martes, 25 de mayo de 2010

PENAS Y ESPEJOS

Desafío Publicación: MARTES 25 DE MAYO DE 2010

*Penas y Espejos

*Viejos Discursos

*Orígenes del mal

Por Rafael Loret de Mola

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A poco más de una semana de los comicios yucatecos, impregnados con los mismos ingredientes que solían aplicarse para desviar la voluntad del electorado bajo la égida del PRI hegemónico, algunos adelantan, eufóricos, la vitalidad de la tendencia hacia el retorno del otrora partido invencible en la perspectiva de este 2010. Pese a ello, la dirigencia del PAN, sacudida por la siempre impertinente Beatriz Zavala Peniche, la aspirante de este instituto a la alcaldía de Mérida, recurrió al mismo, idéntico discurso del pasado: la denuncia de una “elección de Estado” armada a voluntad por la “poderosa” heredera del cacicazgo cerverista, la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco, sobrina del extinto Víctor Cervera Pacheco.

Lo anterior, con pretensiones de apretado resumen, apenas perfila cuanto sucedió en tierras del Mayab eterno. Es cierto: desparecieron miles de boletas –sólo en la capital estatal se detectó un faltante de veintidós mil, suficientes para modificar el curso de los comicios-, e incluso decenas de militantes panistas y perredistas insisten en que fueron aislados, bajo mil argucias, durante la tensa jornada que, sin embargo, no se salió de cauce; esto es, los sufragantes, como en 2006, acudieron a las urnas y cumplieron con su deber cívico sin amagos ni provocaciones. La madurez, una vez más, estuvo en la ciudadanía y no en los órganos políticos anclados en la política rupestre, como alguna vez la calificó el ex mandatario yucateco Víctor Manzanilla Schaffer.

Una vez más, se poblaron las calles de protestas, consignas y electores enfadados, unos, los priístas, porque aseguran no estar dispuestos a ceder a los chantajes y otros, los panistas, en reclamo de una elección que no pueden asegurar con las actas de escrutinio. Las escenas recurrentes son ampliamente conocidas por los yucatecos a quienes, no pocas veces, se ha conducido a la defensa del sufragio con el consiguiente desgaste cívico. En tanto, la clase dirigente hace cábalas y maniobra, a sus anchas, en busca de soluciones de escritorio sin consensos generales. Todos dicen interpretar el sentir “mayoritario” como si sus adversarios sencillamente no existieran y sólo fueran una especie de estática impertinente.

Hace unos días, con un connotado miembro del gabinete presidencial –no lo cito por su nombre porque nuestra conversación fue de índole privada-, discutí sobre la inercia panista en cuanto a un hecho incontrovertible:

--A lo largo de más de una década –subrayé-, desde la asunción presidencial de Fox, el partido en posición de la Primera Magistratura no ha sido capaz siquiera de ampliar estructuras propias ni de intentar construir, siquiera eso, una democracia que sea superior a los cacicazgos aldeanos y sus controles. Y lo mismo va para los gobernadores del PRI que para los del PRD y el PAN. Todos, en sus feudos, mantienen las riendas a costa de inhibir la evolución democrática natural. ¿No es esto suficientemente significativo del fracaso de los gobiernos de la derecha que tanto proclamaron el cambio?

No hubo respuesta sino asentimiento, como cuando los argumentos no fluyen y sólo se depende de las resistencias partidistas elementales, esto es de las conductas incondicionales, para atemperar los señalamientos de fondo. ¿Acaso no es significativo que César Nava Vázquez, ungido dirigente nacional del PAN por designación presidencial, recurra a las estrategias conocidas, como el desconocimiento a los resultados electorales cuando no pueden los operadores panistas demostrar sus victorias, con tal de hacer presión sobre la olla hirviendo de una país en crisis por la exacerbación de la violencia y la consiguiente, lacerante descomposición política?

Los riesgos, claro, aumentan por las intolerancias mutuas. ¿No es esto lo que los panistas reprocharon a Andrés Manuel López Obrador cuando insistió en recontar los votos a la vista de los evidentes desaseos estadísticos prohijados por los propios órganos electorales en 2006? Esto es: como si nos hubiéramos detenido en el pasado al tiempo de proclamar, desde hace diez años insisto, el advenimiento de un cambio... traicionado.

Mientras, la frustrada ex candidata panista, Beatriz Zavala, insiste en que quien fue su adversaria, la priísta Angélica Araujo Lara –mucho menos conocida en el ámbito nacional-, no fue sino la candidata de la gobernadora... como ella lo fue del señor Calderón, el primer magistrado según el lugar común. En el pulso, desde luego, deben considerarse por igual de donde fluyeron los apoyos y las líneas en plena debacle de principios morales. De allí que igualmente surjan las dudas sobre el secuestro de Diego Fernández de Cevallos en la víspera misma de la primera cita electoral del año que, sin duda, habrá de definir la “pole position” en la carrera por la sucesión presidencial. ¿Estamos?

Si no hubiera antecedentes ruinosos y perversos, desde luego, no sería políticamente correcto pensar mal. Como los hay, debemos registrar sospechas.

Debate

El caso de Beatriz Zavala es por demás ilustrativa de las “nuevas” formas de la política en manos de una derecha que no aprende a gobernar tras una academia extendida a una década de inercias, confusiones, contradicciones y caducidades. ¿De dónde surgió, hacia el estrellato, esta dama de impronta intolerante y aguda voz, siempre lista a lanzar denuestos contra cuanto no le acomoda ni conviene? Más allá, insisto, de los desaseos comiciales en Mérida –que sí los hubo como igualmente se dieron con relación a la elección presidencial de 2006-, vale la pena examinar el perfil de la señora que abandera la nueva resistencia en el sureste mexicano.

