulación mediática con apenas barreras-.

Sin líderes, claro, se dificulta la vida de los partidos y se obnubila toda tendencia renovadora. Sobre todo porque los espacios vacíos se cubren a golpes de ambiciones y compromisos soterrados que en nada coinciden con los propósitos de cambio, tan vendidos retóricamente a una ciudadanía cuya penosa madurez, gradual diríamos, ya le alcanza, apenas si se quiere, para percibir la demagogia infecunda que substituye a la todavía utopía democrática.

Un ejemplo: ¿cuántos creyeron en el abatimiento de las pobrezas –la patrimonial, la alimentaria y la de capacidades- anunciado por el secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, visto como el “caballo negro” capaz de engullirse al delfín panista? Los incrédulos, en este caso, marcan la pauta en contra de las inducciones oficiosas; y son, desde luego, bastantes más porque los mitos, sobre todo los “geniales”, ya no alcanzan. (No se olvide, en este renglón, la “hazaña” foxista para disminuir artificialmente el porcentaje de pobres determinando que no lo son quienes devengan honorarios mayores a dos dólares al día. Sabiduría redituable la suya).

Así que en este México nuestro, en donde los futbolistas dispendiosos son tomados como héroes cuando llega la hora de los encuentros amistosos excepcionalmente publicitados –esto es como si se tratara de torneos de alto nivel-, quien sale en la televisión y se promociona en horarios triple A, alcanza la tesitura de líder y como tal obtiene el aval para futuras convocatorias. Unos pagan una millonada por ello; otros, como Andrés López Obrador, apuestan a su imaginación para mantenerse en las barras noticiosas aun considerándolas manipulables. Pero nadie niega cuál es el fiel de la balanza.

En cierta medida, por tanto, la esencia del liderazgo de los falsos prohombres de nuestros días, lo mismo políticos que estrellas del balompié, marcha en línea paralela a su capacidad para publicitarse de cara a las grandes audiencias televisivas. Por eso, hasta este momento, los miembros del gabinete presidencial con posibilidades de acceder a la candidatura panista a la Primera Magistratura, van muy a la zaga en cuanto a las preferencias generales; de hecho, sus nombres suenan bastante poco pese a las infortunadas “glosas” sobre el informe de septiembre último. ¿Cuáles son sus apuestas? Salir del huacal hacia las pantallas chicas con toda la parafernalia de Los Pinos.


Debate


Los tres partidos “fuertes”... se debilitan. Perdidos los ejes, las militancias han trocado los habituales movimientos de rotación por los de traslación, a veces sin el menor sentido común. Cuando le preguntaron a Felipe Calderón cómo es que su partido, el PAN, se une al PRD, su mayor antagonista, en algunas regiones del país y acude con el PRI en busca de consensos en el Legislativo, sólo alcanzó a responder que él no se siente “muy cómodo” con las alianzas. Y volvió a elevar la cortinilla de los “peligros para México”, reafirmándola como si, por decreto presidencial, fuera factible marginar a los “fanáticos” de la izquierda –no así a los suyos-, en aras de los derechos de quienes quieren estar “tranquilos”...para llevar a sus hijos al colegio.

A este nivel de simplismo ha descendido el debate. Y no parece cercana la ocasión de vindicar otros valores, como la vocación democrática que se fundamenta en la asimilación serena de la crítica, mientras dure la renovada crispación general. Otra vez estamos en punto muerto.

El PRD, que surgió como segunda fuerza política en 2006, si bien reclamó ser la primera aun cuando no supiera demostrarlo por torpezas operativas imperdonables, es un ejemplo claro de desintegración: sin nuevos liderazgos, su dirigencia se enfrenta al único que ha podido conservarse, el de López Obrador; y éste, a su vez, toma distancia porque no concibe una alianza con el PAN que le “robó la presidencia”. El cisma ya sólo espera formalizarse.

El PAN, igualmente amorfo ante su impotencia por ampliar coberturas siquiera por el hecho de mantener la Presidencia de la República, agudiza la división entre el sector presidencialista, formado por los secretarios postulantes, y el partidista, que antes fue presidencialista bajo la batuta de los Fox. Mientras el deslinde ocurre, la dirigencia está, de hecho, acéfala, digo, mientras viaja el monaguillo César Nava en las alas de su segunda mujer. Sólo les falta la bendición papal.

Y en el PRI, en ruta hacia la recuperación de la casa presidencial según indican los sondeos, el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira Valdés, aprecia como virtud institucional colocar “candados” para inhibir las ambiciones personales de quien ocupe el liderazgo partidista que él, claro, demanda para sí. ¿Será capaz Moreira, con fama de “entrón”, de superar el futurismo arcaico del priísmo? Mientras se dan los tiempos, las zancadillas abundan y las viejas mafias toman posiciones. Será imposible conciliarlas por más que se hable de unidad.

Insisto: la crisis política no está sólo en el desmantelamiento frecuente de los cuadros partidistas; se da, sobre todo, por la ausencia de liderazgos... y plataformas.


El Reto


De alcanzar Moreira la presidencia priísta, confirmaría que él ya no competiría por la nominación presidencial, condición ésta que implica una severa condena a cuanto hizo Roberto Madrazo en los prolegómenos de la sucesión de 2006; pero tampoco buscaría para sí, según expresó, una diputación o senaduría, sentencia que igualmente es contraria a la postura de la actual dirigente del PRI, Beatriz Paredes Rangel, quien es diputada federal aun cuando no haya podido asegurarse la coordinación de su bancada en San Lázaro. Dos golpes severos a las corrientes que en el pasado fracasaron.

El mensaje es por demás claro: de llegar Moreira, despejaría la ruta, aún más, a Enrique Peña Nieto quien, poco a poco, va quedándose sin contrapesos al interior de su partido. ¿Unidad? Más bien se antoja que los descartes continuos tienden a reflejar una unanimidad demasiado peligrosa de cara al futuro. A menos, claro, que se trate sólo de vindicar el viejo esquema autoritario sin siquiera maquillaje.

No hay duda de que Moreira es quien encaja en la dirigencia priísta. Porque con él, es seguro que Peña no se ocupará de las rebatiñas insidiosas ni caerá en provocaciones. Podrá hablar “como presidente”, esto es conciliando, mientras el responsable del PRI toma para él todos los pulsos. Tal es la estrategia que se pretende ganadora. Y lo será si, como parece, en el PAN y el PRD no son capaces de frenar sus propias erosiones.


La Anécdota


--Con Elba Esther hemos tenido, se lo digo sinceramente, una relación de amor y odio.

Tal me confió el profesor Humberto Moreira hace poco más de un año cuando le inquirí, en su oficina del Palacio de Gobierno en Saltillo, sobre la evidente preferencia de “la maestra” hacia él. (“2012: la Sucesión”, Océano, 2010).

--¿Cómo es eso? –pregunté-.

Y Moreira explicó que la señora Gordillo, visceral como es, no le perdonó haber recibido al senador Manlio Fabio Beltrones:

--Ella telefoneó para pedirme que cancelara (el encuentro) y yo le respondí que jamás lo haría porque mi función no es amarrar navajas.

Si de eso se trata la política, sin duda Moreira la conoce al dedillo.

E-Mail: rafloret@hotmail.com

martes, 19 de octubre de 2010

NUEVA COFRADÍA

DESAFÍO
editorial PorRafael LORET DE MOLAmartes, 19 de octubre de 2010
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Se publicó en: Edición impresa * Nueva cofradía
* Factura maldita

* Sueldos de lujo


Ya les he contado que cuando decidí informar sobre la existencia de un poderoso grupo cuyo amafiamiento devenía de los acuerdos homosexuales, nombrándole desde entonces “la cofradía de la mano caída”, no fueron pocos quienes, enterados del proyecto, intentaron disuadirme. Uno de ellos, Andrés Manuel López Obrador, en aquel momento en funciones de presidente nacional del PRD, llegó a decirme que correría un enorme peligro por la tendencia a la venganza de quienes integran esta copiosa comunidad y reaccionan con violencia como efecto de los muchos incidentes represivos por ellos padecidos.

Pese a ello me animé a seguir adelante porque no pretendía linchamiento alguno contra los “gays” sino, más bien, buscaba exhibir el comportamiento desordenado de cuantos, exacerbados por el poder, no tenían límites para extender cooptaciones y redes reclutando a jovencitos ambiciosos dispuestos a cualquier cosa con tal de escalar los peldaños de la pasajera relevancia pública. Y de tal se aprovechaban algunos miembros muy encumbrados de las cúpulas políticas para asegurar la fidelidad de subordinados y aliados.

El tema cobró relevancia porque, durante el deplorable sexenio de Miguel de la Madrid, el “boom” de la célebre “cofradía” llegó al amparo del primer nivel de la estructura gubernamental. Era una especie de valor entendido en una perspectiva marcada por las alianzas soterradas y los acuerdos de alcoba. Incluso, a la muerte de quien fue poderoso jefe de policía, Arturo Durazo Moreno, el ex presidente José López Portillo, en el funeral, aceptó que su mayor error había sido privilegiar a esa cofradía con el relevo presidencial mientras él se ufanaba de sus escarceos románticos con algunas damas relevantes en el sector público, incluyendo la que fue su secretaria de Turismo.

Sea por defender su estatus de conquistador irreductible o por el deseo de desquite –todos los ex presidentes lo tienen, salvo el caso de Ernesto Zedillo, cuando se sitúan en el nivel del ostracismo-, López Portillo cayó en el mismo vicio que sus predecesores olvidadizos, esto es marginales a la hora de compensar a quienes les ungieron con bastante más que la costosa impunidad: vender caros sus silencios con tal de asegurar las prerrogativas financieras de los gobiernos continuistas. Por ello, claro, se llevó a la tumba, entre otras cosas, la famosa lista de saqueadores que, en 1982, provocaron la crisis financiera estructural cuya gravedad es la única que puede equipararse con la actual.

La tal cofradía, por tanto, no es invento febril ni animosidad contra los funcionarios públicos en constante rotación. Incluso recuerdo que cuando Lydia Cacho preparaba su obra sobre la red de pederastas de Cancún me telefoneó para peguntarme acerca de los vínculos non santos de algunos personajes, entre ellos Emilio Gamboa, quien fuera secretario privadísimo del mencionado señor De la Madrid cuando éste despachaba en Los Pinos. Fue una manera de corroborar la persistencia de las conductas extraviadas, bastante más que amorales, en el sector público. Las secuelas del caso igualmente demostraron hasta que punto tales sujetos gozan de protección oficial y pueden resistir los mayores escándalos sin poner en riesgo sus posiciones políticas. Tanto Gamboa como el gobernador poblano, Mario Plutarco Marín Torres, mencionados en la trama mencionada, se sostienen apostando a la amnesia colectiva y, sobre todo, a los acuerdos no escritos entre bandas políticas con distinta filiación partidista.

Ha sido todo ello muy lamentable. Por la misma razón no faltan lectores curiosos que indagan acerca de si, con la victoria de la alternancia, cesó igualmente la preeminencia de la mencionada “cofradía” o si ésta se mantiene. Señalo, para responder, la capacidad camaleónica de no pocos de los integrantes de la misma cuyos orígenes políticos se sitúan, precisamente, en el periodo delamadridiano y sin que ninguna indagatoria haya recalado en el amafiamiento denunciado y sus devastadores efectos en la vida institucional del país. No se olvide que el finiquito de este periodo se dio bajo el escándalo del fraude electoral consumado, en 1988, y la consiguiente usurpación de Carlos Salinas de Gortari a la Primera Magistratura.

Para infortunio de la sociedad mexicana, las malas costumbres se mantienen. Y es que, sin duda, el reclutamiento político fundamentado en las debilidades personales y las querencias sexuales suele ser definitivo no sólo para asegurar lealtades sino incluso complicidades de muy alta envergadura. Los vaivenes extremos, digamos los virajes, que ha sufrido la política nacional desde hace ya dos décadas demuestran, con enorme claridad, la capacidad de maniobra e intriga de tales grupos afincados en los desórdenes personales.

