domingo, 30 de mayo de 2010

COMO EN FERIA

Veneno Puro Publicación: DOMINGO 30 DE MAYO DE 2010

*Como en Feria

*Sin Libertad

*Dos Cornadas

Por Rafael Loret de Mola

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De cara al 2012, la dirigencia panista anuncia que pretende reestructurarse aunque es evidente la intervención directa de Felipe Calderón en la proyección de los “líderes” en potencia y sus respectivos precandidatos a la Primera Magistratura. Y por más que me afano no observo cambios sustantivos en los procedimientos respecto a la vieja usanza priísta; un poco de maquillaje, en mayor o menor grado en cada episodio, y nada más.

Pongamos una muestra: las decisiones torales, digamos para señalar al futuro candidato presidencial –a finales del año próximo-, seguirán cernidas a la voluntad de los trescientos sabios, esto es consejeros, exactamente con la misma fórmula utilizada por el “antidemocrático” y extinto Soviet Supremo, tan cuestionado por la derecha aun cuando el fundador del PAN, Don Manuel Gómez Morín, pregonó, en sus años mozos, su profunda admiración “por el sol de la República Federal Socialista de los Soviets, cuya organización, tendencias y procedimientos me han cautivado”. Así lo expresó en enero de 1919, al recibirse como abogado, en emotiva carta a sus amigos.

En el numen de las contradicciones conceptuales bien cabría incluir la postura del icono panista. Y no sólo eso. Cuando se habla de renovar cuadros, no se menciona siquiera la menor transformación estructural. Esto es: se mantiene la idea del consejo como ente superior sobre un conglomerado militante con la única capacidad de apoyar cuanto resuelvan quienes lo dirigen. De allí la tremenda sentencia de la diputada Josefina Vázquez Mota, uno de los más valiosos activos del partido gobernante –“2012: la Sucesión”, Océano, 2010-:

--El PAN no ha logrado reconstruirse. Y no tiene suficientes cuadros para ejercer el gobierno. Sucede que no es un partido que se preocupe por formar. Más bien espera que el ciudadano, convencido, venga hacia él.

De lo anterior surge la paradoja, cernida ahora al denso proceso electoral en Yucatán, cuya jornada central hace quince días se dio en medio de una copiosa batahola de descalificaciones –mientras el abstencionismo se mostraba al alza en una entidad fuertemente politizada-, en el que el PAN acabó solicitando lo mismo que, hace cuatro años tras la controvertida elección presidencial, se negó a secundar cuando fueron el PRD y su abanderado los generadores de la protesta: sencillamente, recontar voto por voto. ¿La ética y las fórmulas son sólo válidas cuando se gestan al interior del grupo afín?¿Y desgraciadas, por irresponsables, cuando surgen de las voces contrarias?

Por supuesto, mientras se mantengan tales dilemas no será posible andar hacia la consolidación del elemento que debiera definir los alcances de partidos y postulantes: la autoridad moral. Y, por lo visto, no cuenta con tal condición el perentorio dirigente nacional panista, César Nava, acaso el más avezado entre los incondicionales presidenciales con rostros de monaguillos regañados. ¿Acaso no se trataba, en la búsqueda de una democracia sin interpretaciones falaces como se propuso en 1999, de separar a los institutos políticos de los feudos presidenciales para asegurar, con las respectivas autonomías, la salud políticas de los mismos y sus integrantes? No ha sido así, por supuesto, bajo la férula de una derecha continuista y temerosa de inquietar a las mafias vigilantes, por ahora emboscadas.

En línea paralela, el uso y abuso de las circunstancias y hechos dolorosos con propósitos inductivos de carácter proselitista, plantean si se deben a una estrategia, establecida desde el mayor nivel, para modificar momios y acortar distancias en las pujas comiciales por venir. Lo mismo cuando se propone el linchamiento público de Enrique Peña Nieto –con paralelismos muy cercanos a cuanto aconteció a Andrés Manuel López Obrador cuando fue llevado al paredón del Congreso para ser defenestrado en abril de 2005-, por efecto de una descuidada indagatoria en torno a la extraña muerte de la pequeña Paulette Gebara, sobre la que, por supuesto, quedan muchas interrogantes por descifrar, o al exaltar el reclamo por seguridad, tras el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, concentrando las responsivas en el gobierno priísta de Querétaro y no en la negligencia evidente del gobierno federal atrapado en una maraña de agendas militares y judiciales, esto es como si se hubiera decretado, de facto, la suspensión de las garantías individuales.

Desde luego, en ausencia de respuestas puntuales, es dable esperar nuevas descalificaciones hacia las críticas expresadas. Con la parafernalia mediática de la casa presidencial, pueden trocarse hechos mediando interpretaciones falaces como hemos explicado. Y con ello, desde luego, se eluden las cuestiones centrales y pueden asumirse incoherencias tales como las alianzas turbias con la izquierda igualmente convenenciera. No es así, subrayo, como se podrá evitar el retorno de las viejas mafias protegidas por la hegemonía priísta que pervive y sigue actuando a sus anchas. ¿O es que Emilio Gamboa, conectado con el pederasta de Cancún y proyectado hacia la dirigencia nacional de la CNOP –Confederación Nacional de Organizaciones Populares, por si alguien lo ha olvidado, uno de los tres sectores del PRI-, es una carta de renovación en pos del saneamiento democrático?¿O todo lo contrario? Tarea para los amables lectores.

