desafío
editorial PorRedacción / EL MEXICANOmiércoles, 20 de octubre de 2010
1
Share
Se publicó en: Edición impresa Entre forcejeos por cuanto aplicar o no las alianzas turbias –tales son las que se dan ocultando verdaderas intenciones y sin el menor apego a ideologías y coherencia histórica-, con eclosión de grupos que en algunos casos alcanzan la clasificación de radicales, los partidos políticos parecen haberse convertido en ojos de distintos huracanes con una cauda interminable de damnificados con pérdidas totales de autoridad moral. Vindicarlos será, sin duda, una de las tareas más complejas de las campañas por venir dentro de una “modernidad” que ha aportado, hasta el momento, más rebatiñas que sustentos.
De que los partidos están en crisis da cuenta el diferendo cotidiano hacia el interior de cada uno de los más representativos, digamos aquellos con posibilidades reales de alcanzar la victoria nacional en 2010, en plena eclosión de los poderes fácticos, incluido el crimen organizado con capacidad excepcional de maniobra. Las presiones son tremendas y en algunas regiones del país, digamos Sinaloa, se admite que para alcanzar derroteros políticos es menester antes pasar por los refugios de los narcos.
Quizá por ello, el gobernador electo de los sinaloenses, Mario López Valdés, proclamó su propia vulnerabilidad, y las de algunos de sus colegas, como señal de no haber negociado. El malogrado aspirante priísta al gobierno de Tamaulipas, el doctor Rodolfo Torre Cantú, no tuvo ocasión de expresarlo así y su memoria está reducida a los valores entendidos: ni siquiera las diligencias judiciales, para resolver la autoría del crimen, mantienen celeridad y rumbo definido; y hay versiones que insisten en la negligencia pactada para “enfriar la plaza” con grandes dosis de amnesia colectiva. ¿Contestará a este planteamiento el sucedáneo, Don Egidio, hermano de la víctima además?
La crisis mayor, sin embargo, no se encuentra en los institutos postulantes de candidatos y cuyas dirigencias parecen ancladas en discursos reiterativos y hasta con acentos facciosos, sino en la ausencia evidente de liderazgos con capacidad para aglutinar, no sólo operativa, a un conglomerado confundido y hastiado por la recurrencia de los vicios, el reacomodo de los grupos dominantes –los antiguos cómplices del priísmo hegemónico figuran ahora como los mayores aliados de Calderón en la promoción del continuismo-, y la persistencia de los vicios antiguos –los mayores son la alquimia comicial y la manipulación mediática con apenas barreras-.
Sin líderes, claro, se dificulta la vida de los partidos y se obnubila toda tendencia renovadora. Sobre todo porque los espacios vacíos se cubren a golpes de ambiciones y compromisos soterrados que en nada coinciden con los propósitos de cambio, tan vendidos retóricamente a una ciudadanía cuya penosa madurez, gradual diríamos, ya le alcanza, apenas si se quiere, para percibir la demagogia infecunda que substituye a la todavía utopía democrática.
Un ejemplo: ¿cuántos creyeron en el abatimiento de las pobrezas –la patrimonial, la alimentaria y la de capacidades- anunciado por el secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, visto como el “caballo negro” capaz de engullirse al delfín panista? Los incrédulos, en este caso, marcan la pauta en contra de las inducciones oficiosas; y son, desde luego, bastantes más porque los mitos, sobre todo los “geniales”, ya no alcanzan. (No se olvide, en este renglón, la “hazaña” foxista para disminuir artificialmente el porcentaje de pobres determinando que no lo son quienes devengan honorarios mayores a dos dólares al día. Sabiduría redituable la suya).
Así que en este México nuestro, en donde los futbolistas dispendiosos son tomados como héroes cuando llega la hora de los encuentros amistosos excepcionalmente publicitados –esto es como si se tratara de torneos de alto nivel-, quien sale en la televisión y se promociona en horarios triple A, alcanza la tesitura de líder y como tal obtiene el aval para futuras convocatorias. Unos pagan una millonada por ello; otros, como Andrés López Obrador, apuestan a su imaginación para mantenerse en las barras noticiosas aun considerándolas manipulables. Pero nadie niega cuál es el fiel de la balanza.
En cierta medida, por tanto, la esencia del liderazgo de los falsos prohombres de nuestros días, lo mismo políticos que estrellas del balompié, marcha en línea paralela a su capacidad para publicitarse de cara a las grandes audiencias televisivas. Por eso, hasta este momento, los miembros del gabinete presidencial con posibilidades de acceder a la candidatura panista a la Primera Magistratura, van muy a la zaga en cuanto a las preferencias generales; de hecho, sus nombres suenan bastante poco pese a las infortunadas “glosas” sobre el informe de septiembre último. ¿Cuáles son sus apuestas? Salir del huacal hacia las pantallas chicas con toda la parafernalia de Los Pinos.
