Desafío Publicación: MIÉRCOLES 31 DE MARZO DE 2010
*Flagelos Extendidos
*Duelo entre Fariseos
*Quiebra del Vaticano
Por Rafael Loret de Mola
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Los cuatro jinetes del Apocalipsis, en la era actual, han mudado de jamelgos. Sin soslayo de los males que causan las guerras y las hambrunas -–la peste y el cólera tienen referentes distintos--, podría concluirse que los flagelos más ominosos son: el narcotráfico, el terrorismo, los pederastas y los plagiarios que son el numen de la descomposición moral, social y política de una sociedad que se ha formado con violencia aun cuando todavía parece anclada en ciertos complejos retrógradas tales como la represión sexual.
Y lo expongo con un ejemplo: ¿Cuántos padres mexicanos toleran que sus pequeños se pasen horas viendo las depredadoras series televisivas y no permiten, al mismo tiempo, que tengan el menor contacto con escenas de contenido erótico?¿Acaso el sexo es más destructivo que la violencia sorda? Pocos asumen que, por cada minuto y a través de todas las cadenas televisoras, por ejemplo, se transmiten, nada menos, veintiún actos violentos con la consiguiente exhibición de cadáveres, pistoleros, aguerridos marines, gángsters sin fronteras, mafiosos empedernidos y ricachones que defienden sus haberes a sangre y fuego para exaltar con ello los privilegios de los modernos mercados capitalistas en donde el consumo y el estatus lo son todo.
Los narcos han extendido las cortinas del terror para marcar sus propias pautas. Incluso algunos cotidianos de la frontera, específicamente de Nuevo Laredo y Reynosa, han optado por claudicar ante la impotencia crítica: amenazados y, más que eso, afrentados –incluso mediante ataques directos a sus redacciones y la “desaparición” y ejecución de reporteros y directivos involucrados con tareas de investigación-, optaron por sobrevivir y así lo comunicaron a sus lectores, a costa claro de evitar cuestionamientos contra quienes mandan, en serio, en sus territorios. Jamás la libertad de prensa había estado tan acotada, ni siquiera bajo los autoritarismos más exacerbados.
En cuanto a los plagiarios, sus feudos parecen intocables. No se olvide, por ejemplo, que fue en Morelos en donde los secuestros se hicieron industria hasta convertirse en corporativos sinuosos con la tolerancia aviesa de las autoridades cuyas fortunas nunca han sido siquiera investigadas aunque, por supuesto, representen los hilos conductores entre el amafiamiento y la simulación grotesca.
Sobre los pederastas, en el nivel del asombro, los escándalos prosiguen hasta el punto de salpicar a la Iglesia Católica, en general, y a la memoria de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, en lo particular, con las terribles evidencias sobre la doble moral, inaceptable aunque revienten de ira los adoradores del personaje que incluso intentan justificarlo lanzando descalificaciones contra cuantos lo señalan. El argumento baladí de que, en todo caso, está más extendido el horror en la sociedad subrayando que es mínima la erosión moral dentro de la Iglesia, no hace sino corroborar la miseria humana de cuantos son incapaces siquiera del menor acto de contrición, fundamento para la redención de los pecados.
Sobre el cuarto flagelo, el terrorismo, también las deformaciones, menos cercanas a la comunidad nacional, perfilan todas las hipocresías concebibles. Por ejemplo, por oponerme a los crímenes de los llamados etarras, quienes alegan ser miembros de un ejército de liberación para los cuales asesinar inocentes son daños colaterales sin importancia, me han dicho “vascófobo”, como si sólo los extremistas representaran al pueblo vasco y únicamente existieran los nacionalistas para los cuales cualquier referente sobre España es poco menos que infamante.
Dicen que los españoles de hoy se han acostumbrado a vivir bajo el permanente acecho de la violencia que puede estallar en cualquier rincón, y en cualquier momento, sin posibilidad alguna de defensa. Y, sin embargo, a diferencia de cuanto pasa en México, las amenazas potenciales no inhiben a los mismos a procurar desdeñar el asunto exacerbando atractivos y placeres mundanos en una España que, poco a poco, se aleja de raíces y propósitos comunes para exaltar los egoísmos, xenofobia incluida, sin el menor recato.
Tres de cuatro apocalípticos modernos, por decirlo de alguna manera, tienen asiento y cumbre en nuestro país. Sin soslayar la posibilidad de que el cuarto malhadado jinete saque la cabeza en cualquier momento, aprovechando digamos los tiempos electorales y la escasa capacidad de reacción de un gobierno en ausencia, rebasado y maniatado, que pese a ello reclama credibilidad a una sociedad atenaceada y ahíta. Como si tal pudiese darse por decreto, dando seguimiento a la corta visión del mandatario federal en funciones, ante un pueblo dispuesto sólo para obedecer a ciegas. ¿Y la democracia?
Los flagelos, sin duda, modificarán sensiblemente los escenarios previsibles.
Debate
Durante la campaña presidencial de 1982, el aspirante priísta, Miguel de la Madrid, ideó ampliar líneas reuniéndose, en cada plaza, con los principales representantes del empresariado, el periodismo... y el clero. Fue fama que no dejó de visitar a uno solo de los Obispos, acudiendo a sus residencias con menoscabo de los protocolos, haciéndoles sentir que sus opiniones, por lo general distintas a las oficiales, marcarían la paulatina transformación general bajo el manto de la “renovación moral”. La falacia duró hasta que brotaron las apetencias, políticas y personales, de este personaje.
En vísperas de su gira por Guanajuato, le formulé a De la Madrid una interrogante directa y precisa:
--¿Es usted católico?
El aludido se tomó su tiempo mientras agudizaba el movimiento de las pestañas y cruzaba las manos para intentar parecer relajado. Y, al fin, respondió con une evasiva:
--Soy un convencido del laicismo del Estado y la correcta separación con la Iglesia. Y cualquier respuesta a lo que plantea podría resultar una inducción. Por ello me abstengo.
¡Y lo decía quien había peregrinado, entre seminarios y conventos, en demanda de bendiciones para asegurar su complejo recorrido presidencial! De allí la complejidad enorme de las interrelaciones que desembocan, no pocas veces, en ciertos entendidos con sabor a chantajes mutuos.
La derecha en el poder, contra lo que pudiera pensarse, no está tan cerca de la alta jerarquía eclesiástica que acaso le demanda una actitud más complaciente y hasta incondicional. No son pocos los Obispos que, de plano, manifiestan malestar y críticas al quehacer gubernamental si bien, por el momento, han cesado en sus señalamientos con tal de guarecerse de las andanadas sostenidas sobre los casos de pederastas, sobre todo el del michoacano Maciel, abominables.
Mal ha reaccionado el Episcopado mexicano al respecto, francamente con saldos muy negativos. Inducir que es disculpa la multiplicación de abusos en la sociedad civil e incluso suponer que todo el escándalo deviene de una conjura general, acaso promovida por la comunidad judía, cae en la torpeza de pretender tapar el sol con las llagas de los dedos. Nada más inapropiado ante una sociedad en estado de maduración política y con creciente capacidad para plantearse polémicas agudas rechazando, si bien gradualmente, las inducciones perniciosas.
Recuérdese que el valor primigenio de la Iglesia es, precisamente, la autoridad moral cuyas nutrientes principales son los liderazgos naturales ejercidos por sacerdotes y misioneros. A tal es a lo que tanto temían los Constituyentes de Querétaro listos a optar por la segregación de los religiosos a quienes se condujo, sin remedio, a la clandestinidad política. Cuando se han cumplido noventa y tres años de la promulgación de la Carta Magna, no son pocos los liberales que señalan hacia la degradación moral de los pederastas eclesiásticos para con ello atenacear a los conservadores.
El Reto
Pero, ¿quiénes protegieron a Maciel? No podemos limitarnos a observar la perspectiva local cuando el asunto cobró dimensiones universales. Esto es, ¿por qué se le defendió desde la Santa Sede cuando cobraban forma las desesperadas denuncias de los afrentados?
La versión que conozco tiene su origen en la quiebra del Banco Ambrosiano que acaso precipitó los acontecimientos sobre el cadáver de Juan Pablo I. El sucesor de éste, Juan Pablo II, el Magno, tomó las riendas de la Iglesia confrontando una severa crisis financiera derivada de la pésima administración del célebre Obispo Paul Marcinkus. Y fue Maciel, sin duda, uno de quienes asumieron el papel de rescatadores en plena catarsis y con las mafias desorbitadas apurando asesinatos.
Por ello, en los corrillos religiosos de nuestro país, no cesa de hablarse de un efecto doloroso y retardado tras corroborarse la vida doble, esto es la doble moral, de Maciel, protector además de las mujeres de Fox, de Lilián de la Concha y Marta Sahagún. Todos los caminos se encuentran. Y por ello se dice que la beatificación del gran Papa amigo de México... deberá esperar. Abundaremos.
La Anécdota
David Yallop, en las conclusiones de su célebre ensayo “En el Nombre de Dios”, -Diana, 1984-, resume así sus acusaciones:
--“Mi libro acusa al Arzobispo Paul Marcinkus de su implicación criminal directa con respecto a la quiebra del Banco Ambrosiano y a la desaparición de 1.3 billón de dólares. Al igual que el asesinato de Albino Luciani (el llamado “Papa de la sonrisa”), este es otro crimen que el Vaticano negó con vehemencia”.
Por cierto desde la publicación de este libro, de acuerdo a la versión del autor, la Santa Sede ha pagado 250 millones de dólares a los acreedores del arruinado banco. Y Marcinkus no dudó en exhibirse como el principal e insustituible... “guarura” del Papa Wojtyla.
En este punto, sin duda, se origina la controversia sobre Maciel. Afróntela, con inteligencia, quienes desean preservar la institución por él fundada; no caigan en la torpeza de lanzar juicios temerarios contra sus acusadores. Mediten lo conducente en esta Semana Mayor.
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Blog: http://www.rafaelloredemola.blogspot.com
E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
miércoles, 31 de marzo de 2010
jueves, 25 de marzo de 2010
SOCIEDAD CON MIEDO
Desafío Publicación: JUEVES 25 DE MARZO DE 2010
*Sociedad con Miedo
*Sitio en Los Pinos
*Fórmula de Gobierno
Por Rafael Loret de Mola
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En 1994, los observadores expertos tardaron en explicar el fenómeno electoral aduciendo que los mexicanos, pese a tantos escenarios de corrupción, habían votado en pro del continuismo y en contra de la barbarie... aunque ésta hubiese sido, como paradoja brutal, la condición imperante en el fin del sexenio salinista. De seguir los mismos en el poder, como demandaban los resultados, eran previsibles nuevos ajustes de cuentas entre los bandos políticos, infiltrados ya por los cárteles en ascenso –la Procuraduría General estimó siempre que esta línea impedía cerrar el manoseado expediente del crimen de Lomas Taurinas-, contrariando con ello la supuesta directriz del colectivo manifestada en las urnas. Entonces, ¿para qué habían sufragado los mexicanos?
En aquella perspectiva hubo dos lecturas relevantes:
1.- El candidato más gris, políticamente hablando, de cuantos había postulado el PRI y quien debió reducir su campaña a sólo tres meses, Ernesto Zedillo, se convirtió en el mexicano más votado de la historia. Lo es hasta ahora con un alforja con más de 17 millones de sufragios, muy lejanos a los resultados obtenidos por Vicente Fox y los “reconocidos” a favor de Felipe Calderón.
2.- El asesinato de Luis Donaldo Colosio, a mansalva y sin que aún se determinen las autorías intelectuales para sostener oficialmente la tesis del “tirador solitario”, se convirtió, por añadidura, en el más exitoso de los actos proselitistas del partido oficial aunque el señalamiento nos produzca náuseas. A partir del magnicidio los momios cambiaron y los opositores, sobre todo el panista Diego Fernández de Cevallos, mordieron el polvo e incluso optaron por replegarse para dejar pasar, una vez más, la pesada maquinaria institucional.
Fue en este punto en donde comenzamos a desenredar la madeja. Hubiese sido ingenuo considerar que la operatividad del suspirante oscuro habría sido suficiente para trocar las cosas; o que la disidencia, sencillamente, naufragara bajo la presión de las circunstancias y los anuncios de mayor violencia. Escuché decir a algún priísta empedernido, con intenciones de explicar el fenómeno:
--Cuando están ante las urnas, a los mexicanos les tiembla la mano y votan por el PRI. Saben que otra cosa podría asfixiarlos.
Entendí, por supuesto, que tal era la filosofía del miedo, cuyo secreto es extenderlo tanto como sea posible para hacerlo pesar en cada conciencia vulnerable y por ende manipulable. El temor no sólo a la destrucción del propio entorno sino también a los riesgos de otear hacia otras perspectivas para intentar vencer las grandes inercias del establishment y a cuantos, sexenio a sexenio, se cubren entre sí las espaldas para seguir medrando con el conformismo y la perseverante resignación.
Miedo a los subversivos y a lo desconocido; a los terremotos financieros y políticos; a las vendettas de las mafias organizadas y al alza, también socialmente, mientras los partidos se empequeñecen o extravían cada vez a un ritmo mayor; a las destemplanzas y a las crisis que asfixian los hogares y depauperan a cuantos dependen de sus emolumentos cotidianos; a los poderosos del norte que aprovechan cada una de nuestras debilidades ancestrales para expandirse y marginarnos. Miedo, en fin, al cambio de estafeta en ausencia de conocimientos firmes sobre quienes podrían reemplazar a los predadores de la vieja e intratable clase política.
Con el temor aflorando desde cada elector, tras la prolongación de los homicidios políticos –tras las elecciones cayó Francisco Ruiz Massie como víctima de una intriga palaciega con tintes de cobardes venganzas personales-, Zedillo fue ungido mandatario aun cuando no se lo hubiera planteado cuando ingresó al gabinete de Salinas. Acaso pensaba que los consejos de Joseph-Marie Córdoba Montoya, quien aseguró su plan alternativo contra las corrientes triunfalistas, eran sólo buenos deseos... hasta que la sangre política corrió en una ladera de Tijuana desde donde la frontera se extiende zigzagueante como cada episodio de la crónica del México moderno.
Dieciséis años después acaso han cambiado algunos rostros y otros sólo muestran el maquillaje obligado por el paso del tiempo. Pero el miedo no se ha ido. Permanece en rincones y rúas, en oficinas y hogares, en cada empresa y en los partidos políticos; también entre los mandos castrenses en donde nadie se atreve a señalar a los perniciosos; y no se diga en los escenarios gubernamentales marcados por el medio tiempo del mandatario en funciones y las posteriores cotidianas entre quienes representan la seguridad del Estado pero no se inhiben al desprenderse de los uniformes y las jerarquías para sentirse más poderosos, institucionalmente hablando, que los conflictos resistentes a los que no pueden superar. Son sólo unas horas y enseguida vuelve el miedo.
Debate
El temor arraigado crece. Debo confesar a mis amables lectores que en ninguna otra ocasión, como ahora, ha sido tan manifiesto el miedo entre cuantos integramos esta compleja y plural sociedad mexicana. Ni bajo los flagelos de los autoritarismos presidenciales –digamos, 1968-, ni en aquellos días -otra vez 1994- cuando despertamos al año nuevo con el clamor del “Ya Basta” en voces que parecían entonces irreductibles.
Ahora todo es angustia. Lo mismo la percepción de que, “en cualquier momento”, nos llega una catástrofe sísmica como la de Chile o Haití, o la que indica hacia la descomposición política extrema para explicar algunas candidaturas con sesgos de parodias. Lo peor no es cuanto observamos alrededor del acorralado Calderón –su rostro, cada día, es reflejo de su propia impotencia operativa-, sino al medir intenciones, perfiles y bocetos de cuantos aspiran a ganar el futuro inmediato sin otro plan que sentarse en la novelada “silla del águila” para alcanzar la utopía de sentirse semidioses.
Insisto: incluso en el cauce de las editoriales, por donde deambula este columnista, encuentro los mismos rastros del miedo. Jamás las presiones habían sido tan sostenidas y estrictas, tan frecuentes, sobre emisoras, cotidianos y empresas diversas de comunicación. Antes podía dialogarse con los emisarios del gobierno federal –aun cuando poco pudiera hacerse ante una consigna salvo acatarla-; ahora los mismos exigen pero no cesan sus afanes persecutorios ni siquiera cuando las consignas son cumplimentadas. El agobio es insoportable entre quienes deben matizar las amenazas sin claudicar en los principios torales sobre la libertad de expresión.
Por eso, desde luego, crece el miedo. Más cuando se establece que quienes advierten son los mandos con fuerza pública. El conflicto es que, además, el mismo entorno sirve de camuflaje: si se afrenta a un periodista, por ejemplo, ¿no es bastante más sencillo culpar de ello a la delincuencia organizada sin mirar la viga gubernamental? Y desde este punto se expanden las censuras.
Hay miedo, igualmente, entre la clase política que reconoce la presencia de capos y cárteles como elementos definitorios de los procesos. En algunas entidades, como Sinaloa, la estabilidad de las candidaturas depende, en gran medida, de las buenas “alianzas” o de las complicidades, para decirlo sin eufemismos. Así me lo han reconocido varios de los protagonistas. Y lo que falta, por desgracia.
Pero no hay temor mayor, subrayo, que el del gesto presidencial atribulado por la imposibilidad de ofrecer resultados no sólo en Ciudad Juárez sino ante la nación atribulada. Se le fue el tiempo, sí, sin ganarse los controles ni asegurar las lealtades. Está más solo que nunca, sitiado en la propia residencia oficial, sin otra ilusión más que el tiempo pase volando. Pero el miedo no se irá tan fácilmente.
El Reto
Peor es cuando los temores se topan con los engaños superlativos. ¿No es angustiante, cuando menos, corroborar que el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, difunda la versión de que la violencia ha disminuido en cuarenta por ciento sobre los cadáveres de los ejecutados en Juárez?¿Y ridículo, sí, que César Nava –mejor conocido como “Cesarín” o “Pinocho”-, dirigente nacional del PAN, se parodie a sí mismo admitiendo, de hecho, que la solicitud de licencia para separarse de la Cámara baja perentoriamente no era por cumplir como jefe de las campañas de su partido sino para rendirse a los pies de la cantante Patylu, Patricia Sirvent, con quien hace un contraste de todo y para todo? Un rosario de mentiras.
¿Cómo no sentir miedo ante la concatenación de hechos que surgen por efecto de la negligencia oficial, acaso por privilegiar las tardeadas en Los Pinos por encima del clamor general? Primero, claro, la seguridad del mandatario; después, todo lo demás. Y los eslabones siguen y siguen, sin final previsible. La frivolidad, por supuesto, es exultante.
Por ello la sociedad está atemorizada. No sólo porque el gobierno resulta ineficaz sino, sobre todo, porque de sus omisiones surgen los espacios que cubren las mafias dominantes, cada vez más prepotentes e intolerantes. Y los políticos están rendidos ante ellas.
La Anécdota
Entre los viejos lobos de la política se apuesta por los apotegmas notables que definen y describen no sólo al sistema sino a los mexicanos mismos.
Así, un conocido ex gobernador del sureste solía repetir:
--Definitivamente, se puede gobernar de muchas maneras... menos con miedo.
Explicaba que el temor ofusca y cancela los controles, aprieta el espíritu y anula toda iniciativa personal. Los medrosos deben asumir que no están hechos para el liderazgo ni, mucho menos, para el ejercicio de las funciones públicas porque su timidez inhibe cualquier posible decisión.
Vale el mensaje para quien quiera recibirlo en el turbulento México de hoy.
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Blog: http://www.rafaelloretdemola.blogspot.com
E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
*Sociedad con Miedo
*Sitio en Los Pinos
*Fórmula de Gobierno
Por Rafael Loret de Mola
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En 1994, los observadores expertos tardaron en explicar el fenómeno electoral aduciendo que los mexicanos, pese a tantos escenarios de corrupción, habían votado en pro del continuismo y en contra de la barbarie... aunque ésta hubiese sido, como paradoja brutal, la condición imperante en el fin del sexenio salinista. De seguir los mismos en el poder, como demandaban los resultados, eran previsibles nuevos ajustes de cuentas entre los bandos políticos, infiltrados ya por los cárteles en ascenso –la Procuraduría General estimó siempre que esta línea impedía cerrar el manoseado expediente del crimen de Lomas Taurinas-, contrariando con ello la supuesta directriz del colectivo manifestada en las urnas. Entonces, ¿para qué habían sufragado los mexicanos?
En aquella perspectiva hubo dos lecturas relevantes:
1.- El candidato más gris, políticamente hablando, de cuantos había postulado el PRI y quien debió reducir su campaña a sólo tres meses, Ernesto Zedillo, se convirtió en el mexicano más votado de la historia. Lo es hasta ahora con un alforja con más de 17 millones de sufragios, muy lejanos a los resultados obtenidos por Vicente Fox y los “reconocidos” a favor de Felipe Calderón.
2.- El asesinato de Luis Donaldo Colosio, a mansalva y sin que aún se determinen las autorías intelectuales para sostener oficialmente la tesis del “tirador solitario”, se convirtió, por añadidura, en el más exitoso de los actos proselitistas del partido oficial aunque el señalamiento nos produzca náuseas. A partir del magnicidio los momios cambiaron y los opositores, sobre todo el panista Diego Fernández de Cevallos, mordieron el polvo e incluso optaron por replegarse para dejar pasar, una vez más, la pesada maquinaria institucional.
Fue en este punto en donde comenzamos a desenredar la madeja. Hubiese sido ingenuo considerar que la operatividad del suspirante oscuro habría sido suficiente para trocar las cosas; o que la disidencia, sencillamente, naufragara bajo la presión de las circunstancias y los anuncios de mayor violencia. Escuché decir a algún priísta empedernido, con intenciones de explicar el fenómeno:
--Cuando están ante las urnas, a los mexicanos les tiembla la mano y votan por el PRI. Saben que otra cosa podría asfixiarlos.
Entendí, por supuesto, que tal era la filosofía del miedo, cuyo secreto es extenderlo tanto como sea posible para hacerlo pesar en cada conciencia vulnerable y por ende manipulable. El temor no sólo a la destrucción del propio entorno sino también a los riesgos de otear hacia otras perspectivas para intentar vencer las grandes inercias del establishment y a cuantos, sexenio a sexenio, se cubren entre sí las espaldas para seguir medrando con el conformismo y la perseverante resignación.
Miedo a los subversivos y a lo desconocido; a los terremotos financieros y políticos; a las vendettas de las mafias organizadas y al alza, también socialmente, mientras los partidos se empequeñecen o extravían cada vez a un ritmo mayor; a las destemplanzas y a las crisis que asfixian los hogares y depauperan a cuantos dependen de sus emolumentos cotidianos; a los poderosos del norte que aprovechan cada una de nuestras debilidades ancestrales para expandirse y marginarnos. Miedo, en fin, al cambio de estafeta en ausencia de conocimientos firmes sobre quienes podrían reemplazar a los predadores de la vieja e intratable clase política.
