viernes, 7 de mayo de 2010

COLUMNA DESAFIO

COLUMNA DESAFIO
POR RAFAEL LORET DE MOLA


Corría 1982 y, en Guanajuato, el priísmo hegemónico comenzaba a desbarrancarse empujado por la negligencia inexcusable de un “pequeño gobernador”, Enrique Velasco Ibarra. En el combativo Diario de Irapuato, que me enorgullezco de haber dirigido por cuanto confluyó a la formación de una nueva generación de periodistas con otra mentalidad profesional, el jefe de Redacción, Mario Barajas Pérez, me hizo un planteamiento de fondo:

-Oiga, ¿no sería mejor que nuestra primera plana fuera más equilibrada? Algunos anunciantes se quejan de que sólo observan ángulos negativos. Quizá podríamos hacer un esfuerzo para rescatar lo bueno. ¿Qué le parece?

-Suena muy bien. ¿Qué llevamos mañana como principal? ¡Ah, sí! Los índices sobre la creciente desertificación en donde antes se sembraba fresa –símbolo de aquella región-, regada, para colmo, con aguas negras. Bastante malo, ¿no? Pero algo positivo habrá. Dígame usted.

-Bueno, el Ayuntamiento informa que sembrará arbolitos en los camellones de la avenida por donde pasará, mañana, el señor gobernador. Es la nota más fuerte. ¿La colocamos en primera?

Y así, cada día. El dilema, en una perspectiva de severas desigualdades sociales y económicas, se cernía sobre un agudo golpe de conciencia: esto es, debíamos resolver si suavizábamos los hechos y las críticas para no causar en los lectores el consiguiente malestar, considerando que nuestro deber consistía en exaltar sólo lo rutinario para dar la impresión de que el gobierno cumplía y, por ende, la sociedad podía dormir tranquila. Pero, al mismo tiempo, ello sería tanto como claudicar ante el poder político cuya incomodidad se reflejaba en la disminución de la publicidad institucional e incluso la comercial bajo la presión del Palacio de Gobierno.

Optamos por permanecer en nuestra trinchera y los costos fueron terribles: Velasco Ibarra acabó solicitando licencia –en buena medida bajo el estruendo de los señalamientos del Diario-, y nosotros perdimos, descapitalizados, el periódico. Cerramos las puertas, lo recuerdo bien, sin que ninguno de quienes fueron mis colaboradores opusiera la menor exigencia; cada uno –y jamás lo olvidaré, reitero-, me animó a no ceder, a buscar espacios diversos y a seguir denunciando. Uno de ellos me dijo:

-Nuestra mejor victoria es, precisamente, que nos hayan conducido a la quiebra. Eso refleja que nuestras críticas, por ciertas, calaron en los órganos oficiales.

Le di la razón y un abrazo. Semanas atrás, en pleno forcejeo, quien fungía como coordinador de prensa gubernamental, Manuel Villa Aguilera, me telefoneó para darme “una buena nueva”:

--Les enviáremos la lista nominal de casillas para que la publiquen –tal era su obligación puesto que, por ley, debían difundirse los sitios de éstas a través de los periódicos de mayor circulación en cada plaza, y en nuestro caso estaba plenamente acreditada tal posición-. Sólo le pido, a cambio, una pequeña consideración.

--¿Cuál es, señor Villa?

--Que, desde hoy, nos envíe sus editoriales en la víspera de su aparición. Así honraremos nuestra decisión de cooperar más estrechamente.

--Le propongo algo –repliqué-: que desde ahora mismo sea usted el director del Diario. Así tendrá usted incluso el privilegio de utilizar los foros... honrando así su muy peculiar sentido de la libertad de expresión.

Por supuesto, no hubo trato y pagamos las consecuencias. (Por cierto este episodio ha sido recordado en ocasión del fallecimiento reciente de Velasco Ibarra; por su parte, Villa Aguilera se concentró en el centro del país y alcanzó, beneficiario de sus tareas predadoras, la titularidad de la dirección federal de Radio y Televisión por un amplio lapso. Dicen que el sistema siempre premia a los represores).

Paralelismos. Me entero, con creciente preocupación, que el llamado “primer mandatario”, Felipe Calderón, expresó, de viva voz, cuál es su sueño en relación con el manejo informativo:

--Sueño con ver, leer y escuchar en un medio que hay dos partes de la página (sic). En una... que estén los hechos o las noticias malas; y en el otro lado, las noticias buenas. Ya sabrá uno ponderar.

El camino para Calderón está abierto: no tiene más que invertir, como accionista principal, en un nuevo periódico destinado a desplazar a los periodistas, sobre todo los de estirpe, cada vez más acosados. Así, en calidad de director –nos libraríamos de un mal Ejecutivo en la esfera política, no así en la periodística-, tendría ocasión, por ejemplo, de exaltar sus discursos recurrentes colocando, en la página dieciséis –en donde él encontró una foto estimulante según dijo-, la información acerca de la salida de prisión de dos indígenas, tras casi cuatro años de confinamiento, víctimas de la injusticia, la inaudita prepotencia de la Procuraduría General y la negligencia pasmosa de la Presidencia de la República.