Insisto en este punto: no se trata de fustigar a quienes tienen preferencias por personas de su mismo sexo –esta cuestión atañe exclusivamente a cada individuo-, sino a cuantos utilizan esta vía, sabedores de los estigmas sociales, para garantizar que sus reclutas mantengan la línea a lo largo de sus carreras para evitar con ello el desprestigio que conlleva por efecto, sencillamente, de los linchamientos públicos orquestados igualmente a la medida de los intereses de la mafia dominante. Si cada sexenio estrena a sus propios narcos, según correcta definición de un gran abogado, es dable concluir que también inaugura a sus propias mafias, en versiones corregidas y aumentadas de las originales.

Las cofradías, por ende, persisten en el México de las grandes simulaciones.


Debate


Hace dos años circuló el libro de “memorias” de un elemento singular en la vida “institucional” del país: Luis Carlos Ugalde. Y nombró al texto, exaltándose claro hacia niveles casi heroicos: “Así lo viví”. No tuvo el ruido deseado acaso porque los candados oficiales siguen manteniendo coberturas amplias, aun cuando el planteo de fondo fue escandaloso per se: el reconocimiento del autor, quien fungió como presidente consejero del Instituto Federal Electoral durante los desaseados comicios de 2006, a las presiones recibidas para que indujera y se inclinara, abiertamente, por la victoria de la continuidad y de su abanderado, el panista Felipe Calderón.

En una nación con madurez democrática esta tremenda declaración habría dado lugar, sin género de dudas, a una reacción en cadena que hubiese terminado no sólo con la falsa legitimidad del mandatario en operaciones sino también con el régimen del mismo. En México, en cambio, fue tomando cariz de anécdota hasta que se puso distancia de por medio descalificando al ponente y atemperando los veneros controversiales con el silencio de los medios llamados masivos.

Desde luego, más allá del perfil de Ugalde, de costumbres privadas un tanto reñidas con la ortodoxia, el asunto no debiera pasarse por alto cuando, a casi dos años de consumarse el segundo año de su gestión, el señor Calderón no ha podido superar el gravísimo pecado original que mantiene, con vaivenes si se quiere, la peligrosa polarización de la sociedad mexicana. Tal es una realidad incontrovertible que no puede atajarse por inducciones e interpretaciones de circunstancias.

Si Ugalde, a quien se dio el papel de árbitro aun cuando un importante sector de la disidencia se opusiera a su nombramiento –concretamente el PRD que conocía de sus extraños nexos con la poderosa e insondable “novia de Chucky”, Elba Esther-, relata la manera como fue comprometiéndose hasta el punto de convertirse en rehén de las insanas presiones orquestadas por la Presidencia, los empresarios cómplices y algunas empresas de comunicación que votaron antes de tiempo a favor de la derecha –como otras la hicieron en pro de la izquierda, cabe subrayar-,

ello debió haber dado lugar no sólo a la recreación del rumor sino a un proceso judicial en toda forma para perseguir las conductas ilícitas que entraña la propia revelación comenzando, claro, con la de quien se confiesa, el propio Ugalde. Pero, desde luego, se optó mejor por el aislamiento y se eludió hasta el debate sobre el espinoso asunto.


El Reto


Otra cosa son, desde luego, las motivaciones del ex consejero. Como suelen hacer quienes poseen una acrecentada vocación por la venganza, con el estímulo de los grupos afines y de las arraigadas cofradías, Ugalde pareció cobrarse la ausencia de apoyo, como él la considera, por parte del señor Calderón en la controversial hora en la que discutió la acotada reforma electoral que volvió perentoria su cabeza a pesar de la lastimosa reacción del personaje que defendió el cargo con toda una jauría de por medio.

Esto es: la publicación del testimonio de marras tuvo mucho de chantaje, el elemento sustantivo de los tiempos actuales, aunque los sustentos, insisto, obliguen a bastante más que una reflexión superficial. Estamos hablando, nada menos, de un hecho que modificó, como en 1988 y 1994, el perfil histórico del país vulnerándose la voluntad colectiva para proteger a los grandes aliados del establishment. No es cualquier cosa, desde luego.

Ugalde, por el momento, da clases en Harvard, el refugio de los políticos mexicanos en donde las filiaciones partidistas sobran. Los vasos comunicantes entre ellos son tan evidentes como la resistencia de las cofradías en la vida institucional de un país de grandes simuladores capaces de perpetuarse contra toda lógica política.

Sólo falta que el señor Ugalde, a quien no bastó la protección de la “maestra” para asirse del jugoso cargo que ostentó hasta el 14 de diciembre de 2007, retorne a los escenarios en calidad de candidato a cualquier cargo relevante con la alianza estratégica, por supuesto, del PAN y el PRI, madre y padre de la criatura. En el aniversario del IFE todo puede suceder.


La Anécdota


Impresionante. Quince mil policías de la llamada “Guardia Nacional” española, desfilaron, hace dos años en Madrid, para protestar por sus bajos ingresos y exigir que éstos se igualen a los de las gendarmería “autonómicas” que son entre un veinte y un treinta por cierto más jugosos. Ello significa que los responsables del orden lo vulneran cuando el agua, como dice la voz castiza, les llega a los aparejos.

Revisé, entonces las cifras del descontento y me sorprendieron:

Los elementos en rebeldía reciben, cada mes, sueldos de, cuando menos, dos mil cuatrocientos euros –unos cuarenta mil pesos de acuerdo a los fluctuantes tipos de cambio actuales-, y reclaman que los “mozos” catalanes perciban hasta tres mil doscientos euros en el mismo periodo –unos 56 mil devaluados pesitos, casi dos mil por cada jornada de trabajo-.

¿Qué les parecerá a nuestros policías condenados a sueldos muy bajos, incluyendo aquellos que se mantienen en el frente de guerra contra las drogas?¿Nos dirá el “espejito” que en esto anida la corriente corruptora que deviene de cárteles y bandas multinacionales? Abundaremos, claro.

E-Mail: rafloret@hotmail.com

viernes, 15 de octubre de 2010

PROBLEMAS DE REBATIÑA

PorRedacción / EL MEXICANOviernes, 15 de octubre de 2010
Se publicó en: Edición impresa Otra vez, la rebatiña. Hace unos días recordábamos las recomendaciones que los correligionarios de Andrés Manuel López Obrador le hicieron a éste cuando comenzó a observarse, durante la campaña de 2006, un claro descenso en las tablas de simpatía aun cuando se conservara arriba. Le dijeron, entre otras cosas, que era necesario, indispensable, que comenzara a hablar “como presidente”, esto es con una visión global menos cernida a los apotegmas partidistas y obviamente con disposición para conciliar pues, en todo caso, de llegar a Los Pinos sería necesario conciliar para poder construir el andamiaje del futuro.
López Obrador escuchó, sin reparos e incluso aparentó haber sido convencido, también en cuanto al imperativo de no guerrear con el entonces presidente Fox con quien no competía directamente y cuya popularidad iba y venía al ritmo de las campañas mediáticas, con sostenes financieros en la iniciativa privada, que modificaron las descalificaciones por una actuación francamente mediocre con desembocaduras hacia una falacia muy rendidora: sufría, expresaron, los costos de la democracia y la consiguiente parálisis generada por los contrapesos, el Legislativo sobre todo. Fox, marginado por voluntad propia en el transcurrir del quinto año de su sexenio, tomó nuevos bríos hasta convertirse en eje de la plataforma panista asegurando con ello su impunidad. Es indispensable no olvidar.

¿Y qué hizo Andrés Manuel? Sencillamente, lo contrario a la opinión de sus más allegados: templó más el filo de su verbo contra aquel mandatario y le llamó “chachalaca” subrayando con ello, aunque acaso no fuera su intención, una postura intolerante que fue vista y medida como anuncio de temporales autoritarios. No puede precisar cuentos puntos perdió en la escala de los consensos pero, sin duda, habilitó a quienes insistían en emparejar los cartones como sustento de la alquimia sofisticada, no generalizada, que hundió al abanderado de la izquierda y marginó a los quince millones de mexicanos sufragantes por esta causa.

Ni siquiera, a partir de los desenlaces infortunados –aquella asunción de Calderón en medio de un auténtico corral de comedias, con las curules convertidas en valladares y los gritos estentóreos como marco, se dio alguna ponderación, en cada bando radicalizado, para no perder de vista que el país estaba partido por mitad y que quien ocupara la Presidencia lo haría, sin remedio, con la oposición de la mayor parte de los votantes y sólo el apoyo de una tercera parte de los mismos, algo así como uno entre cada cinco empadronados considerando a los abstencionistas.

Recuerdo, en aquel entorno de crispación que fue la antesala de la violencia desbordante, una leyenda colocada, en un monumental, cerca de la Universidad de León a donde acudí a dialogar con los jóvenes plenos, sí, pero de interrogantes: “AMLO: no te olvides que por ti no votó el 65 por ciento de los mexicanos”. Cuando me pidieron mi opinión sobre el aviso promovido por las mismas manos que fabricaron la campaña negra sobre el “peligro para México”, las del español reaccionario Antonio Solá, icono de la publicidad derechista en la Hispania brava igualmente radicalizada de nuestros días, respondí, convencido:

--No me parece mal el recordatorio. Pero, para que fuera justo sería necesario colocar otro aviso, similar, enfrente: “Calderón no olvides que por ti tampoco votó el 65 por ciento, no de los mexicanos, sino de los electores”.

Y ello porque era necesario considerar igualmente a quienes, por diversas causas –algunas de ellas legítimas-, optaron por no acudir a las urnas, lo que dramatizada la proporción: los sufragios por el PAN, de acuerdo a la estadística oficial controvertida, sólo amparaban al quince por ciento del global. No era razonable, en tales términos, argüir que “los mexicanos” habían dicho la última palabra porque la mayoría de éstos, sin género de duda, repelía al aspirante panista.

Pese a lo anterior, insisto, no hubo el menor ejercicio de humildad en quienes se exaltaron como hipotéticos “vencedores”. Al contrario: desdeñaron a los contrarios –aglutinados en el 65 por ciento de los votantes que se inclinaron por otras opciones, incluyendo el desfondado PRI-, y consideraron legítimo, como producto de una democracia que no se cierne a la voluntad mayoritaria, el arribo de Calderón a la Primera Magistratura. Desde entonces, en la misma línea, se optó por minimizar, marginar e ignorar a cuantos, millones de personas, no cruzaron el emblema blanquiazul. Con esta misma, penosa deformación, se ha pretendido gobernar a México desde diciembre de 2006.

Fue peor, en el colmo de la hipocresía, el señalamiento oficialista, luego de un semestre desde la toma de posesión a trompicones, acerca de que la crispación había pasado en obsequio de un gobierno, el de Calderón, cada vez más reconocido. Quisiera que quienes arguyeron esto, confrontaran hoy sus propias palabras. Siquiera, digo, para que pudieran explicarnos los porqués del desastre actual... el que se observa a cada paso y no el escenario mediático presentado a través de las entrevistas cómodas al mandatario de medio tiempo.


Debate


Para hablar como presidente se requiere, en primer lugar, creer en su propio liderazgo. No se puede asumir, hacia dentro, lo que es imposible reflejar por fuera. Ni es factible mostrarse conciliador cuando en el quehacer personal se privilegia lo faccioso. Las personalidades y los perfiles no se inventan.

Andrés Manuel López Obrador, inmerso en su ansiedad aguda, no reparó cuan importante era mostrarse sereno, aun cuando ejerciera la crítica, ante un conglomerado ciertamente lastimado pero ávido de observar hacia delante con la esperanza que, aunque se ofreciera retóricamente, se diluía al menor análisis de una realidad agobiante, con las mafias apretando y los ánimos encendidos por la senda de la confrontación. Y perdió la oportunidad de ponderar sus proclamas dando cauce al amañado estigma del “peligro”, tan bien construido por lo expertos en manipulación colectiva.

¿Qué ha sucedido desde entonces? Entre otras cosas, que ya nadie habla “como presidente”; no quienes encabezaron a los partidos que llegaron en punta a la recta final del 2006; tampoco los postulantes de la nueva hornada, confundidos por el estado de cosas que los mueve a guerrear, en cada momento, con sus adversarios, extendiendo descalificaciones sin el menor ejercicio de autocrítica. Ni unos ni otros, constreñidos, acaso también vencidos moralmente, han sido capaces de anteponer los intereses colectivos a sus instintos partidistas. Tal es, sin duda, uno de los mayores dramas de los mexicanos entre tantos oros flagelos agobiantes.

