Desafío Publicación: VIERNES 23 DE ABRIL DE 2010
*El Fuero Estorboso
*Sociedad Indefensa
*Minuto de Silencio
Por Rafael Loret de Mola
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En los últimos años el fuero constitucional, mismo que protege la integridad jurídica de quienes desempeñan cargos de elección popular cuyas opiniones son consideradas inviolables, sólo ha servido para grotescas exhibiciones de poder –esto es como escudo de algunos legisladores alcoholizados que escandalizan en los centros nocturnos- y vendettas políticas, sin disimulo alguno, disfrazadas de querellas desde una instancia de gobierno a otra –la persecución contra Andrés Manuel López Obrador que culminó en abril de 2005 ocupa el sitio estelar entre todas las torpezas institucionales armadas a voluntad del presidencialismo autoritario-. Muy poco bueno ha derivado de la figura.
En el seno del Legislativo, los senadores y diputados con fuero tampoco pueden basarse en éste para extender sus críticas porque, de acuerdo a la normativa interna de sendas Cámaras, priva el acuerdo de no realizar “alusiones personales” desde las tribunas ni pueden “interpelar” al presidente de la República cuando rinde –si puede, claro- sus informes anuales. Ya van dos años que el ceremonial se colapsa –a Fox le dejaron en el vestíbulo y Calderón debió limitarse a entregar el texto sin pronunciar palabra para inaugurar su periodo-, sin que hasta el momento se canalice iniciativa alguna destinada a modificar siquiera las formas, modernizándolas de la única manera que cabe: convirtiendo el anquilosado y viejo monólogo por una comparecencia democrática abierta al debate. Los actores políticos parecen perdidos.
Ni siquiera los antecedentes, insisto, han dado cauce a alguna iniciativa destinada a evitar un nuevo episodio ríspido como los protagonizados por disidentes y oficialistas el primero de diciembre de 2006 y los primeros de septiembre posteriores. Esto es como si dejar correr el tiempo, perdiéndolo, fuera una constancia de una época marcada por la penosa atrofia gubernamental y el permanente jaloneo entre las distintas corrientes partidistas cuyos miembros, eso sí, no se olvidan de cobrar ni confrontan siquiera las presiones que ocasionan, por ejemplo, los salarios caídos de quienes detienen sus labores al exigir mejores condiciones para realizarlas.
El colmo fue la “clausura” de las sedes parlamentarias, en 2008, con una extraña huelga plena de ventajas para quienes la protagonizan y sin que el diálogo sirviera como parapeto. Los atildados legisladores del PRD sostienen así su dualidad al formar parte del gobierno, integrando uno de los poderes de la Unión, pero negándose a reconocer al titular del Ejecutivo formando alianzas regionales con el PAN. Toman lo que les vale y acomoda, sólo esto, como si la sociedad estuviera obligada a convertirse en rehén de un partido por decisión discrecional de su dirigencia y cuantas veces quiera. Grotesco.
Como tienen fuero, acciones como las descritas líneas arriba forman parte de los nuevos mecanismos. No obstante, los congresistas se olvidan de cumplir otras funciones, por ejemplo la de informar a sus representantes de cuanto hacen y hacer la tarea en cuanto al imperativo de trascender hacia una reforma integral del Estado que tienda a evitar excesos y desviaciones absurdas, sin dejar de cobrar un centavo de sus dietas. No dudamos que, en el fondo, la irritación de algunos parlamentarios del PRD contra quien dice ser “presidente legítimo” con el aval de una multitud incondicional, sea por efecto de las obligadas contribuciones a la “causa” que restan sus propias disponibilidades pecuniarias.
El hecho es que, desde luego, el fuero sólo sirve para evitarles molestias a quienes lo ostentan cuando infringen algunas normas administrativas. Para salvarse de los arrestos cuando alardean por las calles, por ejemplo, e igualmente para negociar soterradamente la impunidad sobre asuntos tan truculentos como la cercanía con las redes de pederastas que han salido a flote o los señalamientos, que no se investigan judicialmente, por posibles contactos con los cárteles con pleno dominio sobre territorio nacional. Para eso sí que es un magnífico refugio el fuero. Sólo para eso, subrayo.
Nada hay que justifique a esta figura, entonces, porque es mucho más lo negativo que lo positivo, a sabiendas de los procesos armados con el aval del poder central y destinados a defenestrar a los adversarios “peligrosos”. ¿Por qué, además, debe sostenerse un privilegio que ya no es siquiera útil para garantizar la libertad de opinión de cuantos ocupan cargos electorales? La propia evolución de la sociedad ha rebasado al propósito original.
