martes, 19 de octubre de 2010

NUEVA COFRADÍA

DESAFÍO
editorial PorRafael LORET DE MOLAmartes, 19 de octubre de 2010
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Se publicó en: Edición impresa * Nueva cofradía
* Factura maldita

* Sueldos de lujo


Ya les he contado que cuando decidí informar sobre la existencia de un poderoso grupo cuyo amafiamiento devenía de los acuerdos homosexuales, nombrándole desde entonces “la cofradía de la mano caída”, no fueron pocos quienes, enterados del proyecto, intentaron disuadirme. Uno de ellos, Andrés Manuel López Obrador, en aquel momento en funciones de presidente nacional del PRD, llegó a decirme que correría un enorme peligro por la tendencia a la venganza de quienes integran esta copiosa comunidad y reaccionan con violencia como efecto de los muchos incidentes represivos por ellos padecidos.

Pese a ello me animé a seguir adelante porque no pretendía linchamiento alguno contra los “gays” sino, más bien, buscaba exhibir el comportamiento desordenado de cuantos, exacerbados por el poder, no tenían límites para extender cooptaciones y redes reclutando a jovencitos ambiciosos dispuestos a cualquier cosa con tal de escalar los peldaños de la pasajera relevancia pública. Y de tal se aprovechaban algunos miembros muy encumbrados de las cúpulas políticas para asegurar la fidelidad de subordinados y aliados.

El tema cobró relevancia porque, durante el deplorable sexenio de Miguel de la Madrid, el “boom” de la célebre “cofradía” llegó al amparo del primer nivel de la estructura gubernamental. Era una especie de valor entendido en una perspectiva marcada por las alianzas soterradas y los acuerdos de alcoba. Incluso, a la muerte de quien fue poderoso jefe de policía, Arturo Durazo Moreno, el ex presidente José López Portillo, en el funeral, aceptó que su mayor error había sido privilegiar a esa cofradía con el relevo presidencial mientras él se ufanaba de sus escarceos románticos con algunas damas relevantes en el sector público, incluyendo la que fue su secretaria de Turismo.

Sea por defender su estatus de conquistador irreductible o por el deseo de desquite –todos los ex presidentes lo tienen, salvo el caso de Ernesto Zedillo, cuando se sitúan en el nivel del ostracismo-, López Portillo cayó en el mismo vicio que sus predecesores olvidadizos, esto es marginales a la hora de compensar a quienes les ungieron con bastante más que la costosa impunidad: vender caros sus silencios con tal de asegurar las prerrogativas financieras de los gobiernos continuistas. Por ello, claro, se llevó a la tumba, entre otras cosas, la famosa lista de saqueadores que, en 1982, provocaron la crisis financiera estructural cuya gravedad es la única que puede equipararse con la actual.

La tal cofradía, por tanto, no es invento febril ni animosidad contra los funcionarios públicos en constante rotación. Incluso recuerdo que cuando Lydia Cacho preparaba su obra sobre la red de pederastas de Cancún me telefoneó para peguntarme acerca de los vínculos non santos de algunos personajes, entre ellos Emilio Gamboa, quien fuera secretario privadísimo del mencionado señor De la Madrid cuando éste despachaba en Los Pinos. Fue una manera de corroborar la persistencia de las conductas extraviadas, bastante más que amorales, en el sector público. Las secuelas del caso igualmente demostraron hasta que punto tales sujetos gozan de protección oficial y pueden resistir los mayores escándalos sin poner en riesgo sus posiciones políticas. Tanto Gamboa como el gobernador poblano, Mario Plutarco Marín Torres, mencionados en la trama mencionada, se sostienen apostando a la amnesia colectiva y, sobre todo, a los acuerdos no escritos entre bandas políticas con distinta filiación partidista.

Ha sido todo ello muy lamentable. Por la misma razón no faltan lectores curiosos que indagan acerca de si, con la victoria de la alternancia, cesó igualmente la preeminencia de la mencionada “cofradía” o si ésta se mantiene. Señalo, para responder, la capacidad camaleónica de no pocos de los integrantes de la misma cuyos orígenes políticos se sitúan, precisamente, en el periodo delamadridiano y sin que ninguna indagatoria haya recalado en el amafiamiento denunciado y sus devastadores efectos en la vida institucional del país. No se olvide que el finiquito de este periodo se dio bajo el escándalo del fraude electoral consumado, en 1988, y la consiguiente usurpación de Carlos Salinas de Gortari a la Primera Magistratura.

Para infortunio de la sociedad mexicana, las malas costumbres se mantienen. Y es que, sin duda, el reclutamiento político fundamentado en las debilidades personales y las querencias sexuales suele ser definitivo no sólo para asegurar lealtades sino incluso complicidades de muy alta envergadura. Los vaivenes extremos, digamos los virajes, que ha sufrido la política nacional desde hace ya dos décadas demuestran, con enorme claridad, la capacidad de maniobra e intriga de tales grupos afincados en los desórdenes personales.

Insisto en este punto: no se trata de fustigar a quienes tienen preferencias por personas de su mismo sexo –esta cuestión atañe exclusivamente a cada individuo-, sino a cuantos utilizan esta vía, sabedores de los estigmas sociales, para garantizar que sus reclutas mantengan la línea a lo largo de sus carreras para evitar con ello el desprestigio que conlleva por efecto, sencillamente, de los linchamientos públicos orquestados igualmente a la medida de los intereses de la mafia dominante. Si cada sexenio estrena a sus propios narcos, según correcta definición de un gran abogado, es dable concluir que también inaugura a sus propias mafias, en versiones corregidas y aumentadas de las originales.

