lunes, 19 de julio de 2010

VIENT0S CATALANES

Hace algún tiempo, en Barcelona, tropecé con un grupo de jóvenes, furibundos antitaurinos como se proponían, quienes lanzaban consignas igualmente “contra España”, con epítetos muy altisonantes relacionados con suripantas y meretrices. Todo ello porque suponían que la fiesta de los toros era una reminiscencia bárbara y además relacionada con la dictadura franquista que lesionó, severamente, la idiosincrasia de Cataluña, enclaustrándola y negándole a sus hijos hasta la libertad de hablar en su idioma. Jamás lo perdonaron y las heridas no fueron curadas con el bálsamo de una democracia que, hasta nuestros días, no ha podido encontrar el justo medio entre dos bandos polarizados. Me animé entonces a preguntarles a los desbocados manifestantes sobre cómo percibían su destino: --¿Quieren independizarse de España? Arrebatados, con la insolencia que otorga el montón, respondieron casi a gritos: --Pero es que Cataluña jamás ha sido España... No repliqué ante los enfebrecidos; sólo deslicé un comentario que los puso en jaque: --Pues, de ser así... ¡tendrían que olvidarse de la Liga española y de los clásicos entre el Barsa y el Real Madrid! Como si hubieran quedado petrificados apenas musitaron palabras hasta que, pasados unos instantes, rompieron el silencio con una honda exclamación a manera de acto de contrición: --¡El fútbol y la Liga déjelos como están...! Y los dejamos, naturalmente, para sobrevivir. Viajábamos en un vagón del Metro, rebosantes de ístas del balompié, y no era una buena ocasión para iniciar debate alguno. Pero, si los toros remiten a la Iberia de la dictadura, ¿el fútbol, con los sellos de la antigua monarquía --de allí el nominativo “Real” que acompaña y perfila a varios de los equipos--, no? La disociación maniquea revela que los rencores llegan hasta donde las aficiones y las conciencias los sostengan. Ni un paso más ni uno menos. Sirva el antecedente para medir, igualmente, a los tantos mexicanos que, en fechas recientes, han manifestado todos sus traumas. Quienes, por ejemplo, sostienen la llamada “Iniciativa México”, desde el despacho del rey de Televisa, y no se detienen en fomentar deformaciones tales como bromear con las esencias mexicanistas suponiendo que, de no haber sido “por Hidalgo y sus revoltosos”, habríamos festejado, como propias, las glorias futboleras de España. Y no se cansarán de repetir el sambenito aquel de “madre patria” como si no existieran las raíces indígenas ni México se escribiera con equis. (Y todavía falta constatar cuanto de hipocresía habrá cuando se enfrenten, en un mes, las selecciones de México y España en el Estadio Azteca al que muchos quisieran nombrar Castilla). Para infortunio nuestro, las confusiones marcan nuestra historia. El símbolo presidencialista, por el cual apuestan los neopanistas -los viejos dicen que otrora se les indigestaba-, es visto, por las mismas deformaciones, como sinónimo de patria así como se tergiversa la noción de Estado y patria con la de gobierno y régimen. Y de esta profunda, gravísima distorsión surgen buena parte de nuestros atavismos y traumaas, cada vez más perniciosos y resistentes a pesar del denso y lento proceso de maduración de la sociedad en su conjunto. Por ello, igualmente, no se construyen los liderazgos o éstos confluyen, lamentablemente, ante los mesianismos obtusos, con cariz fascista por donde se les mire, en vez de abanderar, en serio, la transformación democrática que implicaría derrotar los sectarismos y las apetencias del poder central que nos asfixian. Lo hemos palpado y sufrido en los comicios recientes en catorce entidades del país, deformados por las intervenciones desde el poder y la presentación de candidatos impulsados por la parafernalia oficial. En todos los casos, incluyendo aquellos en los que, como en Oaxaca, un personaje logró aglutinar más allá de las plataformas partidistas. ¿Cómo entender, en la misma línea, la evidente precipitación de Andrés Manuel López Obrador, al llamar a que lo registre cualquiera de los partidos de acompañamiento, derivada de su ansiedad al constatar que quizá, en 2012, no sea él quien esté “mejor posicionado” de cara a la esperada candidatura “de unidad”? Luego haría las aclaraciones del caso pero sin poder explicar, satisfactoriamente, las razones por las cuales desafió a sus presuntos adversarios en la lid interna del PRD, donde mantiene una militancia colgada con alfileres por su tendencia a radicalizarse. Pierde con ello buena parte de su capital político lo que gana en cuanto al perfil provocador. Es, sí, una ruta semejante a la seguida por las fracciones legislativas del PRI que someten las iniciativas al intercambio permanente de chantajes. Esto es: para destrabar los cursos poselectorales, no se tiene óbice en adelantar facturas con cargo, entre otros rubros, a los presupuestos de egresos e ingresos para 2011 en el Congreso de la Unión. La misma perversidad deformante en todos los partidos. Debate Cada quien vela para su santo. Los panistas en el poder asumen, terca y