Con el temor aflorando desde cada elector, tras la prolongación de los homicidios políticos –tras las elecciones cayó Francisco Ruiz Massie como víctima de una intriga palaciega con tintes de cobardes venganzas personales-, Zedillo fue ungido mandatario aun cuando no se lo hubiera planteado cuando ingresó al gabinete de Salinas. Acaso pensaba que los consejos de Joseph-Marie Córdoba Montoya, quien aseguró su plan alternativo contra las corrientes triunfalistas, eran sólo buenos deseos... hasta que la sangre política corrió en una ladera de Tijuana desde donde la frontera se extiende zigzagueante como cada episodio de la crónica del México moderno.
Dieciséis años después acaso han cambiado algunos rostros y otros sólo muestran el maquillaje obligado por el paso del tiempo. Pero el miedo no se ha ido. Permanece en rincones y rúas, en oficinas y hogares, en cada empresa y en los partidos políticos; también entre los mandos castrenses en donde nadie se atreve a señalar a los perniciosos; y no se diga en los escenarios gubernamentales marcados por el medio tiempo del mandatario en funciones y las posteriores cotidianas entre quienes representan la seguridad del Estado pero no se inhiben al desprenderse de los uniformes y las jerarquías para sentirse más poderosos, institucionalmente hablando, que los conflictos resistentes a los que no pueden superar. Son sólo unas horas y enseguida vuelve el miedo.
Debate
El temor arraigado crece. Debo confesar a mis amables lectores que en ninguna otra ocasión, como ahora, ha sido tan manifiesto el miedo entre cuantos integramos esta compleja y plural sociedad mexicana. Ni bajo los flagelos de los autoritarismos presidenciales –digamos, 1968-, ni en aquellos días -otra vez 1994- cuando despertamos al año nuevo con el clamor del “Ya Basta” en voces que parecían entonces irreductibles.
Ahora todo es angustia. Lo mismo la percepción de que, “en cualquier momento”, nos llega una catástrofe sísmica como la de Chile o Haití, o la que indica hacia la descomposición política extrema para explicar algunas candidaturas con sesgos de parodias. Lo peor no es cuanto observamos alrededor del acorralado Calderón –su rostro, cada día, es reflejo de su propia impotencia operativa-, sino al medir intenciones, perfiles y bocetos de cuantos aspiran a ganar el futuro inmediato sin otro plan que sentarse en la novelada “silla del águila” para alcanzar la utopía de sentirse semidioses.
Insisto: incluso en el cauce de las editoriales, por donde deambula este columnista, encuentro los mismos rastros del miedo. Jamás las presiones habían sido tan sostenidas y estrictas, tan frecuentes, sobre emisoras, cotidianos y empresas diversas de comunicación. Antes podía dialogarse con los emisarios del gobierno federal –aun cuando poco pudiera hacerse ante una consigna salvo acatarla-; ahora los mismos exigen pero no cesan sus afanes persecutorios ni siquiera cuando las consignas son cumplimentadas. El agobio es insoportable entre quienes deben matizar las amenazas sin claudicar en los principios torales sobre la libertad de expresión.
Por eso, desde luego, crece el miedo. Más cuando se establece que quienes advierten son los mandos con fuerza pública. El conflicto es que, además, el mismo entorno sirve de camuflaje: si se afrenta a un periodista, por ejemplo, ¿no es bastante más sencillo culpar de ello a la delincuencia organizada sin mirar la viga gubernamental? Y desde este punto se expanden las censuras.
Hay miedo, igualmente, entre la clase política que reconoce la presencia de capos y cárteles como elementos definitorios de los procesos. En algunas entidades, como Sinaloa, la estabilidad de las candidaturas depende, en gran medida, de las buenas “alianzas” o de las complicidades, para decirlo sin eufemismos. Así me lo han reconocido varios de los protagonistas. Y lo que falta, por desgracia.
Pero no hay temor mayor, subrayo, que el del gesto presidencial atribulado por la imposibilidad de ofrecer resultados no sólo en Ciudad Juárez sino ante la nación atribulada. Se le fue el tiempo, sí, sin ganarse los controles ni asegurar las lealtades. Está más solo que nunca, sitiado en la propia residencia oficial, sin otra ilusión más que el tiempo pase volando. Pero el miedo no se irá tan fácilmente.
El Reto
Peor es cuando los temores se topan con los engaños superlativos. ¿No es angustiante, cuando menos, corroborar que el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, difunda la versión de que la violencia ha disminuido en cuarenta por ciento sobre los cadáveres de los ejecutados en Juárez?¿Y ridículo, sí, que César Nava –mejor conocido como “Cesarín” o “Pinocho”-, dirigente nacional del PAN, se parodie a sí mismo admitiendo, de hecho, que la solicitud de licencia para separarse de la Cámara baja perentoriamente no era por cumplir como jefe de las campañas de su partido sino para rendirse a los pies de la cantante Patylu, Patricia Sirvent, con quien hace un contraste de todo y para todo? Un rosario de mentiras.
¿Cómo no sentir miedo ante la concatenación de hechos que surgen por efecto de la negligencia oficial, acaso por privilegiar las tardeadas en Los Pinos por encima del clamor general? Primero, claro, la seguridad del mandatario; después, todo lo demás. Y los eslabones siguen y siguen, sin final previsible. La frivolidad, por supuesto, es exultante.
Por ello la sociedad está atemorizada. No sólo porque el gobierno resulta ineficaz sino, sobre todo, porque de sus omisiones surgen los espacios que cubren las mafias dominantes, cada vez más prepotentes e intolerantes. Y los políticos están rendidos ante ellas.
La Anécdota
Entre los viejos lobos de la política se apuesta por los apotegmas notables que definen y describen no sólo al sistema sino a los mexicanos mismos.
Así, un conocido ex gobernador del sureste solía repetir:
--Definitivamente, se puede gobernar de muchas maneras... menos con miedo.
Explicaba que el temor ofusca y cancela los controles, aprieta el espíritu y anula toda iniciativa personal. Los medrosos deben asumir que no están hechos para el liderazgo ni, mucho menos, para el ejercicio de las funciones públicas porque su timidez inhibe cualquier posible decisión.
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Rafael Loret de Mola
Escritor
miércoles, 24 de marzo de 2010
CANDADOS Y LLAVES
Desafío Publicación: Miércoles 24 de Marzo de 2010
*Candados y Llaves
*Comercio Político
*Armas: Gran Botín
Por Rafael Loret de Mola
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Los candados legales son, en México, fuentes de fobias, prejuicios y temores. En algunos casos, incluso, tienen dedicatoria precisa y reflejan, sin duda, la mediocridad de cuantos, uniendo intereses soterrados, en “bola” para decirlo coloquialmente, se sienten incapaces de remontar a los adversarios brillantes de otra manera. Así, por ejemplo, durante el Congreso Constituyente de 1917, lo mismo que en el de 1857, se marginó a los mexicanos hijos de extranjeros de cualquier pretensión presidencialista y lo mismo se segregó a religiosos y militares de la vida política, entre otras muchas decisiones sesgadas.
Para nadie es un secreto que cuando se apostó por las instituciones, suprimiendo de tajo a los caudillajes posrevolucionarios, uno de los prejuicios más arraigados, con ventilaciones históricas polarizadas, se dio en torno a los “curas de pueblo”, como desdeñosamente los calificaban, por cuanto significaban, cada quien en su feudo, verdaderos liderazgos naturales capaces de contrarrestar a quienes, por lo general mediante la fuerza bruta, se erigían en caciques aldeanos inamovibles. Las sotanas, entonces, eran un auténtico estorbo para la fusilería. Y, por supuesto, bajo el prurito de alcanzar la añorada paz social, se optó por marginar a los religiosos y también a los militares porque en ellos anidan, más que en ningún otro grupo de presión, los sueños golpistas.
Por supuesto, las maledicencias soterradas acaban por aflorar, sin remedio, y enfrentar las reformas obligadas por la dinámica social y política aunque para ello pasen décadas. Por ejemplo, hasta 1993, esto setenta y seis años después de la promulgación de la Carta Magna con sesgos fariseos indiscutibles, no fue posible poner en orden la normativa para rescatar a las iglesias de la clandestinidad jurídica y enderezar con ello la nave de una democracia siempre cernida a la voluntad central. Y tal se dio, por coincidencia casi perversa, durante un periodo presidencial, el de Carlos Salinas, que desembocó en la barbarie con inclusión del asesinato de un príncipe de la Iglesia, el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Las simulaciones han sido extremas. Y la línea sigue, sin remedio, en tanto se mantiene la demagogia en condición de escudo insondable. Porque, en esencia, los actuales legisladores, quienes aseveran haberse separado del presidencialismo asfixiante aun cuando éste sigue imponiendo las reglas y las iniciativas claves, no son sino continuadores de los viejos bandos, liberales y conservadores, que han medrado con la historia de México según sus personales apetencias. De allí los vaivenes incesantes entre la derecha y la izquierda bajo mandatos sólo aparentemente del mismo signo.
Sobre el particular, es destacable que así como los priístas no se parecían entre sí -¿existe alguna relación, por ejemplo, entre la izquierda cardenista y la derecha alemanista?-, los dos regímenes provenientes de Acción Nacional distan una barbaridad uno del otro en cuestiones ideológicas e incluso en cuanto a la praxis. El anterior, cernido a un cogobierno en ausencia de carácter por parte del titular del Ejecutivo, privilegió al empresariado como su sostén principal en tanto Felipe Calderón, quien ya riñó con los patrones, apuesta por el viejo corporativismo y se cierne, cada vez más, a las líneas de personajes deleznables como la poderosa “novia de Chucky”, Elba Esther.
No es de extrañar, por tanto, la puesta en escena de trampas tendenciosas, armadas al gusto de los pasajeros usufructuarios del poder central, y de acuerdo a los lineamientos de quienes ejercen dominio territorial y sostienen la fuerza fáctica, destinadas a quebrantar a los rivales incómodos, esto es a cuantos no se someten automáticamente a los designios superiores, aun cuando ello suponga elevar los niveles de simulación con el consiguiente sometimiento del colectivo inerme. Y, no pocas veces, ello se traduce en pugnas abiertas entre mafias con alcances similares, o cárteles para decirlo sin eufemismos, enfrentados también por los fueros políticos como si tales representaran el primero de los pasos para asegurarse los controles generales.
Por lo mismo se insiste en que cuantos están dispuestos a los “sacrificios” de las postulaciones partidistas, antes requieren ya no el aval presidencial sino el visto bueno de los poderosos, los capos claro, con ramificaciones multinacionales y padrinazgos continentales, sobre todo en el suelo estadounidense en donde los fariseísmos son mayores cuando sólo se observan pajas en los ojos ajenos.
En esta encrucijada, que se nos presenta casi sin salidas, está anclada la vida política de la nación en un año, el que corre, de enorme importancia para delinear el futuro inmediato y la consiguiente carrera por la sucesión presidencial en la que, de antemano, el bien parece vencido por cuantos apuestan al mal.
Debate
El Consejo Estatal Electoral de Sinaloa dispuso, con las líneas sectarias descritas, prohibir el uso de acrónimos en la propaganda de los candidatos a puestos de elección popular. Por acrónimo se entiende, de acuerdo al Diccionario Práctico de la Lengua Española (Grijalbo), la palabra “formada por sílabas o letras de otras”. La cuestión, por supuesto, estriba en cuál es el daño infringido a la democracia por cuantos pretendan el uso de los mismos. Dentro de poco las síntesis, los apodos y las contracciones serán también merecedoras de la descalificación sesgada. ¿Acaso tienen el sello de Belcebú?
Al paso que vamos será necesario legislar, dentro de muy poco, sobre las palabras, modismos, mexicanismos y sentencias que puedan usarse durante cada lid comicial para no “vulgarizar” los debates de acuerdo a los criterios de los invisibles siete sabios del establishment. Y será reo del fuego eterno quien ose hablar, por supuesto, de las satánicas “chachalacas”. No vaya a ser que se repita la terrible historia de los peligros para México. Tendremos que persignarnos, todos, ante las capillas de los falsos redentores.
¿Y todo por qué? Sencillo: en tierras sinaloenses, el senador Mario López Valdez, es conocido como “Malova”, esto es un acrónimo formado con las primeras sílabas de su nombre y apellidos y que trasladó a sus ferreterías, fuentes del patrimonio gregario, con todo y sus efectos comerciales. Y como ahora Malova ha optado por alejarse del PRI, al constatar las infiltraciones non santas de este partido erosionado por la voluntad del gobernador en ejercicio, Jesús Aguilar Padilla, tal basta para que sea merecedor de la “dedicatoria” por parte de un consejo electoral que se mueve al ritmo marcado por los operadores del mandatario. Pobre de aquel que pretenda romper la cadena de simulaciones, lugares comunes y valores entendidos. No en Sinaloa, desde donde salieron los capos relevantes del presente.
Habrá quienes digan que también el favorito de la dirigencia priísta amafiada, el ex alcalde de Culiacán, Jesús Vizcarra utiliza la sílaba “Viz” para enmarcar con ella a sus empresas rutilantes. Pese a ello, tal no tiene un contexto similar porque no se ha generalizado como en el caso de Malova. La distancia es abismal y, por supuesto, con ello se evidencia la tortuosa senda utilizada por los consejeros testaferros del gobernador. Una vergüenza que se aprecia per se, por sí misma, en un plano en el que la democracia es como pretenden dictarla desde las componendas inconfesables. Abyección pueril, nada más.
¿Así es como se construyen los escenarios democráticos para el mañana?¿De una vez no se animan a prohibir el uso de ciertos apellidos incómodos para exaltar con ello la jocosa imparcialidad de los “autónomos” rectores de los procesos electorales? Propongo el mío para el arranque.
El Reto
Desde Estados Unidos y Rusia se factura el 53 por ciento de las ventas de armamento en el mundo. Nuestros poderosos vecinos trasladan gran parte de los arsenales hacia México con el propósito de utilizar, como escala técnica y estratégica, a nuestro país. Un negocio que ha resultado redondo en materia subversiva por sus coberturas hacia el mercado negro, tan bien aprovechado por los grupos armados en rebeldía que ya son más de un centenera sobre territorio patrio.
¿Para cuándo, en serio, habrá de investigarse a las armerías instaladas en la línea fronteriza de los Estados Unidos con México –una cada cinco kilómetros-, como indiscutibles fuentes del recrudecimiento de la violencia y las vendettas a través de las entidades limítrofes con el vecino país del norte? Si se siguen las vertientes, ténganlo por seguro, podrá llegarse ante los padrinos que hoy permanecen “ocultos” estrechando las complicidades, sobre todo, con los mandos judiciales y castrenses.
Tal sería, por supuesto, bastante más efectivo que los inútiles periplos de Calderón por Ciudad Juárez y sus secuelas marcadas por la impudicia política. Las banderas de la demagogia se agitan a todo poder.
La Anécdota
Cuando visité, hace justamente ocho años, al defenestrado general Jesús Gutiérrez Rebollo, en el pelan de alta seguridad de Almoloya, éste me confió un nombre como “clave” para comprender las dimensiones del contrabando de armas hacia México y su contexto:
--Jaime Camil Garza –oriundo de Torreón e intocable desde hace ya varios sexenios-.
Por cierto, la esposa de Camil, la modelo Toni Starr, estuvo antes matrimoniada, nada menos, con Carlos Trouyet junior, heredero de una de las mayores fortunas de México, y otro de los factores significativos en las interrelaciones de los ex mandatarios. ¿Cuándo se inició el contubernio? Un amigo de esta columna asegura tener la pieza que falta para armar el rompecabezas:
--No te olvides –me dice- que Alicia “Licha” de la Madrid Hurtado, hermana de Miguel, fue la secretaria, con fama de muy eficiente, de Carlos Trouyet Sr.
La década de los ochenta, con Miguel de la Madrid instalado en Los Pinos, puede marcar el inicio no sólo del “boom” del narcotráfico.
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Blog: http://www.rafaelloretdemola.blogspot.com
E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
*Candados y Llaves
*Comercio Político
*Armas: Gran Botín
Por Rafael Loret de Mola
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Los candados legales son, en México, fuentes de fobias, prejuicios y temores. En algunos casos, incluso, tienen dedicatoria precisa y reflejan, sin duda, la mediocridad de cuantos, uniendo intereses soterrados, en “bola” para decirlo coloquialmente, se sienten incapaces de remontar a los adversarios brillantes de otra manera. Así, por ejemplo, durante el Congreso Constituyente de 1917, lo mismo que en el de 1857, se marginó a los mexicanos hijos de extranjeros de cualquier pretensión presidencialista y lo mismo se segregó a religiosos y militares de la vida política, entre otras muchas decisiones sesgadas.
Para nadie es un secreto que cuando se apostó por las instituciones, suprimiendo de tajo a los caudillajes posrevolucionarios, uno de los prejuicios más arraigados, con ventilaciones históricas polarizadas, se dio en torno a los “curas de pueblo”, como desdeñosamente los calificaban, por cuanto significaban, cada quien en su feudo, verdaderos liderazgos naturales capaces de contrarrestar a quienes, por lo general mediante la fuerza bruta, se erigían en caciques aldeanos inamovibles. Las sotanas, entonces, eran un auténtico estorbo para la fusilería. Y, por supuesto, bajo el prurito de alcanzar la añorada paz social, se optó por marginar a los religiosos y también a los militares porque en ellos anidan, más que en ningún otro grupo de presión, los sueños golpistas.
Por supuesto, las maledicencias soterradas acaban por aflorar, sin remedio, y enfrentar las reformas obligadas por la dinámica social y política aunque para ello pasen décadas. Por ejemplo, hasta 1993, esto setenta y seis años después de la promulgación de la Carta Magna con sesgos fariseos indiscutibles, no fue posible poner en orden la normativa para rescatar a las iglesias de la clandestinidad jurídica y enderezar con ello la nave de una democracia siempre cernida a la voluntad central. Y tal se dio, por coincidencia casi perversa, durante un periodo presidencial, el de Carlos Salinas, que desembocó en la barbarie con inclusión del asesinato de un príncipe de la Iglesia, el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Las simulaciones han sido extremas. Y la línea sigue, sin remedio, en tanto se mantiene la demagogia en condición de escudo insondable. Porque, en esencia, los actuales legisladores, quienes aseveran haberse separado del presidencialismo asfixiante aun cuando éste sigue imponiendo las reglas y las iniciativas claves, no son sino continuadores de los viejos bandos, liberales y conservadores, que han medrado con la historia de México según sus personales apetencias. De allí los vaivenes incesantes entre la derecha y la izquierda bajo mandatos sólo aparentemente del mismo signo.
Sobre el particular, es destacable que así como los priístas no se parecían entre sí -¿existe alguna relación, por ejemplo, entre la izquierda cardenista y la derecha alemanista?-, los dos regímenes provenientes de Acción Nacional distan una barbaridad uno del otro en cuestiones ideológicas e incluso en cuanto a la praxis. El anterior, cernido a un cogobierno en ausencia de carácter por parte del titular del Ejecutivo, privilegió al empresariado como su sostén principal en tanto Felipe Calderón, quien ya riñó con los patrones, apuesta por el viejo corporativismo y se cierne, cada vez más, a las líneas de personajes deleznables como la poderosa “novia de Chucky”, Elba Esther.
No es de extrañar, por tanto, la puesta en escena de trampas tendenciosas, armadas al gusto de los pasajeros usufructuarios del poder central, y de acuerdo a los lineamientos de quienes ejercen dominio territorial y sostienen la fuerza fáctica, destinadas a quebrantar a los rivales incómodos, esto es a cuantos no se someten automáticamente a los designios superiores, aun cuando ello suponga elevar los niveles de simulación con el consiguiente sometimiento del colectivo inerme. Y, no pocas veces, ello se traduce en pugnas abiertas entre mafias con alcances similares, o cárteles para decirlo sin eufemismos, enfrentados también por los fueros políticos como si tales representaran el primero de los pasos para asegurarse los controles generales.
Por lo mismo se insiste en que cuantos están dispuestos a los “sacrificios” de las postulaciones partidistas, antes requieren ya no el aval presidencial sino el visto bueno de los poderosos, los capos claro, con ramificaciones multinacionales y padrinazgos continentales, sobre todo en el suelo estadounidense en donde los fariseísmos son mayores cuando sólo se observan pajas en los ojos ajenos.
En esta encrucijada, que se nos presenta casi sin salidas, está anclada la vida política de la nación en un año, el que corre, de enorme importancia para delinear el futuro inmediato y la consiguiente carrera por la sucesión presidencial en la que, de antemano, el bien parece vencido por cuantos apuestan al mal.
Debate
El Consejo Estatal Electoral de Sinaloa dispuso, con las líneas sectarias descritas, prohibir el uso de acrónimos en la propaganda de los candidatos a puestos de elección popular. Por acrónimo se entiende, de acuerdo al Diccionario Práctico de la Lengua Española (Grijalbo), la palabra “formada por sílabas o letras de otras”. La cuestión, por supuesto, estriba en cuál es el daño infringido a la democracia por cuantos pretendan el uso de los mismos. Dentro de poco las síntesis, los apodos y las contracciones serán también merecedoras de la descalificación sesgada. ¿Acaso tienen el sello de Belcebú?
Al paso que vamos será necesario legislar, dentro de muy poco, sobre las palabras, modismos, mexicanismos y sentencias que puedan usarse durante cada lid comicial para no “vulgarizar” los debates de acuerdo a los criterios de los invisibles siete sabios del establishment. Y será reo del fuego eterno quien ose hablar, por supuesto, de las satánicas “chachalacas”. No vaya a ser que se repita la terrible historia de los peligros para México. Tendremos que persignarnos, todos, ante las capillas de los falsos redentores.
¿Y todo por qué? Sencillo: en tierras sinaloenses, el senador Mario López Valdez, es conocido como “Malova”, esto es un acrónimo formado con las primeras sílabas de su nombre y apellidos y que trasladó a sus ferreterías, fuentes del patrimonio gregario, con todo y sus efectos comerciales. Y como ahora Malova ha optado por alejarse del PRI, al constatar las infiltraciones non santas de este partido erosionado por la voluntad del gobernador en ejercicio, Jesús Aguilar Padilla, tal basta para que sea merecedor de la “dedicatoria” por parte de un consejo electoral que se mueve al ritmo marcado por los operadores del mandatario. Pobre de aquel que pretenda romper la cadena de simulaciones, lugares comunes y valores entendidos. No en Sinaloa, desde donde salieron los capos relevantes del presente.
Habrá quienes digan que también el favorito de la dirigencia priísta amafiada, el ex alcalde de Culiacán, Jesús Vizcarra utiliza la sílaba “Viz” para enmarcar con ella a sus empresas rutilantes. Pese a ello, tal no tiene un contexto similar porque no se ha generalizado como en el caso de Malova. La distancia es abismal y, por supuesto, con ello se evidencia la tortuosa senda utilizada por los consejeros testaferros del gobernador. Una vergüenza que se aprecia per se, por sí misma, en un plano en el que la democracia es como pretenden dictarla desde las componendas inconfesables. Abyección pueril, nada más.
¿Así es como se construyen los escenarios democráticos para el mañana?¿De una vez no se animan a prohibir el uso de ciertos apellidos incómodos para exaltar con ello la jocosa imparcialidad de los “autónomos” rectores de los procesos electorales? Propongo el mío para el arranque.
El Reto
Desde Estados Unidos y Rusia se factura el 53 por ciento de las ventas de armamento en el mundo. Nuestros poderosos vecinos trasladan gran parte de los arsenales hacia México con el propósito de utilizar, como escala técnica y estratégica, a nuestro país. Un negocio que ha resultado redondo en materia subversiva por sus coberturas hacia el mercado negro, tan bien aprovechado por los grupos armados en rebeldía que ya son más de un centenera sobre territorio patrio.