En la línea de la insensibilidad, Felipe Calderón volvió a recurrir a los antiguos apotegmas y confirmó que sólo veía en los simpatizantes de López Obrador a una parvada de “fanáticos” y a éste como confirmación de que es un “peligro” por no haber bajado la cabeza ante la imposición institucional. Y lo dijo, subrayo, quien ostenta la titularidad del Ejecutivo. Esto es: diciéndose presidente de “todos los mexicanos” olvidó que debe hablar como tal.

Ni el menor intento de reconciliación, sólo posible sin tanta dosis de soberbia y altanería; ni el menor respeto por las opiniones divergentes. ¿Dónde, entonces, la vocación democrática?¿Y la promesa de construir un escenario distinto en el que el gran mosaico plural de la República no se desgajara desde sus entrañas?

Y es que, por desgracia, quien ejerce la Presidencia está, de nueva cuenta, en campaña; es decir, convencido de que su obligación es, para ahuyentar los “peligros”, asegurar alevosamente la continuidad política con uso de la parafernalia del poder. ¿Y el cambio prometido?

Perdimos, naturalmente, todos.


El Reto


La cuestión no es si el Instituto Federal Electoral se coloca en la coyuntura entre respetar la libre expresión, la reina de las libertades, y reducir tiempos y espacios destinados al proselitismo. Lo fundamental, en verdad, es alimentar la democracia con comportamientos maduros y sin requerir de prohibiciones que, por supuesto, pretenden mantenernos en el limbo político.

Nada se ha avanzado, para colmo, desde aquellas jornadas poselectorales en las que tantos se sintieron defraudados y sólo un apretado grupo, el de cuantos apostaron por el continuismo, pretendió convencerse de que los comicios, en democracia, “se ganan por sólo un voto”. Un alegato falaz como lo es igualmente la resistencia obtusa de la nueva clase política ante el imperativo de construir un gobierno auténticamente mayoritario.

Fíjense: cuando Calderón habló “como presidente” y propuso, en su iniciativa de reforma política por el momento archivada, las segundas vueltas electorales para posibilitar a la ciudadanía una definición que aglutinara a la mitad más uno de los sufragantes, predominó el espíritu sectario entre las oposiciones que optaron ir contra sí mismas, esto es obstaculizando el crecimiento democrático y cayendo en la aviesa demagogia, su antítesis.

Quizá por ello, Calderón, inhibido, ¿vencido?, ya no ha vuelto a animarse a hablar “como presidente”.


La Anécdota


Por el rumbo de Iztapalapa, en el monstruoso Distrito Federal, se edificó el nuevo “búnker” destinado a la Agencia Federal de Investigaciones. Y allí, recientemente, se realizó un gran acto para subrayar los “avances” en el combate contra el narcotráfico. Para la ocasión, además se convocó a “los familiares” de víctimas de secuestros. Acudieron, al fin, cuatro parejas... y las tribunas se llenaron con personal oficial, igual que durante la celebrada “noche del Grito”.

Uno de los asistentes me contó así su experiencia:

--Nos citaron a las siete de la mañana; a las ocho ya estaba rebosante el lugar. Y, calados por el frío, esperamos a que llegara el señor Calderón a las nueve de la mañana. Dos horas aguantamos al personaje por cuestiones, nos dijeron, de logística.

Para colmo, segundos antes del arribo del mandatario, otro helicóptero aterrizó:

--Y de él descendieron –sigue el relato, la señora Miranda de Wallace y el señor Martí, muy bien arropados. Como si sólo ellos fueran víctimas merecedoras del mejor trato.

El establishment comienza a hacer agua por todos lados.

E-Mail: rafloret@hotmail.com

jueves, 14 de octubre de 2010

CONSTITUCION EN PUGNA

Desafío Publicación: JUEVES 14 DE OCTUBRE DE 2010

*Constitución en Pugna

*La “Contrarrevolución”

*Arrojo y Desesperanza

Por Rafael Loret de Mola

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Cansado ya de los recurrentes dislates retóricos entre las dirigencias partidistas, el mandatario federal en funciones, los postulantes ansiosos a la Primera Magistratura y cuantos se proponen como cabilderos de todas las controversias, me detengo en la descomposición, cada vez más honda, de la estructura jurídica y política del país. Nunca, como ahora, se ha visto tan cercano el deplorable escenario del Estado fallido y de los intereses que lo promueven, todos ellos perversos.

Una de las principales fuentes en donde han abrevado los “golpistas” institucionales, aquellos que erosionan la estructura republicana basándose en intrigas, componendas y confusiones, es, precisamente, la Constitución General de la República, víctima constante de lo que el maestro Daniel Cosío Villegas llamó, desde la lejana década de los setentas, “El Estilo Personal de Gobernar” –Cuadernos de Joaquín Moritz, 1974-. Porque, sin género de duda, cada mandante, que no mandatario, ha impuesto su sello adaptando los ordenamientos fundamentales a las condiciones y circunstancias de su respectivo periodo. Y ello, por supuesto, desembocó, al fin, en lo que es ahora la Carta Magna: un compendio de profundas contradicciones.

Hace ya varios lustros, no quiero decir cuantos, conversé con el maestro Ignacio Burgoa Orihuela, uno de los grandes constitucionalistas, sobre la posibilidad de que se diera una tendencia en pro de la instalación de un nuevo congreso constituyente a la vista de los cientos de remaches sobre el texto original del documento fundamental. Esperé una reacción apasionada del jurista y, a cambio de ello, me respondió sereno y contundente:

--La mejor reforma que pudiera hacerse a nuestra Constitución es honrar los principios esenciales que ampara. Allí están todos los que ahora se propugnan a causa de las tremendas desviaciones sufridas, desde la autonomía entre los poderes de la Unión hasta la soberanía de las entidades federales que debiera oponerse al centralismo disimulado.

No fue partidario el maestro Burgoa, por ello, de impulsar una nueva Constitución, asumiendo, con razones de peso, que tal podría ser pretexto para cancelar la esencia social de la Carta Magna vigente, garante de la justicia en una comunidad profundamente desigual y, por ende, siempre inestable. Pese a ello, no puede desestimarse el razonamiento contrario que se basa, precisamente, en la permanente erosión de los principios torales como secuela de la tendencia conservadora que anula, de modo paulatino, la esencia misma de los ordenamientos de avanzada cuando ni siquiera se había consumado la revolución rusa de la mano de los bolcheviques.

Al respecto, cabe una anotación de enorme importancia: si bien la Constitución de 1917, gracias a la vigorosa intervención de Heriberto Jara, introdujo normativas de índole “socialista” que confluyeron hacia los artículos 5, 27 y 123, entre otros, a diferencia del marxismo la tendencia nunca fue radical sino, más bien, conciliadora, esto es para posibilitar la convivencia entre sectores sociales encontrados sin requerir de un nuevo, bárbaro derramamiento de sangre.

Esta es una de las tesis principales de una obra singular y de enorme trascendencia, “La Constitución Contra sí Misma”, editada por la Compañía Editorial Impresora y Distribuidora S.A., de la que es autor el maestro Alejandro del Palacio Díaz, misma que recoge, puntualmente, las tremendas desviaciones sufridas por el texto superior, hasta nuestros días, a través, nada menos de ¡cuatrocientas setenta y seis reformas!

Y todavía hay quienes arguyen, demagógicamente, el principio de rigidez con el que se blindaron los principios esenciales –esto es para supeditar las modificaciones al consenso de las dos terceras partes de los integrantes del Congreso-, cuando se evidencia la flexibilidad mañosa con la que la han deshonrado las distintas administraciones sexenales padecidas, rebosantes de intérpretes tramposos y contaminados por las ambiciones personales.

Desde hace largo tiempo, los mexicanos hemos sido testigos del imperio de la impunidad. Sólo por eso, claro, ninguno de los ex mandatarios predadores –y están vivos cinco y, a partir de diciembre de 2012, serán seis si no se extiende antes algún certificado de defunción-, ha respondido por sus graves desviaciones en el uso de funciones supraconstitucionales. Ni siquiera Luis Echeverría, acusado por genocidio aunque haya sido beneficiario de lagunas e interpretaciones banales para exculparlo.

El presidencialismo, que lleva a cada mandatario a cubrirse las espaldas como parte de las facturas por habilitar la transición sexenal, pervive con la fuerza de las complicidades entre pares y la Constitución en calidad de bambalinas.

Debate

Por efecto de torpezas y contradicciones, en la desembocadura de las tantas reformas a la Carta Magna, los mexicanos hemos ido perdiendo, paso a paso, derechos y hasta visión de futuro. Y, claro, los desequilibrios se han ahondado de modo dramático al no existir contrapesos frente a los excesos de los poderes fácticos extendidos gracias a las complicidades políticas.

Así, la tendencia privatizadora ha impuestos sus propias normas, destinadas en esencia a favorecer a los grandes corporativos –últimamente Televisa, que se observa como una especie de fiel de la balanza para la carrera sucesoria en 2012, ha recibido prebendas notables, como las concesiones para operar digitalmente compradas a precios de remate, acaso como parte de las negociaciones con vistas al Palacio Nacional-, en detrimento de los derechos laborales. Allí están, todavía en la calle, los empleados de la antigua Compañía de Luz y Fuerza, como pruebas de la nueva interrelación entre el gobierno y la iniciativa privada, contraria, en esencia, a los postulados constitucionales.

Del espíritu del Constituyente, sabio por lo demás, queda bastante poco. De allí que Alejandro del Palacio, autor de treinta y dos ensayos, académico de Filosofía del Derecho y Teoría Constitucional en la Universidad Autónoma Metropolitana, confirme un tremendo aserto:

“Con el arribo del Partido Acción Nacional (PAN) a la presidencia, la contrarrevolución en el gobierno, convertida en norma constitucional, continúa el proceso de desarticulación del Estado social...”

Una guerra soterrada pero efectiva que va ganando el núcleo más conservador por encima de la justicia social y de las libertades que amparaba el texto original de la Carta de Querétaro. Se ha perdido cohesión y, lo que resulta peor, memoria histórica. Así, la amnesia y la ignorancia colectivas, acaso consecuencia del hastío general ante las interminables discusiones bizantinas de los representantes populares –más animados a defender sus parcelas de poder que los principios rectores y plataformas ideológicas fundamentales, ahora a través de lo que he llamado alianzas turbias-, coadyuvan, sin remedio, al caos jurídico: esto es el choque entre cuanto surgió del vanguardista Constituyente de 1917 y los intereses macroeconómicos amparados en una efectiva regresión moral e histórica.

Por ello, puede concluirse, con Del Palacio:

--“El propio partido gobernante (PAN) resulta víctima de sí mismo y se ve obligado a abandonar el programa basado en las tesis tomistas del bien común para adoptar las tesis del individualismo burgués más recalcitrante...”

Y, además, con un ingrediente notable: el forcejeo entre el Legislativo y el Ejecutivo al ritmo de la exaltación del sectarismo faccioso, numen, por desgracia, de la “nueva” política nacional que pretende cargarle los muertos a la “democracia”, así, entre comillas.

El Reto

Me detengo en uno de los capítulos centrales de “La Constitución Contra sí Misma”. Precisamente el referido al “nuevo régimen” y en el que se desmenuza la demagógica, fútil, reforma que, bajo el foxismo, pretendió incorporar la “transparencia” al quehacer gubernativo para, al final de cuentas, significar un nuevo, inviolable candado contra la información.

“En realidad –explica el autor-, la llamada transparencia no agrega derecho alguno que no pueda inferirse del principio de legalidad, fundamento del Estado contenido en la Constitución en sus artículos 14 y 16, y del principio de publicidad de la ley”.

Lamentablemente, la transparencia, pretexto para ampliar a la burocracia dorada a través de decenas, centenas de comisiones arcaicas e inútiles, pero con cargos muy bien remunerados hasta en los municipios paupérrimos, no ha sido sino escaparate más que recurso para ampliar la libertad de expresión. Porque, para desgracia general, los asuntos de mayor relevancia, aquellos que pudieran explicar los vaivenes incesantes de la clase política a través incluso de la barbarie –los magnicidios y las vendettas entre mafias, por ejemplo-, están encasillados como asuntos que conflictúan la seguridad del Estado y, por ende, reservados durante años. (Así también cuanto se relaciona con los supuestos “accidentes” que marcaron a los sexenios panistas con las muertes de Ramón Martín Huerta y Juan Camilo Mouriño).

