Desafío Publicación: JUEVES 15 DE ABRIL DE 2010
*Las Batallas Perdidas
*Refugio: la Confusión
*Capos y Gobernadores
Por Rafael Loret de Mola
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Cada que emprende Felipe Calderón una supuesta batalla contra algunos de los anacronismos que impiden el desarrollo social –por ejemplo, hace una semana se lanzó en contra de los monopolios-, los tiros suelen salirle por la culata. No hay quien lo defienda a pesar de mantener niveles aprobatorios entre los mexicanos si bien lejanos a los registros de otros mandatarios, como los de El Salvador y Brasil, en el rango de excelentes, y otros más validados como buenos. Los del mexicano se anotan, en caída que se prevé irreversible, entre las medianías del continente con pérdida sustantiva de popularidad en los meses precedentes. Una señal, desde luego, más que alarmante para él y sus panegíricos.
La gran batalla perdida de la derecha se refleja en la tremenda dificultad por validarse democráticamente. En 2000 si bien obtuvo una victoria incuestionable tal se dio sobre la base del hastío colectivo hacia las conductas predadoras del priísmo hegemónico, por una parte, y las consiguientes proclamas a favor del cambio. La decepción fue mayúscula aun cuando los incondicionales de la causa –lo mismo que en el extremo contrario, hacia la izquierda-, pretendan sostener lo indefendible, esto es sin resultados específicos sobre el andar de la controvertida pareja ex presidencial, como si los Fox nos hubieran redimido de algo: ni siquiera lo hicieron del priísmo presidencialista y la prueba la tenemos demasiado a la vista de cara a la carrera sucesoria del 2012.
Es curioso: desde hace poco más de un año, el mandatario en ejercicio parece darse a la tarea de quedarse absolutamente solo. Por ejemplo, guerreó con los empresarios a consecuencia del socorrido “paquete fiscal” que éstos consideraron paralizador reprochándole sus fallos solidarios cuando estiman que las facturas electorales no han sido cubiertas del todo. Y no hubo más respuesta que los entendidos soterrados, que tienden a anular los mecanismos tributarios incómodos a cargo de los saldos por pagar, bajo una crisis tremenda de confianza.
Sucede ahora lo mismo que hace seis años, sólo que en mayor dimensión: se habla de índices todavía aprobatorios hacia Calderón por parte de sus gobernados –sobre el nivel del cincuenta por ciento se entiende-, pero nadie es capaz de sacar la cara, en serio, por su defensa. Igual sucedía con los Fox cuando lo cuestionábamos, incluso en sectores supuestamente afines a ellos, y no había quien contrarrestara las críticas de mayor calado, más bien ninguna de ellas. Sin réplica, en un ejercicio dialéctico, quien calla concede la razón a su interlocutor con la sola excepción de la ponderación ante los exabruptos, injurias y descalificaciones sumarias.
En la misma línea se extiende la idea de que el gobierno ha perdido la guerra del narcotráfico en tanto este, como en Colombia hace dos décadas, penetró el tejido social corrompiendo a la comunidad misma que reverencia a los nuevos ricos y se suma, con increíble docilidad, a los espejismos del dinero fácil. ¿Cuándo se dio, entonces, el punto de no retorno. Adolfo López Mateos, presidente entre 1958 y 1964, solía decir:
--Cada mexicano tiene metida la mano en el bolsillo de oro mexicano... ¡y pobre de aquel que rompa la cadena!
Podríamos estar festinando también, a la par con bicentenarios y centenarios marcados por la demagogia infecunda de cuantos ejercen el poder público, el cincuentenario de la exaltación de la corrupción como recurso para asegurar el patrimonio familiar por varias generaciones aun cuando con ello se pusiera en jaque a quienes dependen de sus esfuerzos cotidianos.
Siguiendo los pasos de la historia, es evidente que durante la administración federal 1982-88, bajo la férula de Miguel de la Madrid, se dio el primer “boom” del narcotráfico sobre suelo patrio al tiempo que se producían igualmente dos condiciones fundamentales para el futuro, hasta hoy: la incorporación de México al GATT que aceleró, libres de aranceles, la apertura en pro de las grandes transnacionales y el desarrollo imparable de sus franquicias; y el aislamiento financiero de las naciones endeudadas tras rechazarse la posibilidad de negociar los altísimos réditos en bloque, como lo propuso el entonces presidente de Argentina, Raúl Alfonsín –cuya muerte, por cierto, le convirtió en icono-. No creo en coincidencias y casualidades sino en hechos.
Llevamos, entonces, tres décadas, nada menos, desde que la infiltración de los cuadros superiores por obra y gracia de las mafias se hizo determinante. Y sólo hasta ahora se sopesan los daños, considerándose imposible subsanarlos, esto es como si fuese posible resignarse ante la ominosa influencia de los grandes capos, capaces ya no sólo de determinar sucesiones en los gobiernos estatales sino, más todavía, de imponer a los suyos al frente. Así lo plantean, como muestra, los sinaloenses, entre otros, afrentados por una campaña proselitista viciada de origen con el sello, claro, de las complicidades inconfesables.