¿Para cuándo, en serio, habrá de investigarse a las armerías instaladas en la línea fronteriza de los Estados Unidos con México –una cada cinco kilómetros-, como indiscutibles fuentes del recrudecimiento de la violencia y las vendettas a través de las entidades limítrofes con el vecino país del norte? Si se siguen las vertientes, ténganlo por seguro, podrá llegarse ante los padrinos que hoy permanecen “ocultos” estrechando las complicidades, sobre todo, con los mandos judiciales y castrenses.
Tal sería, por supuesto, bastante más efectivo que los inútiles periplos de Calderón por Ciudad Juárez y sus secuelas marcadas por la impudicia política. Las banderas de la demagogia se agitan a todo poder.
La Anécdota
Cuando visité, hace justamente ocho años, al defenestrado general Jesús Gutiérrez Rebollo, en el pelan de alta seguridad de Almoloya, éste me confió un nombre como “clave” para comprender las dimensiones del contrabando de armas hacia México y su contexto:
--Jaime Camil Garza –oriundo de Torreón e intocable desde hace ya varios sexenios-.
Por cierto, la esposa de Camil, la modelo Toni Starr, estuvo antes matrimoniada, nada menos, con Carlos Trouyet junior, heredero de una de las mayores fortunas de México, y otro de los factores significativos en las interrelaciones de los ex mandatarios. ¿Cuándo se inició el contubernio? Un amigo de esta columna asegura tener la pieza que falta para armar el rompecabezas:
--No te olvides –me dice- que Alicia “Licha” de la Madrid Hurtado, hermana de Miguel, fue la secretaria, con fama de muy eficiente, de Carlos Trouyet Sr.
La década de los ochenta, con Miguel de la Madrid instalado en Los Pinos, puede marcar el inicio no sólo del “boom” del narcotráfico.
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E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
lunes, 22 de marzo de 2010
SECTARISMO EXITOSO
Desafío Publicación: LUNES 22 DE MARZO DE 2010
*Sectarismo Exitoso
*Secretos Costeros
*Eficaz Secretaria
Por Rafael Loret de Mola
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Según los indicios recientes será muy difícil que prospere la iniciativa presidencial en pro de las candidaturas independientes; y en la misma tesitura se encuentran las propuestas acerca de una segunda vuelta electoral y la reelección directa de alcaldes. En cuanto a los legisladores, por supuesto, el tema de la perpetuidad no disgusta si lo pueden aplicar ellos mismos de cara al futuro inmediato. El sectarismo, hasta el momento, va ganando, y con amplio margen, todas sus batallas.
En esta perspectiva, sigo preguntándome, ¿puede reprocharse a un amplio sector de la ciudadanía su inclinación por el abstencionismo bajo el hastío y la decepción hacia los partidos infiltrados, correosos, incongruentes y oportunistas? Este columnista, desde luego, no se atrevería a expresar condena alguna aun cuando los exaltados estimen que quienes no voten deben callarse. De este talante viciado están llenos los cuadros oficiales incapaces de acuerdo alguno tendiente, siquiera, a construir mejores escenarios para el futuro. Una vez más: la sociedad, cada vez con mayor fuerza, se aleja de sus órganos de representatividad política porque, sencillamente, le quedan demasiado chicos o, de plano, están hondamente erosionados.
No quiero ni pensar en el drama político de los panistas de Veracruz, por ejemplo, a quienes la dirigencia nacional conduce al ominoso escenario en donde se exalta al ex priísta ladrón Miguel Ángel Yunes Linares, por efecto de los contubernios, por cierto muy “democráticos”, entre el mandatario federal de medio tiempo y la todopoderosa “novia de Chucky”, Elba Esther. (Por cierto, reclamo la autoría del bautizo a la siempre sinuosa –y perversa- dirigente del SNTE; no vaya a ser que otros, como suele ocurrir, se la adjudiquen para pararse el cuello a toro pasado).
Y en la misma línea entiendo a los perredistas de Hidalgo –no a los arribistas que encabeza el otrora alquimista priísta José Guadarrama Márquez-, cuya militancia es observada como si se tratara de una mercancía dispuesta para la indecorosa subasta de candidatos que, en este caso, ganó la foxista Xóchitl Gálvez quien insiste en no haber sido “impuesta”; esto es como si su plataforma hubiera surgido de manera natural, esto es sin padrinazgos ni antecedentes, elevada por la causa de la pretendida redención. Y que ella misma, sólo ella, reclame el privilegio de ser intocable porque cuantos la cuestionen lo hacen, según dice, por sus propias apetencias subjetivas. Democracia de la buena.
Tampoco me preciaría de ponerme en los zapatos de los priístas de Sinaloa, en donde quien quiera escalar hacia la cumbre gubernamental debe antes contactar con los representantes del verdadero poder –esto es el de los cárteles-, a quienes se obliga a disciplinarse ante los designios de sus líderes, con inclusión del gobernador testaferro Jesús Aguilar Padilla, y avalar con ello el lanzamiento de Jesús Vizcarra Calderón, ex alcalde de Culiacán bajo sospecha –y no sólo de la entrometida DEA estadounidense- de estar infiltrado por los mafiosos o incluso de formar parte de la mafia misma. Para todos hay un escenario convulso.
Pero que no se hable de candidaturas independientes, aun cuando pudieran surgir con el tremendo handicap de no contar con resucios financieros suficientes para contrarrestar la cascada de inversiones proselitistas que se desarrollan desde las fuentes de las prerrogativas oficiales que en otros tiempos rechazaban los opositores dignos, con tal de hacer prevalecer, como si fuese una manda de beatas enfebrecidas, los derechos partidistas y la ofuscada, cerrada tendencia a ungir abanderados de donde se pueda... con tal de hacerse de sufragios oficiosos y circunstanciales por la vía de la manipulación colectiva.
¿No se tiene, entonces, el derecho a rechazar tal esquema y abrir la ventana del abstencionismo como único recurso contra los predadores sectarios que deshonran la vida democrática del país? Podrías repetir, una vez más, la incontestable sentencia bíblica: “quien esté libre de pecado...”
Por lo anterior es que la descomposición democrática, mediando los más aviesos usos facciosos, continúa profundizándose cada vez más. No se toca techo ni suelo alguno; va a más, lamentablemente, por el indecoro de los protagonistas que se arrogan el privilegio de hacer política como les viene en gana, colocando piezas, las suyas nada más, en el extraño ajedrez en donde hasta las jugadas de “jaque” responden a los dueños del tablero... y de reyes, reinas, torres, caballos y alfiles. A los peones, que somos todos, no se nos ofrece otro destino que el de ser “engullidos”, de un solo bocado, por los inductores negociantes.
Triunfan los sectarios, fracasan los demás. Y se rechaza la apertura porque en la mancillada casa presidencial apenas se abre una rendija, como solía ocurrir igualmente bajo la hegemonía priísta. ¿Acaso son tan ciegos los intocables miembros de la clase política que no puedan resolver los desafíos separándolos de las dobles intenciones para quedarse con el numen positivo? En cambio, le temen a los acuerdos porque carecen de fundamentos.
Debate
Fíjense hasta donde llega la inducción facciosa. Sobre la posibilidad de que se dieran las segundas vueltas electorales, se escondía una trampa obvia: se proponía, de la misma manera, que los comicios destinados a la renovación del Congreso federal se dieran, precisamente, de manera simultánea a la segunda concurrencia presidencial, esto es habiéndose eliminado de la justa por la Primera Magistratura a todos los pretendientes que no hubiese quedado en las dos posiciones superiores.
Con ello, claro, se tendía a reducir los espacios para las corrientes minoritarias y a favor, de modo inductivo, de un bipartidismo reñido con la idiosincrasia nacional cuya pluralidad es tan evidente como los tres colores de la enseña patria. ¿Qué se hizo entonces? Justificar la oposición a toda la iniciativa de reformas electorales sin siquiera debatir sobre la condicionante viciada de origen. Esto es: de procederse democráticamente bien se podría acordar sobre el imperativo de recuperar la voluntad mayoritaria, así fuera mediando dos vueltas, dialogando sobre el aspecto controvertido, tan evidente, hasta alcanzar los consensos necesarios, esto es con un seguro sobre la elección de diputados y senadores para hacerla coincidir con la primera y no la segunda vuelta.
A diferencia de ello, se pretende un carpetazo ominoso y acaso rescatar tan solo la propuesta de reelección directa de los legisladores... que tanto conviene y satisface a los actuales usufructuarios de curules y escaños. Hasta este nivel, bajísimo, llegan hoy los diferendos políticos de la mano del sectarismo antidemocrático y, por ende, más cercano al arraigado fascismo al que se arraiga también el presidencialismo autoritario.
Por ello, y bastante más, es que las dirigencias partidistas y las militancias convenencieras, se han descalificado a sí mismas. ¿O no fue vergonzoso que las voces priístas llamaran “espurio” a Calderón tres años y medio después de que avalaron el dictamen infamado sobre la “legitimidad” de Calderón?¿La sociedad afrentada permanecerá inerte ante esta descomunal confesión tardía que resta al priísmo toda pizca de autoridad moral?
El sectarismo marcha sobre caballo de hacienda y la democracia parece atrapada en los pantanos de la demagogia feroz. ¿Es esto por lo que votamos en 2000 o en 2006?
El Reto
No es coincidencia. En Tamaulipas fue ungido candidato del PRI, Rodolfo Torre Cantú, en un acto en el que se contó con la presencia de los ex mandatarios Cárdenas González, Cavazos Lerma y Yarrington Ruvalcaba, amen del mandatario actual, Eugenio Hernández, caracterizado por privilegiar lo que podríamos llamar la “conexión Muñoz Rocha”. Y lo explico.
Por principio de cuentas, el candidato Torre Cantú, fue compañero de Manuel Muñoz Rocha –por si ustedes ya lo olvidaron, se trata del ex diputado que fue señalado como autor intelectual del crimen contra Francisco Ruiz Massieu en septiembre de 1994 y que desde entonces está “prófugo” o “desaparecido”-, en el Congreso y antes en Banrural en donde Muñoz fue gerente bajo los auspicios de Carlos Hank González.
Pero hay bastante más. Hace unas semanas fue designado secretario general del Gobierno de Tamaulipas, Hugo Andrés Araujo, un salinista tan de cepa que fue él quien, por ejemplo, compró la residencia, en la calle de Palenque 425 de la colonia del Valle del Distrito Federal, donde fue ultimada una humilde sirvienta de catorce años, Manuela N., por parte de los juniors Salinas de Gortari y el vecinito de éstos, Gustavo Zapata. El mismo personaje, dos veces compadre de Carlos Salinas por si faltara algún ingrediente, se desempeñaba como dirigente de la CNC cuando ocurrió el crimen mencionado. No se olvide que Muñoz formaba parte de la Comisión de Agricultura de la Cámara baja entonces mientras el secretario de este renglón era, claro, el profesor Hank.
Finalmente, Eugenio Hernández designó secretario de Desarrollo Social a ¡Manuel Muñoz Cano!, hijo de Muñoz Rocha con la señora Marcia Cano –de quien ya estaba separado cuando “desapareció”-, para cerrar el curioso círculo. Merece la pena que abundemos al respecto.
La Anécdota
Para que no quede duda sobre las interrelaciones entre el poder político y la clase financiera, un buen amigo de esta columna me reveló hace días:
--¿Sabes quién fue la secretaria privada, por demás muy eficiente, de Don Carlos Trouyet –quien formó una de las mayores fortunas de México hasta su muerte, en un avionazo-?
--Supongo que tú sí sabes...
--Pues nada menos, Alicia “Licha” de la Madrid, hermana de Miguel y esposa del hoy “editorialista” Ricardo Raphael. Desde este punto comenzó a sacar éste la cara hasta que llegó al gabinete de López Portillo y de allí a la Presidencia.
De sendas tenebrosas están rebosantes las rutas hacia Los Pinos.
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Blog: http://www.rafaelloretdemola.blogspot.com
E-Mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
*Sectarismo Exitoso
*Secretos Costeros
*Eficaz Secretaria
Por Rafael Loret de Mola
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Según los indicios recientes será muy difícil que prospere la iniciativa presidencial en pro de las candidaturas independientes; y en la misma tesitura se encuentran las propuestas acerca de una segunda vuelta electoral y la reelección directa de alcaldes. En cuanto a los legisladores, por supuesto, el tema de la perpetuidad no disgusta si lo pueden aplicar ellos mismos de cara al futuro inmediato. El sectarismo, hasta el momento, va ganando, y con amplio margen, todas sus batallas.
En esta perspectiva, sigo preguntándome, ¿puede reprocharse a un amplio sector de la ciudadanía su inclinación por el abstencionismo bajo el hastío y la decepción hacia los partidos infiltrados, correosos, incongruentes y oportunistas? Este columnista, desde luego, no se atrevería a expresar condena alguna aun cuando los exaltados estimen que quienes no voten deben callarse. De este talante viciado están llenos los cuadros oficiales incapaces de acuerdo alguno tendiente, siquiera, a construir mejores escenarios para el futuro. Una vez más: la sociedad, cada vez con mayor fuerza, se aleja de sus órganos de representatividad política porque, sencillamente, le quedan demasiado chicos o, de plano, están hondamente erosionados.
No quiero ni pensar en el drama político de los panistas de Veracruz, por ejemplo, a quienes la dirigencia nacional conduce al ominoso escenario en donde se exalta al ex priísta ladrón Miguel Ángel Yunes Linares, por efecto de los contubernios, por cierto muy “democráticos”, entre el mandatario federal de medio tiempo y la todopoderosa “novia de Chucky”, Elba Esther. (Por cierto, reclamo la autoría del bautizo a la siempre sinuosa –y perversa- dirigente del SNTE; no vaya a ser que otros, como suele ocurrir, se la adjudiquen para pararse el cuello a toro pasado).
Y en la misma línea entiendo a los perredistas de Hidalgo –no a los arribistas que encabeza el otrora alquimista priísta José Guadarrama Márquez-, cuya militancia es observada como si se tratara de una mercancía dispuesta para la indecorosa subasta de candidatos que, en este caso, ganó la foxista Xóchitl Gálvez quien insiste en no haber sido “impuesta”; esto es como si su plataforma hubiera surgido de manera natural, esto es sin padrinazgos ni antecedentes, elevada por la causa de la pretendida redención. Y que ella misma, sólo ella, reclame el privilegio de ser intocable porque cuantos la cuestionen lo hacen, según dice, por sus propias apetencias subjetivas. Democracia de la buena.
Tampoco me preciaría de ponerme en los zapatos de los priístas de Sinaloa, en donde quien quiera escalar hacia la cumbre gubernamental debe antes contactar con los representantes del verdadero poder –esto es el de los cárteles-, a quienes se obliga a disciplinarse ante los designios de sus líderes, con inclusión del gobernador testaferro Jesús Aguilar Padilla, y avalar con ello el lanzamiento de Jesús Vizcarra Calderón, ex alcalde de Culiacán bajo sospecha –y no sólo de la entrometida DEA estadounidense- de estar infiltrado por los mafiosos o incluso de formar parte de la mafia misma. Para todos hay un escenario convulso.
Pero que no se hable de candidaturas independientes, aun cuando pudieran surgir con el tremendo handicap de no contar con resucios financieros suficientes para contrarrestar la cascada de inversiones proselitistas que se desarrollan desde las fuentes de las prerrogativas oficiales que en otros tiempos rechazaban los opositores dignos, con tal de hacer prevalecer, como si fuese una manda de beatas enfebrecidas, los derechos partidistas y la ofuscada, cerrada tendencia a ungir abanderados de donde se pueda... con tal de hacerse de sufragios oficiosos y circunstanciales por la vía de la manipulación colectiva.
¿No se tiene, entonces, el derecho a rechazar tal esquema y abrir la ventana del abstencionismo como único recurso contra los predadores sectarios que deshonran la vida democrática del país? Podrías repetir, una vez más, la incontestable sentencia bíblica: “quien esté libre de pecado...”
Por lo anterior es que la descomposición democrática, mediando los más aviesos usos facciosos, continúa profundizándose cada vez más. No se toca techo ni suelo alguno; va a más, lamentablemente, por el indecoro de los protagonistas que se arrogan el privilegio de hacer política como les viene en gana, colocando piezas, las suyas nada más, en el extraño ajedrez en donde hasta las jugadas de “jaque” responden a los dueños del tablero... y de reyes, reinas, torres, caballos y alfiles. A los peones, que somos todos, no se nos ofrece otro destino que el de ser “engullidos”, de un solo bocado, por los inductores negociantes.
Triunfan los sectarios, fracasan los demás. Y se rechaza la apertura porque en la mancillada casa presidencial apenas se abre una rendija, como solía ocurrir igualmente bajo la hegemonía priísta. ¿Acaso son tan ciegos los intocables miembros de la clase política que no puedan resolver los desafíos separándolos de las dobles intenciones para quedarse con el numen positivo? En cambio, le temen a los acuerdos porque carecen de fundamentos.
Debate
Fíjense hasta donde llega la inducción facciosa. Sobre la posibilidad de que se dieran las segundas vueltas electorales, se escondía una trampa obvia: se proponía, de la misma manera, que los comicios destinados a la renovación del Congreso federal se dieran, precisamente, de manera simultánea a la segunda concurrencia presidencial, esto es habiéndose eliminado de la justa por la Primera Magistratura a todos los pretendientes que no hubiese quedado en las dos posiciones superiores.
Con ello, claro, se tendía a reducir los espacios para las corrientes minoritarias y a favor, de modo inductivo, de un bipartidismo reñido con la idiosincrasia nacional cuya pluralidad es tan evidente como los tres colores de la enseña patria. ¿Qué se hizo entonces? Justificar la oposición a toda la iniciativa de reformas electorales sin siquiera debatir sobre la condicionante viciada de origen. Esto es: de procederse democráticamente bien se podría acordar sobre el imperativo de recuperar la voluntad mayoritaria, así fuera mediando dos vueltas, dialogando sobre el aspecto controvertido, tan evidente, hasta alcanzar los consensos necesarios, esto es con un seguro sobre la elección de diputados y senadores para hacerla coincidir con la primera y no la segunda vuelta.
A diferencia de ello, se pretende un carpetazo ominoso y acaso rescatar tan solo la propuesta de reelección directa de los legisladores... que tanto conviene y satisface a los actuales usufructuarios de curules y escaños. Hasta este nivel, bajísimo, llegan hoy los diferendos políticos de la mano del sectarismo antidemocrático y, por ende, más cercano al arraigado fascismo al que se arraiga también el presidencialismo autoritario.
Por ello, y bastante más, es que las dirigencias partidistas y las militancias convenencieras, se han descalificado a sí mismas. ¿O no fue vergonzoso que las voces priístas llamaran “espurio” a Calderón tres años y medio después de que avalaron el dictamen infamado sobre la “legitimidad” de Calderón?¿La sociedad afrentada permanecerá inerte ante esta descomunal confesión tardía que resta al priísmo toda pizca de autoridad moral?
El sectarismo marcha sobre caballo de hacienda y la democracia parece atrapada en los pantanos de la demagogia feroz. ¿Es esto por lo que votamos en 2000 o en 2006?
El Reto
No es coincidencia. En Tamaulipas fue ungido candidato del PRI, Rodolfo Torre Cantú, en un acto en el que se contó con la presencia de los ex mandatarios Cárdenas González, Cavazos Lerma y Yarrington Ruvalcaba, amen del mandatario actual, Eugenio Hernández, caracterizado por privilegiar lo que podríamos llamar la “conexión Muñoz Rocha”. Y lo explico.
Por principio de cuentas, el candidato Torre Cantú, fue compañero de Manuel Muñoz Rocha –por si ustedes ya lo olvidaron, se trata del ex diputado que fue señalado como autor intelectual del crimen contra Francisco Ruiz Massieu en septiembre de 1994 y que desde entonces está “prófugo” o “desaparecido”-, en el Congreso y antes en Banrural en donde Muñoz fue gerente bajo los auspicios de Carlos Hank González.
Pero hay bastante más. Hace unas semanas fue designado secretario general del Gobierno de Tamaulipas, Hugo Andrés Araujo, un salinista tan de cepa que fue él quien, por ejemplo, compró la residencia, en la calle de Palenque 425 de la colonia del Valle del Distrito Federal, donde fue ultimada una humilde sirvienta de catorce años, Manuela N., por parte de los juniors Salinas de Gortari y el vecinito de éstos, Gustavo Zapata. El mismo personaje, dos veces compadre de Carlos Salinas por si faltara algún ingrediente, se desempeñaba como dirigente de la CNC cuando ocurrió el crimen mencionado. No se olvide que Muñoz formaba parte de la Comisión de Agricultura de la Cámara baja entonces mientras el secretario de este renglón era, claro, el profesor Hank.
Finalmente, Eugenio Hernández designó secretario de Desarrollo Social a ¡Manuel Muñoz Cano!, hijo de Muñoz Rocha con la señora Marcia Cano –de quien ya estaba separado cuando “desapareció”-, para cerrar el curioso círculo. Merece la pena que abundemos al respecto.
La Anécdota
Para que no quede duda sobre las interrelaciones entre el poder político y la clase financiera, un buen amigo de esta columna me reveló hace días:
--¿Sabes quién fue la secretaria privada, por demás muy eficiente, de Don Carlos Trouyet –quien formó una de las mayores fortunas de México hasta su muerte, en un avionazo-?
--Supongo que tú sí sabes...
--Pues nada menos, Alicia “Licha” de la Madrid, hermana de Miguel y esposa del hoy “editorialista” Ricardo Raphael. Desde este punto comenzó a sacar éste la cara hasta que llegó al gabinete de López Portillo y de allí a la Presidencia.
De sendas tenebrosas están rebosantes las rutas hacia Los Pinos.
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Blog: http://www.rafaelloretdemola.blogspot.com
E-Mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
miércoles, 17 de marzo de 2010
FOTOS QUE DESNUDAN/COLUMNA DESAFIO
Desafío Publicación: Miércoles 17 de Marzo de 2010
*Fotos que Desnudan
*Foros que Exhiben
*Balcón de Palacio
Por Rafael Loret de Mola
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Luis Donaldo Colosio no tuvo el tiempo necesario para aclararlo porque el 23 de marzo de 1994, hace casi dieciséis años y dos sexenios y medio de demagógicas ofertas de cambio, fue acribillado a tiros en una hondonada de Lomas Taurinas, más bien trampa mortal, preparada a ex professo por diligentes miembros del PRI, entre ellos el ahora ex gobernador de Oaxaca José Murat, y la pasiva tolerancia del jefe de sus escoltas, el general Domiro García Reyes, quien se suponía preparado para detectar todo aquello que le rebasó en la jornada fatal. También la negligencia puede ser criminal, en todo caso.
Días antes del trágico episodio que modificó el perfil político del país aunque muchos apenas lo percibieran entonces, los entrometidos agentes de la DEA estadounidense registraron una comprometedora fotografía en la que se observaba, muy relajado, al entonces candidato presidencial del partido oficial, en la condición de seductor en campaña, esto es con dos chicas espléndidas –una de ellas sentada sobre sus rodillas-, y al lado nada menos de un personaje que se había presentado como rico agricultor, Joaquín “el chapo” Guzmán Loera. (Repásese en mi obra, “Los Cómplices”, Océano, 2001, la versión completa del episodio jamás desmentido).
