miércoles, 2 de junio de 2010

LAS ELECCIONES QUE VIENEN

miércoles, 02 de junio de 2010


En las doce entidades que renovarán cuadros gobernantes a partir de la jornada del domingo 4 de julio –aun cuando en algunos casos los mandatarios electos asumirán funciones hasta enero o abril de 2011-, se vive la crispación hija de las intolerancias mutuas. No hay peor escenario que éste en el devenir de un rabioso sectarismo sólo atemperado cuando surgen, debajo de la mesa, las alianzas turbias entre polos opuestos bajo la argucia de una pluralidad demasiado vulnerable.

Hemos expresado al respecto que lo más grave habrá de darse en los casos en los que las tales “alianzas” tengan éxito en las urnas por las dificultades implícitas de la puesta de acuerdo entre bandos caracterizados, precisamente, por su tenaz intransigencia frente a sus adversarios históricos. ¿Y no lo son acaso, más allá de los acuerdos superficiales y temporales, el PAN y el PRD? Es de suponer que la designación de funcionarios y la pretensión de sostener equilibrios dependerá, en gran medida, de los montos de las facturas políticas a presentar por quienes se perciban “claves” en las presuntas victorias. Y no cabe matizar el hecho aduciendo que otros experimentos, como en Chiapas, no han reventado cuando bien conocemos los costos a posteriori.

Al hacer una evaluación de las contiendas de 2010 y proyectarlas hacia el escenario de la carrera presidencial –“2012: La Sucesión”, Océano-, anunciamos la factibilidad de que se salieran de cauce considerando el entorno violento y los intereses amafiados en buena parte del territorio nacional. Para colmo, no pueden deslindarse los mandatarios estatales del tufo caciquil que los impulsa a mantener controles a la mala, a la vieja usanza diríamos, contra la pretendida tendencia democrática. Lo sucedido en Yucatán es muestra, desagradable claro, de hasta donde puede llegarse –incluso a la “desaparición” de más de veinte mil boletas electorales destinadas a la justa en Mérida, suficientes para trocar la voluntad popular-, por el afán de no perder las líneas de la continuidad y asegurar los bastiones, por ende, con vistas a la lucha por Los Pinos.

En la misma línea, como ya hemos comentado, los exaltados casos de la muerte de la pequeña Paulette Gebara, contra toda lógica elemental, y el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, con metodología similar a la utilizado por los subversivos más peligrosos aun cuando Felipe Calderón negara la posibilidad de una fragua del crimen organizado con adelantada torpeza, han servido para encender la lid proselitista en ayuno ostensible de moral política. Pero ello es posible, por supuesto, como consecuencia de los vacíos de poder, esto es de la ausencia de gobierno notoria, y la desbordada operatividad de los partidos en busca de ganar un sitio mejor en el arrancadero.

Por supuesto, cada partido, en espacios y regiones distintas, ha actuado con similares estrategias autoritarias. Y no sólo hablamos de los procedimientos extremos, como el confinamiento del ex alcalde de Cancún, Gregorio Sánchez Martínez, controvertido por atesorar denuncias escandalosas desde hace un buen tiempo, en el inicio de su campaña hacia el gobierno de Quintana Roo arropado por el PRD. Sería deplorable que algunos, con poder de convocatoria indiscutible, asumieran candidaturas y cargos públicos como camuflajes. El propio “Greg” Sánchez, por cierto, admitió que él no vivía de la política sino de sus negocios, pero ¿son éstos compatibles con las funciones públicas? No lo serían si se privilegia, en todo caso, la autoridad moral.

Y si el PRD se dice afrentado por lo anteriormente reseñado, en Zacatecas abundan los señalamientos contra la gobernadora perredista, Amalia García, por parte de los hermanos Monreal Ávila, ahora escindidos del mismo partido precisamente por no encontrar acomodo en los fueros de la destacad dama. Lo mismo ocurre con el PAN cuya dirigencia lanza dardos envenados contra el mexiquense Enrique Peña, todavía cernido a la “pole position” de la carrera presidencial, cuando el autor de los desaguisados judiciales, el ex procurador Alberto Bazbaz Sacal es militante de Acción Nacional desde el 11 de febrero de 1998 y fue llevado al gabinete de Peña con las pretendidas líneas plurales de la demagogia. (No se olvide la manera como llegó a la Procuraduría General de la República, en diciembre de 1994, el abogado Antonio Lozano Gracia, panista de cepa, para integrar el equipo del priísta Ernesto Zedillo, el gran simulador. Y acabó igualmente prendido a la hoguera de las brujas).