Fue ella quien, hace cuatro años, al calor de la radicalización política y la virulencia discursiva de unos y otros, esto es en pleno desarrollo de las campañas negras descalificadotas –sin el menor sustento democrático en pro de los debates serios-, hostigó de palabra y hecho a Andrés Manuel López Obrador cuando visitó la alba capital yucateca. No sólo eso; de plano lo injurió y a punto estuvo de darle una bofetada, empellón al canto. Los testigos del hecho aseguran que, obligado a proceder como un caballero –circunstancia ésta que es resta a la igualdad de género en el campo de la lucha proselitista-, López Obrador no tuvo oro remedio que precipitarse a su automóvil, sin responder a los destemplados gritos de Beatriz.

Fue tan comentado el incidente que resultó suficiente, en términos de premiación discrecional, para que la señora Zavala –sin parentesco con Margarita, la esposa del mandatario Calderón-, para ser elevada al olimpo partidista, con la titularidad de la compleja Secretaría de Desarrollo Social en la elegante bolsa aristocrática. Pero, claro, sus “luces” sólo le permitieron alumbrarse por poco más de un año... hasta que, en enero de 2008, trece meses después de su exaltación como “ministra”, fue cesada por ineficaz y perniciosa; y se le reenvió al Senado en donde, claro, fue depositada perentoriamente, al calor de la campaña calderonista, para confirmar así su doble presea por los exabruptos reseñados.

Con esta cauda, no obstante, los panistas vernáculos, de los que se han desprendido antiguos militantes mejor calificados –entre ellos la ex alcaldesa meridana, Ana Rosa Payán, y Luis Correa Mena, quien en 1993 se prestó a la parodia por la cual, por la renuncia de su rival priísta quien se había adjudicado la mayoría de los sufragios cuestionados, subió a la presidencia municipal de Mérida por haber obtenido “el segundo lugar” en la contienda-, insisten en provocar una salida forzada a la crisis poselectoral a la mejor usanza antigua: esto es mediando la habitual concertación entre las cúpulas del poder.

Insisto: los vicios permanecen. Sólo que ahora los “copistas”, esto es los imitadores, no tienen el mismo talento ni el mismo talante de quienes los precedieron en el arte de la alquimia.

El Reto

Desde 1990, la crecida de las féminas políticas se hizo obligado referente en Yucatán. Fue ese año cuando conquistó la alcaldía de la capital la señorita Payán Cervera –sin familiaridad alguna con el ex mandatario pernicioso y ya extinto-, contra la corriente caciquil. Unos meses más tarde, en febrero de 1991, el gobernador Manzanilla fue defenestrado por órdenes del presidente Carlos Salinas por haber sido respetuoso de los resultados que le fueron desfavorables al PRI; y subió a la gubernatura, sin haber solicitado licencia oportuna del Senado, Dulce Maria Sauri de Sierra. Al finalizar el ciclo anual las posiciones centrales estaban en manos de mujeres, incluyendo las presidencias del Tribunal Superior de Justicia y del Congreso estatal.

La perspectiva es muy semejante hoy. Bajo la férula de la segunda gobernadora de la entidad, la señora Ortega, se dieron los comicios en los que participaron, en pos de la presidencia municipal de la capital estatal, dos mujeres, las ya mencionadas Araujo y Zavala, guiadas por sendas damas, las dirigentes del PRI y el PAN, Alaine López y Magali Cruz, respectivamente, confirmando con ello la línea matriarcal de los peninsulares.

Los saldos, infortunadamente, no son muy favorables para la causa de la evolución política si nos atenemos a las sonoras intemperancias de las protagonistas del presente en plena debacle de valores políticos y éticos. Las líneas demagógicas, para exaltar sólo a las damas que pueblan los partidos resquebrajados, han tocado fondo. Y es que los liderazgos no se construyen sólo a golpes de traumas de género. (Este columnista es apasionado defensor de las mujeres talentosas; no así de cuantas son sólo de relumbrón).

La Anécdota

Los orígenes del mal. En 1967, un año clave para el panismo yucateco, Víctor Correa Rachó, emblema de esta causa, conquistó la alcaldía de Mérida contra la marea priísta que, en esta ocasión, no pasó de pequeño reflujo. Casi todo lo ganó el PAN... excepto, curiosamente, el IV distrito estatal cuya cabecera es, precisamente, Mérida. Esto es, contra la abrumadora tendencia a favor de Correa un solo espacio se abrió para el priísmo y un joven abanderado negociador, Víctor Cervera.

Desde entonces, el antiguo pandillero sentó sus reales al calor de una extraña, soterrada alianza con el PAN que ahora se queja de los usos caciquiles de la heredera de Cervera, Ivonne Ortega. Una copia al carbón de las políticas de Washington que favorecen, armándolos, a quienes después se convierten en sus peores dolores de cabeza. Los talibanes, por ejemplo. Modernidad pura a la vera de la feroz demagogia convenenciera.

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Rafael Loret de Mola
Escritor

1 comentario:

  1. Me llamo Mara y soy su fiel seguidora desde Huetamo Michoacán. Ojala escriba de mi tierra convertida en una zona de guerra, vivimos con mucho miedo con decirle que dudo que los encuestadores del INEGI quieran venir a encuestarnos. Ya ni los de la Bimbo quieren venir a Huetamo de los asaltos con metralleta que sufren. Saludos

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