Observé, desde entonces, que Colosio, bajo una presión tremenda por cuanto significaba el enfriamiento notorio con la casa presidencial de Los Pinos, y sobre todo con dos poderosos elementos muy cercanos al mandatario en funciones: su asesor, Joseph-Marie Córdoba Montoya, y su hermano, Raúl Salinas de Gortari, comenzaba a ser poco menos que pieza de caza en medio de una batahola de intereses crispados.
De la fotografía derivaron dos lecturas. La primera, muy obvia, guiaba hacia un posible entendimiento del “futuro presidente” con uno de los mayores “capos” de México. Y la segunda, menos creíble aunque fuese cierta, señalaba que Colosio había caído en una trampa acaso habilitada por algunos de sus cercanos –y poco leales- colaboradores. Esto último perfilaba a Luis Donaldo como un elemento copado, sin controles reales, a expensas de Carlos Salinas y sus principales operadores, entre ellos, claro, el inescrutable “doctor” Córdoba –entrecomillo el título porque jamás se graduó, como dijo-.
Además surgió una evidencia que se convertiría en el hilo conductor de la tenebrosa historia de la sucesión presidencial en 1994. La entrometida DEA estadounidense había advertido al propio candidato sobre la cercanía de Liébano Sáenz Ortiz, a la sazón coordinador de prensa y relaciones públicas de la campaña presidencial priísta y a quien se atribuían nexos soterrados inconfesables. De hecho, además de Sáenz, otros elementos afines al aspirante habían sido colocados en jaque y la DEA demandó de Colosio una respuesta al respecto. Éste, finalmente, accedió a limpiar a su equipo cuando se enteró de las infiltraciones... hasta que fue victimado.
Pese a estos hechos, incontrovertibles y tremendos, incluyendo la foto comprometedora, las tantas fiscalías especiales –la primera de ellas encabezada por el tibio Miguel Montes García, personero del abogado guanajuatense Salvador Rocha Díaz y por consiguiente de Manuel Bartlett, y los tantos procuradores que han sido desde entonces, no se han animado a seguir, en serio, las indagatorias correspondientes aun cuando mantuvieran, durante un tiempo, la línea del narcotráfico dentro de otras que confluían hacia el magnicidio.
¿Hace cuánto tiempo ya que el crimen de marras no es siquiera referente en los corrillos judiciales? En México, aseveran cuantos saben, todo es cuestión de aplicar la medicina del tiempo... provocadora de la amnesia colectiva. Y no parece haber manera de salir del pantano aun cuando surgen evidencias tremendas que contradicen las malhadadas versiones oficiales. ¿Un asesino solitario? Ni Mario Aburto, preso en Almoloya desde aquella amarga jornada de marzo de 1994, se lo cree.
La fotografía en cuestión, cualquiera que sea la lectura que queramos darle, es prueba por demás contundente de hasta donde son capaces de llegar las mafias con tal de cobrarse supuestas afrentas. No se olvide otro hecho: Colosio había optado por separarse del llamado “hermano incómodo”, Raúl Salinas, negándose a asistir a las reuniones por éste convocadas al percibir sus intenciones, esto es tratando de asegurar ciertas alianzas con vista hacia el futuro representado por el sonorense a quien, pese a sus propios antecedentes, no pudieron convertir en títere como esperaban.
¿Por qué no partir de este punto para volver sobre el expediente vergonzoso del crimen contra Colosio? Sólo puede explicarse la resistencia oficial, más desde la engañosa alternancia que traicionó al cambio, si admitimos la existencia de una poderosa, invulnerable red de complicidades extendida a los dos regímenes de la derecha caracterizados por reaccionar, en cada ocasión, demasiado tarde.
Debate
Cuando no hay consigna en pro de la justicia, no existe prueba que valga. A la denuncia periodística e le suele destinar al ominoso “círculo rojo” –como sentenció Fox, el falso “demócrata”-, y las evidencias se volatizan en cuanto corren los meses y los años en tanto la ciudadanía simplemente olvida, acaso apremiada por nuevos casos escandalosos de toda índole. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar hasta que cesen los vozarrones en torno al incendio de la guardería de Hermosillo, pese a las acusaciones formuladas por la Suprema Corte? Poco a poco van apagándose sin remedio en tanto, en el gabinete de Felipe Calderón, las intrigas y los posteriores reacomodos prosiguen sin el menor pudor político.
Siguiendo la ruta de las fotografías de alto riesgo, tomadas al calor de la prepotencia que es consecuencia de la soberbia presunción de ser intocable, en otro escenario, el de la compleja Sinaloa, hollada por los grandes “capos” y sus respectivos enlaces con la clase política, apareció una por demás significativa: en ella se observa, nada menos, al poderoso Ismael “el mayo” Zambada, considerado uno de los narcotraficantes más peligrosos del “cártel de Sinaloa”, casi a la par con el escurridizo “Chapo” Guzmán, al lado de un político que está muy de moda en estos días: Jesús Vizcarra Calderón, ex alcalde de Culiacán en lisa de ser lanzado como aspirante del PRI al gobierno de su entidad con todas las bendiciones del mandatario actual, Jesús Aguilar Padilla, tan tibio que muchos observan como simple gerente al servicio de los grupos dominantes.
Vizcarra, por cierto, reconoció la foto en cuestión con la tranquilidad que le da el saberse ampliamente protegido por la cúpula del poder real. No negó la especie sino sugirió, lo mismo que en el caso de Colosio, haber sido engañado por quien sabe cuantos mezquinos interesados en derrumbar sus ambiciones políticas. Y puede ser que esta especie cale en algunos dada la dimensión de los diferendos internos en el PRI en los que el senador Mario López Valdéz --conocido como Malova porque así nombran a sus numerosas ferreterías--, insiste en haber sido desplazado tramposamente a pesar de contar con el aval mayoritario de los priístas locales... hasta en la capital de la entidad donde basa su fortaleza Vizcarra.
El hecho es que hay un punto de coincidencia entre algunos priístas y no pocos panistas de la región, incluyendo a los herederos notables a quienes parece estorbar la filiación partidista, como en el caso del diputado Manuel Clouthier Carrillo: no han sido pocos los mandatarios ligados a las mafias, comenzando con Leopoldo Sánchez Celis, brazo derecho que fue de Carlos Hank González, y Antonio Toledo Corro. Las ligas hablan por sí solas.
El Reto
La ciudadanía, sobre todo en regiones altamente sísmicas como el Distrito Federal, no puede disimular temores, no sólo por las asechanzas de la violencia –en cualquier momento puede recrudecerse ante la atrofia de un gobierno en ausencia-, sino igualmente por los presagios de tragedias naturales cuyos mayores decibeles vienen de Chile. Menos mal, pese a las dimensiones de la tragedia en el hermano país sudamericano, que allí el gobierno no fue rebasado tal y como sucedió en México en 1985.
Y, en fin, Michelle Bachelet, quien fuera perseguida y ultrajada por la dictadura pinochetista –que elevó la abyección hasta el más alto nivel conocido-, pudo dejar la Presidencia, con un nivel de popularidad mayor al 80 por ciento entre la población, en manos de su antiguo adversario Sebastián Piñera con quien compitió hace cuatro años por la Primera Magistratura. Por cierto, el repetidor Piñera no se mantuvo en la calle sino optó por la política institucional. Vale el apunte para quien quiera registrarlo.
El presidencialismo, en este caso, no fue cauce de autoritarismos sino cumplió funciones democráticas. ¿Puede ser este referente un factor rescatable?
La Anécdota
En México hace ya muchos lustros que un ex presidente es reconocido, salvo por sus obcecados incondicionales, al término de su mandato. Dijéramos que en cuanto a popularidad, sólo recordamos a Don Adolfo López Mateos, pese a sus cargas de conciencia, quien mantuvo simpatías hasta el final de su gestión.
En la actualidad, claro, sería terrible encontrar juntos a los ex mandatarios vivos, desde Echeverría hasta los Fox, pasando por De la Madrid, Salinas y Zedillo. Los abucheos serían estruendosos, por decir lo menos.
De hecho, la última vez que se dio la confluencia de seis ex mandatarios fue el 11 de septiembre de 1942 cuando el entonces presidente, el general Manuel Ávila Camacho, convocó al “acercamiento nacional” en pleno estado de guerra contra las potencias del Eje. Y se retrató, bajo el balcón central del Palacio, con sus antecesores, situando a la derecha a Plutarco Elías Calles, Abelardo Rodríguez y Pascual Ortiz Rubio; y a su izquierda, a Lázaro Cárdenas –quien envió al exilio a Calles-, Emilio Portes Gil y Adolfo de la Huerta. Una foto casi de familia con todos mirando hacia el frente.
Todavía en aquellos tiempos era factible simular hasta este nivel bajo los vientos belicistas que soplaban sobre todo el orbe. Hoy, la sociedad mexicana, más madura que los partidos políticos, no admitiría tal representación. Y bien que lo saben en las alturas. Abundaremos.
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Blog: http://www.rafaelloretdemola.blogspot.com
E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
*Fotos que Desnudan
*Foros que Exhiben
*Balcón de Palacio
Por Rafael Loret de Mola
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Luis Donaldo Colosio no tuvo el tiempo necesario para aclararlo porque el 23 de marzo de 1994, hace casi dieciséis años y dos sexenios y medio de demagógicas ofertas de cambio, fue acribillado a tiros en una hondonada de Lomas Taurinas, más bien trampa mortal, preparada a ex professo por diligentes miembros del PRI, entre ellos el ahora ex gobernador de Oaxaca José Murat, y la pasiva tolerancia del jefe de sus escoltas, el general Domiro García Reyes, quien se suponía preparado para detectar todo aquello que le rebasó en la jornada fatal. También la negligencia puede ser criminal, en todo caso.
Días antes del trágico episodio que modificó el perfil político del país aunque muchos apenas lo percibieran entonces, los entrometidos agentes de la DEA estadounidense registraron una comprometedora fotografía en la que se observaba, muy relajado, al entonces candidato presidencial del partido oficial, en la condición de seductor en campaña, esto es con dos chicas espléndidas –una de ellas sentada sobre sus rodillas-, y al lado nada menos de un personaje que se había presentado como rico agricultor, Joaquín “el chapo” Guzmán Loera. (Repásese en mi obra, “Los Cómplices”, Océano, 2001, la versión completa del episodio jamás desmentido).
Observé, desde entonces, que Colosio, bajo una presión tremenda por cuanto significaba el enfriamiento notorio con la casa presidencial de Los Pinos, y sobre todo con dos poderosos elementos muy cercanos al mandatario en funciones: su asesor, Joseph-Marie Córdoba Montoya, y su hermano, Raúl Salinas de Gortari, comenzaba a ser poco menos que pieza de caza en medio de una batahola de intereses crispados.
De la fotografía derivaron dos lecturas. La primera, muy obvia, guiaba hacia un posible entendimiento del “futuro presidente” con uno de los mayores “capos” de México. Y la segunda, menos creíble aunque fuese cierta, señalaba que Colosio había caído en una trampa acaso habilitada por algunos de sus cercanos –y poco leales- colaboradores. Esto último perfilaba a Luis Donaldo como un elemento copado, sin controles reales, a expensas de Carlos Salinas y sus principales operadores, entre ellos, claro, el inescrutable “doctor” Córdoba –entrecomillo el título porque jamás se graduó, como dijo-.
Además surgió una evidencia que se convertiría en el hilo conductor de la tenebrosa historia de la sucesión presidencial en 1994. La entrometida DEA estadounidense había advertido al propio candidato sobre la cercanía de Liébano Sáenz Ortiz, a la sazón coordinador de prensa y relaciones públicas de la campaña presidencial priísta y a quien se atribuían nexos soterrados inconfesables. De hecho, además de Sáenz, otros elementos afines al aspirante habían sido colocados en jaque y la DEA demandó de Colosio una respuesta al respecto. Éste, finalmente, accedió a limpiar a su equipo cuando se enteró de las infiltraciones... hasta que fue victimado.
Pese a estos hechos, incontrovertibles y tremendos, incluyendo la foto comprometedora, las tantas fiscalías especiales –la primera de ellas encabezada por el tibio Miguel Montes García, personero del abogado guanajuatense Salvador Rocha Díaz y por consiguiente de Manuel Bartlett, y los tantos procuradores que han sido desde entonces, no se han animado a seguir, en serio, las indagatorias correspondientes aun cuando mantuvieran, durante un tiempo, la línea del narcotráfico dentro de otras que confluían hacia el magnicidio.
¿Hace cuánto tiempo ya que el crimen de marras no es siquiera referente en los corrillos judiciales? En México, aseveran cuantos saben, todo es cuestión de aplicar la medicina del tiempo... provocadora de la amnesia colectiva. Y no parece haber manera de salir del pantano aun cuando surgen evidencias tremendas que contradicen las malhadadas versiones oficiales. ¿Un asesino solitario? Ni Mario Aburto, preso en Almoloya desde aquella amarga jornada de marzo de 1994, se lo cree.
La fotografía en cuestión, cualquiera que sea la lectura que queramos darle, es prueba por demás contundente de hasta donde son capaces de llegar las mafias con tal de cobrarse supuestas afrentas. No se olvide otro hecho: Colosio había optado por separarse del llamado “hermano incómodo”, Raúl Salinas, negándose a asistir a las reuniones por éste convocadas al percibir sus intenciones, esto es tratando de asegurar ciertas alianzas con vista hacia el futuro representado por el sonorense a quien, pese a sus propios antecedentes, no pudieron convertir en títere como esperaban.
¿Por qué no partir de este punto para volver sobre el expediente vergonzoso del crimen contra Colosio? Sólo puede explicarse la resistencia oficial, más desde la engañosa alternancia que traicionó al cambio, si admitimos la existencia de una poderosa, invulnerable red de complicidades extendida a los dos regímenes de la derecha caracterizados por reaccionar, en cada ocasión, demasiado tarde.
Debate
Cuando no hay consigna en pro de la justicia, no existe prueba que valga. A la denuncia periodística e le suele destinar al ominoso “círculo rojo” –como sentenció Fox, el falso “demócrata”-, y las evidencias se volatizan en cuanto corren los meses y los años en tanto la ciudadanía simplemente olvida, acaso apremiada por nuevos casos escandalosos de toda índole. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar hasta que cesen los vozarrones en torno al incendio de la guardería de Hermosillo, pese a las acusaciones formuladas por la Suprema Corte? Poco a poco van apagándose sin remedio en tanto, en el gabinete de Felipe Calderón, las intrigas y los posteriores reacomodos prosiguen sin el menor pudor político.
Siguiendo la ruta de las fotografías de alto riesgo, tomadas al calor de la prepotencia que es consecuencia de la soberbia presunción de ser intocable, en otro escenario, el de la compleja Sinaloa, hollada por los grandes “capos” y sus respectivos enlaces con la clase política, apareció una por demás significativa: en ella se observa, nada menos, al poderoso Ismael “el mayo” Zambada, considerado uno de los narcotraficantes más peligrosos del “cártel de Sinaloa”, casi a la par con el escurridizo “Chapo” Guzmán, al lado de un político que está muy de moda en estos días: Jesús Vizcarra Calderón, ex alcalde de Culiacán en lisa de ser lanzado como aspirante del PRI al gobierno de su entidad con todas las bendiciones del mandatario actual, Jesús Aguilar Padilla, tan tibio que muchos observan como simple gerente al servicio de los grupos dominantes.
Vizcarra, por cierto, reconoció la foto en cuestión con la tranquilidad que le da el saberse ampliamente protegido por la cúpula del poder real. No negó la especie sino sugirió, lo mismo que en el caso de Colosio, haber sido engañado por quien sabe cuantos mezquinos interesados en derrumbar sus ambiciones políticas. Y puede ser que esta especie cale en algunos dada la dimensión de los diferendos internos en el PRI en los que el senador Mario López Valdéz --conocido como Malova porque así nombran a sus numerosas ferreterías--, insiste en haber sido desplazado tramposamente a pesar de contar con el aval mayoritario de los priístas locales... hasta en la capital de la entidad donde basa su fortaleza Vizcarra.
El hecho es que hay un punto de coincidencia entre algunos priístas y no pocos panistas de la región, incluyendo a los herederos notables a quienes parece estorbar la filiación partidista, como en el caso del diputado Manuel Clouthier Carrillo: no han sido pocos los mandatarios ligados a las mafias, comenzando con Leopoldo Sánchez Celis, brazo derecho que fue de Carlos Hank González, y Antonio Toledo Corro. Las ligas hablan por sí solas.
El Reto
La ciudadanía, sobre todo en regiones altamente sísmicas como el Distrito Federal, no puede disimular temores, no sólo por las asechanzas de la violencia –en cualquier momento puede recrudecerse ante la atrofia de un gobierno en ausencia-, sino igualmente por los presagios de tragedias naturales cuyos mayores decibeles vienen de Chile. Menos mal, pese a las dimensiones de la tragedia en el hermano país sudamericano, que allí el gobierno no fue rebasado tal y como sucedió en México en 1985.
Y, en fin, Michelle Bachelet, quien fuera perseguida y ultrajada por la dictadura pinochetista –que elevó la abyección hasta el más alto nivel conocido-, pudo dejar la Presidencia, con un nivel de popularidad mayor al 80 por ciento entre la población, en manos de su antiguo adversario Sebastián Piñera con quien compitió hace cuatro años por la Primera Magistratura. Por cierto, el repetidor Piñera no se mantuvo en la calle sino optó por la política institucional. Vale el apunte para quien quiera registrarlo.
El presidencialismo, en este caso, no fue cauce de autoritarismos sino cumplió funciones democráticas. ¿Puede ser este referente un factor rescatable?
La Anécdota
En México hace ya muchos lustros que un ex presidente es reconocido, salvo por sus obcecados incondicionales, al término de su mandato. Dijéramos que en cuanto a popularidad, sólo recordamos a Don Adolfo López Mateos, pese a sus cargas de conciencia, quien mantuvo simpatías hasta el final de su gestión.
En la actualidad, claro, sería terrible encontrar juntos a los ex mandatarios vivos, desde Echeverría hasta los Fox, pasando por De la Madrid, Salinas y Zedillo. Los abucheos serían estruendosos, por decir lo menos.
De hecho, la última vez que se dio la confluencia de seis ex mandatarios fue el 11 de septiembre de 1942 cuando el entonces presidente, el general Manuel Ávila Camacho, convocó al “acercamiento nacional” en pleno estado de guerra contra las potencias del Eje. Y se retrató, bajo el balcón central del Palacio, con sus antecesores, situando a la derecha a Plutarco Elías Calles, Abelardo Rodríguez y Pascual Ortiz Rubio; y a su izquierda, a Lázaro Cárdenas –quien envió al exilio a Calles-, Emilio Portes Gil y Adolfo de la Huerta. Una foto casi de familia con todos mirando hacia el frente.
Todavía en aquellos tiempos era factible simular hasta este nivel bajo los vientos belicistas que soplaban sobre todo el orbe. Hoy, la sociedad mexicana, más madura que los partidos políticos, no admitiría tal representación. Y bien que lo saben en las alturas. Abundaremos.
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Rafael Loret de Mola
Escritor
martes, 16 de marzo de 2010
PODERES AUTÓNOMOS
Desafío Publicación: MARTES 16 DE MARZO DE 2010
*Poderes Autónomos
*Pactos Políticos
*Servidores Útiles
Por Rafael Loret de Mola
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Durante la larga noche de la hegemonía priísta, las fracciones opositoras en el Legislativo, sobre todo en la Cámara baja en donde la fragmentación partidista se hacía más evidente, hacían ruido, incluso ganaban algunos debates torales, pero sus puntos de vista no se reflejaban en las decisiones de la pomposa “mayoría” fiel al presidencialismo para el cual sólo contaban los niveles de disciplina para asegurar el futuro de sus correligionarios. Las discusiones, por tanto, eran más de relumbrón que efectivas aun cuando el gobierno funcionaba, esto es sin sectarismos paralizantes, con marginales aportaciones a las iniciativas de la voluntad superior.
En la perspectiva actual, todos los diputados y senadores, obcecados por defender los intereses de sus respectivos grupos, parecen disidentes. Por ejemplo, los del PAN, pese a que este instituto usufructúa la Primera Magistratura, lanzan dentelladas frecuentes, desde la incómoda posición de ser minoría con un correligionario en el Palacio Nacional, para descalificar a las demás corrientes políticas sin concederles el menor respiro. Y los demás, claro, abogan por establecer una secuela de chantajes mutuos, que no alianzas, para forzar las opiniones convenientes a sus respectivas causas, si bien no pocas veces reñidas con sus plataformas ideológicas. El gobierno, en estas condiciones, no funciona.
Esto es: al pretender substituirse el autoritarismo presidencial, copando a los mandatarios torpes o incapaces de ejercer dominio por no saber cómo operar, con el sectarismo faccioso, en donde se atrincheran las dirigencias intransigentes reacias a dialogar cuanto se trata de ceder posiciones encontradas, el ejercicio del poder público se quedó a mitad de la nada. Ni se avanza en la consumación de los debates ni se pone coto al poder presidencial que resiste las controversias y hasta los desaires simplemente marginándose de ellos. Por ejemplo, sin duda es bastante más cómodo para el titular del Ejecutivo federal presentar sus informes de gobierno sin siquiera encarar al pleno como se estiló hasta 2005.
Sobre lo anterior, la evolución natural hacia una mayor interrelación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo se interrumpió groseramente cuando se impidió el acceso al salón de sesiones a un presidente en ejercicio, Vicente Fox, azorado por no haber podido asegurar las condiciones políticas indispensables para sostener un diálogo civilizado en vez del monólogo aburrido, recurrente y siempre justificante. El formato no dio para más.
Pero en lugar de avanzar, hacia un esquema en el que el mandatario diera respuesta cabal a las interrogantes de los legisladores, se retrocedió a un punto bastante cercano a la intrascendencia, ausente el presidente de las comparecencias y discusiones bajo la argucia de interpretar literalmente el mandato constitucional sobre la presentación de los informes, con algunos pobres desfogues individuales por parte de los más radicales y escaso interés de los demás, incluyendo a la ciudadanía francamente hastiada de los sombrerazos verbales.
¿Será ésta la causa por la cual el sesenta y siete por ciento de los mexicanos se dicen insatisfechos o francamente decepcionados con la democracia? Claro, además del notorio incumplimiento por parte de quienes ofrecieron cambios y apostaron enseguida al continuismo, la antítesis, bajo el fragor de una punzante y avasalladora demagogia. El daño hecho es irreversible al punto de que los momios a favor del retorno del PRI a la Presidencia parecen inalcanzables con treinta y nueve puntos de ventaja sobre sus adversarios en cuanto a las preferencias públicas. (Hace seis años las distancias, de uno o dos puntos, situaban a los organismos políticos con posibilidad de conquistar el poder sin ventajas extremas entre ellos).