El rosario de mentiras explica el sustento del aplastamiento del Estado de Derecho.

La Anécdota

Tremenda conclusión: a cien años de distancia, desde el movimiento revolucionario que confluyó hacia la Constitución de 1917, nuestra Carta fundamental está bastante peor que en el principio, acaso maniatada y afrentada por la parvada de intérpretes y leguleyos al servicio del poder central. Así lo planteo al maestro Del Palacio quien extiende la sentencia:

--Sí, es bastante peor el escenario. Porque hace una centuria, pese a la violencia de toda Revolución, existía la convicción sobre un mejor mañana y ello obligaba a ser creativos y visionarios a los mexicanos. Hoy, también bajo la violencia pero ésta sin ideologías, priva la desesperanza.

Duele, pero no ha lugar a réplica.

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BLOG: www.rafaelloretdemola.blogspot.com

E-Mail: rafloret@hotmail.com

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Rafael Loret de Mola
Escritor

CONSTITUCION EN PUGNA

Desafío Publicación: JUEVES 14 DE OCTUBRE DE 2010

*Constitución en Pugna

*La “Contrarrevolución”

*Arrojo y Desesperanza

Por Rafael Loret de Mola

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Cansado ya de los recurrentes dislates retóricos entre las dirigencias partidistas, el mandatario federal en funciones, los postulantes ansiosos a la Primera Magistratura y cuantos se proponen como cabilderos de todas las controversias, me detengo en la descomposición, cada vez más honda, de la estructura jurídica y política del país. Nunca, como ahora, se ha visto tan cercano el deplorable escenario del Estado fallido y de los intereses que lo promueven, todos ellos perversos.

Una de las principales fuentes en donde han abrevado los “golpistas” institucionales, aquellos que erosionan la estructura republicana basándose en intrigas, componendas y confusiones, es, precisamente, la Constitución General de la República, víctima constante de lo que el maestro Daniel Cosío Villegas llamó, desde la lejana década de los setentas, “El Estilo Personal de Gobernar” –Cuadernos de Joaquín Moritz, 1974-. Porque, sin género de duda, cada mandante, que no mandatario, ha impuesto su sello adaptando los ordenamientos fundamentales a las condiciones y circunstancias de su respectivo periodo. Y ello, por supuesto, desembocó, al fin, en lo que es ahora la Carta Magna: un compendio de profundas contradicciones.

Hace ya varios lustros, no quiero decir cuantos, conversé con el maestro Ignacio Burgoa Orihuela, uno de los grandes constitucionalistas, sobre la posibilidad de que se diera una tendencia en pro de la instalación de un nuevo congreso constituyente a la vista de los cientos de remaches sobre el texto original del documento fundamental. Esperé una reacción apasionada del jurista y, a cambio de ello, me respondió sereno y contundente:

--La mejor reforma que pudiera hacerse a nuestra Constitución es honrar los principios esenciales que ampara. Allí están todos los que ahora se propugnan a causa de las tremendas desviaciones sufridas, desde la autonomía entre los poderes de la Unión hasta la soberanía de las entidades federales que debiera oponerse al centralismo disimulado.

No fue partidario el maestro Burgoa, por ello, de impulsar una nueva Constitución, asumiendo, con razones de peso, que tal podría ser pretexto para cancelar la esencia social de la Carta Magna vigente, garante de la justicia en una comunidad profundamente desigual y, por ende, siempre inestable. Pese a ello, no puede desestimarse el razonamiento contrario que se basa, precisamente, en la permanente erosión de los principios torales como secuela de la tendencia conservadora que anula, de modo paulatino, la esencia misma de los ordenamientos de avanzada cuando ni siquiera se había consumado la revolución rusa de la mano de los bolcheviques.

Al respecto, cabe una anotación de enorme importancia: si bien la Constitución de 1917, gracias a la vigorosa intervención de Heriberto Jara, introdujo normativas de índole “socialista” que confluyeron hacia los artículos 5, 27 y 123, entre otros, a diferencia del marxismo la tendencia nunca fue radical sino, más bien, conciliadora, esto es para posibilitar la convivencia entre sectores sociales encontrados sin requerir de un nuevo, bárbaro derramamiento de sangre.

Esta es una de las tesis principales de una obra singular y de enorme trascendencia, “La Constitución Contra sí Misma”, editada por la Compañía Editorial Impresora y Distribuidora S.A., de la que es autor el maestro Alejandro del Palacio Díaz, misma que recoge, puntualmente, las tremendas desviaciones sufridas por el texto superior, hasta nuestros días, a través, nada menos de ¡cuatrocientas setenta y seis reformas!

Y todavía hay quienes arguyen, demagógicamente, el principio de rigidez con el que se blindaron los principios esenciales –esto es para supeditar las modificaciones al consenso de las dos terceras partes de los integrantes del Congreso-, cuando se evidencia la flexibilidad mañosa con la que la han deshonrado las distintas administraciones sexenales padecidas, rebosantes de intérpretes tramposos y contaminados por las ambiciones personales.

Desde hace largo tiempo, los mexicanos hemos sido testigos del imperio de la impunidad. Sólo por eso, claro, ninguno de los ex mandatarios predadores –y están vivos cinco y, a partir de diciembre de 2012, serán seis si no se extiende antes algún certificado de defunción-, ha respondido por sus graves desviaciones en el uso de funciones supraconstitucionales. Ni siquiera Luis Echeverría, acusado por genocidio aunque haya sido beneficiario de lagunas e interpretaciones banales para exculparlo.

El presidencialismo, que lleva a cada mandatario a cubrirse las espaldas como parte de las facturas por habilitar la transición sexenal, pervive con la fuerza de las complicidades entre pares y la Constitución en calidad de bambalinas.

Debate

Por efecto de torpezas y contradicciones, en la desembocadura de las tantas reformas a la Carta Magna, los mexicanos hemos ido perdiendo, paso a paso, derechos y hasta visión de futuro. Y, claro, los desequilibrios se han ahondado de modo dramático al no existir contrapesos frente a los excesos de los poderes fácticos extendidos gracias a las complicidades políticas.

Así, la tendencia privatizadora ha impuestos sus propias normas, destinadas en esencia a favorecer a los grandes corporativos –últimamente Televisa, que se observa como una especie de fiel de la balanza para la carrera sucesoria en 2012, ha recibido prebendas notables, como las concesiones para operar digitalmente compradas a precios de remate, acaso como parte de las negociaciones con vistas al Palacio Nacional-, en detrimento de los derechos laborales. Allí están, todavía en la calle, los empleados de la antigua Compañía de Luz y Fuerza, como pruebas de la nueva interrelación entre el gobierno y la iniciativa privada, contraria, en esencia, a los postulados constitucionales.

Del espíritu del Constituyente, sabio por lo demás, queda bastante poco. De allí que Alejandro del Palacio, autor de treinta y dos ensayos, académico de Filosofía del Derecho y Teoría Constitucional en la Universidad Autónoma Metropolitana, confirme un tremendo aserto:

“Con el arribo del Partido Acción Nacional (PAN) a la presidencia, la contrarrevolución en el gobierno, convertida en norma constitucional, continúa el proceso de desarticulación del Estado social...”

Una guerra soterrada pero efectiva que va ganando el núcleo más conservador por encima de la justicia social y de las libertades que amparaba el texto original de la Carta de Querétaro. Se ha perdido cohesión y, lo que resulta peor, memoria histórica. Así, la amnesia y la ignorancia colectivas, acaso consecuencia del hastío general ante las interminables discusiones bizantinas de los representantes populares –más animados a defender sus parcelas de poder que los principios rectores y plataformas ideológicas fundamentales, ahora a través de lo que he llamado alianzas turbias-, coadyuvan, sin remedio, al caos jurídico: esto es el choque entre cuanto surgió del vanguardista Constituyente de 1917 y los intereses macroeconómicos amparados en una efectiva regresión moral e histórica.

Por ello, puede concluirse, con Del Palacio:

--“El propio partido gobernante (PAN) resulta víctima de sí mismo y se ve obligado a abandonar el programa basado en las tesis tomistas del bien común para adoptar las tesis del individualismo burgués más recalcitrante...”

Y, además, con un ingrediente notable: el forcejeo entre el Legislativo y el Ejecutivo al ritmo de la exaltación del sectarismo faccioso, numen, por desgracia, de la “nueva” política nacional que pretende cargarle los muertos a la “democracia”, así, entre comillas.

El Reto

Me detengo en uno de los capítulos centrales de “La Constitución Contra sí Misma”. Precisamente el referido al “nuevo régimen” y en el que se desmenuza la demagógica, fútil, reforma que, bajo el foxismo, pretendió incorporar la “transparencia” al quehacer gubernativo para, al final de cuentas, significar un nuevo, inviolable candado contra la información.

“En realidad –explica el autor-, la llamada transparencia no agrega derecho alguno que no pueda inferirse del principio de legalidad, fundamento del Estado contenido en la Constitución en sus artículos 14 y 16, y del principio de publicidad de la ley”.

Lamentablemente, la transparencia, pretexto para ampliar a la burocracia dorada a través de decenas, centenas de comisiones arcaicas e inútiles, pero con cargos muy bien remunerados hasta en los municipios paupérrimos, no ha sido sino escaparate más que recurso para ampliar la libertad de expresión. Porque, para desgracia general, los asuntos de mayor relevancia, aquellos que pudieran explicar los vaivenes incesantes de la clase política a través incluso de la barbarie –los magnicidios y las vendettas entre mafias, por ejemplo-, están encasillados como asuntos que conflictúan la seguridad del Estado y, por ende, reservados durante años. (Así también cuanto se relaciona con los supuestos “accidentes” que marcaron a los sexenios panistas con las muertes de Ramón Martín Huerta y Juan Camilo Mouriño).

El rosario de mentiras explica el sustento del aplastamiento del Estado de Derecho.

La Anécdota

Tremenda conclusión: a cien años de distancia, desde el movimiento revolucionario que confluyó hacia la Constitución de 1917, nuestra Carta fundamental está bastante peor que en el principio, acaso maniatada y afrentada por la parvada de intérpretes y leguleyos al servicio del poder central. Así lo planteo al maestro Del Palacio quien extiende la sentencia:

--Sí, es bastante peor el escenario. Porque hace una centuria, pese a la violencia de toda Revolución, existía la convicción sobre un mejor mañana y ello obligaba a ser creativos y visionarios a los mexicanos. Hoy, también bajo la violencia pero ésta sin ideologías, priva la desesperanza.

Duele, pero no ha lugar a réplica.

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Rafael Loret de Mola
Escritor

miércoles, 13 de octubre de 2010

TORPEZAS DEL GOBIERNO

PorRedacción / EL MEXICANOmiércoles, 13 de octubre de 2010
Se publicó en: Edición impresa Cada que las cosas no le ruedan bien a la casa presidencial, situación bastante frecuente por lo demás, se culpa de ello a la democracia. Esto es: como si los contrapesos fueran eficaces contra la recurrencia de los excesos autoritarios. Sería válido concluir que se pretende ubicar a la supuesta madurez social como amortiguador, sobre todo si el referente es la política contemporánea.
En realidad, lo que se observa es una profunda torpeza en el quehacer gubernativo. No es que falten los controles sino que éstos no se saben usar y por ello la maquinaria se de-sajusta. Nadie puede dudar, por ejemplo, en el peso de la intervención presidencial hacia el interior del PAN y, sin embargo, si los objetivos fallan no por ello se inhibe el vicio de origen; más bien se revelan las deficiencias operativas que permiten a los adversarios seguir navegando a contracorriente.

La negligencia es tanta que se impone incluso al sentido de la crítica más severa. Los integrantes de la “nueva” clase política sencillamente no saben manejar sus propias funciones y se descarrilan con frecuencia. Pero no porque la democracia les guíe sino, más bien, a causa de su tremenda incapacidad. Un mal capitán no puede dejar esquivar los arrecifes aunque tenga el barco más poderoso; y encallará, sin remedio.

