sábado, 22 de mayo de 2010

LA FRONTERA NAZI

RAFAEL LORET DE MOLAsábado, 22 de mayo de 2010
*La frontera Nazi

*Fatua reverencia

*Con un “Quarter”



La xenofobia en Arizona no inició con la burda ley por la cual cualquier latino, por su sola fisonomía, debe ser observado como criminal en potencia. Una postura, desde luego, que acerca a este territorio estadounidense a los mismos niveles del racista Tercer Reich cuando Hitler, abogando por un desbordado nacionalismo, decidió colocar a la “raza aria” por encima de todas las demás, como si éstas fueran inferiores en una escala zootécnica dictada por él. No hay diferencia sustantiva por más que se alegue el imperativo de preservar la seguridad de la mayor potencia militar de la historia por encima de las garantías individuales y los derechos humanos. La filosofía es exactamente la misma, execrable por supuesto.

Las implicaciones son y seguirán siendo tremendas aun en el hipotético caso de una rectificación por parte de la enferma gobernadora Jan Brewer, digna sucesora del füerher, cuyo encendido la lleva incluso a segregar a los educandos en cuanto al conocimiento esencial de sus orígenes si estos no son los de los blancos anglosajones del sur estadounidense. Dice la tal mujer que así se evitan sentimientos de resentimiento respecto a los Estados Unidos, como si se pudiera borrar la historia de un plumazo. Siguiendo esta línea de pensamiento, claro, cabría esperar la supresión de los episodios convulsos en los que la Unión Americana ha debido guerrear para preservar el modus vivendis occidental sin el menor respeto por las culturas ajenas. ¿No les bastará a los norteamericanos que piensan igual con el rechazo de la comunidad universal? ¿Y seguirán preguntándose, como lo han hecho sus propios ensayistas, por qué el mundo aborrece a los Estados Unidos? Bien valdría que los hombres de buena voluntad, en el suelo en donde se dejan sentir más fuertes los vientos bélicos, meditaran sobre ello.

La cacería humana, sin embargo, no comenzó en esta negra etapa. Hace un lustro, cuando Ciudad Juárez aglutinó las miradas del mundo entero por la recurrencia de los asesinatos de género, surgieron en Arizona los llamados “minuteman”, civiles con licencia para usar armas de fuego y matar en consecuencia a los indocumentados que penetraran al territorio estadounidense, avalados por la entonces gobernadora –las mujeres, en este caso, no han mostrado siquiera la sensibilidad femenina para honrar, sobre cualquier otra cosa, las vidas ajenas-, Janet Napolitano, llevada al gabinete del demócrata Barack Obama en condición, nada menos, de secretaria de Seguridad Nacional. Esto es, como si la represión a los llamados “ilegales” le hubiera abierto las puertas de Washington a la vera del primer presidente negro instalado en la Casa Blanca.

Napolitano, sin duda, fue quien inició la escalada del odio al tiempo de que el gobierno foxista reculaba por efecto de las torpezas de Vicente, el de las botas y hebillas, guiada por una equivocada política proteccionista que pretendía ignorar la trascendencia de la fuerza laboral aportada por cuantos, en la clandestinidad jurídica, son contratados para realizar los trabajos, según infortunada cita de Fox, “que ni los negros hacen”. Y fue a este mandatario mexicano a quien se llamó racista –la expresión, analizada con lupa, así lo habilitaba-, sin detenerse en el oprobio de la gobernadora que facultaba a los cazadores humanos a proceder con todas las garantías de impunidad concebibles. Lo de Fox fue, en todo caso, una frase; lo de Napolitano, en cambio, fue un hecho. ¿Qué debió pesar más?

En ese entorno, de fobias crecientes, recogimos la opinión de cuantos, incluso algunos empresarios mexicanos, justificaban la represión por cuanto a que los norteamericanos tenían “derecho” a preservar su territorio y la seguridad de los suyos. Subrayaban que los afectados de Arizona y Nuevo México, debían asegurar a los suyos porque, no pocas veces, los ilegales traspasaban sus jardines y heredades, por allí en donde jugaban sus niños y caminaban sus mujeres, con los consiguientes riesgos de asaltos y abusos de toda índole. Los hambrientos solían demandar alimentos asustando a los inmaculados blancos que se acercaban a las barbacoas humeantes. Y eso, insistían, era bastante incómodo.

Nada se hizo entonces. Al contrario: Fox, acosado por su torpe exabrupto, debió ser quien pidió disculpas en tono lastimoso. No así la señora Napolitano ni cuantos, bajo el cobijo de ésta, exhibían marcas en las cachas de pistolas y rifles como si de caballeras rapadas por las tribus de otros tiempos se tratara. El símil coloca a unos y otros en el mismo nivel de barbarie aunque los de hoy pretendan justificarse aduciendo el derecho a combatir el “terrorismo” y las asechanzas migratorias, colocadas a la par digo, por el prurito de preservar el entorno de la inalcanzable potencia.

