domingo, 6 de junio de 2010

SENTIDO CONTRARIO

Veneno Puro Publicación: DOMINGO 6 DE JUNIO DE 2010

*Sentido Contrario

*Frontera y Golfo

*Refugio en Texas

Por Rafael Loret de Mola

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En 1986, un año clave que marca el “boom” del narcotráfico, la incorporación de México al GATT –la red global de aranceles-, y la consiguiente apertura del país, sin limitantes, a las franquicias estadounidenses, además, claro, de una sostenida represión contra periodistas y dirigentes políticos contrarios al modelo neoliberal –incluso priístas-, el entonces presidente, Miguel de la Madrid, en periplo por Washington, fue presionado de distintas maneras, incluso mediante denuncias periodísticas sobre depósitos millonarios a su nombre –así lo expresó el columnista Jack Anderson produciendo un tibio diferendo diplomático-, para que admitiera la presencia de efectivos militares norteamericanos sobre territorio nacional con el objetivo de perseguir a los cárteles en crecimiento.

De la Madrid, entonces, optó, primero, por una protesta escrita al Departamento de Estado de Washington contra los pronunciamientos de Anderson sin querellarse contra éste, como debió hacerlo, en los tribunales correspondientes; y, después, emitió una declaración altisonante asegurando que, por razones históricas y morales, era inadmisible facultar al Pentágono para que extendiera sus coberturas sobre territorio mexicano.

Y para darle forma al diferendo, el mismo mandatario arguyó, en sendos puntos, la defensa de la soberanía nacional como baluarte para garantizar la viabilidad de México como nación. En cuanto a la posibilidad de demandar al periodista Anderson insistió en que el jefe del Estado mexicano no podía someterse, de modo alguno, a otra soberanía para deslindar agravios; y respecto a lo segundo, exaltó la capacidad de su gobierno para hacer frente al flagelo, por sí solo, al tiempo que subrayaba el imperativo de renegociar los términos de la deuda externa de nuestro país boicoteando la propuesta del argentino Raúl Alfonsín en el sentido de formar un “club de deudores” para contrarrestar, con Latinoamérica unida, al agio desbordado de Wall Street y sus socios.

Una faena completa que acaso marcó el inicio del desastre porque, desde luego, tal no impidió el aumento sensible de personal militar norteamericano en la embajada y los consulados de nuestro poderoso vecino. Camuflaje, por una parte; tolerancia, por la otra, hacia los grandes traficantes. El saldo fue, a todas luces, ominosa y de elevado costo para los mexicanos sin que ello haya merecido a lo largo de cinco lustros el menor análisis sobre los verdaderos sustentos del señor De la Madrid quien, finalmente, hubo de “rescatar” a su grupo político del quebranto electoral de 1988 con todo y la “caída” del sistema ideada por Manuel Bartlett. La memoria siempre ayuda cuando se trata de situar a los predadores del pasado que pretenden asumir doctrinas supuestamente redentoras en el presente.

Casi un cuarto de siglo después, Felipe Calderón, rebasado por la guerra intestina entre los poderosos cárteles y los minados cuadros militares y judiciales, infiltrados para colmo, no tuvo más remedio que aceptar la militarización estadounidense de nuestra frontera norte ante la crecida incontrolable de la violencia y del narcotráfico a uno y otro lado del Bravo y las mojoneras, incluyendo las que establecen límites con Arizona, en donde la xenofobia y el racismo se agitan para situar a los mexicanos en condición de sospechosos por su mera apariencia y origen. Una vez más, nuestro gobierno bajó la cabeza, impotente, con todo y el mito de la soberanía que, al parecer, sólo sirve de escudo a quienes se perciben intocables desde la cúpula del poder.

Ninguna batalla ha ganado Calderón en los foros internacionales. Ni una sola. El discurso pronunciado ante el Congreso –en el que sí pudo usar la tribuna a diferencia de sus impedimentos en el Legislativo mexicano-, con una marginal mención a la injusta ley Arizona, produjo enconadas reacciones: los republicanos, defensores de la medida, le explicaron que no es admisible la postura de un mandatario extranjero con pretensiones de dictar lineamientos al gobierno de los Estados Unidos. Y él, por supuesto, no era sino un huésped de los Obama, lisonjeado en la medida en que se mostrase receptivo a los proyectos de la Casa Blanca, con o sin soberanías de por medio.

El resultado lo tenemos muy a la vista. Por una parte, las tropas norteamericanas “refuerzan” la frontera con el beneplácito del señor de Los Pinos, sumido en la tragedia de su propia inoperancia; por la otra, Barack Obama anunció la incorporación de más “efectivos” para paliar el desastre ecológico en el Golfo de México ocasionado por las petroleras del norte, incapaces de solventar por sí solas en principio el tremendo derrame que infectó las aguas y depredó la fauna marina con la consiguiente afectación, a corto plazo, de las costas mexicanas. Sólo falta un huracán, de esos desviados gracias a la tecnología estadounidense, para completar el caos.