Así sucede con Felipe Calderón, situado entre el presidencialismo autoritario y una falsa inclinación por la democracia, en tanto que no logra cuajar sus decisiones discrecionales. Por ejemplo, tácitamente ha reconocido que fue él quien instruyó a la Procuraduría General para proceder en contra de la red de funcionarios michoacanos interrelacionados con la llamada “Familia”; y ahora asume que fueron “los jueces” quienes desecharon las causas –relacionadas con el operativo popularmente conocido como el “michoacanazo”- “con argumentos verdaderamente banales”. ¿Acaso ello no revela que los expedientes fueron armados sobre los pies, dejando lagunas gracias a las cuales fue factible revertir las acusaciones? De ser así, es innegable que el procedimiento fue autoritario, político, y su desenlace sólo evidencia la incapacidad gubernativa para justificar jurídicamente las consignas superiores.

Debería bastar con la declaración del mandatario para que se iniciara una indagatoria contra quienes actuaron sin suficientes sustentos. O bien, de haber sido los promotores de los juicios obstaculizados por “los jueces” que conocieron las causas, es obligación del mandatario en funciones, del procurador general y demás funcionarios, perseguir jurídicamente a los banales y tortuosos fincándoles no sólo responsabilidades por cuanto a su viciado comportamiento sino, además, por las sospechas sobre las complicidades que devienen del embrollo. Pero no. Se opta por acusar a los contrapesos “democráticos” y poner con ello puntos suspensivos.

Y así, lo mismo, en distintos escenarios. Otra muestra: respecto al secuestro de Diego Fernández de Cevallos, un personaje con quien Felipe Calderón no sólo no coincidía sino incluso repelía por su notoria influencia entre los panistas de cepa, justifica el mandatario la ausencia de seguimiento por parte de la autoridad porque con ello se atendió, dijo, a la voluntad de su familia. Esto es como si los mecanismos de la justicia pudieran moverse al ritmo de los deseos de la parentela herida, olvidándose que, por ley, los delitos graves –el secuestro lo es- se persiguen de oficio, esto es sin requerir de denuncia de los interesados.

Pero hay algo todavía más grave: es público y notorio que los hijos del “jefe Diego”, por razones cuestionables de índole personal, han optado por no pagar el rescate ni, por ende, establecer negociación con quienes tienen cautivo al político. Entonces, si los familiares no actúan y tampoco lo hacen los peritos oficiales, ¿quién saca la cara por la víctima? Jamás se había atestiguado un episodio de abandono de estas dimensiones y bien cabría preguntar a quién le conviene.

Así es cómo procede la derecha en el poder presidencial respecto a sus propios correligionarios. Obviamente, en la misma línea se explica el porqué de la negligencia escandalosa respecto a los expedientes nebulosos sobre las extrañas muertes, dicen que accidentales, de algunos de sus más prominentes compañeros, desde la del “Maquío” Clouthier hasta la de Juan Camilo Mouriño, pese a que nadie cree en las versiones oficiales cerradas. Vamos, ni quienes las condujeron. Y entre un episodio y otro hay varios igualmente controvertidos por lo oportunos que resultaron los finiquitos físicos, por ejemplo en los casos de José Ángel Conchello y Ramón Martín Huerta.

El silencio de Calderón al respecto confirma la hipótesis central: no es que el “primer mandatario” no pueda actuar, de acuerdo a sus funciones, sino sencillamente no sabe como hacerlo. O teme proceder en consecuencia. El “gran solitario” de Los Pinos prefiere encerrarse en su mutismo mientras alardea, siguiendo la costumbre, de conceder entrevistas cómodas a cuantos se ofrezcan para ello.


Debate


De aquí para allá las rutas que se abren son las del narcotráfico. No se sopesa todavía el peso indiscutible que ello genera. Se evidencia la llegada y asentamiento de parvadas de familias sudamericanas con alto poder adquisitivo –las joyerías madrileñas reconocen a esta clientela como la mejor y sólo superada, en visitas, por los ladrones, inmigrantes también en su mayor parte-, y capacidad para extender por tanto el mercado inmobiliario bajo las turbulencias de la recesión actual. Cada vez éste es más dependiente de los recién llegados.

Como sucede en los Estados Unidos, en donde parecen diluirse por encanto los “padrinos” y distribuidores de la droga, las autoridades españolas suelen reclamar a los gobiernos en donde se originan los flujos non santos sin dar la misma atención e importancia a quienes utilizan la puerta ibérica para introducirse al gran mercado europeo. Mientras ello ocurre, claro, las drogas van esclavizando a los jóvenes en proporciones alarmantes aun cuando se insista que se va mejorando en el renglón.

Hasta hace unos años, eso sí, era frecuente observar hasta en las “bocas” del Metro, en Madrid y Barcelona, jeringuillas usadas regadas por doquier, lo mismo también en los sanitarios públicos. Ahora ya no es así, es cierto, aun cuando ello no sea indicativo de que el consumo se ha reducido sino sólo de que hay mayor vigilancia en las zonas con alta afluencia de transeúntes. Cualquiera otra lectura resulta soezmente demagógica.

En la misma línea, se intenta atajar la violencia en las escuelas, xenofobias incluidas, marcadas por una cada vez mayor insolencia en el alumnado. No hace mucho, los mentores subrayaron la importancia de que los escolapios se dirijan a ellos usando el “usted” y no el tuteo coloquial que, acaso, se presenta como signo de la igualdad de clases, esto es como si no hubiera respeto alguno por la jerarquía cultural, las cortesías de género o la consideración mínima para los adultos. ¿No es éste igualmente un evidente síntoma de descomposición del tejido social, aun cuando parezca un referente anecdótico? Valdría la pena reflexionarlo.

Lo que evidenciamos es el descuido de las autoridades, notorio y recurrente, ante el fenómeno del tráfico de drogas. El interés mayor está puesto en la inmigración ilegal con su cauda de muerte sobre las pateras que cruzan las aguas del Mediterráneo. Pero, ¿y lo demás?¿Hablaremos de ello cuando ya no haya remedio?

Otra vez la demagogia empaña la perspectiva y debilita a la sociedad y a su gobierno.

El Reto


Resumo parte de lo publicado en “Los Cómplices” –Océano, 2001-, y que no ha sido jamás desmentido ni aclarado, sobre las actividades extrapolares del célebre Citigroup.

--“Antes de la inesperada expansión de Citigroup en México, precisamente el 27 de febrero de 2001, el conocido columnista estadounidense Tim Golden exhibió los verdaderos intereses de consorcio:

“De acuerdo con la investigación realizada por agentes estadounidenses –escribió Golden-, el Citibank pagó en Argentina a personas que posiblemente tenían nexos con el más grande narcotraficante de México, Amado Carrillo Fuentes”

Lo anterior resulta revelador por cuanto insiste en la permanencia en los negocios del más célebre “muerto viviente”, el llamado “señor de los cielos”, cuyo supuesto “cadáver” fue presentado en julio de 1997.

No se olvide que fue a través de Citibank, y de la conocida promotora Amy Elliot, como Raúl Salinas pudo realizar sus millonarias inversiones y asegurar sus depósitos en los bancos de Suiza. No hay casualidades ni especulaciones. Los hechos hablan por sí solos. Por cierto, ¿sabían ustedes que Citibank fue la única institución crediticia con presencia sobre territorio mexicano que no sufrió ningún rasguño en 1982 cuando se decretó la nacionalización bancaria? Abundaremos, claro.


La Anécdota


Tomamos de un estudio clasificado del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), elaborado en 2001, una sentencia dramática:

--“Si se terminara con el narcotráfico, la economía de Estados Unidos caería entre diecinueve y veintidós por ciento, en tanto que la mexicana se desplomaría hasta sesenta y tres por ciento”.

De considerarse que, en la peor crisis de los últimos años, la de 1995, se afectó sólo al cinco por ciento de la economía nacional, imagínense los efectos devastadores de una sacudida que multiplicase aquello por más de doce veces.

Con ello puede precisarse y responderse la consabida pregunta acerca de quién va ganando la guerra entre los narcos y las corporaciones militares y policíacas hondamente infiltradas.

E-Mail: rafloret@htmail.com

lunes, 11 de octubre de 2010

PÁNICO REDITUABLE

Desafío Publicación: LUNES 11 DE OCTUBRE DE 2010

*Pánico Redituable

*Ahora, Terrorismo

*El PAN de Felipe

Por Rafael Loret de Mola

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Dos son los grandes flagelos de la humanidad en el convulso presente, además de los conocidos como el hambre y las epidemias: el narcotráfico, del que sufrimos severas dosis los mexicanos, y el terrorismo, del cual creíamos habernos salvado al no producirse reacciones en nuestro territorio tras los atentados criminales en Nueva York y Washington en 2001.

Sucede que nuestras autoridades suelen ser demasiado olvidadizas: tras un cuarto siglo de los terremotos que hirieron a la ciudad de México, ningún plan para descentralizar a las instituciones del sector público ha tenido, siquiera, mediano eco; y en cuanto a las medidas precautorias contra los exacerbados anarquistas y fundamentalistas de nuestro tiempo, éstas, más bien, se han encaminado a perseguir a los cárteles desbordados. Y no es lo mismo aunque el hilo conductor sea la violencia.

En el otoño de 1985, miles de familias defeñas corrieron en busca de refugio hacia el interior del país, muchas de ellas siguiendo las huellas de sus ancestros y de sus parientes. Aseguraban que no querían volver a soportar algo parecido a los sismos devastadores. Pero olvidaron. El flujo duró unos meses y en menos de dos años, no pocos volvieron sobre sus pasos acaso dominados por el sopor de la desmemoria. Ahora parecen inmunes a las recurrentes advertencias sobre la amenaza de un nuevo sacudimiento telúrico de muy alto puntaje en la escala Richter; como no se percibe la inminencia, sencillamente opera el bloqueo mental. Con los simulacros, según algunos, basta.

Igualmente, en el gobierno federal, los funcionarios reaccionan cuando los dramas llegan, sin prevenirlos ni atajarlos. Es como una especie de círculo vicioso: en el fondo, a los políticos contemporáneos les vienen bien las catástrofes porque gracias a ellas pueden exhibir la supuesta vocación social que los guía a meterse medio metro dentro de las corrientes que inundan las poblaciones, como lo hacen también los reporteros ávidos de llamar la atención, o a introducirse en los derrumbes en demanda de rescatistas. No importa que la ayuda humanitaria sea objeto también de especulación o incluso convertirse, como ha sucedido de manera reiterada, en una suerte de botín de guerra para compensar a los “servidores públicos” por tantas angustias y desvelos.

Sucede igual, en México, con el terrorismo. En la noche del 15 de septiembre de 2008, en Morelia, los petardos, destinados a convertir a los civiles en blancos vulnerables, sacudieron al entramado político por unos días. No se sabía, a ciencia cierta, si tal era el inicio de una escalada incontrolable. Al michoacano en funciones de Ejecutivo federal se le blindó más que de costumbre; y poco después comenzaron las aprehensiones de alcaldes y otros miembros del PRD, gobernante en la entidad, con un tufo inocultable de vendetta, hasta llegar al medio hermano del mandatario estatal, el ahora diputado Julio César Godoy Toscano, como si se tratara del “gran padrino” protector de la muy conocida “Familia”. Por supuesto, la historieta, desde su origen, ha contado con decenas de capítulos como es habitual.

Sólo que a últimas fechas, al ritmo de una violencia que se desarrolla sin valladares eficaces, no sólo se ha seguido con la rutina de atentar contra alcaldes sino, además, se han dado diversos atentados con granadas de mano o mediando las ráfagas de metralleta. Y, para colmo, los blancos ya no son únicamente las redacciones de los cotidianos –hace unos días, “El Debate” de Mazatlán sufrió lo propio-, sino también cafeterías y centros de reunión en donde suelen confortarse niños, abuelos y matrimonios, tal y como sucedió, el sábado 2 de octubre, en Guadalupe, Nuevo León, conurbación de la populosa y flagelada Monterrey.

Cuando se hiere, sin motivo alguno, a inocentes, entre ellos pequeños de diez años de edad, esto es sin otro objetivo que sembrar el horror, no puede hablarse sino de terrorismo aunque éste, en la mayor parte de los casos, tenga sentido político como en el caso de los islamistas radicales o del “nacionalista” grupo ETA en España, entre otros. En nuestro escenario no hay mensajes que “vindiquen”, como suelen expresar los anarquistas, las acciones criminales. Sencillamente, la estrategia va en contra de una ciudadanía en estado de indefensión, una y cien veces afrentada por la impunidad galopante.