obcecadamente, que en cualquier caso el pasado era bastante peor. Alegan y hacen comparaciones entre los ex presidentes, incluyendo Fox claro, para presentar la carta en pro de la continuidad de la derecha... que cada vez se parece más al priísmo hegemónico, supuestamente numen de sus cuestionamientos semánticos. Me dijo Ernesto Cordero Arroyo, ahora secretario de Hacienda con su corazón todavía puesto en la ansiada nominación presidencial –“2012: La Sucesión”, Océano, 2010-, que en cuanto a perspectivas los tres partidos con mayor representatividad tenían su propio tiempo: --El PRD se quedó en 2006 y se empeña en mirar al pasado –lo expresó antes de las alianzas turbias, por supuesto-; el PRI sólo observa al 2012 y se mueve con ansias buscando llegar a este año de una vez, precipitadamente; y el PAN vive en el presente: así, los panistas, por apego al presidente Calderón, no pueden hacer proselitismo adelantado porque ello sería casi una deslealtad. Con las alianzas recientes, ¿podría considerarse que el PRD alcanzó al PAN, al fin, en el entorno actual separándose de un pasado que se le aparece cada que López Obrador les recuerda su propia influencia ante millones de incondicionales?¿Y que el PRI, radicalizado contra el régimen federal maniqueo –el mal es sólo el PRI y ya no el “peligroso” PRD-, desvió la brújula hacia el pasado para recrearse con sus antiguas doctrinas y estrategias? Podría concluirse, en fin, que también el PAN viró... hacia el 2012, separándose de la supuesta ecuanimidad institucional, basando apuestas y contubernios en cuanto pueda darse en el año clave. Todos modificaron sus rutas apenas se dieron las confrontaciones estatales y ello delinea, sin duda, la vulnerabilidad de cada uno de los grandes protagonistas. Los mexicanos estamos en medio de la tempestad que ya comenzó. Y no es lógico, por tanto, el discurso oficial, en voz del acomodaticio secretario de Gobernación, en el sentido de que “nada” se ha salido de cauce en el país entero de cara a las inundaciones, naturales y políticas, que llevan el agua a los aparejos de la clase gobernante. Pasada las distracciones, el Mundial y los comicios controvertidos del 4 de julio pasado, es hora de iniciar una profunda auditoría, moral sobre todo, para precisar cuáles son los debes de cada uno de los bandos en pugna, que no partidos. El Reto Y como los traumas perviven, no dudamos que los vientos de la reconquista, callada pero eficaz, soplen con mayor fuerza. El habitual entreguismo de la derecha –recuérdese el ominoso episodio que devino en la importación siniestra del enajenado barbudo de Miramar por parte de los conservadores del siglo XIX-, se traduce hoy no sólo en cuanto a las fuentes financieras –con dominio de grupos bancarios y empresas de comunicación por parte de accionistas hispanos montados sobre los jamelgos de Cortés-, sino también con relación a las políticas. ¿No es significativa la presencia de personajes ibéricos, tales como Antonio Solá y Antonio Navalón, construyendo plataformas y escenarios con vistas hacia el 2012? Ellos son, incluso desde posturas ideológicas distintas, quienes fraguan las estrategias y proponen las fórmulas, ajenas a nuestra idiosincrasia incluso, para superar los barruntos nacionalistas y dar garantías, claro, a los grandes intereses multinacionales. Este es el meollo de la cuestión. ¿Cuáles serán las cuentas que rendirá Calderón en la hora de su finiquito inaplazable? Me temo, y esta opinión es compartida por algunos colegas con quienes he hablado en fechas recientes, que cuando llegue el momento, el michoacano será el ex presidente más duramente perseguido y acaso sancionado. Quizá ya lo percibe así. Y apuesta por los fastos del bicentenario de la Independencia y del centenario de “la bola”, para atemperar los rastros denigrantes de una actuación, por decir lo menos, escasamente patriótica.
La Anécdota
Los catalanes no festejaron igual los éxitos deportivos de “la roja”. Tampoco los vascos. Los sintieron ajenos. Incluso el nuevo presidente del equipo Barcelona no dudó en exclamar que sus favoritos para ganar el Mundial eran, en principio, Alemania y Holanda... “además de ese equipo que viste de rojo y en el que juegan la mayor parte de los integrantes del Barsa”. Por supuesto, los logros de los catalanes sobre la cancha los reivindican como hazañas en pro de la región y no del conglomerado nacional. Incluso asumen que no es válido hablar de “una sola nación” cuando se habla de España. Por esta misma razón el himno español, esto es la Marcha Real, no tiene letra ni ha sido posible superar las convocatorias para escribirla. Prefieren tararear los acordes monárquicos para no comprometer los regionalismos desbordados. Una vez pregunté a un amigo catalán: --Si se rechaza cuanto deviene de la dictadura, ¿por qué mantiene tanta fuerza la Iglesia Católica que fue cobijo de Franco? Mi interlocutor se encogió de hombros y sólo exclamó, evasivo: --¡Cosas que pasan! Pues que no le pasen a México. Aún estamos a tiempo

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