lunes, 5 de julio de 2010

¿Y SALINAS DE G0RTARI?

lunes, 05 de julio de 2010

Entre los políticos más perversos del entorno actual, de acuerdo a la opinión de decenas de lectores, anotamos el nombre de Carlos Salinas de Gortari, identificado además como el “jefe de la mafia” por parte de Andrés Manuel López Obrador y sus corifeos habituales. Incluso los priístas más avezados no niegan la capacidad del personaje para la intriga y el asalto aun cuando estas condiciones son observadas como parte de su propia “genialidad”, la misma que acaso le llevó a finiquitar su sexenio a lo largo del año de la barbarie, 1994, y de la crisis financiera estructural que lo distanció de Ernesto Zedillo, su sucesor y el ex mandatario más vinculado a los despachos de Washington.

Pues bien, sin duda, Salinas es un operador de altos vuelos cuya fuerza actual deviene de dos hechos incontrovertibles: la ausencia de líderes y los vacíos de poder prevalecientes a causa de los temores y las torpezas de quienes dicen gobernar y optan por mantenerse en sus perentorios refugios institucionales. Los priístas, por ejemplo, separados de la casa presidencial y por ende sin depender de una voluntad superior central, otearon hacia los ex mandatarios en demanda del cobijo de la dependencia moral y política que, en muchos casos, tiene el sabor de la impunidad. Por eso, claro, Salinas manda.

En nuestro reciente trabajo, “2012: La Sucesión” –Océano, 2010-, insistimos en los vínculos de este personaje singular con algunos de los actores relevantes de nuestro pasado inmediato que no es sino el presente ofuscado. Son tremendos, la verdad, si consideramos que mantiene influencia notoria sobre actores de distintos partidos y grupos con enorme capacidad de maniobra y exaltados proyectos hacia el futuro. En una perspectiva en donde priva la mediocridad, la influencia salinista no puede ser menor.

Así las cosas, el ex mandatario más influyente desde la era del maximato callista puede presumir de tener cartas marcadas en cada una de las opciones partidistas a través de postulantes que, desde luego, sostienen la tutela aunque la oculten para guardar distancias y apariencias. Así lo ha hecho siempre, hasta cuando proyectó su sucesión al amparo de las candidaturas del malogrado priísta Luis Donaldo Colosio, a quien substituyó Ernesto Zedillo sobre la sangre derramada, y el multifacético Diego Fernández de Cevallos, ahora visto como la víctima propiciatoria de un escenario sin pies... pero con cabeza.

De hecho, el padre del ex presidente, Raúl Salinas Lozano, quien fuera ministro durante la administración de Adolfo López Mateos, en condición de secretario de Industria y Comercio, fue vehemente cuando insistió en que el panista Fernández de Cevallos, muy afín a él, significa una garantía mayor para el grupo de marras que el propio Zedillo, una vez consumado el drama de Lomas Taurinas. Los cercanos a Salinas Lozano escucharon decir a éste, cuando el arribo de Zedillo a la Primera Magistratura se consumó, que él había sostenido siempre que Diego y no Ernesto fue quien debió haber salido adelante para asegurar, en toda forma, la continuidad de los Salinas a pesar de la alternancia.

Ello confirma la verdadera alianza soterrada que signaron sendos personajes a pesar de los arrebatos de Fernández de Cevallos quien, según reveló, llegó a reprocharle a Salinas su intervención directa para asegurar la victoria del PRI, favorecido además por los sufragios del miedo, en un clima de creciente provocación bipolar. Y Diego fue bastante parco cuando debió explicar los porqués de su arrinconamiento en la fase terminal de aquella campaña violentada: aseguró que esta percepción se debió al manejo tendencioso y parcial sobre todo de los medios masivos de comunicación.

El secuestro de Fernández de Cevallos, por lo demás, se dio en un momento coyuntural de enorme importancia. Aquel 14 de mayo, cuando fue interceptado en las afueras de su rancho, Diego representaba la mayor oposición, dentro del PAN, a los incondicionales de Felipe Calderón, con César Nava Vázquez a la cabeza. Esta circunstancia, sin duda, contamina los escenarios notoriamente, máxime si se considera los vínculos estrechos del personaje con los salinistas más relevantes. Las connotaciones se vuelven dramáticas.

Quizá Salinas, en su momento, no se atrevió a dar el paso hacia la alternancia para no ser él quien pasara a la historia como perdedor. Pero mantuvo la expectativa, eso sí, hasta el final. Y acabó optando por Zedillo, tras escuchar al “doctor” Joseph-Marie Córdoba Montoya quien, a su vez, tenía preparado al sucedáneo con la anticipación suficiente como para que hiciera las veces de “espada de Damocles” sobre la cabeza del infortunado Colosio. La truculencia del antecedente, sin duda, cobra nueva relevancia a la vista de los escenarios actuales cuando la descomposición política es extrema y los postulantes se animan a destaparse, sin menoscabo de lealtades, en busca de reflectores, micrófonos y cámaras.

Entre los panistas, claro, el temor es que los abanderados opositores ya cobraron mucha ventaja. Pero Salinas sonríe y tiene sus motivos.