Mientras ello sucedía, Calderón regresó de su breve periplo por Canadá en donde cuestionó, a casi un año de distancia, la imposición de visas a los mexicanos. Los legisladores de aquel país fruncieron el ceño y le dieron unas palmaditas, junto con la promesa de invertir 120 millones de dólares, antes de despedirlo con las manos vacías en materia de dignidad diplomática.

Mirador

Hace tiempo perdió México el sentido de la reciprocidad en cuestiones multinacionales. Durante el sexenio anterior, con los Fox arrinconados por su inoperancia patética, el gobierno de los Estados Unidos anunció medidas adicionales que incluían una especie de fichaje de los viajeros mexicanos y de otras latitudes. Y sólo reaccionó el mandatario de Brasil, Lula da Silva, imponiendo lo mismo a los turistas norteamericanos que pretendieran pasear o negociar entre los cariocas. Fue el único, aunque su decisión fuera perentoria por el sambenito de los efectos económicos, mientras la indignidad cubría los jardines de la residencia oficial mexicana.

Ya hemos contado que el único gesto de dignidad de los Fox durante su mandato ante la hegemonía estadounidense –no respaldar, desde la presidencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la invasión a Irak-, fue motivo de severas críticas por parte de un sector de los empresarios mexicanos con la argumentación de que el “desplante” nos legaría penosas secuelas financieras cuando más se requería de oxígeno para solventar posibles vaivenes en los mercados a pesar de la acumulación récord de reservas en el Banco de México. Y Fox, entonces, debió comenzar un largo camino, semblanteando vergonzosamente a su colega Bush junior, en solicitud de disculpa para volver al punto de partida, esto es como incondicional del poderoso clan que habitaba la residencia de la avenida Pensilvania.

El breve extravío, por supuesto, concluyó en cuanto fue necesario asegurar la continuidad política ante la amenaza latente de un viraje hacia la izquierda. Y ya sabemos todos cómo se dio el desenlace, con trampas a la democracia incipiente y efectos todavía hasta los escenarios actuales en donde el señor Calderón no ha asimilado del todo los traumas de sus pecados originales. Estamos en el cuarto año de su gestión, en el inicio de facto de la carrera por la sucesión en 2012, y aún no se despejan las malquerencias de parte del colectivo ni es posible zanjar los candados de los sectarismos que detienen cualquier impulso pretendido.

Curioso: hace seis años, la descalificación notoria a la administración sesgada de los Fox, era observada como un tremendo handicap para quien fuera el abanderado del partido en el gobierno, el PAN, en la justa por la Primera Magistratura. Y es evidente que a Calderón lo protegieron colocándolo en la banda contraria, pero dentro del panismo tradicional, para que pudiera vadear el desprestigio. Luego, como sabemos, todo cambió... comenzando con las encuestas cuestionables.

Polémica

Cada vez es más sonoro el debate sobre si México es un Estado fallido como consecuencia de la inoperancia gubernamental en cada uno de los renglones torales. Perdidas, en diversas etapas de la lenta transición hacia la derecha, las rectorías financieras –acaso cuando De la Madrid canceló la posibilidad de ver hacia el sur para contrarrestar a los agiotistas del norte-, sociales –desde el momento mismo en que la crecida de los “indocumentados” se ha convertido en una especie de bomba de tiempo-, y políticas –con cargo al aval de Washington a favor de la alternancia para desactivar los polvorines forjados por las agudas diferencias de clase-, nuestro gobierno parece haber extraviado el rumbo y el destino nacionales.

Tan es así que vamos a contrasentido de cuanto fue esencial en la defensa de nuestra soberanía y de la razón jurídica que da estabilidad a los débiles ante la incesante ambición de los fuertes. Este es el meollo de nuestra historia compleja que, por desgracia, parece haberse resuelto ampliando la tutela estadounidense con todo y las tropas que merodean ahora por la frontera más transitada en el mundo.

En su momento, los diferendos serán tremendos. Sobre todo porque, en esta era de comunicaciones, la historia ya no sólo la escriben los vencedores. Y Calderón habrá de responder, más temprano que tarde.

Por las Alcobas

Tras el asesinato de John F. Kennedy, en noviembre de 1963 en Dallas, es fama que los presuntos sicarios que presuntamente lo ultimaron, todavía cobijados en el misterio y bajo la impunidad, huyeron hacia el este y se refugiaron, nada menos, en un rancho, cercano a MacAllen, propiedad del célebre señor de Tamaulipas, Juan Nepomuceno Guerra. El episodio, bajo los siete candados “top secret”, permanece aún sin resolver.

Lo que se sabe, eso sí, es que Nepomuceno, uno de los personajes ya extintos que explican per se la descomposición política no sólo del norte del país, fue formador, en líneas paralelas, lo mismo de Juan García Ábrego, el conocido “capo de capos” del Golfo –extraditado a los Estados Unidos bajo una falsa acta de nacionalidad-, que del ex gobernador tamaulipeco, Manuel Cavazos Lerma.

Por cierto, Cavazos Lerma, con fama de no quitarse el sombrero texano ni para bañarse, sirve ahora, como delegado y operador, en los hipódromos de Enrique Peña Nieto situado en el arrancadero del Derby Presidencial. Abundaremos.

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Rafael Loret de Mola
Escritor

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