lunes, 10 de mayo de 2010

LA GRILLA EN LAS MADRES

En 2004, la grilla desplazó a las afrentas internacionales. Desde la Presidencia la percepción sobre una posible alternancia hacia la izquierda era bastante más que una pesadilla, considerando el evidente rezago del partido en el gobierno, el PAN, colocado en tercera posición, detrás del PRD y el PRI, en el arranque de la carrera sucesoria. Y en buena medida ello se debía a la deficitaria actuación de los Fox cuyas expectativas de cambio se trocaron en proclamas a favor del continuismo, la antítesis. Fue entonces cuando la parafernalia presidencial se jugó el resto con los resultados ya conocidos.

En aquella perspectiva quedaban pocos espacios para dar cuenta de algunos hechos significativos. Por ejemplo, la aparición de los llamados “minuteman” en Arizona, bajo los auspicios de la entonces gobernadora, Janet Napolitano –por cierto ahora integrante del gabinete de Barack Obama-, que avaló el derecho de cualquier ciudadano para armarse y actuar en contra de los inmigrantes “ilegales” que perturbaran la paz de sus jardines y heredades. Esto es: una especie de licencia para matar con la fuerza de la xenofobia y el racismo, dos doctrinas fascistas muy arraigadas en la anglosajona sociedad del norte.

El gobierno mexicano apenas abrió los labios, en una etapa en la que requería recuperar la gracia de la Casa Blanca, perdida desde abril de 2003 cuando nuestros representantes no secundaron el proyecto belicista de Bush junior cuya culminación fue la invasión a Irak con el consiguiente control de las petroleras de la región. El gesto de dignidad salió caro por cuanto los operadores de Washington pretendieron ubicarnos al lado de los contrarios a la Unión Americana de acuerdo a la prepotente tesis del huésped de la Casa Blanca: quien no apoyaba a los Estados Unidos –esto es, sin definirse a favor de la guerra-, cruzaba la raya para ser observado, y tratado, como enemigo no sólo de la potencia incontestable sino de la “democracia” y la “libertad” –vistos estos conceptos de acuerdo a la parcial y arcaica visión de los norteamericanos-.

Los Fox, por tanto, debieron realizar esfuerzos extremos para, primero, acudir en busca de encuentros fortuitos con el insondable Bush junior, y después mostrar no sólo comedimiento sino una postura incondicional respecto a las decisiones tomadas en la oficina oval. El “semblanteo”, con sonrisas hipócritas de por medio, duró hasta el final de la administración federal precedente mientras, en el mismo lapso, surgían voces exigiendo nuevas medidas “preventivas”, como la pretendida edificación del muro de la ignominia a lo largo de la frontera y la aparición, “legalizada”, de los cazadores de seres humanos. Y todo ello fue visto de soslayo por un régimen torpe, sin visión y sin sustentos. ¿Tampoco por esto pediremos cuentas a los intocables habitantes principales de San Cristóbal?

Por supuesto, la “bola de nieve” creció hasta convertirse en un alud de inimaginables consecuencias. En la pasividad y negligencia de los responsables de nuestra política exterior, se origina la represiva ley, llamada Arizona, destinada a perseguir a los “ilegales”, cuyos empeños sirven a los agricultores del sur estadounidense para asegurarse mayores dividendos por los ahorros sustantivos que les llegan por contratar mano de obra “clandestina” –la doble moral está a la vista, de manera incontrovertible-, considerando un delito la mera inmigración sin papeles, y ampliando sospechas contra cuantos, por origen o perfil, pudieran serlo. Esto es: la policía podrá proceder, para interrogar supuestamente si bien con las consiguientes humillaciones, contra quienes parezcan mexicanos, sólo eso, aunque no hayan cometido infracción o ilícito alguno. Así procedían las fuerzas represivas de Hitler y Mussolini.

La reacción contra el gobierno de Arizona comenzó, curiosamente, dentro de los Estados Unidos. Desde allí se manifestó el repudio de algunos dirigentes, incluyendo el presidente Obama, contra una ley considerada violenta y, por ende, inaceptable. Y desde algunos otros estados se proyectó la idea de boicotear las mercancías procedentes de Arizona y cancelar el comercio hacia allá. Fue entonces cuando el singular gobierno mexicano entendió que no podía evadirse del tema y extendió una especie de advertencia a los mexicanos que pretendieran viajar hacia la zona de peligro. Digo, en tono similar a las descalificaciones emitidas desde los Estados Unidos hacia varias entidades de nuestro país en las que la violencia se ha agudizado aun cuando, por cierto, las mediciones de la misma van a la par con otras intenciones de carácter político. (No se entiende, por ejemplo, que Coahuila se ubique por encima de Nuevo León y Tamaulipas en el renglón de las vendettas).

Por supuesto, nadie niega los acentos xenófobos que debieran ser inadmisibles en la perspectiva actual si bien siguen pesando, y mucho, entre las sociedades exaltadas por cuenta de las campañas mediáticas. Y desde septiembre de 2001, sin duda, el campo estadounidense ha sido fértil para sembrar nacionalismos desfogados a costa de reconstruir las antiguas fobias racistas. Quizá por ello la “Ley Arizona” ha estimulado a los extremistas que creen tener derecho a tratar a los demás como animales.

Debate


Hay quienes han supuesto que la afrenta recibida permite a Felipe Calderón contar con un buen oxígeno para intentar revertir las tendencias comiciales a lo largo de esta complejo 2010 visto como la antesala para la carrera sucesoria aun cuando ésta, de hecho, ya está bastante avanzada. Como nunca.

El sofisma surge por cuanto el señor Calderón, aprovechando su reciente periplo por Europa, optó por endurecer el tono, al amparo de lo que ya había hecho Obama, y mostrarse como defensor de los mexicanos en cauce de ser sojuzgados y ofendidos. No hay tortura mayor que la laceración de la dignidad y de la honra bajo la fuerza bruta de la sinrazón. Y es esto, precisamente, lo que está provocándose en la nación norteña donde tanto se presume de ser reducto de libertades. ¿Lo es realmente o más bien se evidencia, a cada rato, la tendencia a robatizar a una comunidad a golpes de propaganda inducida por las cúpulas?

Calderón, como siempre, actuó tardíamente aun cuando mostrara cierta energía cuando midió que no podía quedarse a la zaga de Washington. Por desgracia, bajo su administración cuestionada, no se ha honrado la paridad en ninguno de las controversias internacionales que han derivado de las decisiones unilaterales de otros gobiernos. Por ejemplo, ¿se procedió en la misma línea cuando el gobierno canadiense exigió visas a los mexicanos sin siquiera anunciarlo previamente? ¿O más bien se dejó pasar la inamistosa actitud midiendo las desproporciones, comerciales y financieras, entre los dos países? No hubo decoro sino impudicia, en plena degradación de nuestra ya deteriorada soberanía.

Ya va siendo costumbre, por tanto, que se ponga en jaque a los mexicanos por la ausencia de un gobierno capaz de responderles. Cuando se viaja al exterior se percibe la tremenda diferencia entre quienes se saben seguros por cuanto significa el apoyo de sus diplomáticos y cuantos, como los mexicanos, nos colocamos en estado de indefensión con elevados riesgos. Las historias al respecto –y este columnista conoce decenas de ellas-, son suficientes para extender el repudio general hacia la negligencia incalificable de nuestra clase política extendida hacia la diplomacia por marginación de cuantos, por carrera, debieran ocupar embajadas y consulados.

Nuestra política, también la exterior, se ha cubierto de mediocres, muchos de ellos sin la menor cultura histórica. Y esto pesa una barbaridad a la hora de enfrentar las pugnas inevitables, sobre todo porque las andanadas desde el exterior son provocadas por elementos mucho mejor pertrechados en materia política y financiera. Y, para colmo, a Calderón ya le han tomado la medida.

El Reto


En Arizona han llegado a quejarse sobre las presuntas violaciones a su territorio por parte de efectivos militares mexicanos quienes, de acuerdo a esta versión, protegen cargamentos de drogas y a los respectivos cárteles. Como respuesta, más bien oficiosa, se insiste en que tal es imposible por una razón: los vecinos están infinitamente mejor pertrechados y cuentan con sofisticados detectores para localizar y perseguir a cualquier intruso... aun cuando, pese a ello, miles de indocumentados cruzan el Bravo y las mojoneras.

Con la arcaica y tendenciosa visión de los vecinos, no dudamos que los “minuteman” reclamen su derecho a cazar mexicanos, persiguiéndolos hasta más allá de los límites fronterizos cobrándose así por las supuestas “invasiones” militares. Falta, sí, que la gobernadora tuerta se anime a seguir exaltándose a costa de extender la xenofobia justificando cuanto se haga contra los que llegan del sur al suelo de la falsa libertad.

Quizá esta sea la razón de fondo para descalificar la presencia castrense en las ciudades mexicanas a lo largo de la frontera más transitada en el mundo. Y sólo estamos ciertos de una cosa: nuestro gobierno, seguramente, ni siquiera se ha enterado.

La Anécdota


Es día de la madre. Y los políticos también festejan, faltaba más.

Va de cuento. Durante una de las recurrentes campañas por una entidad ribereña, uno de los postulantes fue severamente incordiado por los grupos antagónicos. En el momento climático, el personaje envió, para que protegieran a su progenitora de baja estatura, a un abigarrado grupo de gendarmes. El auditorio, por supuesto, descubrió a la señora y la silbatina creció cuando un atrevido espetó:

--Fulanito... ¡no tienes madre!

El aludido entonces envió por la señora y le pidió que subiera al templete. Ya instalada allí la dama, el candidato siguió con un referente inapelable, como respuesta:

--¿Qué no tengo madre? Pues miren ustedes: sí tengo... pero muy poca.

La ironía y la sonrisa son también regalos para quienes celebran este día. Felicidades a todas.

E-MAIL: rafloret@hotmail.com

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