Por supuesto, es costumbre que las autoridades, émulas de Pilatos, se laven las manos. Es muy sencillo argüir que los delincuentes son los únicos responsables e los tantos incidentes sin determinar cuánto es consecuencia, precisamente, de las complicidades turbias que posibilitan la expansión de las bandas y la cada vez menos operatividad de las policías e incluso de los efectivos castrenses. Estamos, quienes integramos la gran colectividad nacional, irremisiblemente atrapados entre criminales y negligentes, o entre corruptos, quienes se pretenden ocultos, y asesinos embozados con los paños que les ofrecen sus cómplices desde las instituciones públicas.

No hay manera, por tanto, de avanzar... ni de retroceder.

Debate

Mientras la pelota va de un lado a otro, otra de las grandes tradiciones nacionales, el terrorismo va ganando espacios. Por supuesto, como es costumbre también, serán los altos funcionarios quienes le consideren como tal, sin eufemismos como aquel de los hechos aislados, y actúen en consecuencia. Dicen que tienen, por el momento, demasiados flancos y sólo falta que asuman un conformismo ramplón, como lo hizo el inolvidable general Ramón Mota Sánchez, ex titular de la policía metropolitana, advirtiendo a la población de que va siendo hora de cuidarse sola porque, claro, no se puede disponer de un genízaro por cada habitante desolado.

¿Qué puede explicarse, en estos términos, a las víctimas de los “granadazos” últimos?¿A unos niños que apenas están conociendo su ámbito y se encontraron con las esquirlas asesinas?¿A las madres de éstos que no pueden proteger a los suyos porque las amenazas se ciernen sobre ellos con sólo asomarse a las calles? La sinrazón parece haber triunfado sobre cualquier posibilidad de prevención, esto es como si sobrara el gobierno y sólo quedara someterse a los mafiosos para ganar el privilegio de sobrevivir dejándoles los caminos despejados. ¿Es éste el perverso, terrible mensaje que nadie se atreve a escribir?

En Nuevo León se ha llegado a una encrucijada de alto riesgo: el gobernador, Rogelio Medina, trasladó a San Antonio, Texas, a su familia; y allí suele él pernoctar varias noches de la semana. Deja el campo de batalla sin general como si tal fuera una señal de armisticio ante la imposibilidad de ganar la batalla. Mientras, los llamados “narcobloqueos” le indican a la población quienes son los mandones en plaza para que pueda atenerse a una realidad no controlada por el gobierno nombrado “legítimo”. Un amigo neoleonés, al analizar la situación, concluyó sin aspavientos:

--Sobran las elecciones; urgen las negociaciones.

Y no hubo voz, en una concurrida tertulia, que pudiera replicarle aduciendo, por ejemplo, la imposibilidad de que el Estado asumiera un rol ilegal para sentarse a la mesa con los criminales dispuestos, para colmo, a llegar a los extremos del terrorismo para sitiar a una población inerme, desprotegida y cada vez más temerosa. ¿Será necesario que los ciudadanos comunes se armen para defender sus vidas y las de los suyos en ausencia de respaldos oficiales?¿Cómo responder a lo anterior cuando pervive la percepción acerca de las complicidades amorales entre facinerosos y autoridades?

En Jalisco, por ejemplo, nadie se anima a responder. El gobernador, Emilio González, quien pretende ser precandidato presidencial, asume actuar bajo los humos etílicos que lo envalentonan hasta para amenazar al rector de la Universidad de Guadalajara. Y lo peor es que tal se “justifica” porque en Los Pinos se procede con la misma negligencia. Y el virus de la impudicia se extiende sin remedio.

El Reto

La polémica se centra en un tema que, por el momento, ningún legislador se atreve a enfrentar: la posibilidad de encontrar en la negociación, en este caso con los zares del vicio, la única salida para amortizar la violencia y permitirle un respiro a la comunidad atenaceada. Desde el punto de vista del derecho, la sola sugerencia es inadmisible; no así para quienes permanecen en medio del fragor de un combate que no entienden pero les arrebata sus propias vidas.

El hecho incontrovertible es que se han unido, sin remedio, los dos grandes flagelos: el narcotráfico y el terrorismo. También aumenta la sensación sobre la inexistencia de gobierno. Esto es como si cada vez se tuviera mayor convencimiento acerca de que estamos en un “Estado fallido”, vencido por quienes apuestan por la anarquía amén de su propia ineficacia e impotencia, sin otra salida más que la refundación... al mediano plazo.

Ni siquiera la rutinaria distracción sobre las precampañas provocadoras, rebosantes de calificativos y lugares comunes, mengua la desazón del colectivo. Menos aún cuando, además, los escenarios globales están igualmente bajo amenaza. En Europa, en especial en Francia y Alemania, se preparan ante la inminencia de una nueva andanada de atentados terroristas, principalmente con los medios de transporte en calida de blancos vulnerables, y los Estados Unidos alerta a sus nacionales sobre los riesgos de viajar... como si dentro de esta nación se pudiera erigir el castillo de la pureza.

El pánico es, para infortunio de todos, el pan nuestro de cada día. O el PAN...

La Anécdota

Me cuenta un panista de cepa:

--Felipe (Calderón) tardó dos años, desde su asunción presidencial, en tomar los controles del partido. Y lo logró luego de imponer a Germán Matínez como dirigente nacional; le siguió César Nava (obviamente más interesado en su vida personal exacerbada por su reciente y lujoso enlace matrimonial), y ahora piensa en una incondicional.

Sobró una interrogante por obvia. ¿Existe alguna diferencia entre el actuar de Calderón con el presidencialismo autoritario? No, cuando menos, al interior de su partido, el PAN de nuestros días.

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Rafael Loret de Mola

sábado, 9 de octubre de 2010

GRANDES QUEJOSOS

Veneno Puro Publicación: DOMINGO 10 DE OCTUBRE DE 2010

*Grandes Quejosos

*Gobierno Fallido

*Drogas y Sífilis

Por Rafael Loret de Mola

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Aseguran quienes nos observan desde fuera que los mexicanos solemos ser los peores publicistas de nuestro país: siempre con quejas, reproches, rencores a flor de piel y un acusado temor hacia el futuro. Puede que tengan razón. Sin embargo, desde dentro, tal pudiera considerarse un signo de madurez colectiva e incluso contrapeso a los permanentes excesos de poder, siquiera para limitarlos a futuro exhibiendo a cuantos, exaltados por las complicidades, se pretenden infalibles e intocables. De no ser por ello, con una buena dosis de escepticismo general hacia los anuncios oficiales, no quiero ni pensar a donde nos habría conducido la sumisión colectiva.

Fíjense en otras latitudes en donde los espejismos reducen a la población a un penoso letargo. No son pocas las naciones europeas en las que sus colectivos han sido sorprendidos por una crisis asfixiante por la cual deberán pagar costos muy altos. Los españoles, quienes han vivido en una burbuja desde que descubrieron contar con poder adquisitivo, están muy alebrestados porque la emergencia financiera, bajo un régimen ineficaz e indefinido políticamente –se dice de izquierda pero actúa como si fuera de derecha-, los ha puesto de cara a una realidad muy semejante a los escenarios lastimeros de cuando, bajo la dictadura franquista, debían los trabajadores doblar turnos para siquiera costear lo indispensable.

Quizá en México la costumbre de la crisis –vivimos en ella desde hace varias generaciones, esto es cuando llegó a su fin el llamado “desarrollo estabilizador” a finales de la década de los sesenta-, nos ha convertido en mutantes resistentes ante las sacudidas ineludibles de la especulación mundial, acaso la mejor arma de expansión de los grandes consorcios del primer mundo sobre los territorios de los pobres. Aguantamos tanto que ya poco nos preocupan el tipo de cambio y las agruras constantes de la carestía. Bueno, hasta hablamos más de la inminente sucesión presidencial –mea culpa-, acaso porque nos urge cubrir los espacios vacíos, que de los dramas sociales marcados por las catástrofes naturales en Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas en las semanas recientes. ¡Ya hasta se nos olvidó cuanto devastó “Alex” en Nuevo León!

(Hace unas horas me invitaron a asistir a un festival taurino, en la Plaza México, el próximo domingo 17 de octubre. Cuando pregunté el motivo del evento sólo mencionaron a los “damnificados”. Y creí que se trataba de ayudar a los veracruzanos o tabasqueños. No es así: el diestro Eloy Cavazos lo organizó a partir del drama de sus coterráneos en Monterrey. ¡Y es que en media nación los destechados, al paso de los huracanes naturales, y también los políticos, marcan pautas y zozobras mientras los funcionarios no dejan de cantar a la demagogia ramplona!)

El caso es que resistimos y mucho. Más que en ninguna otra parte. Y, por tanto, nos hemos ganado el derecho a quejarnos a golpes de frustraciones acumuladas y decepciones recurrentes como cuando nos hicieron creer en el cambio para luego atestiguar el arribo desbordado de una nueva aristocracia con cara de señora Marta. ¡Sólo falta que nos priven del privilegio del desahogo mientras quienes hablan de sus maravillas, los españoles por ejemplo, se expanden por aquí en plena colecta de nuestras divisas! Mientras tengamos voz y dignidad algún valladar funcionará.

A esto, precisamente, le apuestan los precandidatos en campaña en las narices de un IFE que, como si asumiera la herencia del Santo Oficio, parece siempre listo para la cacería de brujas y la quema consiguiente de aventureros de la política. Por ahora, claro, su presidente, Leonardo Valdés Zurita, esgrime advertencias por aquello de que los ansiosos salten a la palestra, como ya anunciaron, placeándose descaradamente.

Las satanizaciones, desde luego, ya empezaron: Andrés Manuel López Obrador fue sancionado por causa de su propaganda en los medios masivos en donde, según alega él mismo, le privan de espacios equitativos aun cuando, en realidad, lo que no quiere es sufrir los estragos de las entrevistas incómodas e incluso, faltaba más, irreverentes. Es bastante mejor, y mucho más redituable, asumir el papel de redentor ante centenares de incondicionales.

El caso es que Marcelo Ebrard, jefe del gobierno defeño, andará los fines de semanas por esas tierras de Dios, lejos de la convulsa capital en la que, según parece, no hace falta gobierno los sábados y los domingos. Nos bastamos solos los días de asueto aun cuando las marchas de protesta, como la de hace una semana en ocasión de la efeméride de la matanza de Tlatelolco, pongan a la metrópoli en calidad también de damnificada social. Una más, aunque sea grandota, para sumar a las devastadas y entrañables ciudades del litoral del Golfo de México.

Y mientras unos caminan la ruta de la promoción, otros aprovechan los recursos federales para exaltarse, como ya lo hizo Alonso Lujambio, desde el escritorio de Vasconcelos, a la par con los fastos del bicentenario que, por cierto, dieron lugar a un verdadero festín de complicidades para hacerse del gran botín. A uno de los proveedores de la fiesta del “Grito” le pregunté cuál habían sido sus ganancias y me respondió:

--Sólo el veinte por ciento de lo que esos (los del gobierno) presupuestaron.

El resto, claro, sirvió para consolidar sociedades o para las plataformas de despegue en el México de las simulaciones.

Mirador

Los espacios siempre se cubren, sea tarde o temprano. Felipe Calderón optó por no asistir a la celebración de los “300 líderes”, designados discrecionalmente claro, para no sufrir el empacho de atestiguar el proselitista y futurista discurso del mexiquense Enrique Peña Nieto, también impaciente y doblemente ansioso: su boda será el 27 de noviembre y con ella marcará su posición de “rey” indiscutible de las revistas del corazón y de los medios, en general.

Por cierto, a Calderón no le va nada bien en sus periplos por el interior del país. En Michoacán, su tierra, le trataron como una especie de intruso, sufriendo abucheos y desplantes varios. Y él respondió como sabe hacerlo: instruyendo a la Procuraduría General de la República para que solicitara, formalmente, el desafuero del diputado Julio César Godoy Toscano, medio hermano del gobernador Leonel Godoy Rangel, a unos días de que rindiera su protesta de ley acuartelado en el Palacio de San Lázaro. Una visión por demás singular de nuestra vida institucional. ¿Y qué podría esperarse si el régimen calderonista arrancó en medio de un corral de comedias?

