viernes, 5 de marzo de 2010

HACIA EL FUTURO

Desafío Publicación: VIERNES 5 DE MARZO DE 2010

*Hacia el Futuro

*Años Dilapidados

*La Puerta Grande

Por Rafael Loret de Mola

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La diferencia entre un funcionario mediocre y otro visionario se encuentra en su perspectiva de futuro. Para el primero sólo cuenta el presente y justifica navegar apoyándose en las circunstancias; el segundo, en cambio, construye escenarios y alternativas factibles intentando adelantarse a su época para ganarla. Ya hemos dicho que durante la administración anterior, la de la parejita presidencial, la estrategia fue la de dejar pasar el tiempo, perdiéndolo, para evitar así confrontaciones peligrosas. Por ello, claro, sobrevino la claudicación sin que el entonces mandatario se animara siquiera a buscar la manera de hacer viable un gobierno con un Congreso mayoritariamente opositor; optó, para infortunio general, por el juego de las descalificaciones sin alterar las condiciones. Seguimos pagando los costos.

Felipe Calderón está ahora ante una nueva coyuntura. Acaso su régimen se ha caracterizado por ello desde su origen cuestionado y su asunción a la Primera Magistratura a trompicones. Pesa el presente y no se avizora el porvenir. Desde el inicio apostó por la estabilidad financiera –como lo hacen todos los gobiernos de la actualidad sin importar tendencias ideológicas en un mundo globalizado-, creyéndose a salvo, por disciplinado ante el gran poder universal, de cualquier barrunto de tormenta. Esto es: no percibió que también en cuestiones de Estado se está dando un profundo cambio climático y cada vez es más complejo disimular debilidades y subsanar complicidades ante una opinión pública cada vez menos inmadura y más pensante. Dicho de otra manera: los pretextos circunstanciales no rinden en la actualidad como lo hacían antes cuando la simulación alcanzó su cúspide, digamos en la fase terminal del priísmo hegemónico con el doctor Ernesto Zedillo en uso de la Primera Magistratura.

Fox prometió, en el arranque de su frustrante gestión, una democratización efectiva de la estructura gubernamental; y terminó envuelto por el clamor contra el fraude comicial y la amarga sentencia por la oficiosa intervención presidencial en un proceso electoral viciado. Ni siquiera sus panegiristas, que los hay aunque muy pocos ya, se atreven a negar tales hechos incontrovertibles. Y Calderón inició su andar intentando negociar las reformas inaplazables: la política, que por ahora sólo se ha cernido a algunos aspectos electorales técnicos sin entrar al fondo de las controversias pendientes, y la energética con consensos entre panistas y priístas en la misma línea de la continuidad presidencialista.

Sobre los pobres saldos de la reforma electoral, cuya arista mayor fue la remoción de los antiguos consejeros del Instituto Federal Electoral –misma que al consumarse significó una tremenda condena histórica sobre la actuación de quienes, con torpeza inaudita o calculada suficiencia, ensuciaron escrutinios y resultados restándoles calidad moral a los vencedores-. Sólo eso cuando era imperativo modificar las reglas del juego para no volver a caer en los mismos pantanos. Al respecto, quienes han elogiado el paso dado insisten en que falta la segunda llamada, esto es una reforma política profunda, aun cuando cada día se hace más evidente el escaso interés del gobierno –esto es el Ejecutivo y los legisladores- en promoverla. Más bien apuestan por dejar pasar el tiempo, dilapidándolo.

Y, claro, siguen en espera las posibles soluciones para paliar la crispación de 2006, hija de la polarización y el sectarismo. Está entrampada la iniciativa para posibilitar una segunda vuelta electoral destinada a determinar el aval mayoritario, rescatando de esta manera a la pluralidad de las minorías que, en conjunto, tienen capacidad para entrampar el quehacer gubernativo. En lamisca línea se encuentran la propuestas para reducir los escenarios legislativos –agigantados por las concesiones oficiales a los partidos en compensación de las posiciones falsamente “mayoritarias” arrebatadas a mansalva a las oposiciones durante largos lustros-, cuya ineficacia, en buena medida por el número excesivo de parlamentarios inútiles, desborda los intentos de diálogo y, por consiguiente, de acuerdos sustantivos basados en la defensa y aseguramiento de los intereses colectivos. Perdemos el tiempo todos.

Tres años y tres meses después del inicio del régimen federal en curso los vicios se repiten y la negligencia continúa. Esto es como, si de nueva cuenta, se apostara a sostener el estado de cosas, librándolo de las perversidades de la crítica -¡ay, el círculo negro!-, mientras nos rebasan, en los planos internacionales, por la izquierda y también por la derecha.

Debate

En la misma línea, mientras buena parte de los gobiernos esparcidos por la geopolítica global se estremecen e intentan combatir al cambio climático, en México ni siquiera comenzamos a reciclar con efectividad nuestros desechos. Es una vergüenza si comparamos cuanto se realiza en otras latitudes para elevar la conciencia de la ciudadanía impactándola positivamente con los hechos sucintos y las posibles consecuencias de la permanente devastación del globo terráqueo por parte de los seres humanos. Pero, claro, en México se cree que el destino universal no nos alcanzará por efecto de una tremenda deformación conformista, acaso la aportación mayor de la continuidad en el ejercicio del poder.