El gobierno mexicano, en su conjunto, no se dio la menor oportunidad para aplicar la razón contra la xenofobia encendida tras los ataques a Nueva York en septiembre de 2001. Nada de eso. Más bien, el ex mandatario Fox, quien sigue mostrándose como si todavía fuera presidente, se vio obligado a semblantear a su colega, el nefasto George Bush junior, siguiéndole por todos los foros y cumbres multinacionales. Hasta que obtuvo de éste la “gracia” de un perdón indecoroso por la “osadía” de haber rechazado, en el seno de la ONU, la escalada invasora sobre Irak. Todo lo demás es consecuencia.



Mirador


Perdida la dignidad, no extraña que el titular del Ejecutivo Federal, Felipe Calderón -¿tendrá redención posible cuando llegue el finiquito inevitable?-, viaje a Canadá aun cuando el gobierno de esta nación, de manera discrecional, haya impuesto a los mexicanos la obligación de gestionar visas para internarse en el territorio de la misma y sin que los canadienses, siquiera por la mínima reciprocidad diplomática, tengan que hacer lo mismo. Se alega que tal sería como poner trabas a la industria turística como si tal fuente de ingresos tuviera mayor peso al ejercicio pleno de la soberanía.

En la misma línea, el periplo reciente de Calderón por los feudos de Obama, ni significó, como era de esperarse, una mayor energía para tratar el tema migratorio y señalar, en consecuencia, la inadmisible postura de los xenófobos quienes, una y otra vez, parecen salirse con la suya a costa de degradar los valores elementales. En otra actitud, que casi raya en el vasallaje abierto, el mandatario pretendió ser conciliatorio para defender su “filosofía de guerra” –como la denominan sus adversarios políticos- en cuanto al complejo combate contra el narcotráfico cuyos saldos ominosos siguen siendo muy negativos para el gobierno mexicano. Basta asomarnos a los incidentes recientes –ya no digamos los históricos- para corroborar la vulnerabilidad de la estructura oficial ante los desbordados capos.

Nadie se salva. El horror sobre cuanto sucedió a Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial y uno de los panistas más ilustres de los tiempos recientes, extiende temores y exhibe la vaguedad de las reacciones gubernamentales. Lo mismo que el asesinato del candidato Mario Guajardo Adame, en Tamaulipas, en plena eclosión de salvajismo que tiende a reducir los escenarios al de las emboscadas aviesas, paralizantes, con un sentido de imparable agobio: el bien parece estar derrotado por el mal... porque no hay soldados eficaces para preservar lo primero.

México es hoy una inmensa interrogante. Dolorosa también. A la evidencia sobre los vacíos de poder se suma la inoperancia, jurídica sobre todo, de los cuadros diplomáticos y legislativos, encerrados en los sectarismos exacerbados. Y el presidente, claro, sigue sumando giras sin ton ni son.



Polémica


Mientras tanto, la frivolidad ex presidencial prosigue sin el menor síntoma de urbanidad política. Los Fox festejan como si se tratase de una pareja de monarcas que han dejado en otros, momentáneamente, la responsabilidad del gobierno. Hace unos días, por ejemplo, bajo el templo faraónico, la pareja ex presidencial festejó a lo grande su “primer festival cultural”, en homenaje a España, lo que permitió a la señora Marta vestir las “muchas faldas” de un traje de hispánicos cortes. Y todos muy galantes.

Para la ocasión, hubo artistas de renombre –entre ellos la madrileña Paloma San Basilio- y hasta una corrida de toros –ya han sido varias al calor de su complicidad con el impresentable gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso-, al ritmo de timbales y clarines. Dicen sus adoradores que lo merecen, ella y él naturalmente, por ser “figuras históricas”. Al parecer con ello se justifica la vergonzosa impunidad como efecto de la tibieza, la complicidad también, entre los panistas que se ufanaban por perseguir un cambio al que ellos mismos traicionaron.

¿No eran éstas imágenes las que rechazábamos durante las décadas de la hegemonía priísta? ¿No era todo este oropel lo que hizo odiosa la confabulación gregaria de los institucionales corruptos? ¿Y no se trataba de evitar una segunda, penosa versión, corregida y aumentada de los viejos vicios?

Contesten, si pueden, los panistas que se pretenden inmaculados.



Por las Alcobas


Las diferencias son agudas en la frontera. Hace cinco años, en Ciudad Juárez, cuando la atención sólo se concentraba en los asesinatos de mujeres, registramos que en la vecina El Paso, Texas, por decisión superior, se habían concentrado unos setecientos predadores sexuales provenientes de distintas cárceles norteamericanas. Precisamente en la conurbación de la afrentada ciudad mexicana en donde crecían las agresiones de esta índole.

Me dijeron entonces:

-A cada uno de esos setecientos abusadores, a quienes se pretende encauzar socialmente, les basta con invertir un “quarter” –esto es veinticinco centavos de dólar-, para transitar por el puente fronterizo e introducirse en Juárez como si se tratara del patio de su casa. ¿Quién puede asegurar que no cometen atropellos para luego regresar por donde vinieron?

Por medio dólar, la oferta para tales sujetos, en plan de rehabilitación, era suficientemente atractiva. Pero, claro, nadie los paró en su momento. Abundaremos.

E-mail: rafloret@hotmail.com

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