Los legisladores, y éstos lo expresan constantemente, están convencidos de que es ahora cuando el Congreso cumple con sus funciones respecto a los debates y los permanentes intentos de alcanzar consensos, sólo realizables en la medida en que funcionan las estrategias de chantajes mutuos. En la misma línea, el Ejecutivo y sus colaboradores, lo mismo bajo la égida de los Fox que en el presente, sostienen que el gobierno es viable a pesar de las “resistencias” e intransigencia de las fracciones del Congreso que, en suma, forman mayoría. Pero el hecho es que, cada día, la viabilidad del gobierno es menor sobre todo cuando se acerca la hora de las definiciones en pro de los abanderados presidenciales.
México parece, más bien, rehén de las campañas políticas. Tal reduce la democracia a un permanente desfogue sectario ajeno a los intereses del colectivo. Fíjense: todavía tocamos con la mano la asunción presidencial a trompicones cuando la atención ya está puesta en la carrera sucesoria y la administración de Calderón sigue con las manos vacías. Diciéndolo en términos beisboleros: ni lanza, ni cacha ni deja batear. Y así hasta el 2012. Si aguantamos.
Debate
El senador perredista Carlos Navarrete Ruiz, guanajuatense de origen –lo que confirma la permanente dualidad entre liberales y conservadores en la entidad cuna de la Independencia-, se ha convertido en una especie de “gran legislador” por cuanto su propensión a evitar los desplantes intransigencias de algunos de sus correligionarios y ser garante, como presidente de la mesa directiva del Senado, del poder Legislativo que, junto al Ejecutivo y Judicial, forman gobierno. Por eso, claro, no pudo sostener la tramposa doble lectura destinada a desconocer al presidente en funciones sin desprenderse de las dietas camarales.
En los últimos días, bajo el frenesí de las alianzas y los palos de ciego, Navarrete ha salido en defensa de la autonomía del Legislativo que se vio afectada cuando, dentro de la espesura de la niebla demagógica y sectaria, se hizo público el malhadado “pacto”, con sabor mexiquense, para comprometer el aval de los congresistas del PRI a favor del paquete fiscal a cambio de que el PAN no se coalicionara contra éste. Alegó, con absoluta razón, que esta conducta era perniciosa porque, además de la evidente amoralidad política, tendía a depredar la fuerza sustantiva parlamentaria convirtiéndola en una pobre corriente marginal.
Ni el secretario de Gobernación, el rebasado Fernando Gómez-Mont, ni mucho menos el mandatario en funciones, pudieron responderle a cabalidad. Lo hicieron con los consabidos lugares comunes que se basan en la soez interpretación de los actos de gobierno como siempre constreñidos al interés nacional. Puras pamplinas. Por supuesto, la alevosa intromisión volvió a elevar los decibeles del presidencialismo autoritario que socava, bajo el agua, posprincipios que dice defender retóricamente. Así proceden los demagogos, no los demócratas.
Se trata, desde luego, de una cuestión de fondo. Álgida. Porque no podrá construirse el futuro, con pretensiones democráticas, en tanto los actores políticos y la ciudadanía en proceso de maduración no sean capaces de consolidar el modelo que nos permita avizorar el porvenir más allá, insisto, de los obcecados brotes sectarios y la consiguiente soberbia de la clase gobernante que no admite más opinión que la propia. Y es en esta línea en donde estamos entrampados.
Es curioso asentar que ni siquiera bajo el presidencialismo al estilo del priísmo disciplinado, el Legislativo había estado más amenazado por los propios dirigentes partidistas que, con frecuencia, soslayan la representatividad popular –a la que se deben supuestamente-, con tal de proteger a los grupos afines, la elite que conforma y confirma las rutas del continuismo con su excepcional capacidad, digamos, de adaptación.
Sencillo: sin contrapesos reales en el Legislativo la democracia, sencillamente, no existe.
El Reto
Otra vez. ¿Por qué le temen tanto al parlamentarismo quienes quieren desprenderse del presidencialismo, en serio? No hay respuesta sino evasivas sobre el particular mientras avanza la tremenda descomposición política en todo el país. Por eso, en este 2010, lo amorfo ha sustituido incluso a la más elemental coherencia ideológica y moral.
Si apostáramos por un régimen parlamentario, el presidente del gobierno sería, al mismo tiempo, líder de su propia fracción partidista y estaría obligado, para garantizar la viabilidad de su administración, a alcanzar y suscribir los consensos necesarios con las minorías garantizando con ello el concurso de una mayoría firme que no se opusiera, por conveniencias facciosas, a los proyectos fundamentales. No se renunciaría así a la democracia, se le haría posible y, desde luego, perfectible.
Lo que resulta inadmisible es permanecer, insisto, a la mitad de nada. Sólo así puede explicarse el diferendo entre el presidente del Senado y el Ejecutivo en torno a las negociaciones con sabor a chantaje. No es esto por lo que los mexicanos votamos y ya es hora de corregirlo. ¿O existe alguna otra alternativa? Si es así, ¿qué esperan para plantearla?
La Anécdota
A mediados de la década de los sesenta –esto es hace casi medio siglo-, en Yucatán, un singular legislador, Petronilo Tzab Cucul, de origen maya y por ende líder natural, llegó al Congreso del Estado desconociendo procedimientos y hasta funciones, esto es guiado sólo por su instinto –que era mucho- y su convicción de hacer política para ampliar sus propias posibilidades. Gobernaba entonces a la entidad, el profesor Luis Torres Mesías.
En ese entorno, un reportero preguntó a Petronilo:
--¿Podría decirme qué hace un diputado?
El aludido, muy orondo y comedido, tomó aire y exhaló su respuesta:
--Los diputados, periodista, somos los mejores servidores... del señor gobernador.
En los tiempos actuales a lo mismo se reducen quienes, por todo y para todo, avalan cuanto hace el mandatario acremente cuestionado por su ilegitimidad política.
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Blog: http://www.rafaelloretdemola.blogspot.com
E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
*Poderes Autónomos
*Pactos Políticos
*Servidores Útiles
Por Rafael Loret de Mola
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Durante la larga noche de la hegemonía priísta, las fracciones opositoras en el Legislativo, sobre todo en la Cámara baja en donde la fragmentación partidista se hacía más evidente, hacían ruido, incluso ganaban algunos debates torales, pero sus puntos de vista no se reflejaban en las decisiones de la pomposa “mayoría” fiel al presidencialismo para el cual sólo contaban los niveles de disciplina para asegurar el futuro de sus correligionarios. Las discusiones, por tanto, eran más de relumbrón que efectivas aun cuando el gobierno funcionaba, esto es sin sectarismos paralizantes, con marginales aportaciones a las iniciativas de la voluntad superior.
En la perspectiva actual, todos los diputados y senadores, obcecados por defender los intereses de sus respectivos grupos, parecen disidentes. Por ejemplo, los del PAN, pese a que este instituto usufructúa la Primera Magistratura, lanzan dentelladas frecuentes, desde la incómoda posición de ser minoría con un correligionario en el Palacio Nacional, para descalificar a las demás corrientes políticas sin concederles el menor respiro. Y los demás, claro, abogan por establecer una secuela de chantajes mutuos, que no alianzas, para forzar las opiniones convenientes a sus respectivas causas, si bien no pocas veces reñidas con sus plataformas ideológicas. El gobierno, en estas condiciones, no funciona.
Esto es: al pretender substituirse el autoritarismo presidencial, copando a los mandatarios torpes o incapaces de ejercer dominio por no saber cómo operar, con el sectarismo faccioso, en donde se atrincheran las dirigencias intransigentes reacias a dialogar cuanto se trata de ceder posiciones encontradas, el ejercicio del poder público se quedó a mitad de la nada. Ni se avanza en la consumación de los debates ni se pone coto al poder presidencial que resiste las controversias y hasta los desaires simplemente marginándose de ellos. Por ejemplo, sin duda es bastante más cómodo para el titular del Ejecutivo federal presentar sus informes de gobierno sin siquiera encarar al pleno como se estiló hasta 2005.
Sobre lo anterior, la evolución natural hacia una mayor interrelación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo se interrumpió groseramente cuando se impidió el acceso al salón de sesiones a un presidente en ejercicio, Vicente Fox, azorado por no haber podido asegurar las condiciones políticas indispensables para sostener un diálogo civilizado en vez del monólogo aburrido, recurrente y siempre justificante. El formato no dio para más.
Pero en lugar de avanzar, hacia un esquema en el que el mandatario diera respuesta cabal a las interrogantes de los legisladores, se retrocedió a un punto bastante cercano a la intrascendencia, ausente el presidente de las comparecencias y discusiones bajo la argucia de interpretar literalmente el mandato constitucional sobre la presentación de los informes, con algunos pobres desfogues individuales por parte de los más radicales y escaso interés de los demás, incluyendo a la ciudadanía francamente hastiada de los sombrerazos verbales.
¿Será ésta la causa por la cual el sesenta y siete por ciento de los mexicanos se dicen insatisfechos o francamente decepcionados con la democracia? Claro, además del notorio incumplimiento por parte de quienes ofrecieron cambios y apostaron enseguida al continuismo, la antítesis, bajo el fragor de una punzante y avasalladora demagogia. El daño hecho es irreversible al punto de que los momios a favor del retorno del PRI a la Presidencia parecen inalcanzables con treinta y nueve puntos de ventaja sobre sus adversarios en cuanto a las preferencias públicas. (Hace seis años las distancias, de uno o dos puntos, situaban a los organismos políticos con posibilidad de conquistar el poder sin ventajas extremas entre ellos).
Los legisladores, y éstos lo expresan constantemente, están convencidos de que es ahora cuando el Congreso cumple con sus funciones respecto a los debates y los permanentes intentos de alcanzar consensos, sólo realizables en la medida en que funcionan las estrategias de chantajes mutuos. En la misma línea, el Ejecutivo y sus colaboradores, lo mismo bajo la égida de los Fox que en el presente, sostienen que el gobierno es viable a pesar de las “resistencias” e intransigencia de las fracciones del Congreso que, en suma, forman mayoría. Pero el hecho es que, cada día, la viabilidad del gobierno es menor sobre todo cuando se acerca la hora de las definiciones en pro de los abanderados presidenciales.
México parece, más bien, rehén de las campañas políticas. Tal reduce la democracia a un permanente desfogue sectario ajeno a los intereses del colectivo. Fíjense: todavía tocamos con la mano la asunción presidencial a trompicones cuando la atención ya está puesta en la carrera sucesoria y la administración de Calderón sigue con las manos vacías. Diciéndolo en términos beisboleros: ni lanza, ni cacha ni deja batear. Y así hasta el 2012. Si aguantamos.
Debate
El senador perredista Carlos Navarrete Ruiz, guanajuatense de origen –lo que confirma la permanente dualidad entre liberales y conservadores en la entidad cuna de la Independencia-, se ha convertido en una especie de “gran legislador” por cuanto su propensión a evitar los desplantes intransigencias de algunos de sus correligionarios y ser garante, como presidente de la mesa directiva del Senado, del poder Legislativo que, junto al Ejecutivo y Judicial, forman gobierno. Por eso, claro, no pudo sostener la tramposa doble lectura destinada a desconocer al presidente en funciones sin desprenderse de las dietas camarales.
En los últimos días, bajo el frenesí de las alianzas y los palos de ciego, Navarrete ha salido en defensa de la autonomía del Legislativo que se vio afectada cuando, dentro de la espesura de la niebla demagógica y sectaria, se hizo público el malhadado “pacto”, con sabor mexiquense, para comprometer el aval de los congresistas del PRI a favor del paquete fiscal a cambio de que el PAN no se coalicionara contra éste. Alegó, con absoluta razón, que esta conducta era perniciosa porque, además de la evidente amoralidad política, tendía a depredar la fuerza sustantiva parlamentaria convirtiéndola en una pobre corriente marginal.
Ni el secretario de Gobernación, el rebasado Fernando Gómez-Mont, ni mucho menos el mandatario en funciones, pudieron responderle a cabalidad. Lo hicieron con los consabidos lugares comunes que se basan en la soez interpretación de los actos de gobierno como siempre constreñidos al interés nacional. Puras pamplinas. Por supuesto, la alevosa intromisión volvió a elevar los decibeles del presidencialismo autoritario que socava, bajo el agua, posprincipios que dice defender retóricamente. Así proceden los demagogos, no los demócratas.
Se trata, desde luego, de una cuestión de fondo. Álgida. Porque no podrá construirse el futuro, con pretensiones democráticas, en tanto los actores políticos y la ciudadanía en proceso de maduración no sean capaces de consolidar el modelo que nos permita avizorar el porvenir más allá, insisto, de los obcecados brotes sectarios y la consiguiente soberbia de la clase gobernante que no admite más opinión que la propia. Y es en esta línea en donde estamos entrampados.
Es curioso asentar que ni siquiera bajo el presidencialismo al estilo del priísmo disciplinado, el Legislativo había estado más amenazado por los propios dirigentes partidistas que, con frecuencia, soslayan la representatividad popular –a la que se deben supuestamente-, con tal de proteger a los grupos afines, la elite que conforma y confirma las rutas del continuismo con su excepcional capacidad, digamos, de adaptación.
Sencillo: sin contrapesos reales en el Legislativo la democracia, sencillamente, no existe.
El Reto
Otra vez. ¿Por qué le temen tanto al parlamentarismo quienes quieren desprenderse del presidencialismo, en serio? No hay respuesta sino evasivas sobre el particular mientras avanza la tremenda descomposición política en todo el país. Por eso, en este 2010, lo amorfo ha sustituido incluso a la más elemental coherencia ideológica y moral.
Si apostáramos por un régimen parlamentario, el presidente del gobierno sería, al mismo tiempo, líder de su propia fracción partidista y estaría obligado, para garantizar la viabilidad de su administración, a alcanzar y suscribir los consensos necesarios con las minorías garantizando con ello el concurso de una mayoría firme que no se opusiera, por conveniencias facciosas, a los proyectos fundamentales. No se renunciaría así a la democracia, se le haría posible y, desde luego, perfectible.
Lo que resulta inadmisible es permanecer, insisto, a la mitad de nada. Sólo así puede explicarse el diferendo entre el presidente del Senado y el Ejecutivo en torno a las negociaciones con sabor a chantaje. No es esto por lo que los mexicanos votamos y ya es hora de corregirlo. ¿O existe alguna otra alternativa? Si es así, ¿qué esperan para plantearla?
La Anécdota
A mediados de la década de los sesenta –esto es hace casi medio siglo-, en Yucatán, un singular legislador, Petronilo Tzab Cucul, de origen maya y por ende líder natural, llegó al Congreso del Estado desconociendo procedimientos y hasta funciones, esto es guiado sólo por su instinto –que era mucho- y su convicción de hacer política para ampliar sus propias posibilidades. Gobernaba entonces a la entidad, el profesor Luis Torres Mesías.
En ese entorno, un reportero preguntó a Petronilo:
--¿Podría decirme qué hace un diputado?
El aludido, muy orondo y comedido, tomó aire y exhaló su respuesta:
--Los diputados, periodista, somos los mejores servidores... del señor gobernador.
En los tiempos actuales a lo mismo se reducen quienes, por todo y para todo, avalan cuanto hace el mandatario acremente cuestionado por su ilegitimidad política.
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Blog: http://www.rafaelloretdemola.blogspot.com
E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
lunes, 8 de marzo de 2010
CABALLOS NEGROS/COLUMNA DESAFIO
Desafío Publicación: LUNES 8 DE MARZO DE 2010
*Caballos Negros
*Apuesta Abierta
*Candidato Eterno
Por Rafael Loret de Mola
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Hace una semana, en la Plaza México, ocurrió un “destape” singular: el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), doctor Juan Ramón de la Fuente, recibió el brindis del veterano diestro Manolo Mejía, quien por cierto triunfó y salió a hombros, bajo una cálida, cerrada ovación; y, por si fuera poco, una porra lanzó al aire el tradicional “Goya” universitario, insólito en un coso taurino, con el acompañamiento de una amplia sonrisa por parte del agasajado quien volteó hacia sus acompañantes y algo musitó, a carcajada batiente, acaso pensando en la crecida de sus bonos personales hacia un futuro no muy lejano.
En la fase final de la selección panista del candidato presidencial en 2006, el pretendido “caballo negro”, el ex gobernador de jalisco Alberto Cárdenas Jiménez, salió demasiado tarde a la pista, confundiendo a los propios militantes de Acción Nacional por cuanto no pudieron precisar si el lanzamiento tendía a fraccionar las simpatías como si de un esquirol se tratara o respondía a una estrategia presidencial, muy al estilo de los Fox, para asegurar sus influencias a futuro frustrado el concepto de cogobierno por la caída del matriarcado oficioso.
Cárdenas, a lo largo de los debates entre los precandidatos del PAN –con él, Santiago Creel Miranda y quien resultó vencedor, Felipe Calderón, con inclusión de mañas y aplicaciones alquimistas-, se caracterizó por repetir la cortinilla “yo ya lo hice” como si todo en Jalisco fuera bienaventuranza. Finalmente, se quedó en el camino, sin riendas ni sillas, relinchando en la espesura en demanda de un nuevo reacomodo institucional. Una conducta, por cierto, muy cercana a la patentada por los priístas de otros tiempos, ubicados entre la disciplina partidista y el ansia por permanecer a expensas del erario.
En México, hasta hoy, la leyenda del “caballo negro”, que alcanza y gana, no es sino quimera. Bajo la hegemonía priísta, cuando el “derby” sólo se desarrollaba a la vera del mandatario en turno, las “sorpresas” y rebases obedecían, más bien, a un juego malintencionado para forzar los chantajes soterrados y asegurar con ellos la impunidad a futuro, el espaldarazo, en pro del progenitor político intocable. Luego, el ungido cobraba perfil de “futuro presidente” con mando incluso sobre elementos del Estado Mayor Presidencial quienes proveían la seguridad para la transición sexenal inevitable.
La aparición de terceros en discordia tampoco ha sido una fórmula exitosa considerando los habituales candados con los que los partidos cierran las compuertas de la participación. Y de esta perspectiva derivan, igualmente, los tremendos valladares contra la iniciativa en pro de las candidaturas independientes que vendría a ser algo así como un desfogue para una sociedad que, por el momento y con razón, repele a los partidos y a sus dirigencias a la vista de tantos y tantos escándalos cuyos saldos desgastan, sin duda, prestigios y principios. No hay instituto a salvo en este renglón.
De allí que, por el momento, la pesca de personalidades para ocupar candidaturas y vacíos sea, en este momento, un juego de muy altos vuelos. Sobre todo porque algunos observan tal ventaja a favor del mediático mexiquense en fase matrimonial –siquiera para colorear aún más los semanarios “del corazón”-, que consideran de poca monta cuantos movimientos surjan para ampliar la baraja. Pese a ello, cada día son más quienes dudan y alimentan sospechas sobre inducciones masivas destinadas a asegurar una segunda alternancia con idénticos métodos a los usados en 2000 con el aval de la Casa Blanca. ¿Por qué ahora la marcha hacia atrás?, cabría preguntarnos.
Al interior del PRI, por ejemplo, no son pocos quienes concluyen que acaso el gobernador mexiquense puede resultar un candidato de gran empuje al tiempo de manifestar una duda que les carcome el espíritu: ¿pero será un buen presidente? De allí el fenómeno que ya se percibe: entre los cuadros dirigentes existen menos apoyos hacia el vanguardista de la justa, Enrique Peña, que cuanto se percibe fuera del otrora partido invencible. Y tal debiera encender las alarmas entre los colaboradores del personaje listos a desarrollar, ya desde ahora, la perspectiva habitual de hace años, esto es en torno a un “futuro presidente”. La precipitación puede resultar muy grave para el líder aparente de la carrera.
Una de las consecuencias, hasta el momento, es el ansia notoria de los pretendidos postulantes por hacerse ver. Más allá de los habituales deslindes y protocolos, cuantos se perciben actores no niegan la cruz de su parroquia ni limitan a sus simpatizantes; por el contrario, los estimulan y los provocan a hablar con más elevados tonos.
Por supuesto, en entorno así las caballerizas que abrigan a los negros jamelgos de las sorpresas están abiertas de par en par.
Debate
Desde la izquierda vino el rumor: Heriberto Félix Guerra, secretario de Desarrollo Social desde el 9 de diciembre pasado –entró en sustitución de Ernesto Cordero, visto como el “delfín” hasta entonces y quien a su vez pasó a Hacienda-, yerno del emblemático “Maquío” y por ende cuñado del diputado Manuel Clouthier Carrillo quien marcó con su diferendo respecto a la posible protección oficial al “cártel” de Sinaloa, podría ser el as bajo la manga de la dirigencia panista, siempre y cuando, claro, el mandatario federal en funciones estuviera dispuesto a abrir el juego.
Félix Guerra, por cierto, hasta días antes de su designación ministerial, era observado como uno de los posibles aspirantes del PAN al gobierno de Sinaloa, cargo por el que compitió hace seis años en una controvertida elección cuyo desenlace, a favor del priísta Jesús Aguilar Padilla, concitó sospechas y provocó severas denuncias por el evidente desaseo de los comicios y la posible intervención, vía financiamientos, de los poderosos “capos” con dominio territorial sorbe la región. Nada nuevo bajo ese sol.
¿No es cuando menos curioso que Félix haya sido llevado a gabinete presidencial, eliminándolo de la justa estatal, cuando comenzaba el debate sobre la infiltración de los cuadros políticos por parte de las mafias?¿Y que haya sido Clouthier, el cuñado quien tanto quisiera emular a su padre, el señalado para denunciar la escasa actividad del gobierno federal en Sinaloa, convertida en germen de capos y tierra de intocables? No creo en las casualidades sino en las evidencias y éstas son, de verdad, muy claras.
Es obvio que detrás de todas estas decisiones están las manos sucias. Porque, de hecho, los precandidatos “fuertes” del PAN, los mencionados Félix Guerra y Clouthier –aun cuando éste presuma de no haberse afiliado al PAN, el partido del que fue abanderado su progenitor en 1988, el año de la fatídica usurpación salinista-, fueron descartados sin siquiera comenzar a jugar, debilitándose notoriamente la causa del blanquiazul en un estado en donde, insisto, pesan muchos los intereses amafiados. Por ello, claro, pocos discuten acerca de las posibilidades del priísta Jesús Vizcarra Calderón, ex alcalde de Culiacán y puerto, según dicen, para algunos de los más notorios representantes de los zares del vicio. Es vox pópuli.
Tal es, entonces, una estrategia de alto riesgo desde la visión presidencialista. Pero podría funcionar, claro, para saldar ciertas cuentas pendientes considerando que la prioridad es prefabricar la segunda alternancia virando hacia atrás en ruta hacia el punto de partida. Doce años, nada menos, se habrán tirado a la basura cuando lleguemos al 2012.
El Reto
La ausencia notoria de liderazgos confluye hacia un fenómeno sociopolítico en crecida: cualquiera que tenga un trayecto más o menos exitoso comienza a ser sobrevaluado y proyectado hacia la escalera jerárquica del sistema. No hay otros de quien echar mano, para que se entienda.
Tal s el caso, precisamente, de Juan Ramón de la Fuente, el médico siquiatra que se encontró a la política por derivación de las entrañables relaciones de su padre con el matrimonio Zedillo Velasco desde antes de la asunción presidencial del doctor Ernesto. Fue éste quien designó a Juan Ramón como secretario de Salud en un entorno desconocido para el incipiente ministro:
--Yo no soy político y no entiendo nada de política –me confió en esos días-. Ni siquiera sé cuánto dura en su encargo un diputado o un senador. ¿Tres o seis años?
