martes, 1 de junio de 2010

DE LA DEGRADACIÓN

RAFAEL LORET DE MOLAmartes, 01 de junio de 2010

*De la degradación

*Forcejeos íntimos

*Una retrospectiva



No es cuento nuevo el de la degradación política. Lo diferente, tras la continuidad de la derecha adscrita al último furgón del priísmo hegemónico, es la sofisticación de los métodos con el consabido maquillaje superficial de los protagonistas. ¿Quién puede dudar, por ejemplo, de las bondades del séquito presidencial formado por elementos con rostros de monaguillos regañados, lo mismo Germán Martínez que César Nava, en los fueros del PAN? Resulta bastante complejo resolver el enigma sobre las verdaderas intenciones de cuantos hacen gala de devoción y exaltan los iconos religiosos como si fueran refugios exclusivos, o parcelas, del partido en posición de la Presidencia de la República. ¡Si son tan buenos...!

Pero resulta que en la praxis política, los excesos de tantos persignados oficiosos han llevado al país hacia los pantanos de la inercia e incluso al filo de los abismos y del averno. Por ejemplo, no se tentaron el corazón -los actuales usufructuarios del poder central ahora copado por las agendas militares-, para revertir tendencias a la mala durante el complejo proceso comicial de 2006. Fueron ellos, sin duda, quienes optaron por las “campañas negras” y establecieron una estrategia por demás exitosa para modificar momios y perspectivas: sencillamente, endulzaron los oídos del abanderado de la izquierda mediante encuestas que le colocaban arriba para ir mermando, poco a poco, la ventaja inicial –aceptada por el recipiendario de la supuesta vanguardia-, hasta trocarla en desventaja en las vísperas de la jornada electoral. Las protestas sonaron muy huecas... y el desaseo de los escrutinios puso el punto final con el hastío colectivo como cortina de humo.

Andrés Manuel López Obrador, excesivamente confiado al punto de que sus operadores sólo tomaban cuenta de cada respiro del líder, cayó en la trampa: fue él quien privilegió los constantes sondeos de opinión cuando se percibió inalcanzable y, desde luego, ya no tuvo credibilidad para señalar las calculadas inducciones de las empresas encuestadoras al momento de ser exaltado el rebase por la derecha. Un garlito perfectamente armado y que, por supuesto, culminó cuando los resultados finales -¡qué maravilla!-, exhibieron una excepcional similitud con los pronósticos... a pesar de los manoseos de boletas y la actividad desbordada de cuatro o cinco laboratorios regionales en los que se cocinó la liebre del fraude.

Hace unos días, Santiago Creel Miranda reprochó a este columnista haber situado en líneas paralelas –en mi reciente obra “2012: La Sucesión” –Océano, 2010-, la “operación cochinita”, por la cual los calderonistas de Yucatán sumaron veinte mil votos de sus correligionarios a la mala, esto es para reducir las aspiraciones de Creel en la primera de las tres elecciones internas del PAN en 2005, con cuanto sucedió en la esfera nacional tras los comicios generales. Concluí que quien miente una vez acaba por mentir siempre. De allí la incomodidad del senador mencionado cuyo panismo de cepa no está en duda, al percibir que el paralelismo constituye una descalificación hacia el actual mandatario federal que, desde luego, él no acepta. Pero tal no lo dijo Creel sino yo y así está asentado en la obra en cuestión. Fue cosa, tan solo, de revisar los hechos consumados. De cualquier manera, el presidencialismo pervive, aun cuando el senador mencionado luche por mejorar su imagen presentándose como una opción frente a las consignas de Los Pinos. (Esto también lo expresa quien escribe estas líneas).

Si contamos, pues, con los antecedentes, algunos de ellos impregnados de perversidad, no podemos entonces dejar de señalar una preocupación que va aumentando al paso de los acontecimientos recientes: ¿hasta dónde pueden llegar las intenciones oscuras en un entorno revuelto, de por sí, por el clima de inseguridad que priva en todo el país, en buena medida como efecto de la ausencia de gobierno y la exaltación de las mafias dominantes como factores políticos relevantes?

Los casos de la extraña muerte de la pequeña Paulette Gebara, agotadas todas las negligencias imaginables, y de la “desaparición” –luego se confirmaría que fue un secuestro- de Diego Fernández de Cevallos, exaltada por el PAN para llevar agua a su molino de cara a los procesos electorales en desarrollo, deben ser observados, lamentablemente, por los usos y desusos proselitistas y el propósito de colocar al PAN como víctima, sobre todo en cuanto a lo sucedido con uno de sus ex candidatos presidenciales más relevantes, en un escenario contaminado, precisamente, por la pobre reacción... de un gobierno federal bajo la férula del PAN.

¿O es admisible, por ejemplo, que la dirigencia de Acción Nacional en Querétaro exhiba mensajes monumentales trasladando la responsabilidad por el entorno violento a las autoridades priístas estatales cuando lo que ha fallado es, evidentemente, la estructura federal que debiera preservar a la ciudadanía del acecho de escuadrones de la muerte, bandas de sicarios secuestradores y subversivos desbordados? Señalar por ello al gobernador priísta, José Calzada, y no al mandatario federal panista, Felipe Calderón, es una falacia insostenible. O una perogrullada, para expresarlo sin eufemismos.