Mirador

Escribí en “2012: La Sucesión. De las Escenografías Criminales a las Alianzas Turbias”:

--“Si la historia universal no estuviera plagada de episodios en los que el odio fraternal es el principal protagonista, amén de los arrebatos de padres contra hijos y de éstos contra aquellos; los duelos matrimoniales exacerbados por las ambiciones del poder; el imperio de las cofradías y las sectas secretas; las forzadas intimidades para asegurar complicidades por encima de la razón y las infinitas conexiones soterradas entre supuestos adversarios políticos simuladores, no tendríamos hilos conductores para sospechar, siquiera, de cuantos han modificado los perfiles políticos del país, arropados por la impunidad”.

Para nuestro infortunio, la confirmación se ha dado rápidamente, como si hubiese estado emboscada. La imagen de Fernández de Cevallos y el texto burlón al pie de la misma con el que sus captores llamaron, desde hace diez días, a secundar la negociación con sus familiares, libres de interferencias de una policía ineficaz y de un mando político reducido a la inercia, es suficientemente explicativa del drama que se extiende sin remedio por cada rincón de la geografía patria.

¿Qué hay detrás de las escenografías que obliga a exaltar las dudas por encima de las consignas habituales sobre la honorabilidad supuesta de los cuadros gubernamentales? Por principio de cuentas, claro, se evidencia el escepticismo general que es fuente de especulaciones interminables, por una parte; pero, por la otra, se confirma la perversidad de los sicarios, tantas veces ligados a la cúpula del poder para la ejecución de las tareas sucias –los crímenes de Estado, por ejemplo-, listos a elevar sus réditos bajo el imperio del horror y con un gobierno no sólo paralizado y copado sino acaso igualmente manipulable al ritmo impuesto por las mafias dominantes. Y es esta terrible percepción la que va quedando.

Aterra, desde luego, la capacidad de maniobra de los perversos y la ramplona, por demás ineficaz e insuficiente reacción de las autoridades, deseosas de perder el tiempo para que terminen las presiones al extinguirse el mandato presidencial. La marginación de la administración calderonista es tal que ni siquiera es capaz, con el uso de la parafernalia del Ejecutivo federal, de armar un operativo efectivo para salvaguardar las vidas de sus principales iconos.

Y es que en materia de crímenes históricos, los panistas ni siquiera han osado abrir las bocas para reclamar por las afrentas infringidas a sus más altos representantes, entre ellos el “Maquío” Clouthier, Conchello... y Mouriño.

Por algo será, naturalmente. Abundaremos.

Polémica

Termina hoy el serial taurino de mayor relevancia en el mundo, la Feria de San Isidro, que este año ha dado cauce para dos cuestiones de fondo:

1.- Un diestro catalán, Serafín Martín, decidió partir plaza dejando montera y capote de paseo en la espuerta, para substituirlos con la barentina catalana –una especie de gorro multicolor-, y la senyera –esto es el estandarte de Cataluña-, para vindicar con ello su derecho “a la libertad”, esto es al ejercicio de su profesión sin las prohibiciones arcaicas, con tintes fascistas, como la que se pretende contra la fiesta de los toros. El torero alega que, desde luego, “la libertad no se prohíbe”, marcando distancias respecto a quienes quisieran ponderar los derechos de los animales sobre los de los seres humanos al punto de que fuéramos los segundos quienes estuviéramos a disposición de los primeros para suministrarles las proteínas necesarias.

2.- La brutal cornada sufrida por Julio Aparicio, que le atravesó la mandíbula y llegó al maxilar, asomándose el pitón por entre la boca del infortunado, produjo una catarata de improperios absurdos por parte de los supuestos animalistas incapaces del menor razonamiento humanista. Lo mismo sucedió hace un mes con motivo de la gravísima herida que infringió “Navegante”, de Pepe Garfias, a José Tomás en Aguascalientes. Los mensajes de los enajenados sujetos llegaron al extremo de solicitar que “reventara” la cabeza del matador para vindicar con ello el derecho a la venganza del toro. De este material, por demás infame, están hechos los detractores del hispano espectáculo a falta de argumentos menos contaminados por la bárbara cursilería anglosajona.

Lo aterrador, en cada caso, es precisamente corroborar hasta donde pueden llegar los sectarismos –que devienen de los fundamentalismos impregnados de fanatismos viscerales-, en la hora de las intransigencias. El avance de éstos, apoyados por campañas mediáticas sin más argumento que la imposición del destierro para cuantos no se alinean a los subterfugios de moda, exhibe el nivel del odio hacia los congéneres mientras se arropa a las mascotas. Una postura moralmente insostenible.

Por las Alcobas

En marzo de 1958, en la Plaza de Toros “El Toreo”, ya desaparecida, Antonio Velázquez, de León de los Aldama, torero valientísimo curtido a través de una carrera dramática, recibió la peor cornada de su vida: un mal bicho de Zacatepec le empitonó por debajo de la mandíbula, le destazó la lengua y le hirió en el maxilar superior quedándose a milímetros del cerebro. Una lesión, por cierto, muy similar a la que recibió Aparicio en Madrid horrorizando a quienes tienen sangre por las venas y no ácidos sulfúricos listos a quemar a cuantos se atraviesen.

Humberto Peraza, el gran artista yucateco, me contó que días antes, Velázquez, arrebatado y prepotente en su condición de figura, le había pagado, muy a la mala, el remanente de lo que le adeudaba por haber dado forma y seña al célebre león de bronce que enseñorea al arco de bienvenida a la mayor ciudad de Guanajuato, por encargo del Ayuntamiento leonés con el torero como mediador:

--Me entregó puros pesos y me los arrojó sobre la mesa, delante de los míos. Estaba iracundo porque había tenido, según él, la “osadía” de cobrarle. Yo no respondí ni dije nada –explicó Peraza-.

La historia terminó cuando Don Humberto leyó el nombre del toro que casi mata a Velázquez: “Escultor”. Como si el destino se hubiera encargado de zanjar diferencias.

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Rafael Loret de Mola
Escritor

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