Tampoco el mandatario ha visto buenas caras entre los dolidos damnificados de las costas, atrapados por inundaciones o sepultados por deslaves, todos ellos cansados de banalidades y pretextos que sólo sirven para alentar el saqueo inmisericorde de recursos a los que jamás se audita en el frenesí de las desvergüenzas soterradas. Pero las víctimas tienen muchas maneras de registrarlo a la vista de los desastres repetitivos. El negocio de las catástrofes, claro, se impone a sangre y fuego porque sin éste, ¿cómo podría justificar el señor Calderón sus supuestos afanes sociales? Y lo mismo ha hecho, recordémoslos, cada uno de sus antecesores.

Con tanto material, claro, no se requiere ser una lumbrera para tejer el discurso provocador, como lo ha hecho Peña Nieto y lo seguirá haciendo. El gobernador propone salir del marasmo de la violencia y la parálisis. Y deja traslucir que, en todo caso, nada sería peor a permanecer como estamos. Así, el postulante, quien ya no parece tener rival al interior del PRI, subrayó que la inseguridad y la ineficacia nos han puesto en riesgo de convertirnos en un estado fallido. Dicho de otra manera: si el PAN sigue en el poder la devastación política será total.

Por supuesto, para llegar a esta conclusión, hace buena falta la amnesia colectiva. Porque, sin distingo de partidos políticos, los últimos regímenes están interrelacionados en la construcción de un presente caótico.

Polémica

Suelen los dirigentes partidistas, desde sus respectivos feudos, ver paja sólo en el ojo ajeno. El monaguillo César Nava, por ejemplo, no cesa en señalar hacia la corrupción del pasado como el elemento que le impulsó a signar las alianzas turbias para destronar a los cacicazgos priístas regionales. Y, sin embargo, es ahora blanco de uno de los mayores escándalos: el obsequio de un departamento, en Polanco, a su novia Patylú, no puede ser sino ejemplo evidente de riqueza “inexplicable” a la sombra del poder y, sobre todo, del señor Calderón.

Los voceros del PAN adujeron que el inmueble “sólo” había costado nueve millones de pesos, de acuerdo al valor catastral que bien sabemos sólo sirve para disimular los costos reales amortizando las cargas fiscales, cuando el desembolso fue de más de quince millones de pesos. No hay austeridad que pueda esgrimirse cuando se observan ligerezas como ésta en plena descomposición política y moral. Dirán que, como cualquier profesionista, tiene derecho a invertir en su inminente boda. Lo reprobable, en todo caso, es hacerlo rebasando sus niveles de ingresos sin la menor explicación.

¿Hasta dónde va a llegar la derecha en cuanto a los abusos recurrentes que pretenden minimizar con el sambenito de que los priístas eran peores? Cuando menos, digo, solían ser discretos, salvo excepciones que terminaron tras las rejas como el avieso “policía” Arturo Durazo Moreno quien se construyó su propio “Partenón”.

Por las Alcobas

Los Estados Unidos se arrepiente de sus excesos a la distancia de más de seis décadas, esto es cuando las víctimas son cenizas. El reconocimiento a los abusos cometidos contra seiscientos noventa y seis reos guatemaltecos, entre 1946 y 1948 –esto es al fin de la II Guerra Mundial cuando la poderosa nación lideraba la propuesta de un “nuevo orden” geopolítico al amparo de la ONU-, quienes fueron inoculados de sífilis y gonorrea, supuestamente para experimentar la posibilidad de la cura, basta para explicar los porqués del odio y el rencor acumulados contra el gobierno de Washington.

Tras el apunte de los horrores, que además tuvo antecedente en un experimento realizado en Alabama con hombres de color a quienes se retiró el tratamiento contra la sífilis, no faltaron las sentencias lapidarias:

--Imagínense –me comentó un diplomático de carrera, sin embajada claro-, lo que estarán haciendo los marines con los talibanes presos en Guantánamo...

Y me atreví a deslizar.

--También con los mexicanos que proveen a los ricos estadounidenses de sus órganos.

Pero de ello hablaremos en otra ocasión.

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Rafael Loret de Mola
Escritor

miércoles, 6 de octubre de 2010

UN POCO MÁS DEL APANDO.

Rafael LORET DE MOLAmiércoles, 06 de octubre de 2010

Se publicó en: Edición impresa Según el diccionario, apandar es término que significa hurtar, robar o substraer; pero en el caló penitenciario el apando es quien, como sanción agregada por el mal comportamiento, debe ser aislado en alguna celda sin contacto alguno con otros reclusos. Si es tremenda la ausencia de libertad, el agobio de no tenerla en la mayor marginación imaginable debe resultar insoportable, bastante peor a la muerte.
En ciertas culturas, por cierto, se estima que el cautiverio es mucho más lacerante que cercenar alguna extremidad como castigo; en México, en cambio, no pocos aspiran ir a la cárcel para sobrevivir en ella en ausencia de oportunidades en el exterior. Allá por el Bajío, por ejemplo, hay prisiones siniestras y, sin embargo, hemos atestiguado cómo algunos se acostumbran de tal modo a ellas que hacen lo posible, cometiendo delitos con otros internos, para permanecer dentro. Cuesta trabajo entenderlo; hasta la fecha, yo no he podido hacerlo.

Pero no sólo hay “apandos” en los centros penitenciarios; también se observan en los escenarios políticos en donde suele ser habitual la soledad de quienes desempeñan los cargos relevantes. La ansiedad, y a veces la angustia, es la única compañera, muchas veces, de cuantos toman decisiones, procediendo discrecionalmente, eso es sin el menor consenso público, interpretando a conveniencia el sentido de la democracia. La fórmula, por desgracia, no se ha extinguido y sostiene el esquema de la autocracia presidencial pese al acotamiento de la figura central. Una paradoja, sí, que explica hasta donde llega el nivel de los personalismos en el gobierno mexicano.

De no existir más el “presidencialismo autoritario”, por ejemplo, no habría manera de sostener a Juan Molinar Horcaditas, titular de Comunicaciones, rehén de sus propias torpezas y protagonistas de escándalos por donde pasa: legó, por ejemplo, la viciada promoción de guarderías en el IMSS que desembocó en la tragedia de Hermosillo, y en su nuevo encargo fue sencillamente arrollado por el frenesí especulativo de Gastón Azcárraga Andrade, presidente y director del Grupo Posadas, que desembocó en la grotesca quiebra de Mexicana de Aviación y en la consiguiente crisis laboral de pilotos, sobrecargos y demás empleados de una de las aerolíneas más antiguas del mundo.

Pese a ello, Azcárraga se mantiene en el listado de los cien empresarios “más importantes” del país, en el número ochenta y ocho para ser precisos, obviamente protegido por sus onerosas complicidades en el sector público. De allí que la secretaría de Hacienda, comandada por el improvisado Ernesto Cordero Arroyo –en algún momento considerado el “delfín” de Felipe Calderón con miras a la sucesión en 2012-, pretenda argüir que la protección, financiera y fiscal, a los grandes consorcios privados es tan solo un “mito”... que cuesta 201 mil millones de pesos anuales. Ya un antecesor de Cordero, Pedro Aspe Armella, calificó como “mito genial” a la pobreza, como si fuera referente mezquino y no realidad lacerante, en la fase central del régimen deplorable de Carlos Salinas: lo dijo, eso sí, y quedó al margen de las postulaciones.

A Cordero le espetaron, durante su anual comparecencia en el Congreso, que no era sino un ministro “de quinta”, aun cuando no se especificó si tal expresión se refería a su inclinación por las tareas de granja en ausencia de conocimientos cabales para dirigir las finanzas nacionales. Y espero que con ello no vaya a pensar en él como un presunto relevo en Agricultura y Ganadería pues bien se sabe que en nuestro país los todólogos abundan por obra y gracia... del dedo presidencial. ¿Quién habla, entonces, de un modelo y de un estilo de gobernar caducos a la vista de cuanto sucede en Los Pinos?

Seguimos. Obsérvese a Alonso Lujambio Irazábal, quien reemplazó como titular de Educación a Josefina Vázquez Mota en abril de 2009 –obviamente bajo la feroz presión de la impresentable “novia de Chucky”, Elba Esther, a la quien tanto temen en las alturas políticas-, a través del espejo que recoge algunos de sus desplantes recientes. Llamó “barroca” a la discusión sobre el monigote de la espada rota –no sé si fue una proyección de cuantos se sienten castrados-, el tal “Coloso” del bicentenario, y después ordenó que se le arrinconara en una bodega. Total: el festín de los millones impulsó a cientos de aliados del calderonismo y de la continuidad, por supuesto, gracias a un generoso reparto sin la menor discreción. En otros tiempos, siquiera, se guardaban las formas; ahora, la corrupción galopante es cínica y ramplona.

Por este solo hecho, Lujambio debía ser llamado a cuentas sin óbice de su pretendido protagonismo como otro de los posibles “delfines”. Máxime porque, desde el escritorio de Vasconcelos, insulta la inteligencia de los mexicanos al pretender tapar los agujeros tremendos de las derramas ilimitadas de millones de pesos para el festejo de la derecha en el cumpleaños de Porfirio Díaz.

Con un gabinete así, cualquiera pide amparo.

Debate


Es fama que los mandatarios, a lo largo de sus respectivas estadías en la casona alba de Chapultepec, asuman el peso del poder con una tremenda soledad. Aseguran que Díaz Ordaz vivió con tal desazón la víspera de la matanza de Tlatelolco y lo mismo se dice de Carlos Salinas cuando, en la jornada posterior al crimen contra Luis Donaldo Colosio, dio la apariencia de haberse quebrado. Desde la expectación al arrepentimiento, hay una infinidad de matices que colapsan la vida interior de los hombres públicos.

La leyenda del “solitario de Palacio” se ha extendido tanto como cada una de las falacias recurrentes. El hombre del poder, con las manos detrás y la cabeza baja, en medio de jardines interminables, parece meditar sobre la crueldad infinita que deviene del ejercicio del mando. Alguna vez, lo recuerdo bien, un gobernador se quejaba por la dureza del peso que le había caído encima; y uno de sus más cercanos amigos le susurró entonces:

--El poder es duro, sí; pero resulta bastante peor no poder.

Más allá de los referentes sobre los padecimientos de cuantos concentran la responsabilidad del devenir de sus gobernados, y de tantos huéspedes, de distinto perfil, que han deambulado por Los Pinos en busca del remanso del bosque cercenado por el presidencialismo, observamos a Felipe Calderón, actual depositario del Ejecutivo a contracorriente de la opinión de la mayor parte de los mexicanos –sólo votaron por él treinta y cinco por ciento de los electores-, inmerso en un peligroso, agobiante aislamiento.

Está solo, al frente de un gabinete desmadejado -¿de quinta?-, con reemplazos forzados –esto es designados al vapor, para ganar tiempo-, e incondicionales incapaces de enfrentar los desafíos desbordantes del presente, en medio de una batahola de vendettas y de intereses supranacionales. No es el mandatario más corrupto ni el de mayor perversidad de cuantos hemos padecido, pero, sin duda, es el más solitario. Quizá por ello no encuentra sino el solaz de las tardeadas habituales en la residencia oficial para paliar, sólo en parte, la angustia de no saber cómo enfrentarse a la historia.

Nunca ha bastado con las buenas intenciones, mucho menos ahora cuando urgen tantas decisiones patrióticas con soslayo de la propia seguridad. Tal es el desafío de los hombres públicos a quienes nadie obligó a postularse ni a ser recipiendarios del tremendo deber de la conducción política así sea entre la espesura de una selva rebosante de follajes muertos y de los cimientos podridos recibidos como herencia. Quizá, y ahora debe meditarlo, anímicamente jamás estuvo preparado para enfrentar un reto de las dimensiones del que se ha encontrado.

Como Fox, Calderón también se deslumbró ante la visión de los honores sin conciencia plena acerca de cuáles serían sus responsabilidades. Por eso, naufragaron.