Debate
La clase política va a la zaga de los cárteles. Y no existe iniciativa alguna para modificar la perspectiva. Como no la hay tampoco para sanear los infectados cuadros militares, como se ha pretendido con escaso éxito en los judiciales y policíacos, mientras las vendettas prosiguen sin cuento por el prurito de asegurar territorios y enclaves penetrando la estructura gubernamental. Lo repito: no será jamás eficiente privilegiar al ejército cuando nada se ha hecho para extirpar algunos de sus tumores malignos, sobre todo las conexiones non santas que únicamente no observa, al parecer, el propio titular del Ejecutivo federal.
De que la anarquía se ha impuesto no tengo duda alguna. Por ello, claro, uno de los grandes capos del poderoso y por ahora irreductible “cártel de Sinaloa”, Ismael “el Mayo” Zambada, puede contar con fuentes periodísticas sobresalientes para difundir sus propias emociones, acaso buscando tomarse una foto para luego modificar sus rasgos y escabullirse, cual si se tratase de un relevante hombre de negocios que demanda espacios y atenciones para hacer sentir su poder. En un estado de derecho, cuando menos, se habría hablado de encubrimiento para explicar las declaraciones sesgadas del delincuente.
Y en la misma línea, ¿cómo entender la exaltación de Joaquín “el Chapo” Guzmán, quien se fugara del penal de Puente Grande, en Jalisco, en 2001 como saludo del “narco” a la alternancia fallida, como uno de los mexicanos más ricos del planeta con una fortuna calculada en mil millones de dólares? Desde luego, la duda planteada es si el citado, en serio, “sólo” cuenta con el capital expresado o si únicamente se ha dado una cifra especulativa para asegurar su sitio dentro de la lista de Forbes con todo y las connotaciones imaginables.
Al señor Calderón todo esto, según se divulga, le disgusta una barbaridad, lo mismo las reseñas del semanario económico especializado en grandes corporativos que la singular entrevista concedida por Zambada en su guarida... posiblemente en Durango en donde las coberturas criminales se extienden mientras se desarrolla una campaña política con mucho de representación melodramática. Pero el mandatario en funciones no puede hacerse sentir, aunque tenga en apariencia los hilos del poder, porque ni él mismo sabe cuál es el terreno que pisa. Voltea a sendos lados y sólo descubre uniformes y lisonjeros. Y cree que por ello gobierna.
Si hablamos de batallas perdidas, la más grave derrota es, desde luego, la del espíritu. ¿Corroboran, los amables lectores, las consecuencias de haber optado por “el menos malo” en ausencia de liderazgos firmes y oposiciones con sentido de responsabilidad y no de rebatiña? Porque si hubo desaseos en el proceso comicial de 2006, lo peor fue que nadie pudiera comprobarlos cabalmente más allá de los exabruptos conocidos.
El Reto
Por cierto, hace dos semanas, difundimos una sentencia emitida en la década de los setenta, hace cuarenta años. El general Salvador Rangel Medina –“El General sin Memoria”, Juan Veledíaz, Debate-, expresó:
--Combatir al narcotráfico es una encomienda que puede costarle más cara al ejército pues el poder corruptor de las mafias es el enemigo a vencer.
Lo mismo que expresó “el Mayo” recientemente cuando mencionó que es imposible revertir los actuales términos cuando los tentáculos del narcotráfico han llegado muy hondo a la mayor parte de los sectores sociales. “Cada mexicano tiene metida la mano...”
Y de este punto surge, de la misma manera, la controversia acerca del deber de los informadores. Unos, en la frontera con Estados Unidos sobre todo, han optado por claudicar de plano; otros justifican el interés colectivo para convertirse, acaso sin proponérselo, en panegíricos de los capos insondables; algunos más insisten en que para ser periodistas es menester primero conservarse como tales, esto es sin pretensiones suicidas. El hecho es que, por el momento, los narcos en cierne dominan... hasta en la autocensura.
La Anécdota
Por los corrillos judiciales, allá en donde la cruzada principal es por el silencio para no levantar sospechas, escucho:
--Al “Chapo” no hay quien le ponga alto. Ya es demasiado poderoso. Te digo: con su propia mano ha abofeteado a dos gobernadores; y a la de Zacatecas la mandó rapar.
Propongo a los amables lectores dilucidar de quienes se trata. Va una lista de posibles:
1.- El de Chihuahua, José Reyes Baeza.
2.- El de Durango, Ismael Hernández Deras.
3.- El de Tamaulipas, Eugenio Hernández.
4.- El de Sonora, Guillermo Padrés.
5.- El de Sinaloa, Jesús Aguilar Padilla.
6.- Cualquiera otro que ustedes quieran agregar.
Es un juego que puede marchar paralelo a la arraigada costumbre de apostar por el “futuro presidente”.
(Anuncio: ya viene una nueva obra editorial de este columnista. Hablaremos de las escenografías, desde la matanza de Hutzilac hasta los avionazos y helicopterazos oportunos, entre otras cosas. Estará en librerías en los primeros días de mayo. En próxima entrega revelaré el título).
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Rafael Loret de Mola
Escritor
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