viernes, 15 de octubre de 2010

PROBLEMAS DE REBATIÑA

PorRedacción / EL MEXICANOviernes, 15 de octubre de 2010
Se publicó en: Edición impresa Otra vez, la rebatiña. Hace unos días recordábamos las recomendaciones que los correligionarios de Andrés Manuel López Obrador le hicieron a éste cuando comenzó a observarse, durante la campaña de 2006, un claro descenso en las tablas de simpatía aun cuando se conservara arriba. Le dijeron, entre otras cosas, que era necesario, indispensable, que comenzara a hablar “como presidente”, esto es con una visión global menos cernida a los apotegmas partidistas y obviamente con disposición para conciliar pues, en todo caso, de llegar a Los Pinos sería necesario conciliar para poder construir el andamiaje del futuro.
López Obrador escuchó, sin reparos e incluso aparentó haber sido convencido, también en cuanto al imperativo de no guerrear con el entonces presidente Fox con quien no competía directamente y cuya popularidad iba y venía al ritmo de las campañas mediáticas, con sostenes financieros en la iniciativa privada, que modificaron las descalificaciones por una actuación francamente mediocre con desembocaduras hacia una falacia muy rendidora: sufría, expresaron, los costos de la democracia y la consiguiente parálisis generada por los contrapesos, el Legislativo sobre todo. Fox, marginado por voluntad propia en el transcurrir del quinto año de su sexenio, tomó nuevos bríos hasta convertirse en eje de la plataforma panista asegurando con ello su impunidad. Es indispensable no olvidar.

¿Y qué hizo Andrés Manuel? Sencillamente, lo contrario a la opinión de sus más allegados: templó más el filo de su verbo contra aquel mandatario y le llamó “chachalaca” subrayando con ello, aunque acaso no fuera su intención, una postura intolerante que fue vista y medida como anuncio de temporales autoritarios. No puede precisar cuentos puntos perdió en la escala de los consensos pero, sin duda, habilitó a quienes insistían en emparejar los cartones como sustento de la alquimia sofisticada, no generalizada, que hundió al abanderado de la izquierda y marginó a los quince millones de mexicanos sufragantes por esta causa.

Ni siquiera, a partir de los desenlaces infortunados –aquella asunción de Calderón en medio de un auténtico corral de comedias, con las curules convertidas en valladares y los gritos estentóreos como marco, se dio alguna ponderación, en cada bando radicalizado, para no perder de vista que el país estaba partido por mitad y que quien ocupara la Presidencia lo haría, sin remedio, con la oposición de la mayor parte de los votantes y sólo el apoyo de una tercera parte de los mismos, algo así como uno entre cada cinco empadronados considerando a los abstencionistas.

Recuerdo, en aquel entorno de crispación que fue la antesala de la violencia desbordante, una leyenda colocada, en un monumental, cerca de la Universidad de León a donde acudí a dialogar con los jóvenes plenos, sí, pero de interrogantes: “AMLO: no te olvides que por ti no votó el 65 por ciento de los mexicanos”. Cuando me pidieron mi opinión sobre el aviso promovido por las mismas manos que fabricaron la campaña negra sobre el “peligro para México”, las del español reaccionario Antonio Solá, icono de la publicidad derechista en la Hispania brava igualmente radicalizada de nuestros días, respondí, convencido:

--No me parece mal el recordatorio. Pero, para que fuera justo sería necesario colocar otro aviso, similar, enfrente: “Calderón no olvides que por ti tampoco votó el 65 por ciento, no de los mexicanos, sino de los electores”.

Y ello porque era necesario considerar igualmente a quienes, por diversas causas –algunas de ellas legítimas-, optaron por no acudir a las urnas, lo que dramatizada la proporción: los sufragios por el PAN, de acuerdo a la estadística oficial controvertida, sólo amparaban al quince por ciento del global. No era razonable, en tales términos, argüir que “los mexicanos” habían dicho la última palabra porque la mayoría de éstos, sin género de duda, repelía al aspirante panista.

Pese a lo anterior, insisto, no hubo el menor ejercicio de humildad en quienes se exaltaron como hipotéticos “vencedores”. Al contrario: desdeñaron a los contrarios –aglutinados en el 65 por ciento de los votantes que se inclinaron por otras opciones, incluyendo el desfondado PRI-, y consideraron legítimo, como producto de una democracia que no se cierne a la voluntad mayoritaria, el arribo de Calderón a la Primera Magistratura. Desde entonces, en la misma línea, se optó por minimizar, marginar e ignorar a cuantos, millones de personas, no cruzaron el emblema blanquiazul. Con esta misma, penosa deformación, se ha pretendido gobernar a México desde diciembre de 2006.

Fue peor, en el colmo de la hipocresía, el señalamiento oficialista, luego de un semestre desde la toma de posesión a trompicones, acerca de que la crispación había pasado en obsequio de un gobierno, el de Calderón, cada vez más reconocido. Quisiera que quienes arguyeron esto, confrontaran hoy sus propias palabras. Siquiera, digo, para que pudieran explicarnos los porqués del desastre actual... el que se observa a cada paso y no el escenario mediático presentado a través de las entrevistas cómodas al mandatario de medio tiempo.