El Reto


¿Pruebas de que el gobierno en México sólo es un referente en la actualidad? Hace una semana, la alarma saltó al divulgarse que un pueblo de la región Mixe, en Oaxaca, había sido sepultado por un alud. Corrieron los funcionarios, se instaló un puente aéreo, voló hacia allá el señor Calderón, si bien no pudo aterrizar por el mal tiempo y volvió sobre sus pasos, y arribaron los medios de comunicación para dar cuenta de que la tragedia era de menor proporción pese a las víctimas mortales.

En otro escenario, el de la farándula, Luis Estrada, realizador de la película “El Infierno”, dijo alegrarse porque fue nominado para los premios “Goya”, en España, pese a la descalificación severa de Calderón quien dijo de él, nada menos, que se trataba de “un mal mexicano” por presentar una sátira sobre el imperio del narcotráfico. ¿Democracia? Más bien una tendencia a contracorriente de la oficial como muestra del hondo desdén de distintos sectores de opinión hacia operadores y cabilderos de Los Pinos.

Precisamente la ausencia de gobierno, lo hemos dicho ya, es el escenario que más conviene a los padrinos de las drogas y demás células delincuenciales. Bajo un régimen claudicante, los reacomodos se dan con mayor facilidad. ¿Estará dispuesto a rectificar, en serio, el señor Calderón como algunos ya estiman? Abundaremos.


La Anécdota


Una noche otoñal de 2008, cuando aún la escenografía criminal no se cernía sobre Juan Camilo Mouriño, el entonces secretario de Comunicaciones, Luis Téllez Kuenzler, recibió una llamada desde la oficina presidencial exigiéndole su renuncia. La voz cantante era la del poderoso secretario particular de Calderón, César Nava Vázquez. La orden se dio sin ninguna concesión.


Por la mañana, el aludido llegó temprano a Los Pinos y puso el documento requerido sobre el escritorio presidencial.

--¿Y esto qué es, doctor? –preguntó, con tono de fastidio, el señor Calderón-.

--Cumplo con lo que usted dispuso –respondió Téllez-.

--Pues yo no me acuerdo de nada ni creo conveniente que usted proceda de esta manera –replicó el mandatario al tiempo de romper en pedazos el escrito-.

Y Téllez, sorprendido, siguió en el cargo varios meses más. Los humos nocturnos se habían despejado.

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lunes, 4 de octubre de 2010

REFLEXIONES DE LAS ALIANZAS

PorRafael LORET DE MOLAlunes, 04 de octubre de 2010

Se publicó en: Edición impresa Los aliancistas, convencidos del éxito obtenido en tres de las cinco entidades en donde participaron amen de los amargos diferendos poselectorales en Durango e Hidalgo con cerrados escrutinios en la primera y evidencias de inequidad en la segunda, estiman que la democracia es el mejor de sus resguardos. Señalan, además, hacia los tantos acuerdos soterrados que a través de la historia han resultado definitorios a pesar de agudas diferencias conceptuales entre los participantes. Para unos y otros, el británico Winston Churchill es el modelo: se alió con los comunistas rusos para frenar al fascismo aunque no comulgaba con aquellos. Un nicho ganado gracias a la sangre, el dolor y las lágrimas.
Los contrarios a las alianzas entre partidos equidistantes que le apuestan al oportunismo, subrayan los escasos escrúpulos de quienes, contrariando ideologías, van a las elecciones con el único propósito de arrebatar espacios al partido mejor estructurado y con mayor cobertura, sólo vencible con la unión de sus adversarios. Estiman que tal estrategia es antidemocrática por cuanto inhibe a la corriente mejor posicionada hasta convertir los gobiernos en una suerte de botín de guerra a repartir de manera discrecional. Sólo que esta postura conlleva una dedicatoria evidente a favor del mexiquense, Enrique Peña Nieto, en fase de demostrar su propio control político como baza incontestable para acceder a las alturas presidenciales.

Aunque el pulso, mediando la reforma respectiva en el Estado de México lista a ser proyectada a las demás entidades donde manda el priísmo, parece haberlo ganado el segundo grupo, encabezado por Peña, la polémica no cesa en torno a los efectos de tal estrategia, observada como un recurso desesperado del PRI para no ser arrollado por sus opositores, esto es como si este partido, y no el PAN, estuviera al frente del poder central. La mera mecánica nos indica que, en el fondo, los panistas prefieren retornar a su viejo –y cómodo- papel de opositores, con graduales acentos por supuesto y siempre acomodaticios. No les va para nada, digo, el rol de gobernantes y las pruebas de ello están a la vista.

Sin duda, también está en juego la libertad, un valor primigenio muchas veces soslayado en aras de una modernidad tuerta. Por ende, prohibir para amortiguar el peso del colectivo, desde luego acotado por las parcelas sectarias, será siempre un retroceso. Este columnista sostiene que, en cualquier perspectiva, limitar el ímpetu democrático, con la libertad como rehén de intérpretes circunstanciales, acarrea costos tremendos a la vida de las naciones. Tal se ha demostrado una y otra vez.

Por supuesto, en aras de la libertad y la democracia se han cometido innumerables excesos. ¿No se dice demócrata el mesiánico de Venezuela quien, rechazada su reelección en primera instancia, no ha cesado en su intento de imponerse, una y otra vez, amañando más los procesos comiciales y acotando a los disidentes?¿Y no alega el presidente de los Estados Unidos ser el “líder del mundo libre” ante un gran conglomerado nacional en donde la ciudadanía está bajo sospecha por sus rasgos físicos, sus orígenes e incluso por sus costumbres? Los sambenitos políticos, ante esta perspectiva odiosa, son tan ligeros como las falacias.

Igual en México. Los panistas, en el poder, argumentan que es democrático asegurar la continuidad de la derecha en la Presidencia porque sólo así se actuará responsablemente; los priístas estiman que únicamente su retorno a Los Pinos podría evitar los colapsos previsibles por efecto de los descontroles de los regímenes panistas y la ausencia patológica de memoria y, por consiguiente, de visión de Estado; y los perredistas, relegados por sus divisiones internas, subrayan que se vale ampliar coberturas, a lo desesperado, con tal de fincar estrategias hacia el futuro hasta imponerse a las fuentes de una reacción moralmente insostenible. Cada cual, desde sus fueros, vela por una democracia acotada por sus propios intereses sectarios. Y los tuertos, que somos casi todos los mexicanos, sólo vemos cuanto nos conviene para justificar nuestras propias militancias.

Este es el drama. Por eso se discute tanto sobre las alianzas turbias y los candados oxidados. Porque, desde cada bando, sin duda, las visiones son tendenciosas y acaban, sin remedio, por ser tuertas. Hay justificaciones para todos porque, en todo caso y lugar, se esgrimen medias verdades que terminan en el pantano de la mentira. Es la encrucijada permanente de los mexicanos, difícil de resolver porque estamos atrapados por la manipulación mediática bastante más de cuanto percibimos.

Una sociedad bien informada, por ejemplo, jamás habría caído en el garlito de los “peligros para México” que marcaron la sucesión presidencial en 2006; ni estaría medio ciega ante la contrastante polémica sobre los verdaderos objetivos de alianzas y candados en un horizonte de muletillas encontradas que convierten al electorado en una suerte de badajo de la campana, sonando de un extremo a otro sin encontrar jamás el punto medio.

Debate


No hay duda de que las alianzas turbias persiguieron dos objetivos evidentes:

1.- Arrebatarle al PRI las entidades en donde el cerco de los gobernadores priístas era estructuralmente mayor a las coberturas del PAN y el PRD. Cacicazgos los llamaron los opositores sin percibir que en otros estados, los gobernados por ellos, los mismos vicios determinan los controles políticos.

¿Se animará el PRD a aliarse con el PRI para derrotar al PAN, cuanto sea la oportunidad, en Jalisco, Baja California y, sobre todo, Guanajuato, en donde los blanquiazules tienen pleno dominio territorial?¿Hará lo mismo el PAN con el PRI con miras a cancelar la preeminencia perredista en Michoacán y el Distrito Federal? Las solas interrogantes ponen los puntos sobre las íes.

2.- Copar al gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, llevándolo a la orilla de un posible fracaso electoral en su entidad para con ello hacer explícita su vulnerabilidad y acotar así su pretensión de hacerse con la candidatura presidencial priísta. Los voceros y dirigentes del PAN y el PRD admiten, de hecho, que tal es legítimo porque la democracia habilita las uniones como un recurso para reducir a la “primera minoría” en escenarios en donde la mayoría absoluta es socialmente imposible por efecto de la pluralidad.

Lo primero tuvo éxito notable, sobre todo porque los estrategas priístas minimizaron la fuerza de las corrientes adversarias y no se parapetaron, con la conquista de tres gubernaturas, de cinco, y las controversias posleectorales en las otras dos que acabaron por demostrar la paralización política persistente muy a pesar de las falacias recurrentes sobre la honorabilidad de los rectores comiciales, obviamente cernidos a la institucionalidad.

Lo segundo, en cambio, no desembocó como se previó por una sencilla razón: el aludido Peña y sus cabilderos y operadores reaccionaron asestando, a su vez, un golpe a sus adversarios en fase de unirse sin más objetivo que provocarle un traspié al mexiquense e intentar con ello asfixiarlo de cara a la carrera por la sucesión presidencial. Los perjudicados, panistas y perredistas, arguyeron que el gobernador Peña no disimuló su miedo. ¿Y qué podría decirse de las dirigencias que, negando principios, optaron por aliarse temerosos de ser arrollados en las entidades que parecían invulnerables desde la visión priísta? En todo caso debe hablarse de un duelo de cobardías con la sociedad amortajada, inerme.

Ya va siendo hora de que los simples ciudadanos, todos nosotros, apliquemos el raciocinio elemental.

El Reto


Si las alianzas suscritas pudieran ser vistas fuera de contexto, esto es sin las consideraciones apuntadas, no dudaríamos en condenar cuanto significara un golpe contra la libertad, como por ejemplo la anulación de las candidaturas comunes –una prohibición que se arrastra en el plano federal acaso por cuanto significó el peso del Frente Democrático Nacional en 1988-, y, por ende, con miras a reducir los espacios democráticos.

Pero, atenidos a los hechos incontrovertibles, y a la vista de una puja guiada por los intereses sectarios más aviesos, no podemos satanizar la explicable reacción de Peña ni su reforma electoral destinada a limitar las alianzas turbias, infundadas desde los planos ideológicos y aun morales, en cuanto a que él fue el destinataria central de las mismas. Sencillamente, ¿qué otra cosa hubiera podido hacer?¿Dejarles el paso a sus enemigos para que éstos no dijeran de él que es antidemocrático? La falacia no se sostiene en ángulo alguno.

Si el PAN y el PRD, por sí mismos, no son capaces de asegurarse victorias, sean regionales o nacionales, debieran entonces revisar sus propias fallas estructurales, sobre todo la derecha que ha dispuesto, nada menos, de una década de usufructo presidencial para ampliar sus coberturas y crecer, por ende, de acuerdo a la tendencia que les dio el triunfo. Y los perredistas, asimismo, debieran ejercer la autocrítica para resolver, con conciencia plena, el “misterio” sobre la tremenda pérdida de su capital electoral luego de haber partido, casi por mitad, la voluntad del electorado en 2006 haciéndose de casi quince millones de sufragios reconocidos por las instancias electorales supuestamente autónomas.

Las argucias torpes caen por su propio peso. Es sólo cuestión de aplicar, insisto, el sentido común.


La Anécdota


Allá por 1999, le pregunté al entonces presidente nacional del PRD, Andrés Manuel López Obrador:

--Para ti, ¿quién es peor?¿Tu enemigo directo, Roberto Madrazo, o el cacique yucateco, Víctor Cervera?

El aludido, contra su costumbre, se tomó unos instantes para responder. Y con la cabeza medio inclinada y voz apenas audible, respondió:

--Ni hablar, Cervera es bastante peor, la verdad.

Queda, ahora, una pregunta en el tintero:

--¿Quién es peor?¿El PAN o el PRI?

La salida fácil sería considerar a ambas opciones lo mismo pero, entonces, ¿cómo explicar las alianzas turbias que el propio López Obrador, icono de la izquierda, rechaza? Si Andrés Manuel respondiera que el PAN, porque la derecha y su mafia le “robó” la Presidencia según dice, ¿podría acercarse al PRI para atajar las intenciones de permanencia del PAN? Es la tarea de hoy, amigos lectores.

E-Mail: rafloret@hotmail.com