Debate


Lamentablemente, como aceptan algunos de sus protagonistas, resulta casi imposible, sobre los escenarios convulsos del presente, pretender ganar gubernaturas, en las entidades sitiadas por los cárteles, sin alguna suerte de negociación soterrada. Y ello plantea, al mismo tiempo, uno de los dramas de mayor calado: si la clase política en el poder, sea en los estados o en el horizonte nacional, está optando por tolerar a un cártel en detrimento de las otras células delincuenciales de similar nivel, la degradación política entonces ha tocado techo. Y tal pondría en predicamento, como hemos expresado, la viabilidad del país dentro del andamiaje del derecho.

De allí la discusión sobre si hemos anclado en el estado fallido, esto es sin sustentos morales ni históricos de ninguna índole, por la inoperancia ética de los mandos y la creciente torpeza de cabilderos y maniobreros, con la consiguiente parálisis gubernamental ante el fenómeno extendido de las mafias intocables. El planteo es, por sí, de enrome gravedad.

En 2001, informes provenientes del CISEN establecieron que, de desaparecer el narcotráfico del espectro global, la economía estadounidense sufriría un descalabro de entre el 19 y el 22 por ciento, y la mexicana, nada menos, se quebraría hasta en un 63 por ciento. Si consideramos que luego de la crisis estructural más severa, la de 1995, la caída significó un cinco por ciento, y que tal nos colocó en precaria situación con extendidos efectos hacia el presente, podremos entonces medir las dimensiones del desafío planteado. Más si observamos, claro, las ramificaciones políticas como las ya señaladas líneas arriba.

¿Debe observarse tal, de darse seguimiento a las sugerencias de los eternos panegiristas del continuismo, como justificante ante los “hechos consumados”? La misma filosofía prevalece, por desgracia, cuando los usurpadores se enseñorean del poder territorial o se baja la cabeza tras las decisiones discrecionales de otras soberanía, tales como la imposición de los visados por parte de Canadá o las afrentas de la Ley Arizona –las protestas han sido, hasta el momento, bastante inocuas-, y se impulsa a la comunidad a aceptar la realidad porque se pretende irreversible.

No cabe duda de que la desconfianza tiene asientos muy obvios. ¿A quién culpar, en Chihuahua o Tamaulipas o Durango, por la descomposición social que deviene de las vendettas, las ejecuciones sumarias y los asesinatos de género?¿A los priístas que mandan en los fueros estatales o a los panistas que tienen la batuta en los federales? Este es el doloroso dilema que confronta buena parte de los electores potenciales en la hora de las turbulencias.



El Reto


Ante la exhibición de las estrategias, cabría, cuando menos, que los actores políticos fuesen más discretos y evitaran los usos proselitistas de las grandes tragedias nacionales, mediando un peloteo argumentativo ayuno de la más elemental moral pública. Por desgracia, desenfrenados, unos y otros, desde extremos que se tocan, mantienen la ruta hacia la impudicia sin detenerse, siquiera, a reflexionar sobre los daños causados a una sociedad en estado de indefensión.

Pero de esto, y mucho más, habrá de responder, cuando llegue la hora del finiquito ineludible, el mandatario Calderón y los gobernadores con aires caciquiles, lo mismo desde las trincheras del PRI, el PRD o el PAN. Porque si observamos la autocracia del poblano Mario Marín, priísta, debemos otear igualmente hacia el feudo zacatecano de Amalia García o hacia el territorio aguascalentense en donde se maneja, sin límite alguno, el panista Luis Armando Reynoso. Desde diferentes partidos, las líneas de la imposición y la represión son similares para infortunio, repito, de los mexicanos.

¿Qué hacer, entonces? Ojalá tuviera todas las respuestas, pero no es así. Basta con señalar que no será sencillo mantener los grandes embustes si, en serio, cada uno de nosotros se toma en serio el derecho a informarse, primero, para abrir los ojos, después.



La Anécdota


Hace seis años, cuando escribí “Destapes” –Océano, 2004-, la perspectiva nacional marcaba un profundo deterioro del régimen foxista ante el abandono de los temas cruciales, arrinconado el presidente por ausencia de carácter y capacidad operativa. Luego vendría la estrategia, impulsada por algunos empresarios que se sintieron en riesgo, para evitar un viraje hacia la izquierda.

Recuerdo, en aquel ámbito, una reunión, en Acapulco, con representantes de la llamada iniciativa privada. Uno de ellos, al término de la conferencia que me invitaron a dar, me hizo un agudo cuestionamiento:

-Fíjese: ninguno de los que estamos aquí se anima a esgrimir la defensa de Fox. Y somos quienes debiéramos hacerlo en nuestra condición de inversionistas afines, per se, a la continuidad financiera y política. ¿Cómo es, entonces, que las calificaciones hacia el presidente son aprobatorias, según las encuestas, y lo sitúen como uno de los mandatarios de Latinoamérica más reconocidos y apoyados por sus gobernados?

Le respondí, lo recuerdo bien, que los mismos porcentajes favorables se dieron a favor de Salinas y Zedillo... aun cuando éste acabó por ceder la Presidencia, aplastado por las voces en pro del cambio. Abundaremos, desde luego.

E-mail: rafloret@hotmail.com
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