Debate


Para hablar como presidente se requiere, en primer lugar, creer en su propio liderazgo. No se puede asumir, hacia dentro, lo que es imposible reflejar por fuera. Ni es factible mostrarse conciliador cuando en el quehacer personal se privilegia lo faccioso. Las personalidades y los perfiles no se inventan.

Andrés Manuel López Obrador, inmerso en su ansiedad aguda, no reparó cuan importante era mostrarse sereno, aun cuando ejerciera la crítica, ante un conglomerado ciertamente lastimado pero ávido de observar hacia delante con la esperanza que, aunque se ofreciera retóricamente, se diluía al menor análisis de una realidad agobiante, con las mafias apretando y los ánimos encendidos por la senda de la confrontación. Y perdió la oportunidad de ponderar sus proclamas dando cauce al amañado estigma del “peligro”, tan bien construido por lo expertos en manipulación colectiva.

¿Qué ha sucedido desde entonces? Entre otras cosas, que ya nadie habla “como presidente”; no quienes encabezaron a los partidos que llegaron en punta a la recta final del 2006; tampoco los postulantes de la nueva hornada, confundidos por el estado de cosas que los mueve a guerrear, en cada momento, con sus adversarios, extendiendo descalificaciones sin el menor ejercicio de autocrítica. Ni unos ni otros, constreñidos, acaso también vencidos moralmente, han sido capaces de anteponer los intereses colectivos a sus instintos partidistas. Tal es, sin duda, uno de los mayores dramas de los mexicanos entre tantos oros flagelos agobiantes.

En la línea de la insensibilidad, Felipe Calderón volvió a recurrir a los antiguos apotegmas y confirmó que sólo veía en los simpatizantes de López Obrador a una parvada de “fanáticos” y a éste como confirmación de que es un “peligro” por no haber bajado la cabeza ante la imposición institucional. Y lo dijo, subrayo, quien ostenta la titularidad del Ejecutivo. Esto es: diciéndose presidente de “todos los mexicanos” olvidó que debe hablar como tal.

Ni el menor intento de reconciliación, sólo posible sin tanta dosis de soberbia y altanería; ni el menor respeto por las opiniones divergentes. ¿Dónde, entonces, la vocación democrática?¿Y la promesa de construir un escenario distinto en el que el gran mosaico plural de la República no se desgajara desde sus entrañas?

Y es que, por desgracia, quien ejerce la Presidencia está, de nueva cuenta, en campaña; es decir, convencido de que su obligación es, para ahuyentar los “peligros”, asegurar alevosamente la continuidad política con uso de la parafernalia del poder. ¿Y el cambio prometido?

Perdimos, naturalmente, todos.


El Reto


La cuestión no es si el Instituto Federal Electoral se coloca en la coyuntura entre respetar la libre expresión, la reina de las libertades, y reducir tiempos y espacios destinados al proselitismo. Lo fundamental, en verdad, es alimentar la democracia con comportamientos maduros y sin requerir de prohibiciones que, por supuesto, pretenden mantenernos en el limbo político.

Nada se ha avanzado, para colmo, desde aquellas jornadas poselectorales en las que tantos se sintieron defraudados y sólo un apretado grupo, el de cuantos apostaron por el continuismo, pretendió convencerse de que los comicios, en democracia, “se ganan por sólo un voto”. Un alegato falaz como lo es igualmente la resistencia obtusa de la nueva clase política ante el imperativo de construir un gobierno auténticamente mayoritario.

Fíjense: cuando Calderón habló “como presidente” y propuso, en su iniciativa de reforma política por el momento archivada, las segundas vueltas electorales para posibilitar a la ciudadanía una definición que aglutinara a la mitad más uno de los sufragantes, predominó el espíritu sectario entre las oposiciones que optaron ir contra sí mismas, esto es obstaculizando el crecimiento democrático y cayendo en la aviesa demagogia, su antítesis.

Quizá por ello, Calderón, inhibido, ¿vencido?, ya no ha vuelto a animarse a hablar “como presidente”.


La Anécdota


Por el rumbo de Iztapalapa, en el monstruoso Distrito Federal, se edificó el nuevo “búnker” destinado a la Agencia Federal de Investigaciones. Y allí, recientemente, se realizó un gran acto para subrayar los “avances” en el combate contra el narcotráfico. Para la ocasión, además se convocó a “los familiares” de víctimas de secuestros. Acudieron, al fin, cuatro parejas... y las tribunas se llenaron con personal oficial, igual que durante la celebrada “noche del Grito”.

Uno de los asistentes me contó así su experiencia:

--Nos citaron a las siete de la mañana; a las ocho ya estaba rebosante el lugar. Y, calados por el frío, esperamos a que llegara el señor Calderón a las nueve de la mañana. Dos horas aguantamos al personaje por cuestiones, nos dijeron, de logística.

Para colmo, segundos antes del arribo del mandatario, otro helicóptero aterrizó:

--Y de él descendieron –sigue el relato, la señora Miranda de Wallace y el señor Martí, muy bien arropados. Como si sólo ellos fueran víctimas merecedoras del mejor trato.

El establishment comienza a hacer agua por todos lados.

E-Mail: rafloret@hotmail.com

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