Veneno Puro
Rafael Loret de Mola
Arranca así, “2012: La Sucesión”:
“Si la historia universal no estuviera plagada de episodios en los que el odio fraternal es el principal protagonista, amén de los arrebatos de padres contra hijos y de éstos contra aquéllos, los duelos matrimoniales exacerbados por las ambiciones del poder, el imperio de las cofradías y las sectas secretas, las forzadas intimidades para asegurar complicidades por encima de la razón y las infinitas conexiones soterradas entre supuestos adversarios políticos simuladores, no tendríamos hilos conductores para sospechar, siquiera, de cuantos han modificado los perfiles políticos de nuestro país, arropados por la impunidad”.
Sabemos todos que “La Sucesión Presidencial en 1910”, con la firma del apóstol Francisco I. Madero, fue la punta de lanza contra la autocracia de Porfirio Díaz, aun cuando se reconocieran las aportaciones materiales de ésta, por cuanto significó la sacudida crítica en demanda de derechos políticos. Tiempo después, en mayo de 1975, el maestro Daniel Cosío Villegas, cuando comenzaba a decrecer la aureola presidencialista -si bien duró un cuarto de siglo más-, publicó “La Sucesión Presidencial” para ampliar sus ensayos sobre “El Sistema Político Mexicano” y “El Estilo Personal de Gobernar”, puntualizando, irreverente hacia la intocable figura central, los mecanismos discrecionales que permitían al jefe del estado mexicano designar a su sucesor con sólo su conciencia como consejera e incluso, no pocas veces, sin el menor consenso.
“2012: La Sucesión”, mi trabajo editorial más reciente y que Océano comenzará a circular a partir de los últimos días de esta semana -el lunes 24 estará accesible en toda la República-, no tiene pretensiones de secuela a la vista de los preclaros antecedentes. Porque cada ocasión, sin duda, ha sido singular: el imperativo de combatir la tramposa resistencia reeleccionista, en 1910; la ansiedad por compartir el mandato superior que delineaba destinos y proyectos, en 1975; y la urgencia por asomarse al futuro, agobiados por un presente violento y como tal incierto, en este 2010. El hilo conductor, la transmisión del Ejecutivo Federal, sirve como elemento central, en cada caso, para explicarnos la realidad de un país agobiado por la impudicia política. Sin estar cortados con la misma tijera tienen como referente indiscutible la persistencia de la autocracia, simulada o no.
En esta nueva obra, a diferencia de sus antecesoras, planteamos las secuelas criminales como partes sustantivas de los relevos en la llamada “primera magistratura”. La parte inicial, “Escenografías”, exhibe, acaso con crudeza, la persistencia de la impunidad desde el lejano 1522, cuando México todavía no era si bien el Conquistador, sobre este mismo suelo, definía a su arbitrio normativas y privilegios. Fue Hernán Cortés, el extremeño audaz, el iniciador de los crímenes de género, extendidos en nuestros días con las maldiciones del machismo y la intolerancia, al ser descubierto en infidelidad flagrante, incluyendo descendencia, por su mujer. No hubo nadie que osara, en aquella época, demandar justicia contra quien sería designado, poco después del drama, gobernador general de Nueva España por mandato del emperador Carlos V, el primero de España.
¿Cómo no explicarse, con este antecedente, la feroz manía de los dictadores o la del “jefe máximo”, por proceder contra sus adversarios, simplemente eliminándolos, para imponer decisiones, sobre todo sucesorias, sin ser jamás perseguidos? La matanza de Huitzilac, en la que perecieron el general Francisco Serrano, sus lugartenientes y operadores, y el fusilamiento del general Arnulfo R. Gómez en Teocelo, Veracruz, marcaron la última intentona reeleccionista, hasta hoy, en nuestra historia. Y no pudo ser porque también el general Álvaro Obregón sucumbió a los finiquitos del poder omnímodo, en condición de presidente electo.
Los escenarios trocaron en escenografías. Modernidad pura. Y así se han fraguado grandes desapariciones con montajes carreteriles para eliminar lo mismo a severos críticos que a figuras relevantes, entre tales el Maquío Clouthier y el brillante parlamentario de la derecha, José Ángel Conchello, a quienes sus supuestos herederos en el poder presidencial, Fox y Calderón, ni siquiera han intentando hacerles justicia, honrando sus memorias rescatándolas del oprobio de la impunidad que cobija a cuantos se conjuraron contra ellos. Todo termina cuando los archivos de la memoria se cierran; y en el libro anunciado, sencillamente, pretendemos reabrirlos.
¿Y qué decir de las caídas de helicópteros, Boeing y Learjet, que han modificado las rutas hacia la sucesión al tiempo de cancelarse no sólo proyectos personales sino posturas institucionales muy incómodas para determinados grupos de presión? Dicen que, no pocas veces, se ha atentado, por igual, contra el corazón de los mandatarios en cada momento crucial, lo mismo el de Salinas -tras el asesinato de Francisco Ruiz Massieu-, que el de Fox -al venirse abajo Ramón Martín Huerta-, y el de Calderón -con la desaparición temprana de Juan Camilo Mouriño-. La secuela plantea, per se, que no es casualidad.