Tres lustros después se lo pelean las izquierdas erosionadas con visión hacia el 2012. Lo observan, dicen, por su capital “social” acumulado bajo el peso del reconocimiento a su buena labor en la UNAM. No ha sido, desde luego, el mejor Rector de esta casa de estudios pero sí, sin duda alguna, el más publicitado y el más protegido por cuantos manejan las tablas de valores del establishment. Por eso, claro, en el PRD lo consideran una opción, ya desde ahora, para encabezar la puja por la Presidencia... a menos de que antes decida fracturar el proyecto Peña Nieto lanzándose a la gubernatura del Estado de México. La hoguera de las vanidades. Abundaremos, claro.
La Anécdota
Desde que la Revolución “degeneró en gobierno”, como solían acotar los bravos zapatistas, han sido muy pocos los candidatos repetidores. Quien tiene en su haber un mayor número de postulaciones es, sin duda alguna, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, con tres campañas presidenciales y cuatro precandidaturas del PRD en pos de la titularidad del Ejecutivo Federal. Y, casi seguramente, Andrés Manuel López Obrador intentará, por segunda ocasión, alcanzar alguna nominación presidencial aun cuando su oferta se reduzca a los minoritarios de la izquierda y ya no al PRD.
De allí que los malosos, siempre los hay, bautizaran a López Obrador como “Don Nicolás”. Cuando pregunté el porqué de tal nombre de pila, me respondieron:
--Por su antecedente, Don Nicolás Zúñiga y Miranda. Él fue quien más veces participó en las parodias electorales del porfiriato y, además, no se cansó de denunciar fraudes al grado de presentarse, en sociedad, como el “verdadero presidente”.
Los paralelismos demuestran lo poco que han avanzado la política y las instituciones a través de más de una centuria. ¿Festejamos también el centenario de la parálisis política?
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E-mail: rafloret@hotmail.com
*Caballos Negros
*Apuesta Abierta
*Candidato Eterno
Por Rafael Loret de Mola
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Hace una semana, en la Plaza México, ocurrió un “destape” singular: el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), doctor Juan Ramón de la Fuente, recibió el brindis del veterano diestro Manolo Mejía, quien por cierto triunfó y salió a hombros, bajo una cálida, cerrada ovación; y, por si fuera poco, una porra lanzó al aire el tradicional “Goya” universitario, insólito en un coso taurino, con el acompañamiento de una amplia sonrisa por parte del agasajado quien volteó hacia sus acompañantes y algo musitó, a carcajada batiente, acaso pensando en la crecida de sus bonos personales hacia un futuro no muy lejano.
En la fase final de la selección panista del candidato presidencial en 2006, el pretendido “caballo negro”, el ex gobernador de jalisco Alberto Cárdenas Jiménez, salió demasiado tarde a la pista, confundiendo a los propios militantes de Acción Nacional por cuanto no pudieron precisar si el lanzamiento tendía a fraccionar las simpatías como si de un esquirol se tratara o respondía a una estrategia presidencial, muy al estilo de los Fox, para asegurar sus influencias a futuro frustrado el concepto de cogobierno por la caída del matriarcado oficioso.
Cárdenas, a lo largo de los debates entre los precandidatos del PAN –con él, Santiago Creel Miranda y quien resultó vencedor, Felipe Calderón, con inclusión de mañas y aplicaciones alquimistas-, se caracterizó por repetir la cortinilla “yo ya lo hice” como si todo en Jalisco fuera bienaventuranza. Finalmente, se quedó en el camino, sin riendas ni sillas, relinchando en la espesura en demanda de un nuevo reacomodo institucional. Una conducta, por cierto, muy cercana a la patentada por los priístas de otros tiempos, ubicados entre la disciplina partidista y el ansia por permanecer a expensas del erario.
En México, hasta hoy, la leyenda del “caballo negro”, que alcanza y gana, no es sino quimera. Bajo la hegemonía priísta, cuando el “derby” sólo se desarrollaba a la vera del mandatario en turno, las “sorpresas” y rebases obedecían, más bien, a un juego malintencionado para forzar los chantajes soterrados y asegurar con ellos la impunidad a futuro, el espaldarazo, en pro del progenitor político intocable. Luego, el ungido cobraba perfil de “futuro presidente” con mando incluso sobre elementos del Estado Mayor Presidencial quienes proveían la seguridad para la transición sexenal inevitable.
La aparición de terceros en discordia tampoco ha sido una fórmula exitosa considerando los habituales candados con los que los partidos cierran las compuertas de la participación. Y de esta perspectiva derivan, igualmente, los tremendos valladares contra la iniciativa en pro de las candidaturas independientes que vendría a ser algo así como un desfogue para una sociedad que, por el momento y con razón, repele a los partidos y a sus dirigencias a la vista de tantos y tantos escándalos cuyos saldos desgastan, sin duda, prestigios y principios. No hay instituto a salvo en este renglón.
De allí que, por el momento, la pesca de personalidades para ocupar candidaturas y vacíos sea, en este momento, un juego de muy altos vuelos. Sobre todo porque algunos observan tal ventaja a favor del mediático mexiquense en fase matrimonial –siquiera para colorear aún más los semanarios “del corazón”-, que consideran de poca monta cuantos movimientos surjan para ampliar la baraja. Pese a ello, cada día son más quienes dudan y alimentan sospechas sobre inducciones masivas destinadas a asegurar una segunda alternancia con idénticos métodos a los usados en 2000 con el aval de la Casa Blanca. ¿Por qué ahora la marcha hacia atrás?, cabría preguntarnos.
Al interior del PRI, por ejemplo, no son pocos quienes concluyen que acaso el gobernador mexiquense puede resultar un candidato de gran empuje al tiempo de manifestar una duda que les carcome el espíritu: ¿pero será un buen presidente? De allí el fenómeno que ya se percibe: entre los cuadros dirigentes existen menos apoyos hacia el vanguardista de la justa, Enrique Peña, que cuanto se percibe fuera del otrora partido invencible. Y tal debiera encender las alarmas entre los colaboradores del personaje listos a desarrollar, ya desde ahora, la perspectiva habitual de hace años, esto es en torno a un “futuro presidente”. La precipitación puede resultar muy grave para el líder aparente de la carrera.
Una de las consecuencias, hasta el momento, es el ansia notoria de los pretendidos postulantes por hacerse ver. Más allá de los habituales deslindes y protocolos, cuantos se perciben actores no niegan la cruz de su parroquia ni limitan a sus simpatizantes; por el contrario, los estimulan y los provocan a hablar con más elevados tonos.
Por supuesto, en entorno así las caballerizas que abrigan a los negros jamelgos de las sorpresas están abiertas de par en par.
Debate
Desde la izquierda vino el rumor: Heriberto Félix Guerra, secretario de Desarrollo Social desde el 9 de diciembre pasado –entró en sustitución de Ernesto Cordero, visto como el “delfín” hasta entonces y quien a su vez pasó a Hacienda-, yerno del emblemático “Maquío” y por ende cuñado del diputado Manuel Clouthier Carrillo quien marcó con su diferendo respecto a la posible protección oficial al “cártel” de Sinaloa, podría ser el as bajo la manga de la dirigencia panista, siempre y cuando, claro, el mandatario federal en funciones estuviera dispuesto a abrir el juego.
Félix Guerra, por cierto, hasta días antes de su designación ministerial, era observado como uno de los posibles aspirantes del PAN al gobierno de Sinaloa, cargo por el que compitió hace seis años en una controvertida elección cuyo desenlace, a favor del priísta Jesús Aguilar Padilla, concitó sospechas y provocó severas denuncias por el evidente desaseo de los comicios y la posible intervención, vía financiamientos, de los poderosos “capos” con dominio territorial sorbe la región. Nada nuevo bajo ese sol.
¿No es cuando menos curioso que Félix haya sido llevado a gabinete presidencial, eliminándolo de la justa estatal, cuando comenzaba el debate sobre la infiltración de los cuadros políticos por parte de las mafias?¿Y que haya sido Clouthier, el cuñado quien tanto quisiera emular a su padre, el señalado para denunciar la escasa actividad del gobierno federal en Sinaloa, convertida en germen de capos y tierra de intocables? No creo en las casualidades sino en las evidencias y éstas son, de verdad, muy claras.
Es obvio que detrás de todas estas decisiones están las manos sucias. Porque, de hecho, los precandidatos “fuertes” del PAN, los mencionados Félix Guerra y Clouthier –aun cuando éste presuma de no haberse afiliado al PAN, el partido del que fue abanderado su progenitor en 1988, el año de la fatídica usurpación salinista-, fueron descartados sin siquiera comenzar a jugar, debilitándose notoriamente la causa del blanquiazul en un estado en donde, insisto, pesan muchos los intereses amafiados. Por ello, claro, pocos discuten acerca de las posibilidades del priísta Jesús Vizcarra Calderón, ex alcalde de Culiacán y puerto, según dicen, para algunos de los más notorios representantes de los zares del vicio. Es vox pópuli.
Tal es, entonces, una estrategia de alto riesgo desde la visión presidencialista. Pero podría funcionar, claro, para saldar ciertas cuentas pendientes considerando que la prioridad es prefabricar la segunda alternancia virando hacia atrás en ruta hacia el punto de partida. Doce años, nada menos, se habrán tirado a la basura cuando lleguemos al 2012.
El Reto
La ausencia notoria de liderazgos confluye hacia un fenómeno sociopolítico en crecida: cualquiera que tenga un trayecto más o menos exitoso comienza a ser sobrevaluado y proyectado hacia la escalera jerárquica del sistema. No hay otros de quien echar mano, para que se entienda.
Tal s el caso, precisamente, de Juan Ramón de la Fuente, el médico siquiatra que se encontró a la política por derivación de las entrañables relaciones de su padre con el matrimonio Zedillo Velasco desde antes de la asunción presidencial del doctor Ernesto. Fue éste quien designó a Juan Ramón como secretario de Salud en un entorno desconocido para el incipiente ministro:
--Yo no soy político y no entiendo nada de política –me confió en esos días-. Ni siquiera sé cuánto dura en su encargo un diputado o un senador. ¿Tres o seis años?
Tres lustros después se lo pelean las izquierdas erosionadas con visión hacia el 2012. Lo observan, dicen, por su capital “social” acumulado bajo el peso del reconocimiento a su buena labor en la UNAM. No ha sido, desde luego, el mejor Rector de esta casa de estudios pero sí, sin duda alguna, el más publicitado y el más protegido por cuantos manejan las tablas de valores del establishment. Por eso, claro, en el PRD lo consideran una opción, ya desde ahora, para encabezar la puja por la Presidencia... a menos de que antes decida fracturar el proyecto Peña Nieto lanzándose a la gubernatura del Estado de México. La hoguera de las vanidades. Abundaremos, claro.
La Anécdota
Desde que la Revolución “degeneró en gobierno”, como solían acotar los bravos zapatistas, han sido muy pocos los candidatos repetidores. Quien tiene en su haber un mayor número de postulaciones es, sin duda alguna, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, con tres campañas presidenciales y cuatro precandidaturas del PRD en pos de la titularidad del Ejecutivo Federal. Y, casi seguramente, Andrés Manuel López Obrador intentará, por segunda ocasión, alcanzar alguna nominación presidencial aun cuando su oferta se reduzca a los minoritarios de la izquierda y ya no al PRD.
De allí que los malosos, siempre los hay, bautizaran a López Obrador como “Don Nicolás”. Cuando pregunté el porqué de tal nombre de pila, me respondieron:
--Por su antecedente, Don Nicolás Zúñiga y Miranda. Él fue quien más veces participó en las parodias electorales del porfiriato y, además, no se cansó de denunciar fraudes al grado de presentarse, en sociedad, como el “verdadero presidente”.
Los paralelismos demuestran lo poco que han avanzado la política y las instituciones a través de más de una centuria. ¿Festejamos también el centenario de la parálisis política?
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E-mail: rafloret@hotmail.com
viernes, 5 de marzo de 2010
HACIA EL FUTURO
Desafío Publicación: VIERNES 5 DE MARZO DE 2010
*Hacia el Futuro
*Años Dilapidados
*La Puerta Grande
Por Rafael Loret de Mola
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La diferencia entre un funcionario mediocre y otro visionario se encuentra en su perspectiva de futuro. Para el primero sólo cuenta el presente y justifica navegar apoyándose en las circunstancias; el segundo, en cambio, construye escenarios y alternativas factibles intentando adelantarse a su época para ganarla. Ya hemos dicho que durante la administración anterior, la de la parejita presidencial, la estrategia fue la de dejar pasar el tiempo, perdiéndolo, para evitar así confrontaciones peligrosas. Por ello, claro, sobrevino la claudicación sin que el entonces mandatario se animara siquiera a buscar la manera de hacer viable un gobierno con un Congreso mayoritariamente opositor; optó, para infortunio general, por el juego de las descalificaciones sin alterar las condiciones. Seguimos pagando los costos.
Felipe Calderón está ahora ante una nueva coyuntura. Acaso su régimen se ha caracterizado por ello desde su origen cuestionado y su asunción a la Primera Magistratura a trompicones. Pesa el presente y no se avizora el porvenir. Desde el inicio apostó por la estabilidad financiera –como lo hacen todos los gobiernos de la actualidad sin importar tendencias ideológicas en un mundo globalizado-, creyéndose a salvo, por disciplinado ante el gran poder universal, de cualquier barrunto de tormenta. Esto es: no percibió que también en cuestiones de Estado se está dando un profundo cambio climático y cada vez es más complejo disimular debilidades y subsanar complicidades ante una opinión pública cada vez menos inmadura y más pensante. Dicho de otra manera: los pretextos circunstanciales no rinden en la actualidad como lo hacían antes cuando la simulación alcanzó su cúspide, digamos en la fase terminal del priísmo hegemónico con el doctor Ernesto Zedillo en uso de la Primera Magistratura.
Fox prometió, en el arranque de su frustrante gestión, una democratización efectiva de la estructura gubernamental; y terminó envuelto por el clamor contra el fraude comicial y la amarga sentencia por la oficiosa intervención presidencial en un proceso electoral viciado. Ni siquiera sus panegiristas, que los hay aunque muy pocos ya, se atreven a negar tales hechos incontrovertibles. Y Calderón inició su andar intentando negociar las reformas inaplazables: la política, que por ahora sólo se ha cernido a algunos aspectos electorales técnicos sin entrar al fondo de las controversias pendientes, y la energética con consensos entre panistas y priístas en la misma línea de la continuidad presidencialista.
Sobre los pobres saldos de la reforma electoral, cuya arista mayor fue la remoción de los antiguos consejeros del Instituto Federal Electoral –misma que al consumarse significó una tremenda condena histórica sobre la actuación de quienes, con torpeza inaudita o calculada suficiencia, ensuciaron escrutinios y resultados restándoles calidad moral a los vencedores-. Sólo eso cuando era imperativo modificar las reglas del juego para no volver a caer en los mismos pantanos. Al respecto, quienes han elogiado el paso dado insisten en que falta la segunda llamada, esto es una reforma política profunda, aun cuando cada día se hace más evidente el escaso interés del gobierno –esto es el Ejecutivo y los legisladores- en promoverla. Más bien apuestan por dejar pasar el tiempo, dilapidándolo.
Y, claro, siguen en espera las posibles soluciones para paliar la crispación de 2006, hija de la polarización y el sectarismo. Está entrampada la iniciativa para posibilitar una segunda vuelta electoral destinada a determinar el aval mayoritario, rescatando de esta manera a la pluralidad de las minorías que, en conjunto, tienen capacidad para entrampar el quehacer gubernativo. En lamisca línea se encuentran la propuestas para reducir los escenarios legislativos –agigantados por las concesiones oficiales a los partidos en compensación de las posiciones falsamente “mayoritarias” arrebatadas a mansalva a las oposiciones durante largos lustros-, cuya ineficacia, en buena medida por el número excesivo de parlamentarios inútiles, desborda los intentos de diálogo y, por consiguiente, de acuerdos sustantivos basados en la defensa y aseguramiento de los intereses colectivos. Perdemos el tiempo todos.
Tres años y tres meses después del inicio del régimen federal en curso los vicios se repiten y la negligencia continúa. Esto es como, si de nueva cuenta, se apostara a sostener el estado de cosas, librándolo de las perversidades de la crítica -¡ay, el círculo negro!-, mientras nos rebasan, en los planos internacionales, por la izquierda y también por la derecha.
Debate
En la misma línea, mientras buena parte de los gobiernos esparcidos por la geopolítica global se estremecen e intentan combatir al cambio climático, en México ni siquiera comenzamos a reciclar con efectividad nuestros desechos. Es una vergüenza si comparamos cuanto se realiza en otras latitudes para elevar la conciencia de la ciudadanía impactándola positivamente con los hechos sucintos y las posibles consecuencias de la permanente devastación del globo terráqueo por parte de los seres humanos. Pero, claro, en México se cree que el destino universal no nos alcanzará por efecto de una tremenda deformación conformista, acaso la aportación mayor de la continuidad en el ejercicio del poder.
Podría comenzarse con limpiar nuestras costas o por desarrollar en las zonas urbanas una campaña para que toda la ciudadanía aprendiera a reciclar la basura, separando desechos orgánicos de los plásticos, los cartones y el vidrio. No es muy difícil si, de verdad, tomamos conciencia de los tremendos riesgos que corremos si nada hacemos.
En el fondo, lo hemos dicho ya, a los funcionarios públicos, sin distingo de partidos y filosofías, les viene bien lo que he dado en llamar la “fabrica de damnificados”. Al respecto no olvido, y alguna vez lo conté en esta columna, el exabrupto del extinto cacique de Yucatán, Víctor Cervera, cuando más le urgía llamar la atención nacional:
--¡Dios mío, mándanos siquiera un huracancito!
Y es que demandaba una fotografía paternalista al lado de las víctimas para iniciar la escalada de su promoción personal. La verdad es que “el balo” –así llamaban a Cervera como diciendo “el naco”-, hizo público un deseo discretamente guardado por los demás integrantes de la clase política ávidos de ponerse las botas y meterse en los charcos interminables –con la seguridad de no correr riesgos, por supuesto-, para manifestar el “apoyo” hacia los menesterosos, destechados y hambrientos que lo pierden todo, de manera cíclica, por ausencia de infraestructura adecuada. Y no se diga más porque enseguida los defensores oficiosos del poder nos pondrán el deplorable ejemplo de Nueva Orleáns para señalar que la mayor potencia de nuestra era tampoco estaba preparada para las catástrofes naturales. Hasta en el dolor y la ruindad somos dependientes.
Por esta manera de pensar y proceder, se levantan, una y otra vez, los postes y las casas de cartón por donde pasan los ciclones habituales. Dicen que cualquiera otra cosa resultaría muy costosa, por ejemplo un proyecto de ductos subterráneos que no pudieran ser arrancados por los vientos. Y nadie calcula cuanto se ha destinado a las reconstrucciones maquilladas que no son, de modo alguno, definitivas. Volvemos a caer en el mismo error con una constancia sólo explicable en una nación que sale de siete décadas de dictadura priísta para volver sobre sus pasos hacia una versión corregida y aumentada de la misma. El peso histórico, no lo dudemos, será tremendo.
Como están las cosas ni siquiera nos asomamos a las explicaciones científicas para no precipitar los temores. Hace dos años, como muestra, los vientos asolaron a algunas poblaciones del norte, cerca de Monterrey, sorprendiendo a habitantes y viajeros. El saldo fue de tres muertos. La noticia se esparció por Estados Unidos y Europa como demostración de que “algo” está pasando en materia de meteoros imprevistos y sin que ello diera lugar a una reacción de las autoridades mexicanas acorde con la dimensión de los hechos mismos. Y es que, acaso, no hubo suficientes damnificados para la entrañable causa de la publicidad.
¿Recuerdan, los amables lectores, aquella cinta titulada “Cuando el Destino nos Alcance”?
El Reto
La política, desde luego, sí que nos alcanzará en breve tiempo. La mala política, digo, la de la deplorable inercia que nos mantiene en el pantano de la indiferencia general. He escuchado, en los últimos días, a varios juiciosos amigos decir que la controversia por las coaliciones enfermas ha “resucitado” a López Obrador quien, de nuevo, volvió a ser noticia gracias a los testimonios que le llegan “milagrosamente” –así justifica a los traficantes de información-, y de manera cíclica, como los huracanes. La única respuesta a este planteo tiene que ver con la inercia de quienes ejercen el poder.
Sin visión de futuro estaremos, con seguridad, anclando en los mismos vicios, si bien siempre acrecentados, cuando lleguen las nuevas campañas y surjan los enfrentamientos tremendos. Como en 2006 y peor. De la misma manera como nos dirigimos hacia un cataclismo por la ausencia de previsiones oportunas en el amplísimo territorio nacional. ¡Ah! Desde luego los “verdes” siguen más preocupados por condenar a las corridas de toros mientras esconden –como lo ha hecho Jorge González Torres, el patriarca del grupo-, sus trofeos de caza. Hipocresía pura con muchos millones de compensación.
El tiempo sigue corriendo. Y ya está en contra del segundo régimen panista en pro “del cambio”. Esperemos que no sea el climático. ¿O sí?
La Anécdota
Se cuenta en Madrid que una figura mexicana del toreo, hidalguense para más precisión, arribó a la Plaza de Las Ventas, con fama de que en ella se lidian los toros de las pesadillas toreras, demudado y con la expresión congelada. Para animarlo, un aficionado le gritó:
--¡A ver si sales por la Puerta Grande! –la señal del triunfo-.
El diestro apenas balbuceó una respuesta:
--Me conformo con salir por mi propio pie y por ésta, la de arrastre.
La supervivencia asegurada, situándose lejos de los pitones, es decir de los riesgos, por encima de la ambición para alcanzar la gloria. No sé por qué me viene a la cabeza la figura del señor Calderón. ¿La puerta grande o la de arrastre, señor?
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E-mail: rafloret@hotmail.com
Rafael Loret de Mola
Escritor
*Hacia el Futuro
*Años Dilapidados
*La Puerta Grande
Por Rafael Loret de Mola
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La diferencia entre un funcionario mediocre y otro visionario se encuentra en su perspectiva de futuro. Para el primero sólo cuenta el presente y justifica navegar apoyándose en las circunstancias; el segundo, en cambio, construye escenarios y alternativas factibles intentando adelantarse a su época para ganarla. Ya hemos dicho que durante la administración anterior, la de la parejita presidencial, la estrategia fue la de dejar pasar el tiempo, perdiéndolo, para evitar así confrontaciones peligrosas. Por ello, claro, sobrevino la claudicación sin que el entonces mandatario se animara siquiera a buscar la manera de hacer viable un gobierno con un Congreso mayoritariamente opositor; optó, para infortunio general, por el juego de las descalificaciones sin alterar las condiciones. Seguimos pagando los costos.