Debate

Salinas, pues, tiene metida la mano hasta el fondo en cuanto al proceso sucesorio. Como nadie, diríamos, considerando que la omnipotente Elba Esther Gordillo, reina de los poderes fácticos, es también pieza clave del grupo salinista y acaso la mejor de sus operadoras. Veamos.

1.- Dentro del PRI, naturalmente, las dos corrientes más significativas tienen la misma fuente. Por una parte, el gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, no niega el padrinazgo aun cuando intenta desdeñar los cuestionamientos al respecto; por la otra, los contrarios a la precandidatura oficiosa de Peña, entre ellos el senador Manlio Fabio Beltrones, el más influyente en los apartados federales, asumen igualmente la guía del ex mandatario alimentando la idea de que, sin duda, podría actuar, llegada la hora, como la “eminencia gris”. La apuesta es doble y el único hilo conductor entre sendas opciones es, sin duda, el propio ex presidente.

2.- Si oteamos hacia el PAN encontraremos a la poderosa Elba, la “novia de Chucky”, en primer plano. Y ésta, sin duda, mide muy bien sus jugadas y los consiguientes momios. Su perspectiva depende, en buena medida, de cuanto pueda desarrollarse, a la vera de Felipe Calderón, el titular de Educación Pública, Alonso Lujambio, quien, de plano, no niega la cruz de la parroquia: cuantas veces le conminé, hasta en cinco ocasiones, a definir cuál era la interrelación con la señora Gordillo, evadió cortésmente la interrogante. Sólo miraba hacia el escritorio de Vasconcelos en la sede de la SEP.

Por ello, claro, el propio Lujambio, sin el menor rubor ni la menor urbanidad política, acabó siendo usado como impulsor y orador central de los mítines finales del “elbista” Miguel Ángel Yunes, panista por conveniencia y no por convicción, en su desenfrenado propósito de obtener la gubernatura de Veracruz a pesar de su sinuoso pasado en esta entidad en donde ya ejerció, de hecho, como gobernador... arrinconando al pobre de Patricio Chirinos desde la secretaría general de gobierno. Lujambio, en el cierre de campaña, insistió en el referente al “pinche poder” sin darse cuenta que escupía hacia arriba y no sólo para salpicar al gobernador Fidel Herrera.

3.- Finalmente, en el horizonte perredista, se da una singular mancuerna bajo el camuflaje habitual: tanto la “maestra” como el inversionista Roberto Hernández, el mayor adversario de Carlos Slim entre los grandes financieros, coinciden en su apoyo al jefe del gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard. Es bien sabido que la señora Gordillo tiene dos grandes “debilidades”: el ya mencionado Ebrard y, sin duda, Jorge Castañeda Gutman, el ex canciller del foxismo. Y está presta a apoyar cuando sea necesario al primero. Un puente, por demás sinuoso, entre dos extremos que se tocan: el radicalismo lópezobradorista, opositor al salinismo, y el gremio magisterial constituido como algo más que un fiel de la balanza.

Tres partidos, tres causas y un mismo eje.

El Reto

Los comicios de ayer, en la misma línea, convergen igualmente hacia los intereses del ex presidente cuyos fueros son más determinantes hacia dentro que hacia fuera del país en donde acaso la voz de mayor influencia sea la del doctor Zedillo, el gran simulador. Por ello, claro, la “maestra” mantuvo una extraña dualidad: apoyó a los candidatos aliancistas, en la amalgama del PAN con el PRD, en Veracruz, Puebla y Sinaloa; y a los priístas en las demás entidades con la excepción de Oaxaca en donde optó porque el PANAL, el partido con nombre y apellido de mujer, fuera solo. Al buen entendedor...

Los conflictos poselectorales que se anuncian confluyen, por tanto, hacia el mismo diferendo. Basta discernir, naturalmente, cuáles son las verdaderas apuestas del poder fáctico, colocado por encima de los partidos e incluso de la casa presidencial, para determinar quien fue el verdadero ganador más allá de los votos emitidos. Nos dirán que el aserto es ofensivo para quienes acudieron a las urnas con la buena fe por prenda. No es ésta la intención; más bien intentamos despejar las cortinas de humo que cubrieron a los densos procesos convertidos, ahora, en polvorines.

La Anécdota

Por esos corrillos me contaron de un personaje, de muy altas credenciales y posiciones, con una historia familiar oscura y amarga.

En Morelia, hace una veintena de años, el jefe de la familia rompió en violencia contra la estabilidad del hogar. Y el hijo desobediente, sin más, intervino para expulsarlo del mismo. No sólo eso: denunció al padre agresor y jamás lo perdonó... ni siquiera en el lecho de muerte de éste. Con esta amargura a cuestas, con la consiguiente adicción generada en buena medida por los sacudimientos emocionales, permaneció el vástago herido en la palestra política hasta alcanzar grandes alturas.

Es un cuento, claro. Una anécdota. Asuman, los amables lectores, quienes son los protagonistas de esta crónica acaso para comprender hasta donde pueden llevarnos, a todos, los arraigados traumas que no son sencillos de despejar. Toda coincidencia... ya saben.

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