Debate
Los tres partidos “fuertes”... se debilitan. Perdidos los ejes, las militancias han trocado los habituales movimientos de rotación por los de traslación, a veces sin el menor sentido común. Cuando le preguntaron a Felipe Calderón cómo es que su partido, el PAN, se une al PRD, su mayor antagonista, en algunas regiones del país y acude con el PRI en busca de consensos en el Legislativo, sólo alcanzó a responder que él no se siente “muy cómodo” con las alianzas. Y volvió a elevar la cortinilla de los “peligros para México”, reafirmándola como si, por decreto presidencial, fuera factible marginar a los “fanáticos” de la izquierda –no así a los suyos-, en aras de los derechos de quienes quieren estar “tranquilos”...para llevar a sus hijos al colegio.
A este nivel de simplismo ha descendido el debate. Y no parece cercana la ocasión de vindicar otros valores, como la vocación democrática que se fundamenta en la asimilación serena de la crítica, mientras dure la renovada crispación general. Otra vez estamos en punto muerto.
El PRD, que surgió como segunda fuerza política en 2006, si bien reclamó ser la primera aun cuando no supiera demostrarlo por torpezas operativas imperdonables, es un ejemplo claro de desintegración: sin nuevos liderazgos, su dirigencia se enfrenta al único que ha podido conservarse, el de López Obrador; y éste, a su vez, toma distancia porque no concibe una alianza con el PAN que le “robó la presidencia”. El cisma ya sólo espera formalizarse.
El PAN, igualmente amorfo ante su impotencia por ampliar coberturas siquiera por el hecho de mantener la Presidencia de la República, agudiza la división entre el sector presidencialista, formado por los secretarios postulantes, y el partidista, que antes fue presidencialista bajo la batuta de los Fox. Mientras el deslinde ocurre, la dirigencia está, de hecho, acéfala, digo, mientras viaja el monaguillo César Nava en las alas de su segunda mujer. Sólo les falta la bendición papal.
Y en el PRI, en ruta hacia la recuperación de la casa presidencial según indican los sondeos, el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira Valdés, aprecia como virtud institucional colocar “candados” para inhibir las ambiciones personales de quien ocupe el liderazgo partidista que él, claro, demanda para sí. ¿Será capaz Moreira, con fama de “entrón”, de superar el futurismo arcaico del priísmo? Mientras se dan los tiempos, las zancadillas abundan y las viejas mafias toman posiciones. Será imposible conciliarlas por más que se hable de unidad.
Insisto: la crisis política no está sólo en el desmantelamiento frecuente de los cuadros partidistas; se da, sobre todo, por la ausencia de liderazgos... y plataformas.
El Reto
De alcanzar Moreira la presidencia priísta, confirmaría que él ya no competiría por la nominación presidencial, condición ésta que implica una severa condena a cuanto hizo Roberto Madrazo en los prolegómenos de la sucesión de 2006; pero tampoco buscaría para sí, según expresó, una diputación o senaduría, sentencia que igualmente es contraria a la postura de la actual dirigente del PRI, Beatriz Paredes Rangel, quien es diputada federal aun cuando no haya podido asegurarse la coordinación de su bancada en San Lázaro. Dos golpes severos a las corrientes que en el pasado fracasaron.
El mensaje es por demás claro: de llegar Moreira, despejaría la ruta, aún más, a Enrique Peña Nieto quien, poco a poco, va quedándose sin contrapesos al interior de su partido. ¿Unidad? Más bien se antoja que los descartes continuos tienden a reflejar una unanimidad demasiado peligrosa de cara al futuro. A menos, claro, que se trate sólo de vindicar el viejo esquema autoritario sin siquiera maquillaje.
No hay duda de que Moreira es quien encaja en la dirigencia priísta. Porque con él, es seguro que Peña no se ocupará de las rebatiñas insidiosas ni caerá en provocaciones. Podrá hablar “como presidente”, esto es conciliando, mientras el responsable del PRI toma para él todos los pulsos. Tal es la estrategia que se pretende ganadora. Y lo será si, como parece, en el PAN y el PRD no son capaces de frenar sus propias erosiones.
La Anécdota
--Con Elba Esther hemos tenido, se lo digo sinceramente, una relación de amor y odio.
Tal me confió el profesor Humberto Moreira hace poco más de un año cuando le inquirí, en su oficina del Palacio de Gobierno en Saltillo, sobre la evidente preferencia de “la maestra” hacia él. (“2012: la Sucesión”, Océano, 2010).
--¿Cómo es eso? –pregunté-.
Y Moreira explicó que la señora Gordillo, visceral como es, no le perdonó haber recibido al senador Manlio Fabio Beltrones:
--Ella telefoneó para pedirme que cancelara (el encuentro) y yo le respondí que jamás lo haría porque mi función no es amarrar navajas.
Si de eso se trata la política, sin duda Moreira la conoce al dedillo.
E-Mail: rafloret@hotmail.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario