jueves, 13 de mayo de 2010

NO SE HAN IDO

RAFAEL LORET DE MOLAjueves, 13 de mayo de 2010*No se han ido

*Golpes bajos

*Un “reproche”



Entre las pruebas sobre la resistencia de las viejas mafias a los vanos clamores en pro del cambio, anotamos, sin género de duda, la sostenida influencia de algunos de los más señalados como artífices de los regímenes autoritarios per se, esto es atenidos al presidencialismo “imperial”, y su notoria capacidad para reubicarse y seguir determinando decisiones y destinos; y más todavía cuando se extienden los espacios vacíos dejados por un gobierno claudicante.

En 2000, tras la euforia por la caída del “muro” priísta, apuntamos que el verdadero primer síntoma para determinar un nuevo curso político, con la consiguiente cancelación de la hegemonía priísta, se daría en cuanto los aliados del llamado “viejo régimen” perdieran presencias y privilegios en aras de una verdadera transformación estructural.

Todo quedó, lamentablemente, en esbozo, a la par con la intentona fugaz de ir hacia una “reforma integral del Estado” con tintes de refundación institucional y acentos puestos en el imperativo de sanear los contaminados escenarios de la vida pública. Nada se hizo porque, pasada la euforia por el triunfo electoral, se apostó de nuevo por el continuismo y los cómplices del pasado se convirtieron en los mayores apoyos del “nuevo régimen”.

Quizá por lo anterior, el priísmo desechó la oportunidad de renovarse, aprovechando la condición opositora que estrenó hace una década, y optó por dejar intacta a la vieja clase política, condenada en las urnas pero en apariencia insustituible para zanjar los desafíos del gobierno. Y en la misma ruta, la derecha en el poder, incapaz por sí sola de salir adelante con la administración federal, inició su andadura en Los Pinos convocando a financieros y técnicos ligados al otrora priísmo invencible. Igualmente, los grandes empresarios, con sus enormes capitales, simplemente se reacomodaron luego de producirse una alternancia que sólo sirvió para atemperar la irritabilidad colectiva por los muchos lustros de latrocinios.

¿Quiénes son los ricos que han incrementado fortunas a la vera del panismo presidencial? Hagan los amables lectores su particular repaso y descubrirán que son los mismos apoyos del antiguo priísmo cuya defensa asumieron sin recato alguno como escudo para sus propias expansiones. Esta es una evidencia, como tal incontrovertible, que exhibe las alianzas soterradas y explica los temores hacia cualquier posibilidad de desborde hacia la izquierda, fuerte en 2006 y hondamente fracturada en la visión hacia 2012.

No es sorprendente, por tanto, que en materia política permanezcan en la escena algunos de los más controvertidos personajes. Por ejemplo, cada día se vindica un poco la figura de los ex mandatarios, sobre todo Ernesto “el gran simulador” Zedillo y Carlos “el gnomo” Salinas, por el imperativo de contar con consejeros y operadores amparados por éstos. Y son cada día más quienes, por ejemplo, señalan a Zedillo como uno de los mayores benefactores de la democracia por haber prohijado las condiciones –esto es la ingente corrupción y la complicidad financiera-, para reclamar un cambio sustantivo que no fue. Al rato dirán otro tanto de Salinas por haber conducido al paredón de Lomas Taurinas a su virtual sucesor que se quedó en el camino.

El PRI, con vientos favorables en el horizonte –tanto este año como respecto a la carrera por la sucesión presidencial-, no ha tenido, por tanto, necesidad de renovarse aunque haya perdido dos elecciones presidenciales bajo el estruendo de la radicalización social. Y sigue apostando por más de lo mismo. No se puede interpretar de otra manera la permanencia de figuras como Emilio Gamboa Patrón, ex secretario privadísimo de Miguel de la Madrid, llamado “el maestro” por no pocos rufianes que se incubaron durante su período presidencial –esto es entre 1982 y 1988-, en lista de ser designado secretario general de la CNOP priísta, la que aglutina por igual a empresarios y obreros provenientes de los llamados “sindicatos blancos”, y en ruta hacia la dirigencia nacional del mismo partido una vez que la habilidosa tlaxcalteca, Beatriz Paredes Rangel, cese en el cargo por efecto de la ineludible caducidad.

¿Qué importancia tiene que Gamboa haya sido mencionado, doce veces nada menos, por las víctimas del gran pederasta de Cancún, Jean Succar Kuri, como uno de los más asiduos clientes del mismo? ¿Y qué decir del poblano Mario Marín Torres quien conservó la gubernatura de Puebla, sin la menor autoridad moral, e incluso presume de contar con el respaldo de la mayoría de sus gobernados al grado de ser garante de su propia, inminente sucesión? La mera permanencia de estos personajes, sin posibilidad alguna de salvar el juicio inapelable de la historia, es contundente demostración de que nada ha cambiado en el espectro político a diez años de consumarse la alternancia en el poder Ejecutivo federal.

¿No basta con ello para insistir en que el elemento central que priva en los palenques de la vida institucional es, precisamente, la ausencia de gobierno? Y sobre esta condición incontrovertible no existe defensa posible.



Debate


Tampoco parece existir amparo alguno para los periodistas que se atreven a ejercer la crítica. Ya hemos dicho, en reiteradas ocasiones, que quienes son afectados por los señalamientos de éstos tienen diversas salidas para su protección, desde las denuncias por difamación y calumnias hasta la controvertida figura del “daño moral” que se estima puede causarse aun cuando se divulguen hechos corroborados. Esto es: quienes perciban haber sufrido deterioro en cuanto a su “prestigio”, en vez de ser conminados a explicar excesos y contubernios, cuentan con este recurso para inhibir a los denunciantes e incluso someterlos jurídicamente a un proceso desgastante, por demás costoso, en aras de una supuesta civilidad que sirve como refugio a los predadores poderosos con enorme capacidad económica para solventar los onerosos gastos de los juicios tendenciosos. A esta terrible paradoja hemos llegado.

En sentido contrario, los informadores de todos los niveles no cuentan con recursos jurídicos para, a su vez, proceder en contra de las fuentes del poder político que, sin recato alguno, maniobran contra la libertad de expresión, amedrentan a los mismos con sesgados argumentos y vergonzosas reprimendas, incluso mediante acciones represoras disfrazadas como operativos policíacos justificados por respaldos legaloides moralmente insostenibles, y usan la parafernalia gubernamental para sentarse sobre sus reales. Suelen los periodistas quedarse al garete, muchas veces en estado de indefensión, ante la mayor exhibición de prepotencia: la que lleva a silenciar denuncias y hechos al amparo del poder público mañosamente justificado por jueces, magistrados y ministros no sólo de mentes esquemáticas sino igualmente cómplices de cuanto representa, en sentido negativo, el establishment.

Por ello, claro, han podido llegar al presente, libres de indagatorias si bien rebosantes de denuncias, los grandes predadores del pasado. Y la confusión se extiende, de manera lastimosa, cuando alguno de éstos pasa a formar parte de los grupos a los que reprimieron, en su momento, tomando banderas que ellos pisotearon refugiados ahora en la amnesia colectiva. Tales los casos, entre otros, del siniestro Manuel Bartlett y de no pocos tránsfugas partidistas como Manuel Camacho y algunos de los asesores de cabecera del “legítimo” Andrés Manuel.

En estos tiempos en los que los riesgos de la profesión periodística aumentan de la mano del clima de violencia imparable, bien se haría en meditar sobre cuál es la parte débil, sin protección jurídica adecuada, en los foros en donde se simula la democracia y se acrecienta la persecución contra la verdad.



El Reto


La Fundación para la Libertad de Expresión A.C., de la que este columnista es miembro fundador del Consejo Directivo, es de los pocos valladares para intentar frenar los burdos excesos del poder político que, por el momento, se sostiene con un andamiaje judicial armado ad hoc.

La lucha es por demostrar, más allá de los procesos amañados con argucias legales, la preeminencia de la autoridad moral de los afectados, sobre todo cuando lo divulgado es cierto y su difusión se enmarca dentro del derecho a la información que debe ser considerado uno de los privilegios naturales de los seres humanos, mujeres y hombres, libres.

Un caso es por demás significativo, el que deviene de los señalamientos sobre varias irregularidades en la construcción de inmuebles pertenecientes al Tribunal Fiscal de la Federación. La magistrada afectada, a través de un abogado con fama de intransigente, en uso de sus amplios conocimientos acerca de los recursos y lagunas jurídicas, en vez de responder a las acusaciones armó el tinglado judicial basándose en el controvertido principio del “daño moral”. Y esta circunstancia llevó a varios colegas a un proceso que ya se extiende a dos años y en el cual, además, han surgido nuevas denuncias que no son sino evidentes acosos contra la libertad de expresión.

Lo lamentable de la cuestión, insisto, es el franco deterioro de los principios fundamentales, el de la libertad sobre todo.



La Anécdota


Hace algunos años, durante una conferencia organizada por grupos universitarios, a la hora de las preguntas y respuestas, un joven se levantó, micrófono en ristre, y me dijo:

-Usted no sabe cuánto daño causa, con sus denuncias, a personas que no tenemos nada que ver. Eso es todo.

Felicité al muchacho –quien resultó ser familiar del ex subprocurador Javier Coello Trejo-, y le respondí:

--Es evidente que cuantos son señalados por distintas causas tienen esposa, hijos, amigos. Y cada uno de ellos puede reclamar como usted lo hace. Sin embargo, ¿si nos hacemos esta consideración, justificando con ella nuestro silencio, cómo podríamos escribir la crónica del presente y la historia? Porque es claro que esposas, hijos y amigos siempre considerarán que el afectado por las críticas es inocente y que la denuncia es perversa... hasta que, al fin, caiga el veredicto inapelable.

Con nobleza de espíritu, aquel chico quiso disculparse pero no le dejé hacerlo porque, en todo caso, también los informadores, muchas veces, nos excedemos. El desafío es encontrar el justo medio.

E-mail: rafloret@hotmail.com

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