Desafío Publicación: LUNES 5 DE abril de 2010
*Poder Destructivo
*Querella Olvidada
*El Segundo Plano
Por Rafael Loret de Mola
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Bien se dice que es necesario saber retirarse a tiempo. Sobre todo cuanto se trata de gestiones o actividades públicas. De allí la sabiduría del Constituyente que marcó el lapso sexenal, digamos intermedio entre los cuatrienios que posibilitan una reelección de acuerdo al modelo norteamericano copiado por algunas otras naciones, suficiente para ejercer el poder sin amagos de permanencia. Sin embargo, al paso del tiempo y las ineficacias, cada vez el lapso nos parece más largo.
¿Serían capaces nuestros gobernantes de someterse a un escrutinio a la mitad de sus respectivos periodos en obsequio a la “soberanía que radica esencialmente en el pueblo” de acuerdo a nuestra Carta Magna? Lo hizo López Obrador, cuando ejerció la jefatura del gobierno defeño, con más histrionismo que buenas maneras: la pretendida consulta estuvo contaminada por la rotunda parcialidad con la cual se procedió a realizarla y la muestra general no resultó significativa aun cuando era evidente el aval mayoritario. Es, desde luego, un buen antecedente pese a ello.
¿Y los demás? El titular del Ejecutivo federal quien se empeña en considerar a las supuestas encuestas favorables, encargadas por la Presidencia desde luego, como elementos sustantivos a favor de sus proyectos, incluso los no suficientemente explicados -¿entre la ciudadanía se ponderan los argumentos en pro y contra de la pretendida reforma energética que ha vuelto a crispar a los bandos que partieron por mitad a la sociedad mexicana?-, pero bien sabe que no cuenta con el reconocimiento de un amplio sector aun cuando se insista en descalificarlo por los excesos verborréicos de quienes lo lideran. No debiera olvidar, ni un solo momento, que su “victoria”, desaseada, se alcanzó con el veredicto de sólo el 35 por ciento de los electores, esto es de uno entre cada cinco empadronados, lo que reduce su fuerza de convocatoria notablemente.
Para colmo, las cosas quedaron igual. Si se tratara de una carrera de relevos, la estafeta que pasa de mano en mano bien podría tener la imagen de Elba Esther, la perniciosa “novia de Chucky”, para asumir que quienes entran y salen de la Presidencia pertenecen, en el fondo, a un mismo equipo aun cuando sea diverso su origen y distintos sus clubes de origen. El establishment, nada menos, que posibilitó el milagro: los antiguos cómplices del llamado “viejo régimen” son los mejores y más socorridos aliados del nuevo. Así como está escrito. Cualquiera que sea su tendencia, amable lector, puede corroborarlo a simple vista y sacar conclusiones.
Cuando venció el señor Fox en 2000 sugerí que comenzaría ser creíble su prometido apostolado cuando fuera capaz de instalar, tras las rejas, a alguno de los ex presidentes predadores cuyos daños a la nación fueron inmensos y justificaron el clamor por el cambio. Nada se hizo salvo la parodia con Echeverría a quien luego se dejó en paz por respeto a sus canas. En la misma línea, el señor Calderón merecerá alguna credibilidad si es capaz, y sólo entonces, de finiquitar el cacicazgo magisterial para impulsar la más trascendente de las reformas: la educativa.
Tengo plena conciencia de que el comentario anterior puede parecer reiterativo. Lo es. Porque tengo la convicción de que mientras no se derruyan los cimientos podridos no será posible construir el nuevo andamiaje de la vida institucional. La reforma energética, o el tibio maquillaje en la rectoría electoral, no son sino validaciones del continuismo. De allí la trascendencia de desmantelar, de una vez por todo, los arcaicos modelos que detienen el impulso de los mexicanos. Y ninguno es más ponzoñoso que el educativo porque, sencillamente, es un ancla para una sociedad cuyo andar democrático es zigzagueante y, como tal, obviamente impreciso.
De bien poco sirven los llamados a concentrar esfuerzos en pos de las iniciativas presidenciales, cortadas a la medida de los intereses de los aliados del partido en el gobierno –sea el PRI o el PAN aun con las ligeras diferencias entre ambos-, mientras no se resuelva el tremendo embrollo de un sistema educativo que no es acorde con los requerimientos de las nuevas generaciones ni resulta competitivo frente a los del primer mundo. Mala cosa es seguir dependiendo de quienes tienen el privilegio de cursar posgrados en el exterior y regresan a su país con el convencimiento de que debe inventarse una patria nueva, ad hoc claro con las líneas implementadas desde fuera.
Y lo peor, sin duda, es seguir tropezando con la misma piedra.