Felipe Calderón está ahora ante una nueva coyuntura. Acaso su régimen se ha caracterizado por ello desde su origen cuestionado y su asunción a la Primera Magistratura a trompicones. Pesa el presente y no se avizora el porvenir. Desde el inicio apostó por la estabilidad financiera –como lo hacen todos los gobiernos de la actualidad sin importar tendencias ideológicas en un mundo globalizado-, creyéndose a salvo, por disciplinado ante el gran poder universal, de cualquier barrunto de tormenta. Esto es: no percibió que también en cuestiones de Estado se está dando un profundo cambio climático y cada vez es más complejo disimular debilidades y subsanar complicidades ante una opinión pública cada vez menos inmadura y más pensante. Dicho de otra manera: los pretextos circunstanciales no rinden en la actualidad como lo hacían antes cuando la simulación alcanzó su cúspide, digamos en la fase terminal del priísmo hegemónico con el doctor Ernesto Zedillo en uso de la Primera Magistratura.
Fox prometió, en el arranque de su frustrante gestión, una democratización efectiva de la estructura gubernamental; y terminó envuelto por el clamor contra el fraude comicial y la amarga sentencia por la oficiosa intervención presidencial en un proceso electoral viciado. Ni siquiera sus panegiristas, que los hay aunque muy pocos ya, se atreven a negar tales hechos incontrovertibles. Y Calderón inició su andar intentando negociar las reformas inaplazables: la política, que por ahora sólo se ha cernido a algunos aspectos electorales técnicos sin entrar al fondo de las controversias pendientes, y la energética con consensos entre panistas y priístas en la misma línea de la continuidad presidencialista.
Sobre los pobres saldos de la reforma electoral, cuya arista mayor fue la remoción de los antiguos consejeros del Instituto Federal Electoral –misma que al consumarse significó una tremenda condena histórica sobre la actuación de quienes, con torpeza inaudita o calculada suficiencia, ensuciaron escrutinios y resultados restándoles calidad moral a los vencedores-. Sólo eso cuando era imperativo modificar las reglas del juego para no volver a caer en los mismos pantanos. Al respecto, quienes han elogiado el paso dado insisten en que falta la segunda llamada, esto es una reforma política profunda, aun cuando cada día se hace más evidente el escaso interés del gobierno –esto es el Ejecutivo y los legisladores- en promoverla. Más bien apuestan por dejar pasar el tiempo, dilapidándolo.
Y, claro, siguen en espera las posibles soluciones para paliar la crispación de 2006, hija de la polarización y el sectarismo. Está entrampada la iniciativa para posibilitar una segunda vuelta electoral destinada a determinar el aval mayoritario, rescatando de esta manera a la pluralidad de las minorías que, en conjunto, tienen capacidad para entrampar el quehacer gubernativo. En lamisca línea se encuentran la propuestas para reducir los escenarios legislativos –agigantados por las concesiones oficiales a los partidos en compensación de las posiciones falsamente “mayoritarias” arrebatadas a mansalva a las oposiciones durante largos lustros-, cuya ineficacia, en buena medida por el número excesivo de parlamentarios inútiles, desborda los intentos de diálogo y, por consiguiente, de acuerdos sustantivos basados en la defensa y aseguramiento de los intereses colectivos. Perdemos el tiempo todos.
Tres años y tres meses después del inicio del régimen federal en curso los vicios se repiten y la negligencia continúa. Esto es como, si de nueva cuenta, se apostara a sostener el estado de cosas, librándolo de las perversidades de la crítica -¡ay, el círculo negro!-, mientras nos rebasan, en los planos internacionales, por la izquierda y también por la derecha.
Debate
En la misma línea, mientras buena parte de los gobiernos esparcidos por la geopolítica global se estremecen e intentan combatir al cambio climático, en México ni siquiera comenzamos a reciclar con efectividad nuestros desechos. Es una vergüenza si comparamos cuanto se realiza en otras latitudes para elevar la conciencia de la ciudadanía impactándola positivamente con los hechos sucintos y las posibles consecuencias de la permanente devastación del globo terráqueo por parte de los seres humanos. Pero, claro, en México se cree que el destino universal no nos alcanzará por efecto de una tremenda deformación conformista, acaso la aportación mayor de la continuidad en el ejercicio del poder.
Podría comenzarse con limpiar nuestras costas o por desarrollar en las zonas urbanas una campaña para que toda la ciudadanía aprendiera a reciclar la basura, separando desechos orgánicos de los plásticos, los cartones y el vidrio. No es muy difícil si, de verdad, tomamos conciencia de los tremendos riesgos que corremos si nada hacemos.
En el fondo, lo hemos dicho ya, a los funcionarios públicos, sin distingo de partidos y filosofías, les viene bien lo que he dado en llamar la “fabrica de damnificados”. Al respecto no olvido, y alguna vez lo conté en esta columna, el exabrupto del extinto cacique de Yucatán, Víctor Cervera, cuando más le urgía llamar la atención nacional:
--¡Dios mío, mándanos siquiera un huracancito!
Y es que demandaba una fotografía paternalista al lado de las víctimas para iniciar la escalada de su promoción personal. La verdad es que “el balo” –así llamaban a Cervera como diciendo “el naco”-, hizo público un deseo discretamente guardado por los demás integrantes de la clase política ávidos de ponerse las botas y meterse en los charcos interminables –con la seguridad de no correr riesgos, por supuesto-, para manifestar el “apoyo” hacia los menesterosos, destechados y hambrientos que lo pierden todo, de manera cíclica, por ausencia de infraestructura adecuada. Y no se diga más porque enseguida los defensores oficiosos del poder nos pondrán el deplorable ejemplo de Nueva Orleáns para señalar que la mayor potencia de nuestra era tampoco estaba preparada para las catástrofes naturales. Hasta en el dolor y la ruindad somos dependientes.
Por esta manera de pensar y proceder, se levantan, una y otra vez, los postes y las casas de cartón por donde pasan los ciclones habituales. Dicen que cualquiera otra cosa resultaría muy costosa, por ejemplo un proyecto de ductos subterráneos que no pudieran ser arrancados por los vientos. Y nadie calcula cuanto se ha destinado a las reconstrucciones maquilladas que no son, de modo alguno, definitivas. Volvemos a caer en el mismo error con una constancia sólo explicable en una nación que sale de siete décadas de dictadura priísta para volver sobre sus pasos hacia una versión corregida y aumentada de la misma. El peso histórico, no lo dudemos, será tremendo.
Como están las cosas ni siquiera nos asomamos a las explicaciones científicas para no precipitar los temores. Hace dos años, como muestra, los vientos asolaron a algunas poblaciones del norte, cerca de Monterrey, sorprendiendo a habitantes y viajeros. El saldo fue de tres muertos. La noticia se esparció por Estados Unidos y Europa como demostración de que “algo” está pasando en materia de meteoros imprevistos y sin que ello diera lugar a una reacción de las autoridades mexicanas acorde con la dimensión de los hechos mismos. Y es que, acaso, no hubo suficientes damnificados para la entrañable causa de la publicidad.
¿Recuerdan, los amables lectores, aquella cinta titulada “Cuando el Destino nos Alcance”?
El Reto
La política, desde luego, sí que nos alcanzará en breve tiempo. La mala política, digo, la de la deplorable inercia que nos mantiene en el pantano de la indiferencia general. He escuchado, en los últimos días, a varios juiciosos amigos decir que la controversia por las coaliciones enfermas ha “resucitado” a López Obrador quien, de nuevo, volvió a ser noticia gracias a los testimonios que le llegan “milagrosamente” –así justifica a los traficantes de información-, y de manera cíclica, como los huracanes. La única respuesta a este planteo tiene que ver con la inercia de quienes ejercen el poder.
Sin visión de futuro estaremos, con seguridad, anclando en los mismos vicios, si bien siempre acrecentados, cuando lleguen las nuevas campañas y surjan los enfrentamientos tremendos. Como en 2006 y peor. De la misma manera como nos dirigimos hacia un cataclismo por la ausencia de previsiones oportunas en el amplísimo territorio nacional. ¡Ah! Desde luego los “verdes” siguen más preocupados por condenar a las corridas de toros mientras esconden –como lo ha hecho Jorge González Torres, el patriarca del grupo-, sus trofeos de caza. Hipocresía pura con muchos millones de compensación.
El tiempo sigue corriendo. Y ya está en contra del segundo régimen panista en pro “del cambio”. Esperemos que no sea el climático. ¿O sí?
La Anécdota
Se cuenta en Madrid que una figura mexicana del toreo, hidalguense para más precisión, arribó a la Plaza de Las Ventas, con fama de que en ella se lidian los toros de las pesadillas toreras, demudado y con la expresión congelada. Para animarlo, un aficionado le gritó:
--¡A ver si sales por la Puerta Grande! –la señal del triunfo-.
El diestro apenas balbuceó una respuesta:
--Me conformo con salir por mi propio pie y por ésta, la de arrastre.
La supervivencia asegurada, situándose lejos de los pitones, es decir de los riesgos, por encima de la ambición para alcanzar la gloria. No sé por qué me viene a la cabeza la figura del señor Calderón. ¿La puerta grande o la de arrastre, señor?
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E-mail: rafloret@hotmail.com
Rafael Loret de Mola
Escritor
miércoles, 3 de marzo de 2010
EN TIERRA DE NARCOS
Desafío Publicación: JUEVES 4 DE MARZO DE 2010
*En Tierra de Narcos
*Sin Rescate Posible
*De Políticos Pobres
Por Rafael Loret de Mola
- - - - - - - - - - - - - - - - - -
Dicen que la más sólida aportación de México a la Segunda Guerra Mundial, cuando nuestro gobierno se alineó con los aliados contra el criterio de la mayor parte de los mexicanos –la formación presidencialista acaso inducía a formarse en las filas fascistas-, fue el cultivo de marigüana y su exportación hacia los escenarios bélicos para redimir de la oprobiosa realidad a las tropas brutalmente vulnerables y vulneradas. Lo cierto es que fue entonces cuando, en el norte del país sobre todo, inició la industria que luego se convertiría en flagelo para medir los entuertos hacia el sur sin afectar los padrinazgos en las grandes potencias del continente.
La doble lectura se mantiene: en México la desatada guerra entre las mafias revela que nuestro territorio ha sido tomado por éstas; en cambio, el gobierno estadounidense ni siquiera se compromete a desnudar y perseguir a cuantos, en su suelo, protegen a los cárteles que se extienden más allá de la frontera entre México y la Unión Americana, posibilitando el tránsito y distribución de estupefacientes en el mercado de consumo mayor en el mundo... y sin la menor aflicción. Cualquiera que aplique la lógica elemental encontrará que tal no sería posible sin las componendas soterradas entre los capos y el poder público.
Sinaloa, por desgracia, fue inscrita en la geografía del oprobio. No es la única región contaminada pero nadie desconoce que el núcleo de los grandes cárteles dominantes se encuentra allí, a pocos kilómetros de la capital Culiacán en la selva artificial de la marigüana, allí donde nacieron algunos de los más célebres traficantes, desde Amado Carrillo Fuentes hasta Joaquín “el chapo” Guzmán pasando por Fonseca Flores, los Caro Quintero, el “Mayo” Zambada y una interminable “pléyade” de personajes que optaron por el dinero fácil y ahora son incluso presentados en sociedad: al “chapo”, sin el menor recato, se le ubica en la lista de Forbes de las grandes fortunas del planeta, como si tal fuera señal de respeto e incluso aval para la concentración del dinero sucio y las inversiones generadas por éste.
En conversación reciente con el diputado Manuel Clouthier Carrillo, hijo del icono “Maquío” y ahora centro de la controversia por haber expresado que los regímenes panistas poco han hecho para perseguir al “cártel de Sinaloa” –o del Pacífico-, en apariencia protegido desde instancias superiores a diferencia de otros grupos escindidos del mismo árbol genealógico-, éste sostuvo que en su entidad, sin duda alguna, se podría señalar hacia tres ex gobernadores profundamente relacionados con el narcotráfico:
1.- Leopoldo Sánchez Celis, quien fuera además uno de los principales aliados y amigos del profesor Carlos Hank González señalado como el mayor empresario-político mexicano de todos los tiempos y bajo sospecha, pese a no haber sido jamás investigado, de haber sido el pilar de las mafias, incluyendo la del narcotráfico. Pero tal aserto no ha rebasado el linde de lo especulativo en ausencia de indagatorias oficiales al respecto.
2.- Antonio Toledo Corro, quien fungió también como secretario de la Reforma Agraria durante dos años del sexenio de López Portillo –esto es cuando se preparaba el “boom” de los narcos que, al fin, se desató bajo la égida de Miguel de la Madrid-, y se arraigó a su entidad natal con todos los visos de los antiguos cacicazgos aldeanos.
3.- Juan S. Millán, controvertido empresario que marcó la líneas de conjunción entre el poder financiero y el político.
Obvio es decir que le pregunté a Clouthier si el actual mandatario, Jesús Aguilar Padilla, no formaba parte del amargo listado. Y me respondió casi automáticamente:
--Ese es sólo un empleado, un alfil. Los otros fueron la mafia misma.
En este punto, Clouthier, al igual que no pocos sinaloenses con quienes he tenido oportunidad de conversar en las semanas recientes, señaló a Jesús Vizcarra Calderón, alcalde de Culiacán con licencia, como el heredero natural de los anteriormente mencionados para el caso de que llegase al Palacio de Gobierno bendecido por la parafernalia gubernamental a su entero servicio.
Tal se intuía, desde hace varios meses, en razón a una decisión expresa de la dirigencia nacional priísta: responsabilizar a los mandatarios de esta misma filiación de los resultados electorales a cambio de privilegiar a sus favoritos. Esto es, como en los feudos del medioevo y de acuerdo a las usanzas presidencialistas, el mandante traslada la batuta a uno de sus incondicionales manteniendo los controles comiciales hasta el fin de su periodo. Y pobre de aquel que falle en su cometido porque, sin remedio, será pasto de los zopilotes.
Y nadie dudaba en Sinaloa que el gobernador Aguilar Padilla, a pesar de sutilezas y espejismos, sólo tenía ojos para Vizcarra por cuanto éste significaba para darle continuidad a algo más que un proyecto político. Lo decían todos convirtiendo el señalamiento en un clamor que, por supuesto, no tuvo mayor importancia bajo los estamentos de la democracia falsaria de nuestros días.
Debate
La pregunta que hacen no pocos lectores de esta columna acerca del destino inmediato de Sinaloa, cortada ad hoc para cuantos han extendido nexos inconfesables como si se tratara de facturas soterradas para garantizar cierta estabilidad, es bastante simple: ¿Con esta entidad comienzan, de hecho, las cuotas para matizar la presencia del narcotráfico en la carrera por la sucesión presidencial ya iniciada? No se propone que se pacte la no intervención de los cárteles en pugna, dándose por descontado que la infiltración de la clase política es severa, sino, más bien, se registra el curso paralelo entre las mafias, la digamos institucional camuflada en el gobierno y la delincuencial exaltada por los zares del vicio.
Tal condición, por supuesto, alarma habida cuenta la propensión de los postulantes de altos vueltos, incluso también algunos presidenciables, por asegurar, primero, su propio porvenir y sólo después optar por continuar las carreras respectivas. ¿Es ésta también una de las razones para mantener la iniciativa en pro de la reelección directa de legisladores, no así de alcaldes, con el propósito de que éstos hagan academia en el ejercicio de sus funciones públicas y sirvan a sus respectivos corporativos, muchos de ellos por fuera de la legalidad?
Por lo pronto, el caso de Sinaloa es más relevante aún ante la autodefensa del señor Felipe Calderón quien, evidentemente enfadado, respondió a los señalamientos de Clouthier Carrillo aduciendo que su gobierno no protege a “ningún narco”, con referente a los líderes del cártel sinaloense supuestamente protegidos durante los tres años y tres meses de gestión calderonista. El aserto, sin duda, convierte el diferendo político en esta entidad en un pulso con los detentadores del poder real. ¿Hasta dónde llegará el vuelo de las frases enconadas de Felipe?¿Hasta el valle de las coaliciones y alianzas partidistas sin la menor coherencia ideológica?
Por desgracia, en un entorno tan minado, toda especulación es válida ante la ausencia de certidumbre política y partidista. Si preguntáramos sobre cuáles son las instituciones más descalificadas en el país, sin duda, llegaríamos a las antesalas de los organismos políticos en donde las dirigencias hace tiempo dejaron de pensar basándose en el colectivo para mantener, tan solo, los intereses de sus respectivos grupos. De allí a las escisiones permanentes y las coaliciones no hay sino un paso... hacia el abismo de la credibilidad.
¿Desde hace cuánto tiempo gobiernan los narcos a México? Podríamos preguntárselo a un sinaloense en primera instancia.
El Reto
Algunos priístas de cepa, como el duranguense José Rosas Aispuro y el sinaloense Mario López Valdés –Malova para todos-, no ha tenido otra opción que dejarse seducir por los amigos de las alianzas circunstanciales. Y todo porque percibieron ser invitados de piedra al festín de los intereses oscuros dirigidos por gobernantes cuya prioridad es, sin duda, la seguridad y destino de sus respectivos grupos.
En el caso de Malova, ex alcalde de Ahome y senador de la República, los momios populares, fuera de los feudos gubernamentales, le señalaban a él como amplio favorito, con excepción de los electores de Culiacán en donde las simpatías se dividían casi a la par, en una escenografía en la que el narcotráfico parecía tener el cubilete en la mano con Vizcarra como única opción. Y así lo señalaban en todos los niveles sociales. Me consta.
El PRI prefirió honrar los derechos sucesorios del gobernador en turno, obviamente bajo presión, y Malova quedó al aire como ha venido ocurriendo en las regiones bajo el flagelo de los cacicazgos aldeanos que mantienen fueros más allá de la ley. De allí las ventajas con las que, pese a todo, parte el PRI. Lo mismo de siempre... pero más cocinado.
La Anécdota
Es fama que Hank González definía:
--Político pobre es un pobre político.
Con ello apuntaba, bajo las reglas del folklore mexicano, la dependencia extrema de la clase política respecto a sus verdaderos patrocinadores.
El remate solía darlo un viejo lobo de mar, arraigado por el sureste y, como tal, conocedor profundo de la idiosincrasia de los mexicanos:
--Un político pobre no es hombre... es hambre.
Para el caso quien quiera desarrollarse como tal requiere de una fortuna, la propia o las de cuantos establezcan con él compromisos, si desea, de verdad, asomarse al balcón de las urnas. En esta tesitura, ¿tienen futuro las pretendidas candidaturas independientes?
*En Tierra de Narcos
*Sin Rescate Posible
*De Políticos Pobres
Por Rafael Loret de Mola
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Dicen que la más sólida aportación de México a la Segunda Guerra Mundial, cuando nuestro gobierno se alineó con los aliados contra el criterio de la mayor parte de los mexicanos –la formación presidencialista acaso inducía a formarse en las filas fascistas-, fue el cultivo de marigüana y su exportación hacia los escenarios bélicos para redimir de la oprobiosa realidad a las tropas brutalmente vulnerables y vulneradas. Lo cierto es que fue entonces cuando, en el norte del país sobre todo, inició la industria que luego se convertiría en flagelo para medir los entuertos hacia el sur sin afectar los padrinazgos en las grandes potencias del continente.
La doble lectura se mantiene: en México la desatada guerra entre las mafias revela que nuestro territorio ha sido tomado por éstas; en cambio, el gobierno estadounidense ni siquiera se compromete a desnudar y perseguir a cuantos, en su suelo, protegen a los cárteles que se extienden más allá de la frontera entre México y la Unión Americana, posibilitando el tránsito y distribución de estupefacientes en el mercado de consumo mayor en el mundo... y sin la menor aflicción. Cualquiera que aplique la lógica elemental encontrará que tal no sería posible sin las componendas soterradas entre los capos y el poder público.
Sinaloa, por desgracia, fue inscrita en la geografía del oprobio. No es la única región contaminada pero nadie desconoce que el núcleo de los grandes cárteles dominantes se encuentra allí, a pocos kilómetros de la capital Culiacán en la selva artificial de la marigüana, allí donde nacieron algunos de los más célebres traficantes, desde Amado Carrillo Fuentes hasta Joaquín “el chapo” Guzmán pasando por Fonseca Flores, los Caro Quintero, el “Mayo” Zambada y una interminable “pléyade” de personajes que optaron por el dinero fácil y ahora son incluso presentados en sociedad: al “chapo”, sin el menor recato, se le ubica en la lista de Forbes de las grandes fortunas del planeta, como si tal fuera señal de respeto e incluso aval para la concentración del dinero sucio y las inversiones generadas por éste.
En conversación reciente con el diputado Manuel Clouthier Carrillo, hijo del icono “Maquío” y ahora centro de la controversia por haber expresado que los regímenes panistas poco han hecho para perseguir al “cártel de Sinaloa” –o del Pacífico-, en apariencia protegido desde instancias superiores a diferencia de otros grupos escindidos del mismo árbol genealógico-, éste sostuvo que en su entidad, sin duda alguna, se podría señalar hacia tres ex gobernadores profundamente relacionados con el narcotráfico:
1.- Leopoldo Sánchez Celis, quien fuera además uno de los principales aliados y amigos del profesor Carlos Hank González señalado como el mayor empresario-político mexicano de todos los tiempos y bajo sospecha, pese a no haber sido jamás investigado, de haber sido el pilar de las mafias, incluyendo la del narcotráfico. Pero tal aserto no ha rebasado el linde de lo especulativo en ausencia de indagatorias oficiales al respecto.
2.- Antonio Toledo Corro, quien fungió también como secretario de la Reforma Agraria durante dos años del sexenio de López Portillo –esto es cuando se preparaba el “boom” de los narcos que, al fin, se desató bajo la égida de Miguel de la Madrid-, y se arraigó a su entidad natal con todos los visos de los antiguos cacicazgos aldeanos.
3.- Juan S. Millán, controvertido empresario que marcó la líneas de conjunción entre el poder financiero y el político.
Obvio es decir que le pregunté a Clouthier si el actual mandatario, Jesús Aguilar Padilla, no formaba parte del amargo listado. Y me respondió casi automáticamente:
--Ese es sólo un empleado, un alfil. Los otros fueron la mafia misma.
En este punto, Clouthier, al igual que no pocos sinaloenses con quienes he tenido oportunidad de conversar en las semanas recientes, señaló a Jesús Vizcarra Calderón, alcalde de Culiacán con licencia, como el heredero natural de los anteriormente mencionados para el caso de que llegase al Palacio de Gobierno bendecido por la parafernalia gubernamental a su entero servicio.
Tal se intuía, desde hace varios meses, en razón a una decisión expresa de la dirigencia nacional priísta: responsabilizar a los mandatarios de esta misma filiación de los resultados electorales a cambio de privilegiar a sus favoritos. Esto es, como en los feudos del medioevo y de acuerdo a las usanzas presidencialistas, el mandante traslada la batuta a uno de sus incondicionales manteniendo los controles comiciales hasta el fin de su periodo. Y pobre de aquel que falle en su cometido porque, sin remedio, será pasto de los zopilotes.
Y nadie dudaba en Sinaloa que el gobernador Aguilar Padilla, a pesar de sutilezas y espejismos, sólo tenía ojos para Vizcarra por cuanto éste significaba para darle continuidad a algo más que un proyecto político. Lo decían todos convirtiendo el señalamiento en un clamor que, por supuesto, no tuvo mayor importancia bajo los estamentos de la democracia falsaria de nuestros días.
