Desafío Publicación: LUNES 19 DE ABRIL DE 2010
*Santos y Santones
*Las Dedicatorias
*De la “Mera Buena”
Por Rafael Loret de Mola
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Si, como me dijo hace tiempo el abogado César Fentanes, cada sexenio “estrena” a sus propios narcos, esto es estableciendo protecciones para unos a trueque de perseguir “ferozmente” a otros, los adversarios se entiende, en materia económica, en cambio, las cosas son muy diferentes: los antiguos cómplices del llamado “viejo régimen” se convirtieron en pilares, acaso mías influyentes, del “nuevo”, bajo el supuesto de que en serio la alternancia en 2000 haya modificado los escenarios.
También es cierto que, históricamente y sobre todo a través de nuestras constituciones –en donde los vaivenes entre centralismo y federalismo marcan pautas y exhiben la permanente actitud voluble de la clase política-, quienes promueven y hacen las leyes, por lo general, establecen primero las dedicatorias. Esto es: se piensa en los recipiendarios directos, sea para bien o para mal, mucho antes de concebir los presuntos beneficios colectivos. De esta manera se establece un vínculo de amor-odio permanente entre el poder político y los diversos sectores de la sociedad. Sencillamente absurdo.
En materia económica, es evidente que los grandes socios del establishment, patrocinadores de neopolíticos con ávidas intenciones de encaramarse en la cúpula gubernamental, gozan de privilegios sin cuento de acuerdo a los acuerdos soterrados, jamás escritos, con quienes mantienen la batuta en el sector oficial y pueden disponer el curso de leyes y condiciones. Para no pocos poderosos, los oligarcas para decirlo de una vez, el Estado ideal es aquel en donde el gobierno asuma funciones de gerencia cómplice, acotadas funciones y perspectivas, en beneficio de los cerrados consorcios afines. Todo lo demás, y específicamente cuando se opera con talante democrático, debe observarse como pernicioso y considerado, por ende, blanco de intrigas consolidadas a través de campañas muy costosas, sólo al alcance de los grupos con enormes disponibilidades. Y pobre de aquel que se anime a romper el círculo vicioso.
Hace dos semanas, aprovechando el período vacacional, Felipe Calderón lanzó una iniciativa para intentar lazar a los desbordados monopolios que destroncan competencias y estrechan nexos cuestionables con autoridades venales para alzar vuelos y desterrar a cuantos pretendan hacerles sombra. Una práctica que, desde luego, ha ido multiplicándose tras los desaseados comicios de 2006 en los cuales apostaron “sus restos” los corporativos intocables. Las facturas por cobrar, por aquello de la “campaña negra” que situó a la izquierda entre los peligros satanizados de la vida institucional, coparon desde entonces el cuestionado mandato del señor Calderón y marcaron, sin remedio, a su régimen.
Es obvio que el antecedente debió pesar en el ánimo del mandatario en funciones a la hora de lanzarse contra los oligopolios y derivados. Esto es: primero estableció las dedicatorias. Y es obvio que sus interrelaciones con los medios masivos de comunicación, Televisa y Azteca, no están en su mejor momento por mucho que los dineros de estos consorcios se hayan extendido para asegurarse el curso de las nuevas frecuencias marginando a los demás concesionarios, de medios radiofónicos sobre todo. Es evidente también que las dos cadenas de televisión privadas incurren, con frecuencia, en prácticas incorrectas para extender sus propias coberturas a costa de reducir a otras empresas regionales e incluso a las paraestatales.
En línea semejante, no han sido del todo felices los encuentros entre la Presidencia acotada –más que nada por torpeza operativa- y el poderoso Carlos Slim Helú, exaltado como el mayor multimillonario del planeta y concentrador de rubros y mercados, como consecuencia del favoritismo oficial hacia las compañías hispanas que, acaso para exaltar los fastos del bicentenario, se han consolidado en México para confirmar nuestra dependencia notoria en no pocos renglones de los llamados “estratégicos”, desde las comunicaciones hasta los energéticos. Dicen las malas lenguas que, en México, ya es más influyente el presidente del gobierno español, el singular “socialista” José Luis Rodríguez Zapatero, que el propio Calderón. Y no se exagera.
En este punto podemos encontrar el verdadero diferendo sobre las prácticas monopólicas que ahora arman la nueva guerra emprendida por el señor Calderón. La iniciativa presidencial se observa bien en el papel; la cuestión de fondo es si pretende pareja o si sólo se basa en las animosidades del mandatario respecto a los grupos que concentran capitales y se extienden sin rubor, insisto, al amparo de las complicidades que, desde luego, se callan.
Por lo anterior, claro, las sacudidas están garantizadas en pleno revuelo de intereses. Hay mucho dinero en juego y es esto lo que, en serio, altera las condiciones. Porque, sin duda, Calderón no tiene en sus manos los controles. Ni siquiera el Legislativo.
