viernes, 30 de abril de 2010

REFLEXIÓN OPORTUNA

Desafío Publicación: VIERNES 30 DE abril de 2010

*Reflexión Oportuna

*La Moral Colectiva

*Impuestos Paganos

Por Rafael Loret de Mola

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Hace dos años, el Papa, naturalmente, habló de paz en el seno de las Naciones Unidas. Y reiteró su solicitud de perdón por el daño infringido a la sociedad a causa de los religiosos abusadores, incluso de elevada jerarquía, cuyo rastro ignominioso restó credibilidad a la grey y acaso ha significado parte, cuando menos, de la pérdida sustantiva de feligreses alrededor de la Iglesia Católica, universal por denominación pero muchas veces atrapada en la pobreza de las interpretaciones prejuiciosas.

Todavía, por ejemplo, la Santa Sede no se anima a discutir sobre el celibato sacerdotal y la igualdad de las mujeres a quienes se niega el derecho a ser ministras de culto, dos temas ampliamente superados entre las democracias en curso. Tampoco se da paso alguno para entender el aborto en el contexto de la justicia moderna –las secuelas, por ejemplo, de una violación que extreman el dolor de quien engendra un producto no deseado-, ni se analizan las razones de quienes optan por el divorcio para salvar sus propias existencias. ¿Acaso el mayor número de los asesinatos llamados de género no tienen origen en la imposibilidad de conciliar caracteres y mantener una cercanía imposible entre consortes que se han perdido el respeto? En muchas ocasiones el mal menor previene, o puede hacerlo, una tragedia.

Conozco, además, no pocos casos de parejas católicas, profundamente devotas y que han contraído segundas nupcias luego de separarse de sus anteriores consortes por la vía civil, atormentadas por la imposibilidad de recibir los sacramentos y ser marginadas por la autocracia vaticana –no hay ningún otro término que sirva siquiera como eufemismo-, vistas con recelo y segregadas. Vamos, si por algunos fuera, habría sitio para ellas en los templos sólo en los sótanos o en las últimas filas como en los tiempos del racismo exacerbado que condenaba a mujeres y hombres de color a la humillación de ceder hasta sus sitios en los autobuses a los blancos. ¿No es tal absolutamente retrógrada?

En línea semejante se sitúa a los homosexuales que van ganando derechos entre la sociedad. Incluso se han establecido las causas genéticas que dan origen a esta condición antes vista como signo de perversidad antinatural. Aun cuando, en su defensa, ellos mismos olviden lo esencial para parodiarse, esto es sin meditar en los derechos de terceros y haciendo de las calles trincheras para sus desfogues, la segregación no es sostenible en términos de civilidad. Y la Iglesia ni siquiera los escucha como si con ello pudiera negar las llaves de la salvación a un conglomerado nutrido y cada vez más influyente.

De todo ello debió hablar el Sumo Pontífice y no lo hizo. Ni en Nueva York ni en Roma. Apenas, insisto, se disculpó por las afrentas de los pederastas con cuyas “hazañas” es posible reunir libros enteros. Algunos de los más señalados por sus escándalos, como el célebre padre Marcial Maciel, mexicano, de Cotija, y fundador de los Legionarios de Cristo –una institución con más peso económico que moral cabe subrayarse-, no recibieron más castigo que una breve separación de sus ministerios en la fase terminal de sus existencias cargados de contradicciones profundas, también de oprobio, suavizadas por la protección de las más elevadas jerarquías.

No se hizo justicia y una mera solicitud de perdón no va a contrarrestar el hecho. ¿O acaso bastaría al gobierno alemán con una disculpa, como las tantas emitidas por sus cancilleres, para borrar el horror del holocausto evadiéndose así del pago de las indemnizaciones a las que fue obligada tras ser vencida en la Segunda Guerra Mundial? Desde luego, tales aportaciones económicas no son lo esencial sino el reconocimiento al genocidio cuyo registro debe servir para evitar una nueva persecución xenófoba.

Y pongamos un ejemplo más cercano: Alí Agsa, el turco que intentó asesinar a Juan Pablo II en mayo de 1981, tuvo oportunidad para pedirle perdón a éste en su celda y no por eso fue redimido ni dejado en libertad. El Magno le extendió bendiciones pero no el indulto que, obvio es decirlo, no le correspondía pero podía haber solicitado a las autoridades italianas que, acaso, podrían haberlo complacido. No fue así, naturalmente, porque la coerción impuesta es igualmente una defensa de la sociedad contra cualquier posibilidad de reincidencia.

Pese a ello, la Iglesia no va en el mismo sentido cuando se trata de proteger, incluso hasta niveles de ignominia evidentes, a los religiosos pecadores que lastiman los vínculos, que debieran ser sagrados, entre ellos y sus fieles. No basta con el perdón tardío.

Debate

Benedicto XVI es un apasionado del dogma y de la fe, precisamente las condiciones en las que, de acuerdo al Derecho Canónico, el Papa es infalible, esto es no puede equivocarse porque se supone bajo la influencia determinante del Espíritu Santo, parte de la Trinidad divina, que vuelca sobre él la gracia de la sabiduría inapelable. De igual modo, la elección del Pontífice se dice guiada por la misma santidad intangible.