Mirador
La segunda parte de “2012: La Sucesión”, recoge el testimonio de veintiún personajes ligados, sin remedio, a la carrera hacia el futuro presidencialista, anclada nuestra democracia en este modelo que el maestro Ignacio Burgoa definió como “el más ponzoñoso” de la vida institucional del país. Cada uno de ellos, en conversaciones que no pretendieron ser entrevistas sino encuentros para intercambiar opiniones e incluso críticas, optó por delinear su propio perfil y, en la mayor parte de los casos, desnudar su alma atormentada ante el agobio que surge de la posibilidad de ganar el derecho a instalarse en la residencia principal de Los Pinos.
Leyendo conclusiones y propuestas se llega a dos controvertidos asertos:
1.- “En el registro puntual de opiniones, entre los principales protagonistas del presente que miran hacia el futuro, los vasos comunicantes entre éstos exhiben los rastros oscuros. Esto es: si propusiéramos los perfiles de cada uno a partir de lo que de ellos dicen sus adversarios, sencillamente ninguno sería confiable ni, para colmo, capaz de conducir a la República a partir de 2012. Lo mismo que a lo largo de la compleja campaña de 2006, el favorecido, si acaso, merecería el calificativo del “menos malo” porque hace tiempo los “mejores hombres”, y mujeres claro, no están en los planos gubernamentales.”
2.- “A trueque de lo anterior, siguiendo las líneas de la autopromoción, ninguno de los mismos, salvo leves pinceladas, exhibe sus defectos para contraponerlos a la exaltación de sus propias virtudes. Como si las campañas fueran una especie de bautizo, sin espíritus santos de por medio, por las cuales se redimen los postulantes por el solo hecho de serlo. Y es que todos se dicen los más adelantados aun sopesando caudas inmensas impregnadas de complicidades y valores entendidos.”
La dicotomía política final, propia de nuestra clase política, esto es para reconocer virtudes sólo en el grupo afín al tiempo de señalar todos los defectos de los adversarios y publicitarlos con cuanto medio esté al alcance, precisamente tiende a confinar a la democracia incipiente entre las cuatro paredes de la intransigencia, la radicalización, la crispación y, por ende, la violencia. Este es el espejo de la realidad mexicana a la par con los “cinco” jinetes del “nuevo testamento” de Calderón: crisis, influenza, sequía, crimen organizado y baja en la producción de petróleo.
Resultó apasionante, sin duda, entrelazar controversias con justificaciones; y provocar a los protagonistas a confesar no sólo sus propias ambiciones sino incluso los vínculos que los sostienen e impulsan hacia el porvenir en un escenario en el que, según confesión de parte, “hace largo tiempo no están en el sector público los mejores hombres ni las mejores mujeres de México.”
Polémica
Desde luego, la carrera arranca en donde recala la resistente, todavía inamovible figura presidencial. Y plantea, al medir desviaciones y obstáculos cada vez más severos, el desgaste tremendo de quien ocupa la “primera magistratura”, arrastrando el trauma de la ilegitimidad de origen -afirmación ésta que comparte, y así me lo dijo, uno de sus más encumbrados colaboradores-, como la piedra angular para explicarse no sólo el clima de violencia sino también las prisas de los protagonistas por ocupar los espacios vacíos de un gobierno claudicante... antes de que sea demasiado tarde.
Una vez más, colocamos al presidencialismo, pernicioso y resistente, en el banquillo. Tal es el mal desde el que se extienden todos los demás agobios, cubriendo escenarios y ampliando escenografías, incluyendo por supuesto alianzas turbias multipartidistas y nuevas fórmulas alquimistas para disimular los fraudes contra la voluntad popular. En este 2010, acaso hoy mismo en Yucatán, las evidencias sobre ello serán incontrovertibles. Y tendremos, todos, que pagar los costos.
Por las Alcobas
No pretendo revelarles la trama ni el clímax de “2012: La Sucesión” que, a su vez, cuenta con un sugerente subtítulo: “De las escenografías criminales a las alianzas turbias”. Les adelanto, sí, una suerte del juego de las adivinanzas que es fuente, en tantas ocasiones, del ingenio y la sabiduría populares.
--¿En qué se parecen Felipe Calderón y el tenebroso Chacal de nuestra historia, el general Victoriano Huerta?
Me imagino que los atildados miembros de la cúpula panista elevarán sus gritos al tiempo de discurrir sobre el tema. Algunos considerarán poco menos que un atropello la inquietante interrogante, con el mismo talante de los priístas del pasado listos a reconquistar el futuro sin haber siquiera maquillado sus rostros, por cuanto tenga de irrespetuosa.
Las coincidencias son dos. Una de ellas es que ambos personajes fueron llamados espurios. Huerta como consecuencia de un artero golpe militar simulado con una parodia institucional que incluyó un interinato presidencial de cuarenta y cinco minutos sólo para asegurar el arribo del sátrapa; y Calderón por efecto de un proceso contaminado por las campañas negras y el desaseo de los órganos rectores de la contienda comicial.
El otro paralelismo... tiene que ver con ciertas debilidades. Pero, claro, les propongo a los amables lectores descubrirlo. Salud a todos... ¡y deséenme un poco de suerte!
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