Debate
Un ejemplo de lo anterior lo tenemos en la reacción de la empresa Telefónica Móvil, de capital español claro, contra la decisión del Senado de no prorrogar el lapso para el registro de los teléfonos celulares. En la víspera de la fecha límite, cuando en la Cámara Alta los representantes populares ya habían alertado a la ciudadanía sobre las cancelaciones de servicios para los incumplidos aun cuando tuvieran que pagar por la renta de la línea de acuerdo a los contratos preestablecidos, la compañía de marras llamó a sus clientes a no hacer caso de la disposición basándose en que se había amparado contra el resolutivo.
Esto es, abiertamente, la empresa española festinó su posición, desmarcándose de las leyes a través de interpretaciones sesgadas y avanzando, claro, sobre la nacional Telcel, parte del corporativo de Slim en materia de comunicaciones observada, lo mismo que Telmex, por su tendencia hacia el monopolio dada su cobertura superior, sin duda, a la mitad del mercado con lo cual, por supuesto, cae dentro del resolutivo para impedir la concentración de capitales y rubros aunque se sostenga una competencia hasta ahora bastante desigual.
Con lo anterior, por supuesto, los inversionistas españoles están doblemente de plácemes. En primer lugar porque el freno contra los monopolios simulados abre las puertas de nuestros mercados; y, en segundo, pueden crecer a punta de amparos para evadir las decisiones del Congreso y colocarse como punta de lanzas en pro de la reconquista. Y todo ello, repito, a unos cuantos meses de las celebraciones patrias en las que se arengará a los mexicanos a sentirse independientes... sin serlo en materia financiera.
De un tiempo a la fecha, la verdadera guerra económica se sitúa en dos bandos: el español que arremete con la fuerza de la Unión Europea –el BBVA, por ejemplo, reconoce que el cuarenta por ciento de sus utilidades anuales se generan en nuestro país-, y el estadounidense que protege a sus inversionistas, sobre todo los banqueros, hasta el punto de reaccionar contra la tendencia en pro de los hispanos. Recuérdese que fue el Citigroup, comprador de Banamex, el primer grupo financiero al que se dio la bienvenida tras la consumación de la alternancia en 2000. Y ello como consecuencia de la arribazón de bancos españoles listos a apoderarse del botín latinoamericano como si con ello recuperara a sus antiguas colonias. Cuando menos, los criterios son los mismos.
Detrás de las acciones de la administración de Calderón siempre hay hilos conductores que le apartan de los afanes nacionalistas supuestamente defendidos por la misma. Por ello se desconfía de un gobierno con grave conflictiva de origen e incapaz de contrarrestar las severas presiones externas e internas. Sin solvencia moral, es muy difícil ganar el pulso de la credibilidad pública. Y es esto lo que se ha venido arrastrando desde diciembre de 2006 más allá de los movimientos de resistencia y las parodias de una izquierda hondamente dividida.
El Reto
Cuando Juan Camilo Mortiño, muerto en noviembre de 2008, inició su andar como secretario de Gobernación –precisamente en enero del mismo año-, los cotidianos madrileños saludaron con euforia el advenimiento: “Un gallego es el segundo hombre más fuerte de México” –señaló el ABC-. Y explicaba que el cargo, equivalente al del Ministerio del Interior, le colocaba en posición excepcional para que pudiera suceder a Calderón en 2012. Era éste, sin duda, el puntal que faltaba para cerrar el círculo de las grandes negociaciones a favor de los grupos españoles en nuestro país, incluyendo, por supuesto, el sector energético. No se olvide que la familia Mouriño, originaria de Vigo pero asentada en Campeche, es todavía una de las mayores concesionarias de PEMEX y no sólo en materia de gasolineras.
Con la ausencia de Mouriño, sin embargo, no se perdió el pulso del todo. La llegada de Alonso Lujambio Irazábal a la secretaría de Educación, en abril del 2009, volvió a abrir la perspectiva favorable para los inversionistas ibéricos. Él es ahora el “puente” entre las dos naciones con la misión de asegurar la expansión de los capitales provenientes de la Madre Patria. Y no es todo: además se cuenta con el aval de la poderosa “novia de Chucky”, Elba Esther, como supuesta garante de la continuidad.
No por otra cosa, el “delfín” de Calderón es ahora Lujambio... aunque el corazón de Cordero todavía se agite. Abundaremos.
La Anécdota
En la celebración glamorosa de la asunción presidencial de Adolfo López Mateos, las salutaciones efusivas no se hicieron esperar. En tales circunstancias, uno de los convocados, Don Manuel Tello, tuerto físicamente pero de gran visión política, se acercó al nuevo Ejecutivo sin reconocerlo.
--Oiga, joven –le espetó-. Le veo muy solicitado. Seguro le toco un hueso muy bueno. ¿Qué le dieron?
El mandatario entendió el despiste de Tello y le siguió la corriente:
--Pues, don Manuelito, me tocó, nada menos, la “mera buena”.
--¿Y quién es esa?
--La Presidencia, don Manuel, la Presidencia.
Como Tello todavía hay muchos que deambulan sin saber en donde pueden encontrar al presidente.
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Rafael Loret de Mola
Escritor
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