Y estaría, por supuesto, muy feliz... soñando, libre de pesadillas.

Debate


Pura justicia. Onésimo Cepeda Silva, Obispo de Ecatepec, denunciado por fraude al simular un “préstamo” por 130 millones de pesos a favor de Olga Azcárraga –como si esta dama, fallecida meses después de la operación, los hubiese necesitado-, basa la escapatoria judicial en sus múltiples relaciones con los mandos políticos y hasta hoy ha sido ampliamente protegido. En otro escenario, fueron liberadas, al fin, las damas otomíes Alberta Alcántara y Teresa González, tras permanecer recluidas desde agosto de 2006 –esto es apenas un mes después de consumada la parodia comicial del mismo año-, acusadas supuestamente por el secuestro de seis agentes de la AFI sin que, en ningún momento, se pudiera probar su responsabilidad al respecto. Ni siquiera merecieron una disculpa por parte de las autoridades de Querétaro en donde se dio cauce a los amañados procesos.

El señor Onésimo –“un Obispo rico entre pobres” según su propia definición- alega, en su descargo, ser “víctima” de una orquestada campaña en su contra –acaso por la judería universal, siempre señalada por las jerarquías católicas como instigadoras de cuanto cause desprestigio a éstas-. Y extiende condenas, como si se tratara de excomuniones, contra cuantos insistan en el imperativo de administrar justicia llana liberada de los viejos prejuicios y atavismos. No responde, se escuda detrás de sus sotanas... y de los misterios de la fe.

En el caso de las indígenas afrentadas, sin duda, los señalamientos periodísticos fueron claves para no dejarlas en desamparo jurídico, habida cuenta la dimensión de las consignas y la necesidad de exacerbar los escarmientos hacia los indefensos para que callen cuanto saben de las interrelaciones viciadas entre mafiosos y funcionarios, obviamente escudados.

¿Cuál de estas dos notas debe privilegiarse como parte de lo “bueno”?¿Acaso una prematura declaración de santidad a favor del Obispo de Carlos Slim –antes de ser ungido, Cepeda fue consejero de Inbursa-, para que así subiera a los altares como santo patrono de los financieros impunes? Con ello, además, colaboraríamos para que el señor Calderón, tan sacrificado, pudiera consumar su sueño, lo mismo que la visión de un México sin violencia y sin desempleo que intuyó serían legados para sus hijos en la hora clave de la promoción proselitista. (Léase “El Hijo Desobediente”, Santillana, 2006, cuyo autor es Felipe Calderón).

Exaltaciones como ésta no hacen sino confirmar cuál es la tendencia dominante en el gobierno atrofiado de una derecha que no aprende: la demagogia y sólo ésta. ¿O tendremos que explicar cuál es el sustento del duelo político entre optimistas, pesimistas, mesiánicos, continuistas y amafiados?¿En qué bando está lo “bueno”, bendecido por los inamovibles voceros de la oficialidad?

El Reto


Hace tiempo, digamos desde la consumación de los crímenes impunes contra periodistas durante la administración nefasta de Miguel de la Madrid -1982-88-, y de su brazo ejecutor, Manuel Bartlett, actualmente trepado al templete de una izquierda sin memoria, este columnista perdió la fe en la justicia. Ya sé que se lee terrible, y lo es.

En estas condiciones, bajo el flagelo de la impudicia política que posibilitó el encaramiento de cárteles y capos a la pirámide del poder gubernamental, no existe prioridad mayor que construir un sistema judicial que se traduzca en un Estado de Derecho, vencidas inercias, injusticias y simulaciones. Primero esto, luego la política, con el acuerdo de quienes dicen vigilar, desde las Cámaras, los intereses del país y no son capaces de ponerse de acuerdo salvo cuando las ambiciones proselitistas llegan y confluyen hacia las alianzas del absurdo.

Siquiera eso que proponga el señor Calderón para merecer algún espacio, dentro de lo bueno naturalmente, sin necesidad de exigirlo con las manos vacías. Recuerde que hace ya varios meses –cinco, para ser exactos-, pasó el cenit de su cuestionado mandato.

La Anécdota


Corría 1986, el año señalado por el “boom” del narcotráfico y de la persecución contra los críticos, decenas de ellos silenciados a mansalva. En el Reclusorio Sur de la ciudad de México, el ingeniero Jorge Díaz Serrano, víctima de la vendetta política con los auspicios superiores, aguardaba una sentencia que jamás se pronunció hasta su encarcelamiento años después.

Fue entonces cuando el defensor del ex director de PEMEX, el abogado Enrique Mendoza, dictó un aserto escalofriante:

--La lucha más enconada en México es por evitar caer en la cárcel aun siendo inocente. Contra las consignas, rara vez se tiene alguna oportunidad.

Bien lo saben los especialistas en materia penal y las decenas de víctimas de un sistema que opta por mantener en prisión a dos indígenas, fueron tres, durante casi cuatro años con tal de no dar su brazo a torcer. Paradoja brutal del presente.

E-mail: rafloret@hotmail.com

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