Debate
En España, el entrometido juez Baltasar Garzón envió a la cárcel a la alcaldesa de la ciudad vasca de Mondragón, Inocencia Galparsoro, por haberse manifestado en nombre de la Asociación Nacionalista Vasca (AVC) suspendida por el “supremo tribunal” dados sus vínculos con la organización terrorista ETA a la que ya nadie, en su sano juicio, puede ahorrarle el calificativo de criminal privilegiando falsas interpretaciones nacionalistas. No hubo fuero que la protegiera ni instancia alguna para vadear la acción de la justicia. Ahora es él quien está sentado en el banquillo, acosado por la derecha representada por el Partido Popular.
Por cierto, la señora Galparsoro, además, se negó a condenar el crimen contra un ex consejero socialista, Isaías Carrasco, en su propia comunidad, perpetrado por los etarras el siete de marzo de 2008. Y lo mismo respecto a la negativa de izar la bandera española en la sede del Cabildo, en una reiterada expresión de su profundo y descocado antihispanismo. Ningún derecho puede prevalecer sobre la integridad de una nación y el ejercicio de su soberanía. En este caso, por supuesto, la inmunidad jurídica no cabría bajo argumentación alguna aun cuando haya voces que señalan hacia el desmantelamiento de la autonomía vasca con el consiguiente peligro de recrudecer la violencia. Esto es como si de la espada de Damocles se tratara.
En nuestro país, en una tercera parte de las entidades federales los alcaldes carecen de fuero constitucional aun cuando éste proteja a los gobernadores y diputados locales. La limitación tiene el acento de la supeditación, lo mismo que cuando se trata de mantener a las corporaciones policíacas bajo el fuero estatal, y no municipal, por consideraciones más políticas que administrativas.
Queda claro que los presidentes municipales no deben estar segregados de otros servidores públicos. Pero con ello se les maniata ante el poder central y en contra del espíritu del artículo 115 Constitucional que dota de autonomía a los municipios frente a la soberanía que se reconoce a las entidades federales. En realidad nos topamos con una crisis conceptual porque es obvio que el poder soberano es aquel que no reconoce a ningún otro y en los estados del país se acepta la preeminencia del orden federal, y de la Carta Magna, sobre las leyes e instituciones regionales.
Si en México una alcaldesa fuera identificada como parte de un grupo terrorista, aun cuando contara con fuero éste no sería impedimento para iniciar un juicio de procedencia destinado a defenestrarla y ponerla a disposición de la justicia. El mecanismo acaso sería un tanto más dilatado pero desembocaría en un escenario similar... salvo, claro, si se privilegiara algún acuerdo soterrado bajo el peso del chantaje. Así se mantienen, por ejemplo, algunos coordinadores de bancada en el Legislativo y varios mandatarios estatales sin la menor autoridad moral aun cuando presuman de contar con el “respaldo popular” prohijado en la malhadada tradición del paternalismo.
Insisto: ¿sirve para algo el fuero que no sea para disimular las consignas de la clase política superior?
El Reto
Más allá de las protecciones oficiosas, los mandatarios deambulan, en esta era de profunda inestabilidad global, entre la violencia y los conatos separatistas de no pocas regiones del mundo. Para colmo, el injerentismo galopante en cuestiones de política exterior mantiene en jaque a la sociedad universal. Tal el caso del conflicto entre Colombia, Venezuela y Ecuador alrededor de los subversivos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Cuando se afirma que la campaña electoral del ecuatoriano Rafael Correa fue financiada con fondos de los subversivos colombianos –esto es con parte de los botines que generan secuestros y otras incidencias-, se plantea un severo dilema moral difícil de digerir. Más todavía cuando las ramificaciones venezolanas no parecen detenerse en las fronteras, a lo largo de Latinoamérica, y se convierten en detonadores sociales. En México, el EPR, ahora negociador, desarrolla el modelo y transita por la geografía... del narcotráfico.
Con diferendos de esta magnitud nuestro gobierno no parece sacar la cabeza. Otra vez la idea de la burbuja inexpugnable para justificar la inercia. Demagogia, como siempre. Abundaremos.
La Anécdota
ETA sigue matando en España aun cuando sus sistemas operativos estén tocados. El asesinato de otro guardia civil, Juan Manuel Piñuel, en Legutiano, una población alavesa, en mayo de 2008, desató una larga y amarga cadena de manifestaciones por todos los rincones de la península ibérica y fue cita durante la cumbre del Perú. También, en plena Feria de San Isidro, en el coso monumental de Las Ventas, en Madrid, el público –unas 24 mil personas-, sostuvo sólo unos segundos el previsto minuto de silencio. El aire se rompió no con la llamarada del clarín que anuncia el inicio del bravío espectáculo sino cortado por un grito sordo, dolido:
--¡Viva España, asesinos!
La plaza entera ovacionó la sentencia. Difícil unanimidad en esta época de sectarismos exacerbados. Todos contra la ignominia del crimen injustificado y artero. El estentóreo clamor enciende la esperanza. No todo está perdido cuando los sentidos despiertan ante el horror de los fundamentalismos –la fiesta de los toros es víctima también de ellos-, arropados con trajes de distinto corte, esparcidos por el mundo.
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Rafael Loret de Mola
Escritor
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