Las cofradías, por ende, persisten en el México de las grandes simulaciones.


Debate


Hace dos años circuló el libro de “memorias” de un elemento singular en la vida “institucional” del país: Luis Carlos Ugalde. Y nombró al texto, exaltándose claro hacia niveles casi heroicos: “Así lo viví”. No tuvo el ruido deseado acaso porque los candados oficiales siguen manteniendo coberturas amplias, aun cuando el planteo de fondo fue escandaloso per se: el reconocimiento del autor, quien fungió como presidente consejero del Instituto Federal Electoral durante los desaseados comicios de 2006, a las presiones recibidas para que indujera y se inclinara, abiertamente, por la victoria de la continuidad y de su abanderado, el panista Felipe Calderón.

En una nación con madurez democrática esta tremenda declaración habría dado lugar, sin género de dudas, a una reacción en cadena que hubiese terminado no sólo con la falsa legitimidad del mandatario en operaciones sino también con el régimen del mismo. En México, en cambio, fue tomando cariz de anécdota hasta que se puso distancia de por medio descalificando al ponente y atemperando los veneros controversiales con el silencio de los medios llamados masivos.

Desde luego, más allá del perfil de Ugalde, de costumbres privadas un tanto reñidas con la ortodoxia, el asunto no debiera pasarse por alto cuando, a casi dos años de consumarse el segundo año de su gestión, el señor Calderón no ha podido superar el gravísimo pecado original que mantiene, con vaivenes si se quiere, la peligrosa polarización de la sociedad mexicana. Tal es una realidad incontrovertible que no puede atajarse por inducciones e interpretaciones de circunstancias.

Si Ugalde, a quien se dio el papel de árbitro aun cuando un importante sector de la disidencia se opusiera a su nombramiento –concretamente el PRD que conocía de sus extraños nexos con la poderosa e insondable “novia de Chucky”, Elba Esther-, relata la manera como fue comprometiéndose hasta el punto de convertirse en rehén de las insanas presiones orquestadas por la Presidencia, los empresarios cómplices y algunas empresas de comunicación que votaron antes de tiempo a favor de la derecha –como otras la hicieron en pro de la izquierda, cabe subrayar-,

ello debió haber dado lugar no sólo a la recreación del rumor sino a un proceso judicial en toda forma para perseguir las conductas ilícitas que entraña la propia revelación comenzando, claro, con la de quien se confiesa, el propio Ugalde. Pero, desde luego, se optó mejor por el aislamiento y se eludió hasta el debate sobre el espinoso asunto.


El Reto


Otra cosa son, desde luego, las motivaciones del ex consejero. Como suelen hacer quienes poseen una acrecentada vocación por la venganza, con el estímulo de los grupos afines y de las arraigadas cofradías, Ugalde pareció cobrarse la ausencia de apoyo, como él la considera, por parte del señor Calderón en la controversial hora en la que discutió la acotada reforma electoral que volvió perentoria su cabeza a pesar de la lastimosa reacción del personaje que defendió el cargo con toda una jauría de por medio.

Esto es: la publicación del testimonio de marras tuvo mucho de chantaje, el elemento sustantivo de los tiempos actuales, aunque los sustentos, insisto, obliguen a bastante más que una reflexión superficial. Estamos hablando, nada menos, de un hecho que modificó, como en 1988 y 1994, el perfil histórico del país vulnerándose la voluntad colectiva para proteger a los grandes aliados del establishment. No es cualquier cosa, desde luego.

Ugalde, por el momento, da clases en Harvard, el refugio de los políticos mexicanos en donde las filiaciones partidistas sobran. Los vasos comunicantes entre ellos son tan evidentes como la resistencia de las cofradías en la vida institucional de un país de grandes simuladores capaces de perpetuarse contra toda lógica política.

Sólo falta que el señor Ugalde, a quien no bastó la protección de la “maestra” para asirse del jugoso cargo que ostentó hasta el 14 de diciembre de 2007, retorne a los escenarios en calidad de candidato a cualquier cargo relevante con la alianza estratégica, por supuesto, del PAN y el PRI, madre y padre de la criatura. En el aniversario del IFE todo puede suceder.


La Anécdota


Impresionante. Quince mil policías de la llamada “Guardia Nacional” española, desfilaron, hace dos años en Madrid, para protestar por sus bajos ingresos y exigir que éstos se igualen a los de las gendarmería “autonómicas” que son entre un veinte y un treinta por cierto más jugosos. Ello significa que los responsables del orden lo vulneran cuando el agua, como dice la voz castiza, les llega a los aparejos.

Revisé, entonces las cifras del descontento y me sorprendieron:

Los elementos en rebeldía reciben, cada mes, sueldos de, cuando menos, dos mil cuatrocientos euros –unos cuarenta mil pesos de acuerdo a los fluctuantes tipos de cambio actuales-, y reclaman que los “mozos” catalanes perciban hasta tres mil doscientos euros en el mismo periodo –unos 56 mil devaluados pesitos, casi dos mil por cada jornada de trabajo-.

¿Qué les parecerá a nuestros policías condenados a sueldos muy bajos, incluyendo aquellos que se mantienen en el frente de guerra contra las drogas?¿Nos dirá el “espejito” que en esto anida la corriente corruptora que deviene de cárteles y bandas multinacionales? Abundaremos, claro.

E-Mail: rafloret@hotmail.com

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