Para infortunio de la sociedad, cada vez en mayor estado de indefensión ante los excesos interminables de la clase política, los forcejeos se están desbordando. Lo mismo en Puebla, en donde las querellas se cruzan entre los aspirantes a suceder al “góber precioso”, que en Chihuahua, con los electores confundidos porque no pueden definir a quien dirigir los votos de castigo, si al negligente gobierno federal panista o al marginal gobierno estatal, ambas instancias rebasadas por la proyección de los cárteles y las rebatiñas de todo tipo. Bien puede explicarse porqué la masa de abstencionistas crece a tal grado que podría, por sí sola, restar legitimidad a quienes se digan triunfadores.

Debate

¿Y qué ofrece el PRI en su pretendida cruzada por recuperar la Presidencia? Nada menos que la exaltación grotesca de los mayores predadores a quienes ayuda la amnesia colectiva. Una muestra: el nuevo posicionamiento de Enrique Gamboa Patrón, ex secretario muy privado de Miguel de la Madrid durante el sexenio del “boom” del narcotráfico, hacia la dirigencia nacional de la desgastada CNOP –uno de los tres sectores del priísmo clásico-, demuestran que pesan más, mucho más, las turbiedades y complicidades que la opinión pública degrada por la desinformación.

A Gamboa, recuérdese bien, se le señaló por su evidente cercanía no sólo con la red de pederastas de Cancún –fue citado en las declaraciones ministeriales de las víctimas al menos once veces-, sino igualmente por su aviesa complicidad con el poblano Mario Marín tras la malhadada aprehensión de la valerosa Lydia Cacho, una querella que convirtió a ésta, a decir de organizaciones civiles del exterior, como “heroína” de la libertad de expresión. Esto es: los tiros les salieron por las culatas pero no les hicieron el menor rasguño. Y por ello, claro, Marín podrá terminar su gobierno sin haberse detenido ante las severas turbulencias de los escándalos. Puro cambio en el país de las perversidades exaltadas y redituables.

Con personajes de la calaña de Gamboa, a quien se fabricó un currículo espectacular como auténtico saltimbanqui de cargos públicos –en unos cuantos años pasó por la Secretaría de Comunicaciones, el Infonavit, el Seguro Social, la Lotería Nacional, el Fonatur y la subsecretaría de Gobernación-, evadiéndose de los señalamientos más severos sobre conjuras, contubernios inmorales y excesos personales. Y, como ha sucedido con otros grandes predadores –Bartlett, Cervera, etc..,- no ha sido siquiera motivo de indagatorias judiciales a pesar de los rastros evidentes sobre sus pasos oscuros. ¿A los operadores de las tareas sucias sólo se les premia sin ser jamás llevados a donde debieran estar, esto es a los banquillos de acusados?

No es justificable, bajo argumentación alguna, la insistencia de los dirigentes del PRI por rendir pleitesía a los miembros más sucios del partido otrora invencible. ¿Se trata de asegurar, por todos los medios, que se pretende retornar a los escenarios anteriores, sin el menor tratamiento a las aguas negras de la impudicia política? Parece que sí.

El Reto

Gamboa es acomodaticio por naturaleza. Ya les contaré cómo se granjeó el apoyo incondicional del señor De la Madrid. Pero por hoy baste decir que se exhibe como pieza de Manlio Fabio Beltrones, el priísta de mayor influencia sobre los cuadros partidistas aun cuando Peña Nieta marche a la vanguardia de las preferencias masivas gracias a los reflectores mediáticos, cuando se ha caracterizado por oponerse a quien hoy pretende su aliado.

Recordemos: cuando Roberto Madrazo compitió con Francisco Labastida por la candidatura presidencial en 1999, Manlio fue operador del primero y Gamboa del segundo; más adelante, al disputarse la presidencia del PRI entre el mismo Madrazo y Beatriz Paredes Rangel, en 2002, Beltrones siguió con el tabasqueño y el yucateco se sumó a la segunda. Y peor todavía: al momento de recrearse las denuncias contra Beltrones por sus supuestos vínculos con el narcotráfico, Gamboa, desde la Cámara baja no hizo la menor defensa y adujo que la controversia debía ventilarse en el Senado. ¿Amigos?

Las líneas de la lealtad, sin embargo, no son características de cuantos se mueven en el inframundo y al amparo, siempre, de la impunidad. Abundaremos, claro, en su momento.

La Anécdota

El primero de diciembre de 1982, tras asumir Miguel de la Madrid la investidura presidencial, su joven secretario, Emilio Gamboa, lisonjero, no pudo contener una exclamación al verlo:

-Señor presidente, ¡qué bien le sienta la banda presidencial!

El aludido, eufórico, se desprendió del símbolo y, sin pensarlo dos veces, lo colocó sobre los hombros y el pecho de su colaborador y le dijo:

-A ti, Emilio, también te va muy bien...

Así, hasta hoy, en el umbral en donde las conjuras se estrechan y hermanan.

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