Podría comenzarse con limpiar nuestras costas o por desarrollar en las zonas urbanas una campaña para que toda la ciudadanía aprendiera a reciclar la basura, separando desechos orgánicos de los plásticos, los cartones y el vidrio. No es muy difícil si, de verdad, tomamos conciencia de los tremendos riesgos que corremos si nada hacemos.

En el fondo, lo hemos dicho ya, a los funcionarios públicos, sin distingo de partidos y filosofías, les viene bien lo que he dado en llamar la “fabrica de damnificados”. Al respecto no olvido, y alguna vez lo conté en esta columna, el exabrupto del extinto cacique de Yucatán, Víctor Cervera, cuando más le urgía llamar la atención nacional:

--¡Dios mío, mándanos siquiera un huracancito!

Y es que demandaba una fotografía paternalista al lado de las víctimas para iniciar la escalada de su promoción personal. La verdad es que “el balo” –así llamaban a Cervera como diciendo “el naco”-, hizo público un deseo discretamente guardado por los demás integrantes de la clase política ávidos de ponerse las botas y meterse en los charcos interminables –con la seguridad de no correr riesgos, por supuesto-, para manifestar el “apoyo” hacia los menesterosos, destechados y hambrientos que lo pierden todo, de manera cíclica, por ausencia de infraestructura adecuada. Y no se diga más porque enseguida los defensores oficiosos del poder nos pondrán el deplorable ejemplo de Nueva Orleáns para señalar que la mayor potencia de nuestra era tampoco estaba preparada para las catástrofes naturales. Hasta en el dolor y la ruindad somos dependientes.

Por esta manera de pensar y proceder, se levantan, una y otra vez, los postes y las casas de cartón por donde pasan los ciclones habituales. Dicen que cualquiera otra cosa resultaría muy costosa, por ejemplo un proyecto de ductos subterráneos que no pudieran ser arrancados por los vientos. Y nadie calcula cuanto se ha destinado a las reconstrucciones maquilladas que no son, de modo alguno, definitivas. Volvemos a caer en el mismo error con una constancia sólo explicable en una nación que sale de siete décadas de dictadura priísta para volver sobre sus pasos hacia una versión corregida y aumentada de la misma. El peso histórico, no lo dudemos, será tremendo.

Como están las cosas ni siquiera nos asomamos a las explicaciones científicas para no precipitar los temores. Hace dos años, como muestra, los vientos asolaron a algunas poblaciones del norte, cerca de Monterrey, sorprendiendo a habitantes y viajeros. El saldo fue de tres muertos. La noticia se esparció por Estados Unidos y Europa como demostración de que “algo” está pasando en materia de meteoros imprevistos y sin que ello diera lugar a una reacción de las autoridades mexicanas acorde con la dimensión de los hechos mismos. Y es que, acaso, no hubo suficientes damnificados para la entrañable causa de la publicidad.

¿Recuerdan, los amables lectores, aquella cinta titulada “Cuando el Destino nos Alcance”?

El Reto

La política, desde luego, sí que nos alcanzará en breve tiempo. La mala política, digo, la de la deplorable inercia que nos mantiene en el pantano de la indiferencia general. He escuchado, en los últimos días, a varios juiciosos amigos decir que la controversia por las coaliciones enfermas ha “resucitado” a López Obrador quien, de nuevo, volvió a ser noticia gracias a los testimonios que le llegan “milagrosamente” –así justifica a los traficantes de información-, y de manera cíclica, como los huracanes. La única respuesta a este planteo tiene que ver con la inercia de quienes ejercen el poder.

Sin visión de futuro estaremos, con seguridad, anclando en los mismos vicios, si bien siempre acrecentados, cuando lleguen las nuevas campañas y surjan los enfrentamientos tremendos. Como en 2006 y peor. De la misma manera como nos dirigimos hacia un cataclismo por la ausencia de previsiones oportunas en el amplísimo territorio nacional. ¡Ah! Desde luego los “verdes” siguen más preocupados por condenar a las corridas de toros mientras esconden –como lo ha hecho Jorge González Torres, el patriarca del grupo-, sus trofeos de caza. Hipocresía pura con muchos millones de compensación.

El tiempo sigue corriendo. Y ya está en contra del segundo régimen panista en pro “del cambio”. Esperemos que no sea el climático. ¿O sí?

La Anécdota

Se cuenta en Madrid que una figura mexicana del toreo, hidalguense para más precisión, arribó a la Plaza de Las Ventas, con fama de que en ella se lidian los toros de las pesadillas toreras, demudado y con la expresión congelada. Para animarlo, un aficionado le gritó:

--¡A ver si sales por la Puerta Grande! –la señal del triunfo-.

El diestro apenas balbuceó una respuesta:

--Me conformo con salir por mi propio pie y por ésta, la de arrastre.

La supervivencia asegurada, situándose lejos de los pitones, es decir de los riesgos, por encima de la ambición para alcanzar la gloria. No sé por qué me viene a la cabeza la figura del señor Calderón. ¿La puerta grande o la de arrastre, señor?

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E-mail: rafloret@hotmail.com

Rafael Loret de Mola
Escritor

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