Debate
Dos cuestiones no pueden esperar más: el amafiamiento sindical que destruye moralmente al gremio y la saturación de profesionales en determinadas áreas mientras que no se atiende a la infraestructura agrícola. Un país, como el nuestro, con tantos caudales en sus regiones rurales, dentro de una geografía extensa y generosa, requeriría contar con alternativas para impulsar la creación de universidades agroindustriales, mismas que, además, han sido detonantes para aquellas naciones cuyo retraso provenía de la caducidad política, digamos en Europa del este, y pudieron después integrarse a occidente sin mayores sacudimientos.
A principios de los ochenta, para acentuar lo anterior, la posibilidad de un desmantelamiento de la Unión Soviética además del fin de la guerra fría y la significativa caída del muro de Berlín –circunstancia que significó un enorme desafío para la pujante Alemania occidental por cuanto debió asimilar a la oriental con toda su cauda de lastres y asfixias-, hubiera sonado a una novela cortada con la más pura ficción, esto es a utopía pura. Y, sin embargo, al final de la década, en unos cuantos meses de 1989, el sacudimiento se dio para que surgiera, sin contrapesos, la hegemonía estadounidense como gran vencedora del pulso.
Pues bien, en los escenarios previos se puso énfasis sobre los programas educativos. En la Rumania de Ceausescu, el dictador que acabó fusilado junto a su esposa en diciembre de 1989, fueron privilegiadas las universidades agrarias y se redujeron, con el autoritarismo concerniente, los escenarios minados por la saturación de profesionales. Se determinó entonces que la libertad para escoger una carrera debería limitarse a quienes mostraran, además de vocación, un mínimo de capacidades y las mejores calificaciones. Los demás, acaso la mayoría, fueron destinados a otras áreas, muchos de ellos al campo, para vitalizar las tareas agrarias y asegurar su propio porvenir.
Me dijeron entonces que tal era como un trueque de libertades: se reducía la individual puesto que nadie podía asegurar la ruta por cada quien escogida; pero se ampliaba la colectiva al destrabarse candados y abrirse expectativas a favor de la productividad general. El experimento, cuestionable si se quiere, dio resultado. Y ahora Rumania, sin tirano de por medio, puede presumir no sólo de su integración a la Unión Europea sino de haber sobrevivido, sin asfixias terminales se entiende, a la catástrofe que derivó de la caída del socialismo en otras regiones de la que fue llamada “cortina de hierro”.
En México, en cambio, no hay definiciones y se dilapida el tiempo. Por eso permanecemos atados al desgastado corporativismo mientras los discursos oficiales señalan hacia reformas que no son estructurales. Se trata, más bien, de extender el maquillaje. Así, por ejemplo, PEMEX no se vende al sector privado pero se deja a éste invertir en todos los renglones de la sentenciada paraestatal. Estamos en la era de los galimatías políticos.
El Reto
No sería difícil sacudirse de la perniciosa cercanía de Elba Esther Gordillo desde la perspectiva presidencial. Y sin armar intrigas palaciegas ni seguir extendiendo el espionaje telefónico como si se tratara de un bisturí destinado a las autopsias. Su historia la condena.
Hay un caso del que ella no quiere escuchar, además de la polémica sobre su Normal de origen: el asesinato, en 1981, del maestro Misael Núñez Acosta, uno de los dirigentes de la sección 36 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en donde reina la señora Gordilla tras el descabezamiento de su antecesor, Carlos Jonguitud Barrios. Nunca he comprendido cómo si ella fue capaz de imponerse a un cacique en toda forma no le ha sido suministrada la misma medicina a pesar de sus tremendos traspiés, sobre todo morales. Y no vayan a salirme con la falacia de que “la maestra” aglutina cuando son evidentes los recursos por ella usados para mantener los controles, todos amorales. Ayer nos ocupamos de ellos.
Si en México los crímenes del poder no fueran nutrientes para la impunidad, la señora Gordillo dejaría de hacerse cirugías por dentro y por fuera. Otra cosa será cuando, al fin, las querellas contra ella la alcancen y se comience, no sin apremios, la escalada por la verdadera renovación.
La Anécdota
Como la inmigración de argentinos influyentes no cesa y algunas veces mal acaba –Ricardo Miguel Cavallo, Carlos Ahumada Kurtz-, es oportuno recordar una de las sentencias que elevaron la figura del dictador de aquella nación, Juan Domingo Perón, quien legó para la posteridad el modelo del matriarcado político sin más gracia que los matrimonios de conveniencia. Evita e Isabelita, como antecedentes de Cristinita.
Pues bien, Perón solía decir:
--Hay que situarse siempre en un segundo plano para alcanzar el poder desde la oposición. A quienes se sitúan en el primero los convierten en mártires.
No son pocos quienes podrían estar utilizando la estrategia. Por ejemplo, Marcelo, el gran carnal del Distrito Federal. Abundaremos.
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Rafael Loret de Mola
Escritor
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