De este precepto inamovible dentro del catolicismo han surgido los mesiánicos que se creen con derecho a exigir un tratamiento similar y llegan al grado de considerarse igualmente infalibles. Tal fue el numen del presidencialismo corrosivo cuyas vertientes arriban a los cauces actuales en un México dominado por las simulaciones; y también la ominosa pretensión de los fuertes de ser los garantes de una libertad trazada a conveniencia de ellos. Así, el huésped de la Casa Blanca es nombrado, nada menos, “líder del mundo libre” en plena exacerbación del fundamentalismo occidental. ¿Tiene autoridad moral entonces para juzgar a los emisarios de una contraparte igualmente enfebrecida por los fanatismos?

De ello sí que debería hablar el Obispo de Roma, alemán de origen y como tal superviviente de la Segunda Guerra y su armisticio, antes de ponderar a un gobierno, el estadounidense, hondamente contaminado por el belicismo, la ambición y la especulación que siembran sólo desigualdades, hambre y opresión a lo largo de un mundo sin equilibrio en donde la hegemonía ya no se discute ni siquiera en donde se ostenta, también por cuestiones de dogma, la representación terrenal de Dios. Tal el significado del reciente periplo del Papa Ratzinger como abanderado de la paz en la nación más guerrera e invasora de todos los tiempos y al lado del mandatario más insolente y perverso de cuantos hemos atestiguado en las últimas décadas.

Alegarán sus defensores, explicablemente además, que el Pontífice fue en busca de su grey –por cierto en su mayoría de origen hispano-, aunque visitara para ello la Casa Blanca, como jefe de Estado que es –la mayor potencia de nuestra era frente a la nación más pequeña y simbólica-, y extendiera estudiados mensajes para intentar lo imposible: convencer al mundo de que el gobierno de Washington, desestabilizador por antonomasia, es el gran garante de la paz y las libertades. De pensar así integraríamos a los fundamentalistas de occidente que ni siquiera se disculpan por sus bárbaros excesos. Allí están las imágenes de los talibanes en Guantánamo, tratados por los celadores como éstos no tratarían a sus perros, para corroborar el nivel de miseria humana que asimilan sus captores. A este grado de ofuscación hemos llegado.

Me pregunto si no sería un golpe excepcional, publicitario además, el encuentro del Papa, en su condición de Pastor cuya misión esencial es redimir y salvar almas, y mucho más las torturadas, con los extremistas presos a quienes se ha sometido a torturas sin cuento, infrahumanas, en pleno desfogue de odios. ¿Lo perdonarían quienes, al sentirse víctimas del horror de septiembre de 2001, justifican la exacerbación de la xenofobia e incluso la crueldad contra los terroristas desquiciados para sentir menos el agobio de la impotencia, la tremenda angustia de la indefensión? De esto, por supuesto, también debió hablar el Pontífice en su papel, siempre protagónico, de gran conciliador.

El Reto

Cuando llegue la hora de extender su agenda hacia México, Joseph Ratzinger, quien fuera tan cercano a Juan Pablo el Magno, el gran Papa que optó por intentar cerrar las compuertas del escándalo, deberá hablar también del crimen contra el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. No se olvide que, pocos meses después del hecho infamante, el Obispo de Roma viajó a Yucatán y apenas tuvo unas líneas para referirse al drama, zanjando así una polémica que él omitió. Fue, sin duda, una de las deudas pendientes del querido Wojtyla con los mexicanos.

Benedicto XVI debe, por tanto, alzar la voz y exigirle al gobierno de derecha que hoy encabeza a las instituciones de nuestro país, tantas veces refugiado en los iconos religiosos para extender así el hálito de una representatividad popular cuestionada, no sólo indagatorias menos sesgadas sino, sobre todo, el aliento de la justicia para destrabar el proceso y dirigirlo hacia quienes, bajo el manto salinista tan manchado de oprobio, infamaron a la víctima cerrando el círculo de las investigaciones y el rastro que apuntaba hacia la cúpula del poder político.

De esto debería hablar el Papa antes de recordar que es menester honrar a Juan Diego en la capilla inaugurada por su antecesor.

La Anécdota

Corrían los tiempos de la reforma salinista al 130 Constitucional. Con ella las iglesias, de todos los signos, salieron de la clandestinidad jurídica al reconocérseles en su calidad de personas morales para el Derecho. Fue el paso indispensable para reanudar las relaciones diplomáticas entre nuestro país y El Vaticano.

En ese contexto, me permití consultarle al flamante Nuncio, Girolamo Prigione Potzi, cuya existencia transcurre ahora en Alessandria, en el Piamonte italiano, sobre si los religiosos estaban listos para ser igualmente aceptados como causantes en materia fiscal. El prelado casi debió reprimir un grito:

--¡No será así! Porque debe privilegiarse que la Iglesia es una institución cultural que merece un trato de excepción.

Derechos sí; deberes ya veremos. Una extraña paradoja que suele marcar las interrelaciones del poder con sus aliados.

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Web: www.rafaelloretdemola.com

E-mail: rafloret@hotmail.com

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Rafael Loret de Mola
Escritor

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