Debate
La pregunta que hacen no pocos lectores de esta columna acerca del destino inmediato de Sinaloa, cortada ad hoc para cuantos han extendido nexos inconfesables como si se tratara de facturas soterradas para garantizar cierta estabilidad, es bastante simple: ¿Con esta entidad comienzan, de hecho, las cuotas para matizar la presencia del narcotráfico en la carrera por la sucesión presidencial ya iniciada? No se propone que se pacte la no intervención de los cárteles en pugna, dándose por descontado que la infiltración de la clase política es severa, sino, más bien, se registra el curso paralelo entre las mafias, la digamos institucional camuflada en el gobierno y la delincuencial exaltada por los zares del vicio.
Tal condición, por supuesto, alarma habida cuenta la propensión de los postulantes de altos vueltos, incluso también algunos presidenciables, por asegurar, primero, su propio porvenir y sólo después optar por continuar las carreras respectivas. ¿Es ésta también una de las razones para mantener la iniciativa en pro de la reelección directa de legisladores, no así de alcaldes, con el propósito de que éstos hagan academia en el ejercicio de sus funciones públicas y sirvan a sus respectivos corporativos, muchos de ellos por fuera de la legalidad?
Por lo pronto, el caso de Sinaloa es más relevante aún ante la autodefensa del señor Felipe Calderón quien, evidentemente enfadado, respondió a los señalamientos de Clouthier Carrillo aduciendo que su gobierno no protege a “ningún narco”, con referente a los líderes del cártel sinaloense supuestamente protegidos durante los tres años y tres meses de gestión calderonista. El aserto, sin duda, convierte el diferendo político en esta entidad en un pulso con los detentadores del poder real. ¿Hasta dónde llegará el vuelo de las frases enconadas de Felipe?¿Hasta el valle de las coaliciones y alianzas partidistas sin la menor coherencia ideológica?
Por desgracia, en un entorno tan minado, toda especulación es válida ante la ausencia de certidumbre política y partidista. Si preguntáramos sobre cuáles son las instituciones más descalificadas en el país, sin duda, llegaríamos a las antesalas de los organismos políticos en donde las dirigencias hace tiempo dejaron de pensar basándose en el colectivo para mantener, tan solo, los intereses de sus respectivos grupos. De allí a las escisiones permanentes y las coaliciones no hay sino un paso... hacia el abismo de la credibilidad.
¿Desde hace cuánto tiempo gobiernan los narcos a México? Podríamos preguntárselo a un sinaloense en primera instancia.
El Reto
Algunos priístas de cepa, como el duranguense José Rosas Aispuro y el sinaloense Mario López Valdés –Malova para todos-, no ha tenido otra opción que dejarse seducir por los amigos de las alianzas circunstanciales. Y todo porque percibieron ser invitados de piedra al festín de los intereses oscuros dirigidos por gobernantes cuya prioridad es, sin duda, la seguridad y destino de sus respectivos grupos.
En el caso de Malova, ex alcalde de Ahome y senador de la República, los momios populares, fuera de los feudos gubernamentales, le señalaban a él como amplio favorito, con excepción de los electores de Culiacán en donde las simpatías se dividían casi a la par, en una escenografía en la que el narcotráfico parecía tener el cubilete en la mano con Vizcarra como única opción. Y así lo señalaban en todos los niveles sociales. Me consta.
El PRI prefirió honrar los derechos sucesorios del gobernador en turno, obviamente bajo presión, y Malova quedó al aire como ha venido ocurriendo en las regiones bajo el flagelo de los cacicazgos aldeanos que mantienen fueros más allá de la ley. De allí las ventajas con las que, pese a todo, parte el PRI. Lo mismo de siempre... pero más cocinado.
La Anécdota
Es fama que Hank González definía:
--Político pobre es un pobre político.
Con ello apuntaba, bajo las reglas del folklore mexicano, la dependencia extrema de la clase política respecto a sus verdaderos patrocinadores.
El remate solía darlo un viejo lobo de mar, arraigado por el sureste y, como tal, conocedor profundo de la idiosincrasia de los mexicanos:
--Un político pobre no es hombre... es hambre.
Para el caso quien quiera desarrollarse como tal requiere de una fortuna, la propia o las de cuantos establezcan con él compromisos, si desea, de verdad, asomarse al balcón de las urnas. En esta tesitura, ¿tienen futuro las pretendidas candidaturas independientes?
lunes, 1 de marzo de 2010
GRAVES COBARDÍAS/COLUMNA DESAFÍO
Desafío Publicación: MARTES 2 DE MARZO DE 2010
*Graves Cobardías
*Los Acorralados
*Pobres Mesoneros
Por Rafael Loret de Mola
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Unos días después de los comicios de 1997, históricos por cuanto determinaron la elección del primer jefe de gobierno del Distrito Federal sepultando así la penosa y mal llamada “regencia”, Joseph-Marie Córdova Montoya, la eminencia gris del salinato trágico que desembocó en la barbarie de 1994, se salió con la suya y evitó que las fracciones legislativas del PRD dieran debido seguimiento judicial a una gravísima imputación: el nexo del ex poderoso asesor presidencial con el crimen contra Luis Donaldo Colosio en Tijuana.
La maniobra fue de primer grado. Tras el severo señalamiento de los perredistas, el personaje –abyecto por más de una razón-, se querelló en contra de diputados y senadores perredistas lo mismo que respecto al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, en vías de ser declarado electo como jefe de gobierno defeño, conminándolos a presentar pruebas o, en su caso, a responder por “daño moral” ante los tribunales una vez que fueran desaforados para ello. Esto es: tuvieran o no razón, requerirían separarse de sus funciones, o no acceder a ellas en el caso de Cárdenas, para encarar el procedimiento judicial. Y fue el caso, claro, de que ninguno de los acusadores optó por la dignidad sino, por el contrario, vindicaron la negociación, esto es a cambio de no proceder contra Córdoba, para mantener fueros o no ver entorpecida, en cuanto al hijo del Tata, su asunción al poder metropolitano. Desde luego, dada la no retroactividad en la materia, el sujeto habilidoso, al amparo de las interpretaciones sesgadas, acabó por eludir -en apariencia de manera definitiva- cuanto le comprometía –más bien compromete- con el torvo escenario de Lomas Taurinas.
Cuando Germán Martínez Cázares se instaló en la Secretaría de la Función Pública –diciembre de 2006-, apenas se dio tiempo para señalar a Manuel Bartlett, luego de aguantar un chaparrón de improperios de éste, como uno de los políticos más represores del México contemporáneo e incluso autor intelectual del asesinato del columnista Manuel Buendía en 1984. (Quien esto escribe, con testimonios de primera mano, está convencido de la responsabilidad de Bartlett en el suceso referido incluso porque, quien fue acusado como autor intelectual del mismo, José Antonio Zorrilla -confinado desde hace más de veinte años en distintas prisiones-, le involucró en su declaración ministerial aun cuando ésta no dio lugar a seguimiento judicial alguno contraviniéndose así la supuesta imparcialidad de la administración de la justicia).
Bartlett, al igual que Córdoba, reaccionó envalentonado y midiendo la proverbial cobardía de los funcionarios actuales. Se dijo ofendido, demandó la presentación de pruebas y presentó, a su vez, una denuncia contra el apocado Martínez, exigiéndole retractarse. Y éste, en vez de proceder en forma, arguyó que por su fuero constitucional no podía ser siquiera perseguido por la vía penal. Hace unos días, la Suprema Corte de Justicia dio razón a Bartlett arguyendo que no existe tal inmunidad para inhibir las actuaciones judiciales y que, por ende, el señalado debe responder, más ahora cuando cesó en su encargo ministerial y más parece un rastrojo de hojas muertas al pie de Los Pinos.
Es muy importante subrayar, para evitar falsedades, que la Corte no exculpó a Bartlett sino validó su derecho a querellarse contra un funcionario. Esto es: como no hay denuncia específica contra el personaje respecto a la represión evidente del sexenio delamadridiano y, en concreto, sobre el asesinato de Buendía, el asunto se centró en lo secundario: la capacidad de todo individuo para denunciar a quienes ejercen cargos públicos y no se ciernen a los mecanismos ni procesos para hacer valer la ley. Martínez Cázares, sencillamente, incumplió fatalmente este principio.
No se olvide, abundando en el tema, que cuantos forman gobierno tienen un deber fundamental si cuentan con elementos para asegurar que se ha cometido un delito: proceder en contra de los responsables sin importar jerarquías ni circunstancias políticas. Si no lo hace incurren en una falta que puede llevarlos a la destitución e incluso a ser inhabilitados para ejercer puestos públicos. Y es esta conducta, sin duda, la que delinea la posición de la Corte.
El temor a sacudir a las viejas mafias, colocó al pobre de Don Germán ante la picota, pasando de acusador a acusado, dejándole la iniciativa a uno de los más siniestros políticos de nuestra era, cien veces señalado por sus actos represivos y convertido ahora en izquierdista farsante listo a subirse a los templetes a los que lo llamen. Y se da el lujo, apostando por la amnesia del colectivo, a marchar brazo con brazo con quienes se dicen herederos de cuantos fueron afrentados por él cuando fungía como secretario de Gobernación sumando cadáveres de líderes de opinión –sobre todo pertenecientes al Frente Democrático Nacional, antecesor del PRD-, y periodistas amargamente silenciados bajo la más vergonzosa impunidad.
Debate
Elba Esther Gordillo, la “novia de Chucky”, es otro ejemplo, el mayor quizá, de la cobardía manifiesta de cuantos forman gobierno y se dejan arrinconar por las presiones gremiales o pretenden usarlas en beneficio propio cuando sea necesario. No es que sea poderosa per se, esto es por el solo hecho de mantener feudos intocables a costa de corromper a sus secuaces hasta convertirlos en dependientes de su matriarcado, sino, más bien, su fundamento, para ser inamovible y perpetua –como la vela y los iconos-, es el temor extremo de cuantos optan por eludir enfrentamientos conviniendo con ella lo que a ésta le viene en gana... incluyendo sus bastiones inalterables, la Secretaría de Educación Pública y ahora también la dirección del ISSSTE –en donde un “elbista”, Miguel Ángel Yunes, ocupó el cargo como camuflaje a su verdadera intención, el pretendido abordaje malsano del gobierno de Veracruz- amen de su perniciosa influencia para determinar candidaturas y hasta contrapesos esquiroles para ampliar sus cuotas de chantajes.
Recientemente, el secretario de Educación, Alonso Lujambio Irazábal, a quien muchos consideran el verdadero “delfín” de cara a la sucesión presidencial –esto es a la vieja usanza del presidencialismo inescrutable-, salió en defensa de “la maestra” enamorada del “muñeco diabólico”, arguyendo que, junto al SNTE bajo la férula de ésta, es “un actor privilegiado” en el palenque de la vida institucional. ¡Y lo suscribió, nada menos, quien como tarjeta de presentación en política publicó una obra, “La Democracia Indispensable”, en donde fustiga el arraigado corporativismo, que nos reduce a la era del presidencialismo autocrático, cuyo ejemplo mayor es la señora Gordillo!
En el juego de la perinola demagógica mienten todos y pierden los mexicanos. Allí está Elba Esther, intocable, como fiel de una balanza contaminada por las peores herencias del viejo régimen. ¿Y por qué? Sencillo: ha sido muy útil en la mutación de los maestros convertidos en alquimistas electorales, al servicio de las más aviesas causas de la derecha. Por eso se sostiene mientras continúa administrando los fondos de la corrupción a placer mientras viaja, seduce a los ambiciosos que ofertan dignidades a cambio de canonjías y sostiene su derecho de picaporte al despacho presidencial. Tales son los nuevos tiempos... y lo que falta.
No queda duda alguna acerca de cuál es la misión de la señora en pleno frenesí de cacicazgos y componendas soterradas. Lo del cambio no es sino una monserga que se convierte en carcajada de vampiresa.
El Reto
También por cobardía se segregó a los altos mandos militares, a cincuenta y dos de ellos concretamente, de los ajustes presupuestarios que, por decreto, se hicieron en todo el gabinete con el propósito, explicable además, de que ningún funcionario del gobierno federal devengara más que el presidente en funciones. Las autoridades hacendarias, tan solícitas a la hora de aplicar el terrorismo fiscal a la sociedad mexicana en estado de indefensión, se les “olvidaron” las jerarquías castrenses para evitar con ello algunas deslealtades en la álgida hora coyuntural del combate al narcotráfico. No vaya a ser el diablo.
De esta manera se nos está gobernando: esto es, sin la menor intención de romper las antiguas ataduras institucionales entre el llamado viejo régimen y su sucedáneo de la derecha. Bastante más pernicioso el segundo en cuanto que no gobierna, agobiado acaso por su fatídica inoperancia, posibilitando con ello la ocupación de los espacios vacíos.
¿Habrá lectores que ante esta relatoría pregunten todavía por qué el PRI está en fase de retornar a la Presidencia con todo y su cauda de mafiosos consumados cumplimentando papeles de falsos redentores? Sería, desde luego, tremendamente ingenuo.
La Anécdota
En su heredad de San Cristóbal, muy cerca de donde tenían lugar los festines promiscuos de Las Poquianchis, Vicente Fox estrena chamba: es, nada menos, capitán de meseros y en esta condición espera, consecuenta y alterna con la clientela que se acerca a almorzar al recién estrenado restaurante al pie del templo faraónico del foxismo, a la manera echeverriana pues.
Las imágenes son jocosas. El ex presidente, portando sombrero propio de la década de los cincuenta, muy fino eso sí, y con anteojos sobre el pecho colgando del cuello, se esmera en atender a los comensales quienes le observan, sentados, a punto de ordenar sus platillos. Una imagen nítida del demagógico México “democrático”. Por supuesto, tengo conciencia de la enorme confusión conceptual.
Un joven hostelero capitalino se animó a concluir, entre risotadas:
--Si después de ser presidente se antoja ser mesero... mejor me quedo donde estoy. Lástima que no somos tan ricos.
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E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
*Graves Cobardías
*Los Acorralados
*Pobres Mesoneros
Por Rafael Loret de Mola
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Unos días después de los comicios de 1997, históricos por cuanto determinaron la elección del primer jefe de gobierno del Distrito Federal sepultando así la penosa y mal llamada “regencia”, Joseph-Marie Córdova Montoya, la eminencia gris del salinato trágico que desembocó en la barbarie de 1994, se salió con la suya y evitó que las fracciones legislativas del PRD dieran debido seguimiento judicial a una gravísima imputación: el nexo del ex poderoso asesor presidencial con el crimen contra Luis Donaldo Colosio en Tijuana.
La maniobra fue de primer grado. Tras el severo señalamiento de los perredistas, el personaje –abyecto por más de una razón-, se querelló en contra de diputados y senadores perredistas lo mismo que respecto al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, en vías de ser declarado electo como jefe de gobierno defeño, conminándolos a presentar pruebas o, en su caso, a responder por “daño moral” ante los tribunales una vez que fueran desaforados para ello. Esto es: tuvieran o no razón, requerirían separarse de sus funciones, o no acceder a ellas en el caso de Cárdenas, para encarar el procedimiento judicial. Y fue el caso, claro, de que ninguno de los acusadores optó por la dignidad sino, por el contrario, vindicaron la negociación, esto es a cambio de no proceder contra Córdoba, para mantener fueros o no ver entorpecida, en cuanto al hijo del Tata, su asunción al poder metropolitano. Desde luego, dada la no retroactividad en la materia, el sujeto habilidoso, al amparo de las interpretaciones sesgadas, acabó por eludir -en apariencia de manera definitiva- cuanto le comprometía –más bien compromete- con el torvo escenario de Lomas Taurinas.
Cuando Germán Martínez Cázares se instaló en la Secretaría de la Función Pública –diciembre de 2006-, apenas se dio tiempo para señalar a Manuel Bartlett, luego de aguantar un chaparrón de improperios de éste, como uno de los políticos más represores del México contemporáneo e incluso autor intelectual del asesinato del columnista Manuel Buendía en 1984. (Quien esto escribe, con testimonios de primera mano, está convencido de la responsabilidad de Bartlett en el suceso referido incluso porque, quien fue acusado como autor intelectual del mismo, José Antonio Zorrilla -confinado desde hace más de veinte años en distintas prisiones-, le involucró en su declaración ministerial aun cuando ésta no dio lugar a seguimiento judicial alguno contraviniéndose así la supuesta imparcialidad de la administración de la justicia).
Bartlett, al igual que Córdoba, reaccionó envalentonado y midiendo la proverbial cobardía de los funcionarios actuales. Se dijo ofendido, demandó la presentación de pruebas y presentó, a su vez, una denuncia contra el apocado Martínez, exigiéndole retractarse. Y éste, en vez de proceder en forma, arguyó que por su fuero constitucional no podía ser siquiera perseguido por la vía penal. Hace unos días, la Suprema Corte de Justicia dio razón a Bartlett arguyendo que no existe tal inmunidad para inhibir las actuaciones judiciales y que, por ende, el señalado debe responder, más ahora cuando cesó en su encargo ministerial y más parece un rastrojo de hojas muertas al pie de Los Pinos.
Es muy importante subrayar, para evitar falsedades, que la Corte no exculpó a Bartlett sino validó su derecho a querellarse contra un funcionario. Esto es: como no hay denuncia específica contra el personaje respecto a la represión evidente del sexenio delamadridiano y, en concreto, sobre el asesinato de Buendía, el asunto se centró en lo secundario: la capacidad de todo individuo para denunciar a quienes ejercen cargos públicos y no se ciernen a los mecanismos ni procesos para hacer valer la ley. Martínez Cázares, sencillamente, incumplió fatalmente este principio.
No se olvide, abundando en el tema, que cuantos forman gobierno tienen un deber fundamental si cuentan con elementos para asegurar que se ha cometido un delito: proceder en contra de los responsables sin importar jerarquías ni circunstancias políticas. Si no lo hace incurren en una falta que puede llevarlos a la destitución e incluso a ser inhabilitados para ejercer puestos públicos. Y es esta conducta, sin duda, la que delinea la posición de la Corte.
El temor a sacudir a las viejas mafias, colocó al pobre de Don Germán ante la picota, pasando de acusador a acusado, dejándole la iniciativa a uno de los más siniestros políticos de nuestra era, cien veces señalado por sus actos represivos y convertido ahora en izquierdista farsante listo a subirse a los templetes a los que lo llamen. Y se da el lujo, apostando por la amnesia del colectivo, a marchar brazo con brazo con quienes se dicen herederos de cuantos fueron afrentados por él cuando fungía como secretario de Gobernación sumando cadáveres de líderes de opinión –sobre todo pertenecientes al Frente Democrático Nacional, antecesor del PRD-, y periodistas amargamente silenciados bajo la más vergonzosa impunidad.
Debate
Elba Esther Gordillo, la “novia de Chucky”, es otro ejemplo, el mayor quizá, de la cobardía manifiesta de cuantos forman gobierno y se dejan arrinconar por las presiones gremiales o pretenden usarlas en beneficio propio cuando sea necesario. No es que sea poderosa per se, esto es por el solo hecho de mantener feudos intocables a costa de corromper a sus secuaces hasta convertirlos en dependientes de su matriarcado, sino, más bien, su fundamento, para ser inamovible y perpetua –como la vela y los iconos-, es el temor extremo de cuantos optan por eludir enfrentamientos conviniendo con ella lo que a ésta le viene en gana... incluyendo sus bastiones inalterables, la Secretaría de Educación Pública y ahora también la dirección del ISSSTE –en donde un “elbista”, Miguel Ángel Yunes, ocupó el cargo como camuflaje a su verdadera intención, el pretendido abordaje malsano del gobierno de Veracruz- amen de su perniciosa influencia para determinar candidaturas y hasta contrapesos esquiroles para ampliar sus cuotas de chantajes.
Recientemente, el secretario de Educación, Alonso Lujambio Irazábal, a quien muchos consideran el verdadero “delfín” de cara a la sucesión presidencial –esto es a la vieja usanza del presidencialismo inescrutable-, salió en defensa de “la maestra” enamorada del “muñeco diabólico”, arguyendo que, junto al SNTE bajo la férula de ésta, es “un actor privilegiado” en el palenque de la vida institucional. ¡Y lo suscribió, nada menos, quien como tarjeta de presentación en política publicó una obra, “La Democracia Indispensable”, en donde fustiga el arraigado corporativismo, que nos reduce a la era del presidencialismo autocrático, cuyo ejemplo mayor es la señora Gordillo!
En el juego de la perinola demagógica mienten todos y pierden los mexicanos. Allí está Elba Esther, intocable, como fiel de una balanza contaminada por las peores herencias del viejo régimen. ¿Y por qué? Sencillo: ha sido muy útil en la mutación de los maestros convertidos en alquimistas electorales, al servicio de las más aviesas causas de la derecha. Por eso se sostiene mientras continúa administrando los fondos de la corrupción a placer mientras viaja, seduce a los ambiciosos que ofertan dignidades a cambio de canonjías y sostiene su derecho de picaporte al despacho presidencial. Tales son los nuevos tiempos... y lo que falta.
No queda duda alguna acerca de cuál es la misión de la señora en pleno frenesí de cacicazgos y componendas soterradas. Lo del cambio no es sino una monserga que se convierte en carcajada de vampiresa.
El Reto
También por cobardía se segregó a los altos mandos militares, a cincuenta y dos de ellos concretamente, de los ajustes presupuestarios que, por decreto, se hicieron en todo el gabinete con el propósito, explicable además, de que ningún funcionario del gobierno federal devengara más que el presidente en funciones. Las autoridades hacendarias, tan solícitas a la hora de aplicar el terrorismo fiscal a la sociedad mexicana en estado de indefensión, se les “olvidaron” las jerarquías castrenses para evitar con ello algunas deslealtades en la álgida hora coyuntural del combate al narcotráfico. No vaya a ser el diablo.
De esta manera se nos está gobernando: esto es, sin la menor intención de romper las antiguas ataduras institucionales entre el llamado viejo régimen y su sucedáneo de la derecha. Bastante más pernicioso el segundo en cuanto que no gobierna, agobiado acaso por su fatídica inoperancia, posibilitando con ello la ocupación de los espacios vacíos.
¿Habrá lectores que ante esta relatoría pregunten todavía por qué el PRI está en fase de retornar a la Presidencia con todo y su cauda de mafiosos consumados cumplimentando papeles de falsos redentores? Sería, desde luego, tremendamente ingenuo.
La Anécdota
En su heredad de San Cristóbal, muy cerca de donde tenían lugar los festines promiscuos de Las Poquianchis, Vicente Fox estrena chamba: es, nada menos, capitán de meseros y en esta condición espera, consecuenta y alterna con la clientela que se acerca a almorzar al recién estrenado restaurante al pie del templo faraónico del foxismo, a la manera echeverriana pues.
Las imágenes son jocosas. El ex presidente, portando sombrero propio de la década de los cincuenta, muy fino eso sí, y con anteojos sobre el pecho colgando del cuello, se esmera en atender a los comensales quienes le observan, sentados, a punto de ordenar sus platillos. Una imagen nítida del demagógico México “democrático”. Por supuesto, tengo conciencia de la enorme confusión conceptual.
Un joven hostelero capitalino se animó a concluir, entre risotadas:
--Si después de ser presidente se antoja ser mesero... mejor me quedo donde estoy. Lástima que no somos tan ricos.
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E-mail: rafloret@hotmail.com
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Rafael Loret de Mola
Escritor
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